“… Desde la antigüedad,
el hombre siempre ha pensado que debe haber algo más allá de la vida ordinaria,
de la usual desdicha que padecemos, de la confusión y el conflicto de la
existencia cotidiana. En su búsqueda ha inventado toda clase de filosofías, ha
creado toda clase de imágenes, desde aquellas de los antiguos egipcios e
hindúes, hasta las de los tiempos modernos, quedando al parecer siempre
atrapado en algún tipo de ilusión. Se engaña a sí mismo, y de esos engaños
ilusorios crea todo género de actividades. Si uno pudiera desechar todo eso, no
hipnotizándose a sí mismo, estando libre de cualquier tipo de ilusión, podría
entonces empezar a examinar, a investigar muy profundamente si existe algo más
allá de toda la contaminación del pensamiento, de toda la corrupción del
tiempo, si hay algo más allá de nuestra existencia habitual en el espacio y el
tiempo, y si existe algún sendero, o ningún sendero, que conduzca a ello, y de
qué modo la mente puede llegar a alcanzarlo. Si uno se pregunta eso, entonces,
¿por dónde habrá de empezar? ¿Se necesita alguna clase de preparación,
disciplina, sacrificio, control, un cierto período de preparación para luego
avanzar?
… Vosotros estáis
atrapados entre estas dos cosas, alguien dice “disciplina”, otro dice “no
disciplina”. Ocurre en general que elegís lo más cómodo, lo más satisfactorio;
os gusta la persona, su aspecto, su personal idiosincrasia, favoritismo y todo
lo demás. Descartando, pues, todo eso, examinemos esta cuestión directamente y
descubramos la verdad, a su respecto, por nosotros mismos. Porque esta cuestión
implica muchas cosas, y tenemos que enfocarla con mucha cautela y a modo de
ensayo.
... Casi todos deseamos que alguien con autoridad nos diga lo que
debemos hacer. Buscamos directivas para nuestra conducta porque nuestro
instinto es estar a salvo, no sufrir más. Se dice que alguien ha realizado la
felicidad, la suprema dicha, o lo que sea, y esperamos que él nos diga qué hay
que hacer para llegar a ese estado. Eso es lo que queremos, deseamos esa misma
felicidad, esa misma quietud interior, ese júbilo; y en este enloquecido mundo
de confusión, queremos que alguien nos diga lo que debemos hacer. Ese es, en
realidad, el instinto fundamental de casi todos nosotros y, conforme a ese
instinto, establecemos nuestra norma de acción. ¿Se alcanza a Dios, ese algo
supremo, innominable y que no puede medirse con palabras, se alcanza eso por
medio de la disciplina, siguiendo determinada norma de acción? Deseamos llegar
a una meta determinada, a un fin establecido, y creemos que, con la práctica,
mediante la disciplina, reprimiendo o dando rienda suelta, sublimando o
substituyendo, seremos capaces de encontrar lo que buscamos.
… ¿Acaso no miramos este vasto movimiento de
la vida desde una pequeña y estrecha ventana, siendo esa ventana nuestro propio
insignificante ‘yo’, nuestras propias preocupaciones, nuestras ansiedades,
nuestros requerimientos sexuales? ¿Miran ustedes este vasto movimiento, no
desde un punto de vista particular, no desde una ventana, no desde un compromiso?
¿O están atrapados en un sistema, en una tradición, en el conocimiento como
profesores, o filósofos, o escritores, o soldados, o especialistas? ¿O miran
ese movimiento como seres humanos, seres humanos con múltiples dificultades,
sufrimientos, penas, ansiedades? ¿Cómo miran ustedes todo esto?
… Las explicaciones nos atrapan, ¡como si
alguna explicación fuera a resolver algo! Es esencial darse cuenta de que uno no debe estar
atrapado en las explicaciones, no importa quién las dé. Cuando ustedes ven
"lo que es", no necesitan ninguna explicación; el hombre que no ve
"lo que es", se pierde en explicaciones. Por favor véanlo,
compréndalo, como algo fundamental, de forma que no sean prisioneros de las
palabras. En la India existe la costumbre de explicarlo todo según su libro
sagrado, el Gita. Miles de personas escuchan las explicaciones acerca de cómo
hay que vivir, qué debe hacerse, si Dios es esto o aquello. Escuchan fascinados
y, sin embargo, siguen llevando la misma vida de siempre. Las explicaciones nos
ciegan, nos impiden ver realmente lo que es.
