“… ¿Creéis que hay alguna relación entre el
individuo y la masa, entre vosotros y lo colectivo? Al Estado, al gobierno le
gustaría que nosotros fuésemos tan solo ciudadanos, lo colectivo. Pero primero
somos hombres y después ciudadanos, no ciudadanos primero y hombres después. Al
Estado le agradaría que no fuésemos hombres, individuos, sino masa. Porque,
cuando más ciudadanos seamos, mayor será nuestra capacidad, mayor nuestra
eficiencia; nos convertimos en el instrumento que los burócratas, los Estados
autoritarios, los gobiernos, quieren que seamos.
Debemos pues, distinguir entre el individuo
particular y el ciudadano, entre el hombre y la masa. El individuo, el hombre,
tiene sus propios sentimientos, esperanzas, fracasos, decepciones, anhelos,
sensaciones, placeres. Y existe el punto de vista que quiere reducir todo eso a
lo colectivo, porque es muy sencillo habérselas con lo colectivo. Se pasa un
edicto y ya está. Se da un decreto y él se cumple. De suerte que cuantas más
agrupaciones haya y más eficientemente estén organizadas, más se desconoce al
individuo, ya sea por la iglesia o por el Estado. Entonces somos todos
cristianos, todos hindúes, no individuos. Y con esa mentalidad, en ese estado
de cosas que casi todos deseamos, ¿queda sitio alguno para la realidad
individual? Reconocemos que ha de haber nación colectiva. ¿Pero se logra acaso
la acción colectiva con la negación del individuo? ¿Está el individuo en
oposición a lo colectivo? ¿No es acaso ficticio lo colectivo? ¿La masa no
carece de realidad? Viendo la dificultad de habérnoslas con el individuo
creamos lo opuesto, la masa, y entonces tratamos de establecer una relación
entre el individuo y lo colectivo. Si el individuo es inteligente, cooperará.
Ese, sin duda, es nuestro problema, ¿verdad? Primero creamos la masa, y luego
tratamos de encontrar la relación entre el individuo y la masa. Pero
investiguemos si la masa es real. El grupo aquí presente puede ser transformado
en lo colectivo por medio del hipnotismo, de la propaganda; por diversos medios
podemos ser incitados a actuar colectivamente en favor de una ideología, de un
Estado, de una iglesia, de una idea, y así sucesivamente. Es decir, la acción
colectiva puede ser exteriormente impuesta, dirigida, forzada, mediante el
temor, la recompensa y todo lo demás. Habiendo producido esa situación,
tratamos de establecer la relación del individuo, que es lo real, con aquello
que es un producto. ¿No es posible, antes bien, que el individuo pierda su
sentido separativo mediante la comprensión definida de todo lo que implica la
“separatividad” y, por lo tanto, actúe cooperativamente? Pero como eso es tan
difícil, los Estados, los gobiernos, las iglesias, las religiones organizadas,
obligan e inducen al individuo a convertirse en lo corporativo.
¿Qué lugar ocupa el individuo en la
historia? ¿Qué importancia tiene lo que vosotros y yo hagamos? El movimiento
histórico sigue su curso. ¿Qué lugar ocupa la realidad en este movimiento?
Probablemente ninguno, en absoluto. Vosotros y yo para nada contamos. Este movimiento
es gigantesco y prosigue; tiene el impulso de los siglos, y habrá de proseguir.
¿Cuál es vuestra relación, como individuos, con este movimiento? ¿Algo de lo
que vosotros hagáis podrá afectarlo? ¿Podréis impedir una guerra por el hecho
de ser pacifistas? No sois pacifistas porque haya una guerra ni porque hayáis
descubierto que algo tenéis que ver con ella, sino porque la guerra en sí es un
mal, y sentís que no podéis matar, y ahí termina todo. Pero el tratar de
encontrar una relación entre vuestro entendimiento, entre vuestra inteligencia
y ese lógico y monstruoso movimiento de la guerra, paréceme absolutamente vano.
Yo puedo ser un individuo y ello, no obstante, ver lo que crea en mí
sentimientos antisociales, y de ese modo librarme de acciones separativas.
Puede que posea una pequeña propiedad, mas eso, ciertamente no me convierte en
un ente separativo. Pero lo que es calamitoso, lo que es destructivo, es todo
ese estado psicológico de estar separado, de estar aislado, de ser algo. Y para
sobreponernos a eso es que tenemos todos los decretos, sanciones e imposiciones
externas.
Estamos formulando todas estas preguntas
como verdaderos amigos, no como un gurú. Quien habla no tiene en absoluto
intención alguna de impresionarlos, de decirles lo que deben hacer o de
ayudarles. Por favor, tengan esto presente durante todas las pláticas. Él no
tiene ninguna intención de ayudarles. Les diré por qué, la razón, la lógica de
ello. Ustedes han tenido muchísimos gurús, miles de ellos, muchísimos
ayudadores (cristianos, hindúes, budistas, toda clase de líderes), no solo
políticos, sino también los que se llaman religiosos. Han tenido líderes más
grandes y más pequeños. Y al final de esta larga evolución, ¿dónde se
encuentran?
Se supone que hemos vivido sobre esta tierra
por millones de años, y durante esa larga evolución hemos seguido siendo
bárbaros. Podemos ser más limpios, más rápidos en las comunicaciones, tener más
higiene, mejores transportes, etc., pero moralmente, éticamente y, si puedo
usar esa palabra, espiritualmente, continuamos siendo bárbaros. Nos matamos
unos a otros no solo en la guerra, sino también mediante palabras, mediante
gestos. Somos muy competidores, muy ambiciosos. Cada cual se preocupa por sí
mismo. El interés propio es la nota dominante en nuestra vida, interés en
nuestro bienestar personal, en nuestra propia seguridad, en las posesiones, en
el poder, etc. ¿Acaso no nos interesamos en nosotros mismos, espiritualmente,
religiosamente, en los negocios? De un extremo al otro del mundo, todos estamos
interesados en nosotros mismos. Eso significa aislarnos del resto de la
humanidad. Es un hecho, no estamos exagerando. No decimos nada que no sea
verdadero.
… Una mente sencilla comprenderá en qué
consiste la perfección porque es parte de la misma perfección. Una mente
retorcida no puede comprender la Verdad. Una mente complicada y repleta de
conocimientos entresacados de los libros, aunque estos conocimientos valgan
algo, está propensa a cristalizarse. En todas las grandes obras de
arquitectura, pintura y escultura hay sencillez y sobriedad. La sencillez
mental es, por lo valiosísima, muy difícil de adquirir, y para ello se necesita
mucha experiencia.
La genuina sencillez es la suprema forma de espiritualidad.”
J. Krishnamurti
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