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EL DESEO, LA MENTE, ¿CREAN LA ILUSIÓN?

             

   “… Para que no se engañen a sí mismos tienen que comprender toda la naturaleza del deseo. Porque es el deseo el que crea la ilusión; a causa del deseo quiere uno realizarse, espera siempre algo más. A menos que comprendan la total naturaleza y estructura del deseo, es inevitable que la mente engendre ilusiones. ¿Puede nuestra mente, habiendo comprendido la actividad del deseo, conocer su valor relativo y, por lo tanto, hallarse libre para observar? Ello implica observar sin ninguna clase de ilusión. ¿Tienen ustedes conciencia de las ilusiones? Cuando la mente está libre de ilusiones carece en absoluto de hipocresía, es clara y honesta; entonces pueden dar comienzo a la investigación, pueden investigar si hay una existencia intemporal, una verdad intemporal. Aquí es donde nace la meditación.

   … Una de las ilusiones que tiene la mayoría de la gente, es creer que existe tal cosa como el consuelo interior, que alguien puede darle ese consuelo, o que uno puede encontrar, lo siento decirle, que tal cosa no existe. Si lo que busca es consuelo, vivirá presa en la ilusión y, cuando esa ilusión desaparezca, se sentirá triste porque dejará de tener el consuelo. Por tanto, para comprender el dolor o para superarlo, tiene que ver realmente lo que está sucediendo en su interior, no ocultarlo. Señalar todo esto no es crueldad, ¿no le parece? No es algo deshonroso de lo cual deba avergonzarse. Cuando lo vea todo con auténtica claridad, entonces lo soltará inmediatamente, sin un rasguño, sin mancha, renovado, intacto de cualquier acontecimiento de la vida.

   … Leemos libros sobre filosofía, psicología o sobre las así llamadas religiones. En los libros religiosos siempre se recalca que existe algo más allá, algo más grande y profundo. Habiendo leído esas cosas uno podría decir: “Quizás exista, voy a ir tras ello”. Entonces uno es atrapado por los sacerdotes, por los gurús, por la última moda, etc. Y puede que uno crea haber descubierto algo satisfactorio y diga: “Soy perfectamente feliz, no tengo que buscar nada más”. Pero ésa quizá sea una ilusión, y a la mayoría de las personas le gusta vivir de ilusiones. Y todas nuestras búsquedas y nuestras exigencias y nuestros anhelos no han producido una buena sociedad, una sociedad basada en la paz, una sociedad en la que no haya violencia.

   … Ante todo, comprendamos esto. Ahora basa usted sus ideas en el amoldamiento. Piensa que hay un patrón, un camino mediante el cual puede encontrar la verdad; pero si examina esto, descubrirá que no hay sendero que conduzca a la verdad. Para poder ser conducido a la verdad, usted debe saber qué es la verdad, y el líder que lo conduce también debe saberlo. ¿No es así? Yo digo que un hombre que enseña la verdad puede ser que la tenga, pero si ofrece conducirlo hacia la verdad y usted es conducido, entonces ambos están en una ilusión. ¿Cómo puede uno conocer la verdad si todavía está preso en la ilusión? Si la verdad está ahí, se expresa a sí misma.

   Un gran poeta tiene el deseo, la llama del escribir creativo y escribe. Si usted tiene ese deseo, aprende la técnica. Yo siento que nadie puede conducir a otro hacia la verdad, porque la verdad es infinita; es una tierra sin senderos, y nadie puede decirle a usted cómo encontrarla. Nadie puede enseñarle a ser un artista; otro sólo puede darle los pinceles y la tela y mostrarle los colores que hay que usar. Nadie me enseñó, se lo aseguro, ni he aprendido de los libros lo que digo. Pero he observado, me he abierto paso y he tratado de descubrir. Sólo cuando usted está absolutamente desnudo, libre de todas las técnicas, libre de todos los maestros, puede descubrir.