… Os ruego pues,
señores, que no escuchéis tan sólo las palabras, pues las palabras; tienen muy
escaso sentido. La mayoría de nosotros, empero, vivimos de palabras sin
substancia alguna, no podemos pensar sin palabras; y el pensar sin palabras es
pensamiento negativo, que es la más elevada forma del pensar. Eso no resulta
posible cuando las palabras son importantes, cuando la palabra es el fin.
Tomemos la palabra Dios. Cuando se emplea la palabra Dios os excitáis mucho, experimentáis una conmoción psicológica; lo cual
significa que la palabra es lo importante, no aquello que la palabra
representa. Os veis, pues, atrapados en la red de las palabras. El hombre que
busca lo real no confunde la palabra, el lenguaje, con lo que ella
representa.
… Usted quiere saber
qué es Dios, qué es la verdad, qué es la vida eterna; por eso me pregunta: “¿Es
usted ateo o creyente? Si cree en Dios, entonces dígame qué es Dios”. Yo digo
que para el hombre que describe qué es la verdad o qué es Dios, la verdad no
existe. Cuando la verdad es puesta en la jaula de las palabras, la verdad ya no
es más una realidad viviente. Pero si usted comprende los falsos valores en que
está atrapado, si se libera de ellos, entonces hay una realidad viva y eterna.”
“… ¿Cómo hemos de
tornarnos conscientes? Observando, con mirada alerta y desinteresada, el
funcionamiento de la mente, sin censurarla de inmediato, sin controlarla,
negarla ni juzgarla. La actual avidez por juzgar, censurar, no proviene de la
comprensión; surge del anhelo, del temor. Hay una profunda y fundamental
transformación del ser cuando se comprende el proceso del anhelo. La
comprensión trasciende la mera razón o las emociones. La mente-intelecto es en
la actualidad el instrumento del anhelo, con su racionalización y sus deseos
expansivos en flujo permanente; confiar exclusivamente en ella para la
comprensión y el amor, es continuar en la ignorancia y el sufrimiento.
… Así, pues, para
comprenderse a sí mismo, usted debe verse primero tal como es, no influido por
el pensamiento egoísta o no egoísta. A fin de comprenderse, debe crear un
espejo que refleje fielmente lo que usted es. No nos gusta crear en nosotros
una facultad así que nos refleje puramente, sin prejuicio alguno, porque lo que
nos interesa es juzgar y cambiar las cosas. El cambio depende del medio en el
cual se nos ha educado. Si somos personas religiosas, habremos de cambiarnos
conforme a nuestros dogmas y conceptos religiosos. Si pensamos en términos
sociales, el cambio responderá a la moralidad social. Pero para comprendernos
clara y plenamente, debemos percibirnos tal como somos, sin prejuicio, sin
condenación alguna. El percibir con esa claridad, sin prejuicios, exige un
constante estado de alerta, una peculiar pasividad vigilante que necesita
paciencia y cuidado.
… Para comprender, no debemos juzgar o
comparar, aceptar o negar, porque toda identificación impide esa pasiva
conciencia alerta, único estado en el que tiene lugar el descubrimiento de lo
verdadero, descubrimiento creativo y liberador. Si la mente se halla pasiva y
negativamente alerta, está abierta a la percepción y es capaz, entonces, de
descubrir las cosas que la esclavizan, las influencias o ideas que la limitan
y, de ese modo, puede liberarse de ellas.
… Tenemos que comprender el deseo; y es muy
difícil comprender algo que es tan vital, tan exigente, tan apremiante, porque
en la satisfacción misma del deseo se engendra la pasión, con el placer y dolor
que la acompañan. Y si uno ha de comprender el deseo, es evidente que no debe
haber opciones. Uno no puede juzgar el deseo como bueno o malo, noble o
innoble, ni decir: «Conservaré este deseo y rechazaré aquel otro». Todo eso
debe ser descartado si hemos de descubrir la verdad del deseo, su belleza, su
fealdad o cualquier cosa que el deseo pueda ser.
… Es obvio que hay
ciertas necesidades físicas, alimento, vestido, albergue, y todo lo demás. Pero
ellas nunca se convierten para él en apetitos psicológicos, en cosas sobre las
cuales la mente se erige como centro de deseo. Más allá de las necesidades
físicas, cualquier forma de deseo, de grandeza, de verdad, de virtud, llega a
ser un proceso psicológico por el cual la mente elabora la idea del “yo” y se
fortalece en el centro. Cuando veáis este proceso, cuando os deis realmente
cuenta de él sin oposición, sin un sentido de tentación, sin resistencia, sin
justificarlo ni juzgarlo, entonces descubriréis que la mente es capaz de
recibir lo nuevo, y que lo nuevo nunca es una sensación; por lo tanto, no puede
jamás ser reconocido, experimentado nuevamente. Es un estado de ser en que la creatividad adviene espontáneamente, sin que intervenga la
memoria; y eso es la realidad.
