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RECOMPENSA

   “… Una mente que desea comprender la verdad, debe estar libre de estas tres ilusiones: de la creencia organizada con su autoridad y sus dogmas, de las ceremonias con su boato y su sensación, y de esas ilusiones que, creadas por la propia mente, van acompañadas de satisfacciones y de una destructiva felicidad. Cuando la mente se halla en verdad exenta de todo prejuicio, cuando no busca una recompensa ni cultiva una deidad ni espera la inmortalidad, entonces, en esa claridad de discernimiento, surge a la vida la realidad.
   … Señor, ¿no piensa que nuestras mentes son tan mercantiles que, a menos que obtengamos una recompensa, no haremos nada? Nuestra mente vive en el mercado: yo te doy esto, tú me das aquello. Estamos tan acostumbrados al mercantilismo, tanto espiritual como físicamente, que no hacemos nada sin una recompensa, sin ganar algo, sin un propósito. Todo tiene que ser intercambio, no obsequio, sino intercambio: yo te doy esto y tú me das eso; me torturo a mí mismo religiosamente y Dios debe llegar a mí. Todo es un asunto comercial.
   … ¿Qué ha hecho que el hombre entregue tesoros enormes a un templo? ¿Qué le ha impulsado a hacer todas estas cosas? ¿Qué energía es la que se ha dedicado a todo esto? ¿Ha sido el miedo? ¿Ha sido la búsqueda de alguna recompensa del cielo, o como quieran ustedes llamarlo? ¿Fue su origen la búsqueda de una recompensa? Ustedes desean una recompensa; quieren alguna cosa en cambio; rezan tres o cinco veces al día y esperan que, en retribución, alguna entidad les dará algo, desde un refrigerador a un automóvil, una esposa mejor o un marido mejor; o esperan la gracia, algo que les dé esperanzas, algo a lo que puedan aferrarse. Ésta ha sido la historia de todas las religiones.
   … La mente religiosa no pertenece a ningún grupo, a ninguna secta, a ninguna creencia, a ninguna iglesia, a ningún circo organizado; por lo tanto, es capaz de mirar las cosas de manera directa y comprenderlas inmediatamente. Así es la mente religiosa porque es una luz para sí misma. Su luz no es encendida por otro, la vela que es encendida por otro puede apagarse muy pronto. Y la mayoría de nuestras creencias, dogmas, rituales son el resultado de la propaganda, que no tiene nada que ver con una vida religiosa. Una mente religiosa es una luz para sí misma y, por lo tanto, no existe para ella el castigo o la recompensa.
   … Un hombre de negocios está concentrado porque quiere amasar fortuna o poder, y cuando otro se concentra en la meditación, también va tras la realización, la recompensa. Los dos persiguen el éxito, que da confianza en uno mismo, y la sensación de estar seguro. Esto es así, ¿verdad?
   … Vosotros no deseáis rebelaros contra todo eso, ¿verdad? Cuando al pobre le pagáis tan poca cosa y vosotros tanto poseéis, ¿qué es lo que habrá de ocurrir? Gradualmente, pues, inventáis la palabra “karma”, o sea la aceptación pasiva de la desdicha en la vida. El hombre encumbrado, el triunfador, el que ha heredado, ha recibido educación y ha llegado a la situación más alta, dice a su vez: “también es mi karma; he hecho el bien en mi vida anterior y es por lo tanto mi karma el recoger la recompensa de mis pasadas acciones”. Entonces él quiere llegar a la cumbre, tener muchas casas, poder, posición y medios de corrupción. ¿Es eso el “karma”, aceptar las cosas tal como están? ¿Comprendéis? ¿Es “karma” eso de tener espíritu de aceptación de las cosas como están -espíritu que tenéis vosotros y muchos de los maestros-, sin una chispa de rebeldía, el hallarse uno dispuesto a aceptar, a obedecer? Veis, pues, cuan fácilmente, porque no estamos alertas, las palabras se convierten en redes para atraparnos.
   … Ninguna forma de compulsión externa o interna podrá ayudar, ¿verdad? Toda compulsión, por sutil que sea, es el resultado de la ignorancia; nace del deseo de recompensa o del miedo al castigo. Comprender la naturaleza total de la trampa es estar libre de ella; ninguna persona, ningún sistema, ninguna creencia puede liberarnos. La verdad de esto es el único factor liberador, pero uno tiene que verla por sí mismo, y no ser meramente persuadido. Tenéis que emprender el viaje por un mar inexplorado.
   … No existe el respeto a otra persona cuando por ello hay una recompensa; porque el soborno o el castigo resulta más significativo que el sentimiento de respeto. Si no le tenemos respeto al niño, y sólo le ofrecemos una recompensa o le amenazamos con un castigo, estimulamos la codicia y el temor. Puesto que nosotros mismos hemos sido educados a actuar con miras egoístas, no vemos cómo pueda haber acción libre del deseo de ganancia.
   … Uno tiene solamente una cabeza, y cuidarla es algo maravilloso. No hay maquinaria ni computadora electrónica que puedan compararse con ella. Es tan vasta, tan compleja, tan enteramente capaz, sutil y productiva ... Es el depósito de la experiencia, del conocimiento y la memoria. De ella brotan todos los pensamientos. Lo que ha producido es completamente increíble: el daño, la confusión, los padecimientos, las guerras, las corrupciones, las ilusiones, los ideales, el dolor y la desdicha; las grandes catedrales, las bellas mezquitas y los templos sagrados. Es fantástico lo que ha hecho y puede hacer la cabeza. Pero hay una cosa que aparentemente no puede hacer: cambiar por completo su comportamiento al relacionarse con otra cabeza, con otro hombre. Ni el castigo ni la recompensa parecen cambiar su conducta, ni parece transformarla el conocimiento. El ‘yo’ y el ‘tu’ permanecen invariables. Ella nunca se da cuenta de que el yo es el tú, de que el observador es lo observado.
   … Así pues, cuando se observan a sí mismos, está el observador y lo observado; es decir, uno que es el censor y aquello que condenan o justifican. Entiendan que ése es el verdadero trabajo; tienen que trabajar. Probablemente no estén acostumbrados a hacerlo, están acostumbrados a que se les guíe; y cuando una persona está habituada a dejarse llevar mediante coerciones y amenazas, lo que hace no es algo propio. Aquí, en cambio, no se les ofrece nada: ni recompensas ni castigos ni el cielo ni la dicha suprema, nada, salvo el fin del conflicto; pues una vez que hayan puesto fin al conflicto, ¡se les abrirá el cielo entero!
   … El ideal es una maravillosa y respetable evasión de lo real. El ideal de la no violencia, como la utopía colectiva, es ficticio; el ideal, lo que debería ser, nos ayuda a encubrir y evitar lo que es. Ir en pos del ideal es buscar recompensa.”
   J. Krishnamurti