“… Están protestando
contra el modelo establecido, pero cuando se rebelan aceptan la norma en la que
terminan atrapados. Estamos hablando de la libertad que no es una rebelión. No
se trata de liberarnos de algo; sino de una libertad que yace en el
entendimiento mismo de lo que es desorden. Por favor, comprendan esto
claramente. Del mismo entendimiento de lo que es desorden, surge la libertad
que genera orden, en el cual hay disciplina.
… ¿Está la libertad
fuera o dentro de uno? ¿Por dónde debemos empezar a buscar la libertad?
¿Empezaremos por el mundo exterior, donde expresamos lo que queremos, la así
llamada libertad individual? ¿O acaso la libertad comienza adentro, para luego
expresarse de manera inteligente hacia fuera? ¿Comprenden mi pregunta? La
libertad sólo existe cuando no hay confusión dentro de uno, cuando psicológica
y religiosamente no estoy atrapado en ninguna trampa, ¿comprenden? Existen
innumerables trampas, gurús, salvadores, predicadores, excelentes libros,
psicólogos y psiquiatras; todos son trampas. Así pues, si estoy confundido y
hay desorden, ¿no debo primero liberarme de ese desorden antes de hablar de la
libertad?
… Viviendo en este mundo con todos sus
afanes, tan atrapados en la desdicha, el dolor y la violencia, ¿es posible
producir en la mente un estado de altísima sensibilidad e inteligencia? Ese es
el punto primero y esencial en la meditación. El segundo es una mente capaz de
percibir con lógica y orden; de ninguna manera una mente distorsionada o
neurótica. El tercero, una mente disciplinada en alto grado. La palabra
«disciplina» significa «aprender»; una mente disciplinada no es una mente
adiestrada. La «disciplina» está en el acto de aprender; la propia raíz de la
palabra lo indica. Una mente disciplinada lo ve todo muy claramente,
objetivamente, no de manera emocional o sentimental. Esas son las necesidades
básicas para descubrir aquello que está más allá de la medida del pensamiento,
para descubrir algo que el pensamiento no ha producido, algo que es la más
elevada forma de amor, una dimensión que no es la proyección de nuestra propia
mente trivial y mezquina.
… Sin lugar a dudas, la única y verdadera
revolución consiste en liberar la mente de su condicionamiento; por tanto, de
la sociedad, y no pretender reformar la sociedad. Aquellos que quieren reformar
la sociedad siguen atrapados en la sociedad; sin embargo, el hombre que está
libre de la sociedad, como está libre de condicionamiento, actúa con
independencia y con esa independencia actuará en la sociedad. De modo que
nuestro problema no es reformar ni ver cómo mejorar la sociedad, cómo lograr un
estado de mayor bienestar, ya sea comunista, socialista o lo que gusten; no se
trata de una revolución económica o política, ni de una paz impuesta mediante
el terror. El verdadero problema del hombre serio es descubrir si la mente
puede estar completamente y totalmente libre de todo condicionamiento y, a partir
de ahí, quizá, descubrir en ese extraordinario silencio, aquello que está más
allá de toda medida.
… Pienso que cada uno
de nosotros está atrapado, ya sea en un problema religioso, en una lucha social
o en un conflicto económico. Sufrimos a causa de la falta de comprensión
respecto de estos múltiples problemas, y tratamos de resolver cada problema por
sí mismo; o sea, si tenemos un problema religioso, creemos que vamos a
resolverlo dejando de lado el problema económico o el problema social, y
centrándonos enteramente en el problema religioso; o tenemos un problema
económico, y creemos que vamos a resolver ese problema económico
restringiéndonos a ese único conflicto en particular. Mientras que, a mi
entender, no es posible resolver estos problemas por sí mismos; no es posible
resolver el problema religioso ni el problema económico ni el social, a menos
que veamos la relación que tienen entre sí los problemas religiosos, sociales y
económicos.
… Los individuos están
atrapados por el deseo de crear orden social o relación humana amistosa por
medio de la legislación, y de encontrar la realidad que prometen las religiones
como compensación por renunciar a la codicia. Pero como lo he apuntado, la
codicia no puede destruirse por la legislación o por la compensación. Para
abordar de un modo nuevo el problema de la codicia, debemos ser plenamente
conscientes de la falacia de una mera legislación social en su contra, y de la
actitud religiosa compensadora que hemos desarrollado. Si ya no estáis buscando
compensación religiosa para la codicia, o si no estáis ya agarrados en la falsa
esperanza de la legislación en contra de ella, entonces empezaréis a comprender
un proceso diferente para disolver este anhelo de modo completo; pero esto
requiere empeño persistente, sin sentimentalismo, sin los engaños del astuto
intelecto.
… Pero cuando actuamos con la esperanza de
una recompensa, la acción en sí misma nada significa. Por eso digo que están
atrapados en este proceso de recompensa y ganancia, en este obstáculo nacido
del temor, todo lo cual se deriva en conflicto. Cuando vean esto, cuando tengan
plena conciencia de esto, entonces comprenderán que la vida, la conducta, el
servicio, todo tiene significación en sí mismo. Entonces uno ya no pasa por la
vida con el propósito de obtener alguna otra cosa, porque sabe que la acción
misma tiene un valor intrínseco. Entonces no es meramente un reformador, es un
ser humano; conoce esa vida que es flexible y, por lo tanto, eterna.”
J. Krishnamurti