… Debemos aprender a
observar nuestras acciones, nuestras creencias, nuestros pensamientos e
ideales, observarlos silenciosamente y sin juzgarlos, sin interpretarlos, como
para ser capaces de discernir su verdadero significado. Primero debemos tomar
conciencia de nuestros propios ideales y deseos, de nuestras búsquedas, sin
aceptar ni condenar nada como correcto o equivocado. En la actualidad, no
podemos discernir qué es verdadero y qué es falso, qué es perdurable y qué es
transitorio, porque la mente se halla tan mutilada por los deseos que ella
misma ha creado, por sus propios ideales y escapes, que es incapaz de tener
percepciones genuinas. Por lo tanto, en primer lugar, debemos aprender a ser
observadores silenciosos y equilibrados de nuestras propias limitaciones y fricciones
que son causa de dolor.
… ¿Puede la mente darse cuenta sin juzgar?
¿Puede limitarse a prestar atención desapasionadamente y observar de ese modo
los propios pensamientos y sentimientos en el espejo de la relación con las
cosas, las personas y las ideas? Esta observación silenciosa no genera un
distanciamiento, un frío intelectualismo, sino todo lo contrario. Si quiero
comprender algo, evidentemente no debe haber ninguna condena, no debe haber
ningún juicio comparativo. Eso, sin duda, es simple. Pero creemos que la
comprensión resulta de la comparación, por lo que multiplicamos las
comparaciones. Nuestra educación es comparativa, y toda nuestra estructura
moral y religiosa consiste en comparar y condenar.
… Ustedes tienen que examinar voluntariamente
la vida que viven, sin decir esto está bien o esto está mal; simplemente,
mirar. Cuando miren de ese modo, descubrirán que miran con ojos llenos de
afecto, sin condenar ni juzgar, sino con atención. Se miran a sí mismos con
atención y, por lo tanto, con un afecto inmenso; sólo cuando hay gran afecto y
amor puede uno ver la vida en su totalidad.”
“… En el momento en que
la mente pide ‘más’, necesariamente crea el tiempo.
… Hagan la prueba
cuando quieran; espero que lo estén haciendo ahora mismo, a medida que escuchan
lo que se está diciendo. El hombre que dice «lo intentaré» está perdido porque
el tiempo no existe, únicamente existe el ahora.
… ¿Qué es el tiempo para usted? ¿Es el
movimiento del pasado a través del presente hacia el futuro, no sólo en el
espacio y el tiempo, sino también internamente desde el ayer al hoy y al
mañana? ¿O es el tiempo eso que está envuelto en el cubrir la distancia física
o psicológica; el tiempo para lograr, para realizar, ¿para llegar? ¿O el tiempo
es un cese, como la muerte? ¿O es el tiempo el recuerdo de un suceso agradable
o desagradable? ¿Tiempo para aprender una técnica, tiempo para olvidar? Todas
estas cosas abarcan el tiempo. El tiempo no es un concepto.
… Si ayer tuve una experiencia que me
produjo placer, esa experiencia deja un recuerdo y, en consecuencia, quiero
volver a sentir ese placer. Por tanto, el ‘más’ es tiempo; en el sentido
psicológico, necesito más tiempo para realizarme, para alcanzar, para conseguir,
para llegar a ser; necesito tiempo para cubrir la distancia entre yo, que no
soy perfecto, y aquello que es perfecto, que está allá a lo lejos, pero ese
‘allá a lo lejos’ es algo de mi mente.
… Toda vida está en el
presente, no en la sombra del ayer ni en el deslumbramiento de la esperanza del
mañana. Para vivir en el presente, tiene uno que librarse del pasado y del
mañana. Nada se encuentra en el mañana, pues mañana es el presente, y el ayer
es sólo un recuerdo. De modo que la distancia entre aquello que ha de
encontrarse y lo que es, se hace aún más vasta por medio de la búsqueda, por
agradable y confortante que la búsqueda sea. El estar buscando constantemente
el propósito de la vida es uno de los extraños escapes del hombre. Si encuentra
lo que busca, ello no tendrá el valor de un guijarro en el camino. Para vivir
en el presente, la mente no debe ser dividida por el recuerdo del ayer o la
deslumbrante esperanza del mañana, no debe tener ni mañana ni ayer. Esta no es
una afirmación poética, sino un hecho real. Ni la poesía ni la imaginación
tienen lugar en el presente activo. No es que neguemos la belleza, pero el amor
es esa belleza del presente que no ha de encontrarse si se busca.
