… Señor, ¿no piensa que nuestras mentes son tan mercantiles que, a menos
que obtengamos una recompensa, no haremos nada? Nuestra mente vive en el
mercado: yo te doy esto, tú me das aquello. Estamos tan acostumbrados al
mercantilismo, tanto espiritual como físicamente, que no hacemos nada sin una
recompensa, sin ganar algo, sin un propósito. Todo tiene que ser
intercambio, no obsequio, sino intercambio: yo te doy esto y tú me das eso; me
torturo a mí mismo religiosamente y Dios debe
llegar a mí. Todo es un asunto comercial.
… ¿Qué ha hecho que el hombre entregue tesoros enormes a un templo? ¿Qué
le ha impulsado a hacer todas estas cosas? ¿Qué energía es la que se ha
dedicado a todo esto? ¿Ha sido el miedo? ¿Ha sido la búsqueda de alguna
recompensa del cielo, o como quieran ustedes llamarlo? ¿Fue su origen la
búsqueda de una recompensa? Ustedes desean una recompensa; quieren alguna cosa
en cambio; rezan tres o cinco veces al día y esperan que, en retribución,
alguna entidad les dará algo, desde un refrigerador a un automóvil, una esposa
mejor o un marido mejor; o esperan la gracia, algo que les dé esperanzas, algo
a lo que puedan aferrarse. Ésta ha sido la historia de todas las religiones.
… La mente religiosa no pertenece a ningún grupo, a ninguna secta, a
ninguna creencia, a ninguna iglesia, a ningún circo organizado; por lo tanto,
es capaz de mirar las cosas de manera directa y comprenderlas inmediatamente.
Así es la mente religiosa porque es una luz para sí misma. Su luz no es
encendida por otro, la vela que es encendida por otro puede apagarse muy
pronto. Y la mayoría de nuestras creencias, dogmas, rituales son el resultado
de la propaganda, que no tiene nada que ver con una vida religiosa. Una mente
religiosa es una luz para sí misma y, por lo tanto, no existe para ella el
castigo o la recompensa.
… Un hombre de negocios está concentrado porque quiere amasar fortuna o
poder, y cuando otro se concentra en la meditación, también va tras la
realización, la recompensa. Los dos persiguen el éxito, que da confianza en uno
mismo, y la sensación de estar seguro. Esto es así, ¿verdad?
… Vosotros no deseáis rebelaros contra todo eso, ¿verdad? Cuando al
pobre le pagáis tan poca cosa y vosotros tanto poseéis, ¿qué es lo que habrá de
ocurrir? Gradualmente, pues, inventáis la palabra “karma”, o sea la aceptación
pasiva de la desdicha en la vida. El hombre encumbrado, el triunfador, el que
ha heredado, ha recibido educación y ha llegado a la situación más alta, dice a
su vez: “también es mi karma; he hecho el bien en mi vida anterior y es por lo
tanto mi karma el recoger la recompensa de mis pasadas acciones”. Entonces él
quiere llegar a la cumbre, tener muchas casas, poder, posición y medios de
corrupción. ¿Es eso el “karma”, aceptar las cosas tal como están? ¿Comprendéis?
¿Es “karma” eso de tener espíritu de aceptación de las cosas como están
-espíritu que tenéis vosotros y muchos de los maestros-, sin una chispa de
rebeldía, el hallarse uno dispuesto a aceptar, a obedecer? Veis, pues, cuan
fácilmente, porque no estamos alertas, las palabras se convierten en redes para
atraparnos.
… Ninguna forma de compulsión externa o interna podrá ayudar, ¿verdad?
Toda compulsión, por sutil que sea, es el resultado de la ignorancia; nace del
deseo de recompensa o del miedo al castigo. Comprender la naturaleza total de
la trampa es estar libre de ella; ninguna persona, ningún sistema, ninguna
creencia puede liberarnos. La verdad de esto es el único factor liberador, pero
uno tiene que verla por sí mismo, y no ser meramente persuadido. Tenéis que emprender
el viaje por un mar inexplorado.
… No existe el respeto a otra persona cuando
por ello hay una recompensa; porque el soborno o el castigo resulta más
significativo que el sentimiento de respeto. Si no le tenemos respeto al niño,
y sólo le ofrecemos una recompensa o le amenazamos con un castigo, estimulamos
la codicia y el temor. Puesto que nosotros mismos hemos sido educados a actuar
con miras egoístas, no vemos cómo pueda haber acción libre del deseo de
ganancia.
… Uno tiene solamente una cabeza, y cuidarla
es algo maravilloso. No hay maquinaria ni computadora electrónica que puedan
compararse con ella. Es tan vasta, tan compleja, tan enteramente capaz, sutil y
productiva ... Es el depósito de la experiencia, del conocimiento y la memoria.
De ella brotan todos los pensamientos. Lo que ha producido es completamente
increíble: el daño, la confusión, los padecimientos, las guerras, las
corrupciones, las ilusiones, los ideales, el dolor y la desdicha; las grandes catedrales,
las bellas mezquitas y los templos sagrados. Es fantástico lo que ha hecho y
puede hacer la cabeza. Pero hay una cosa que aparentemente no puede hacer:
cambiar por completo su comportamiento al relacionarse con otra cabeza, con
otro hombre. Ni el castigo ni la recompensa parecen cambiar su conducta, ni
parece transformarla el conocimiento. El ‘yo’ y el ‘tu’ permanecen invariables.
Ella nunca se da cuenta de que el yo es el tú, de que el observador es lo
observado.
… Así pues, cuando se observan a sí mismos,
está el observador y lo observado; es decir, uno que es el censor y aquello que
condenan o justifican. Entiendan que ése es el verdadero trabajo; tienen que
trabajar. Probablemente no estén acostumbrados a hacerlo, están acostumbrados a
que se les guíe; y cuando una persona está habituada a dejarse llevar mediante
coerciones y amenazas, lo que hace no es algo propio. Aquí, en cambio, no se
les ofrece nada: ni recompensas ni castigos ni el cielo ni la dicha suprema,
nada, salvo el fin del conflicto; pues una vez que hayan puesto fin al
conflicto, ¡se les abrirá el cielo entero!
… El ideal es una maravillosa y respetable evasión de lo real. El ideal de la no violencia, como la utopía colectiva, es ficticio; el ideal, lo que debería ser, nos ayuda a encubrir y evitar lo que es. Ir en pos del ideal es buscar recompensa.”
J. Krishnamurti… El ideal es una maravillosa y respetable evasión de lo real. El ideal de la no violencia, como la utopía colectiva, es ficticio; el ideal, lo que debería ser, nos ayuda a encubrir y evitar lo que es. Ir en pos del ideal es buscar recompensa.”