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Reflexiones de Pedro, tras el encuentro en Bilbao


Encuentro de primavera en Bilbao 2013

Tras cuatro intensas horas de diálogos, en ocasiones agrios para algunas personas, nos encaminamos a la cena. De la seriedad en las intervenciones pasamos al relax y las amplias sonrisas que la circunstancia, una mesa llena de viandas, nos proporcionaban.

Entramos 14 personas al último diálogo del día. Unos pocos minutos de silencio dieron paso al tema a tratar, que simplemente no existía. Las brasas del diálogo de la tarde comenzaron a avivarse y entramos a investigar las dificultades que nos proporcionan en la relación las imágenes que nos hacemos de los demás, si nos podemos desprender de ellas, cuanto de ello nos pertenece.

Imágenes que en todo momento hacen referencia a nosotros. La falta de atención, la respuesta de la mente mecánica inmediata sin darse un respiro impidiendo que aparezca lo nuevo, las ideas en las que nos balanceamos y no los hechos, la intervención del pensamiento y tantos otros condicionantes que en un instante desaparecieron, en mi caso, a través de una invitación que surgió de los labios de Juan Carlos a dejar caer esas imágenes que nos impiden tener una atención sostenida.

Y frente al círculo todo se fue calmando en mi interior, largos espacios de silencio aparecieron dando paso a una calma intensa. No necesitaba nada, lo tenía todo. La mente se calmó y la unidad se hizo en la sala.

En el exterior una tormenta viva todo lo agitaba con una gran intensidad. Los tilos con sus hojas recién estrenadas, se movían sin parar. Eran atravesados por el viento y la lluvia que les despojaba de todo parásito que entorpeciera su crecimiento. Igual sucedió en el interior. El grupo permaneció un largo espacio disfrutando de esa liberación y los más osados trataron de continuar con la investigación. El resto de la noche en los diálogos desapareció la lucha, la confrontación.

Las agujas del reloj continuaban su movimiento inexorablemente y nosotros comenzamos a tratar de ir a descansar. En principio nadie quería abandonar el lugar. Tras varios intentos nos fuimos poniendo de pie y atravesamos la puerta. Tres se fueron a sus habitaciones y los 11 restantes permanecimos anclados al pasillo hasta que otros tres ascendieron por las escaleras de madera que emitían ruidos a cada paso, perdiéndose en la oscuridad de la noche.

Y los últimos 8, allí como clavados al suelo permanecimos sonriendo y confirmando lo que a todos nos había tocado vivir, una experiencia de unidad donde el afecto y el amor barrieron todos los parásitos que nos impiden relacionarnos armónicamente.

Así lo viví y ahora fuera ya de esa matriz en donde se da la creación, donde reside el creador y sometido al vaivén de las olas espero y deseo el relato del resto de participantes en este primer encuentro en el hemos podido vivir en primera persona la unidad desde la diversidad.

Gracias a todos por estar allí y por compartir.

Pedro