… Uno debe comprender
por sí mismo lo que es el tiempo, y también por qué ha inventado el pensamiento
otro tiempo además del cronológico. ¿Existe realmente un cambio psicológico
progresivo, un devenir interior? Si uno admite que existe un proceso
transformador secuencial, tendrá que aceptar el tiempo como medio para lograr
cualquier cambio, ¿no es así? Y, ¿qué es el cambio, el cambio psicológico,
entonces? No estamos hablando de la evolución biológica. Como decíamos, está en
marcha un tremendo proceso evolutivo, que entraña una cantidad ingente de
conocimientos y que nos ha permitido llegar de la carreta de bueyes al avión de
reacción; y para acumular esos conocimientos se ha necesitado tiempo. Pero, en
el ámbito psicológico, ¿existe un proceso, una progresión, una continuidad de
cambio, o lo único posible es una revolución psicológica en la que el tiempo no
forme parte en absoluto? En el momento en que se admite el proceso gradual, se
requiere tiempo, y en eso se basan todas nuestras tradiciones, la práctica, el
método, el llegar y el no llegar a ser; toda esa estructura implica tiempo, con
la promesa de que, al final, uno alcanzará la iluminación y comprenderá. ¿Es
posible comprender algo a través del tiempo, o la comprensión es percepción
instantánea, y de ella nace un cambio inmediato?
… Dense cuenta de una cosa, señores;
necesitan tener una mente sana, capaz de razonar con lógica, con sensatez, no
una mente estúpida. Una mente embotada puede sentarse durante siglos,
inhalando, exhalando, concentrándose en los diversos chakras, jugando con la
kundalini, pero nunca descubrirá eso que está más allá del tiempo, que es
auténtica belleza, verdad y amor. Por tanto, abandonen la luz de esa vela que
todos los gurús y los libros les ofrecen, y no repitan una sola palabra que por
sí mismos no hayan descubierto que es verdad, que por sí mismos no hayan
verificado. Ni siquiera se trata de verificar los dichos de otros, sino de
poner a prueba el propio pensamiento de uno, de cuestionarlo, averiguar la
verdad en cuanto a él. Entonces no serán personas de segunda mano.
… Cuando hay un verdadero peligro, el tiempo
desaparece, ¿no es así? Hay acción inmediata. Sin embargo, no vemos el peligro
de muchos de nuestros problemas y por eso inventamos el tiempo como medio de
superarlos. El Tiempo es un impostor que en nada nos ayuda a producir un cambio
en nosotros mismos. El tiempo es un movimiento que el hombre ha dividido en
pasado, presente y futuro, y mientras lo siga dividiendo, estará siempre en
conflicto. ¿Es aprender cuestión de tiempo? No hemos aprendido en estos miles
de años, que hay una vida mejor que no sea odiarnos y matarnos unos a otros. Es
muy importante que comprendamos el problema del tiempo, si queremos cambiar
esta vida que se ha hecho tan monstruosa y tan vacía por culpa nuestra.
… No viváis en el futuro
ni en las muertas cosas de ayer, sino más bien vivid en el inmediato ahora, con
la comprensión de que sois producto del pasado y que por vuestras acciones de
hoy podréis gobernar el mañana y ser dueños del tiempo, dueños de la evolución y, por tanto, de la perfección.”
“… Al fin y al cabo,
cuando luchamos, el conflicto es entre lo que somos y lo que deberíamos ser o
lo que queremos ser.
Ahora bien, sin dar explicaciones, ¿puede uno comprender
todo este proceso de lucha, de modo que llegue a su fin?
… No es cuestión de
comprenderme. ¿Por qué debería usted comprenderme? La verdad no es mía, para
que usted deba comprenderme. Ustedes encuentran mis palabras difíciles de
comprender porque sus mentes están sofocadas por las ideas. Lo que yo digo es
muy simple. No es para unos pocos elegidos, es para todos los que traten de
entender. Yo digo que, si se liberaran de las ideas, de las creencias, de todas
las seguridades que los hombres han construido en el curso de los siglos,
entonces comprenderían. Sólo pueden liberarse cuestionando, y pueden cuestionar
sólo cuando se hallan en estado de rebelión, no cuando están estancados en
ideas satisfactorias. Cuando sus mentes están sofocadas por creencias, cuando
están cargadas con el conocimiento adquirido de los libros, es imposible que
comprendan la vida. Así que no es una cuestión de comprenderme.
