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Así fue la excursión del pasado 8 de Marzo





El pasado domingo estuvimos de excursión un grupo de 23 personas y un
perro. Salimos de Madrid a la hora prevista y en una hora estábamos enLa Badía. El tiempo era espléndido y más teniendo en cuenta el
temporal que habíamos tenido sólo 48 horas antes. Al poco fueron
llegando los que venían de otras zonas. Cuando estuvimos todos
volvimos a coger los coches y en menos de media hora subimos a la
montaña, a El Piélago.
Nada más empezar la marcha nos tocaba subir un repecho de unos 200 metros para después llegar a las ruinas de la ermita. La vista es espléndida. Al sur Talavera y el río Tajo. Más al este, el río
Alberche con el embalse de Cazalegas. Al oeste, el valle del Tiétarcon Gredos cubierto de nieve. Y al norte los bosques de robles y pinosque cubren gran parte de la sierra de San Vicente.

Después bajamos hacia el convento donde comentamos que a partir del
próximo mes de mayo comenzaremos en ese lugar los "Retiros de
Silencio", un sábado al mes. Volvimos campo a través al camino y nos
detuvimos un instante para admirar un hermoso "nevero" de piedra donde
los monjes antiguamente guardaban la nieve durante el año.

Emprendimos la marcha, ya por un buen camino, y aprovechamos una
explanada muy soleada para recuperar fuerzas, charlar, bromear y hacer
grupo. En ese punto el paisaje cambiaba pues ya divisábamos al norte
una gran extensión del Sistema Central todavía con nieve en sus cimas.

Proseguimos el camino descendiendo y adentrándonos en el bosque. A
nuestra derecha, hacia abajo, contemplábamos algunos pueblos,
diminutos en la distancia. El más cercano es El Almendral de la Cañada
que tiene su nombre por la Cañada Real Leonesa que le cruza buscando
las tierra de Extremadura. Allí, también nació Ana del Almendral, fiel
colaboradora de Santa Teresa de Ávila.

Después de varios kilómetros de tranquilo caminar descubrimos varios
manantiales que nos indicaban la cercanía de los antiguos huertos de
Navamorcuente. Y, sobre todo, nos ponía en alerta a algunos de que la
cabaña de Miguel Jerónimo podría aparecer como por encanto entre la
maraña de robles. Dejamos la plácida pista y pasado un pequeño y
complicado trecho surgió la terraza de parcela donde se asienta. La
visión del valle y de la pared rocosa de Gredos era espléndida. El
lugar invitaba a la contemplación. El tiempo era ideal y el sol algo
poniente nos calentaba por el costado izquierdo. Unos se sentaron a
comer de nuevo, a otros el cuerpo les pedía recogerse en silencio y se
alejaron del jaleillo. Pero todos mirábamos complacidos los árboles,
la nieve lejana y la inmensidad que abarcaba nuestra vista. Valía la
pena haber madrugado un domingo.

El tiempo pasó sin darnos cuenta y como todavía nos quedaba una hora
hasta Navamorcuende -donde habíamos dejado los coches-, emprendimos el
último trayecto de nuestra excursión. Por suerte durante toda la
bajada un sol suave nos acompañó de cara. El camino era más angosto
que por la mañana, y a veces las jaras y las retamas rozaban nuestro
cuerpo como si nos saludaran. La charla era distendida y se formaban
pequeños grupos, se oían risas y bromas, y pronto estuvimos en el
punto de llegada.

Detrás de nosotros la montaña se cubría de sombras y nos fuímos
despidiendo después de un día inolvidable.

Un abrazo
Mario