… ¿Por qué está uno encolerizado? Porque se
siente herido, porque alguien ha dicho algo ofensivo. Y cuando alguien dice una
cosa aduladora, os sentís complacidos. ¿Por qué os ofendéis? Amor propio, ¿no
es así? ¿Y por qué existe el amor propio? Es porque tenemos una idea, un
símbolo, una imagen de nosotros mismos, de lo que deberíamos ser, de lo que
somos o de lo que no deberíamos ser. ¿Por qué creamos una imagen de nosotros
mismos? Porque jamás hemos estudiado lo que de hecho somos. Creemos que
deberíamos ser esto o aquello, el ideal, el héroe, el ejemplo. Lo que suscita
cólera es que se ataque nuestro ideal, que tenemos de nosotros mismos. Y
nuestra idea de nosotros mismos es nuestra evasión del hecho de lo que somos.
Pero cuando observáis el hecho real de lo que sois, nadie puede heriros.
Entonces, si uno es un mentiroso y le dicen que lo es, ello no significa que le
ofenden a uno; es un hecho. Pero cuando pretendéis no ser mentiroso, y se os
dice que lo sois, entonces os irritáis, os violentáis. Estamos, pues, viviendo
siempre en un mundo de ideas, un mundo de mitos, y jamás en un mundo de
realidad. Para observar lo que es, para verlo, para estar familiarizado
efectivamente con ello, es necesario que no haya juicio, ni valoración, ni
opinión, ni temor.
… Tenemos que empezar
con lo que existe, y no con lo que debiera existir. Debemos partir del hecho
real, y no de opiniones, conclusiones. Las conclusiones, opiniones, fórmulas,
extravían y destruyen por completo. Una maravillosa utopía concebida o formulada
por unas pocas mentes listas, astutas, puede falsear y destruir las vidas de
millones y millones de personas, porque están dispuestas a matar o morir por
esa sola idea. Y nosotros hacemos igual, interiormente, con nosotros mismos.
Mirar las realidades de nuestra propia vida de esta manera
reclama gran energía, y esa energía sólo la tenéis cuando no estáis escapando
de aquellas realidades por medio de la creencia, las explicaciones, la busca de
la causa o de cualquier otro modo. Si percibís por completo lo que es, lo cual
es conocer todo lo intrincado, todas sus sutilezas, si estáis familiarizados
del todo con lo conocido, entonces tal vez haya una posibilidad de librarse de
ello.
… Comprender quiénes
son realmente es mucho más importante que perseguir aquello que ‘deberían ser’.
¿Por qué? Porque si comprenden lo que son empieza un proceso de transformación
espontáneo, mientras que si tratan de convertirse en aquello que creen que
deberían ser no se produce ningún cambio, sino tan sólo una continuación de lo
viejo con una apariencia diferente. Si la mente, cuando ve que en sí misma es
limitada, intenta cambiar su limitación por inteligencia, que consiste en “lo
que debería ser"; ese intento es absurdo, no tiene ningún sentido, ninguna
posibilidad; sólo busca autoprotección y pospone la comprensión de ‘lo que es’.
Siempre que la mente intente cambiar su limitación por otra cosa, seguirá
siendo limitada. Sin embargo, si la mente dice: «Me doy cuenta de que soy
limitada y quiero comprender esa limitación; por tanto, voy a investigar, voy a
observar cómo surge», entonces, ese mismo proceso de investigación genera una
transformación fundamental.
… El problema es lo que
pienso, la forma de cómo actúo, y si condeno mi forma de actuar, mi forma de
ser, es obvio que bloqueo toda investigación posterior. Si digo: «No debería
ser así, debería ser aquello», en ese momento no puedo comprender las
expresiones del ‘yo’, cuya misma naturaleza es la envidia, el afán de poseer.
La cuestión es como sigue: ¿Es posible darse realmente cuenta sin ningún
sentimiento de condena o de comparación? Porque sólo entonces es posible
examinar un pensamiento en su totalidad.
… Cuando la Realidad se pierde y no se la
busca, hay desunión y el hombre estará en contra del hombre. La confusión y la
miseria no pueden desterrarse por el proceso de olvido a través del tiempo, por
la idea consoladora de evolución, que sólo engendra pereza, aceptación cómoda y
el deslizamiento continuo hacia la catástrofe; no deberíais permitir que el
curso de vuestras vidas sea dirigido por otros, para otros o en aras del
futuro. Nosotros somos responsables de nuestra vida, no otro; somos
responsables de nuestra conducta, no otro; ningún otro puede transformarnos.
Cada uno debe descubrir y tener la experiencia de la Realidad, que es lo único
en lo cual hay alegría, serenidad y la sabiduría suprema.”