   … Asimismo, la intención debe ser recta. Esto es, debe cesar la superstición de que, interiormente, todos deseamos lo desconocido. Es una ilusión pensar que buscamos a Dios; no hay tal. Nosotros no tenemos que buscar la luz. Habrá luz cuando no haya obscuridad; y a través de la obscuridad no podemos encontrar la luz. Todo lo que podemos hacer es remover esas barreras que crean obscuridad; y el removerlas depende de la intención. Si las removéis con el propósito de ver la luz, entonces nada removéis; sólo substituís la obscuridad por la palabra luz. Y hasta el hecho de mirar más allá de la obscuridad es huir de la obscuridad. No tenemos, pues, que considerar qué es lo que nos impulsa sino por qué hay en nosotros tal confusión, tanta agitación, lucha y antagonismo, todas las cosas estúpidas de nuestra existencia. Cuando éstas no existen, entonces hay luz y no tenemos que buscarla. Cuando la estupidez desaparece, surge la inteligencia.

   … Porque el encontrar a Dios es una de las cosas más difíciles, más arduas. ¿No será Dios algo que la mente crea? Tú sabes qué es la mente. La mente es el resultado del tiempo. La mente puede crear cualquier cosa, cualquiera ilusión; ella tiene el poder de crear ideas, de proyectarse a sí misma en fantasías, en la imaginación; de acumular, de descartar, de escoger. Teniendo prejuicios, siendo estrecha, limitada, la mente puede crearse un Dios, puede representarse a Dios, puede imaginar qué es Dios. Como algunos instructores, algunos sacerdotes, algunos llamados “salvadores” han dicho que hay Dios y han descrito a Dios, la mente puede imaginarlo. Pero eso no es Dios. Dios es algo que la mente no puede encontrar.

   … Utilizo la palabra «ilusión» en el sentido de una percepción sensorial de los objetos externos que está teñida, destruida por creencias, prejuicios, opiniones y conclusiones. A eso lo llamaría ilusión.”

   J. Krishnamurti


LA PAZ ES UN MODO DE VIDA, HAY PAZ CUANDO SE COMPRENDE EL VIVIR DE CADA DÍA

 

    “… Tiene que habernos ocurrido a muchos de nosotros. Cuando vamos caminando solos por un bosque, y el sol está a punto de ponerse, sobreviene una calma peculiar. No se mueve el aire, los pájaros han cesado de cantar, no se siente ni el movimiento de una hoja, y nos invade una sensación de quietud, de alejamiento. Mientras observamos, mientras sentimos la belleza del anochecer en esa extraordinaria quietud, cuando casi todo parece estar inmóvil, nos hallamos entonces en completa comunión, en completa armonía con todo lo que nos rodea. No hay pensamiento ni palabra, no hay juicio ni valoración, no hay sentido de separatividad. Estoy seguro que usted tiene que haber experimentado todo esto en sus paseos a solas, cuando ha dejado todos sus cuidados, preocupaciones y problemas en casa, y ha seguido una senda a lo largo de un río que está en constante rumor. Su mente se halla muy serena y se siente usted totalmente en paz, con una extraordinaria sensación de belleza y amor, sentimiento que ninguna palabra puede describir.

   … Si durante estas charlas y discusiones podemos hallar en nosotros mismos una luz, una manera de vivir sin violencia de ningún tipo, una manera de vivir que sea totalmente religiosa y, por tanto, libre de temor, una vida que sea internamente estable y que no pueda ser afectada por sucesos externos, entonces creo que estas charlas y discusiones habrán valido la pena. ¿Podemos prestar completa y sensible atención a lo que vamos a discutir? Estamos trabajando juntos para descubrir cómo vivir en paz. El que habla no va a decirles a ustedes lo que deben hacer o pensar; él no tiene ninguna autoridad ni "filosofía".

   … ¿Qué es lo que busca la mayoría de nosotros? ¿Qué es lo que cada uno de nosotros quiere? Sobre todo, en este mundo de desasosiego, en el que todos procuran hallar cierto género de felicidad, alguna clase de paz, un refugio, resulta sin duda importante averiguar, ¿no es así?, qué es lo que intentamos buscar, qué es lo que tratamos de descubrir.

   … Aunque incesantemente hablamos de paz, hemos sufrido miles y miles de guerras. Nuestro vivir cotidiano es una guerra, un campo de batalla, un constante conflicto. Lo damos por inevitable, nunca nos preguntamos si somos capaces de vivir una vida de paz absoluta, lo que significa una vida sin conflicto alguno. El conflicto existe porque hay contradicción en nuestro interior, lo cual es bastante simple de ver; tenemos diferentes deseos que se contradicen entre sí, exigencias opuestas, lo cual genera conflicto. Hemos aceptado todo eso como inevitable, como parte de nuestra existencia, y nunca lo cuestionamos.

    … No puede haber paz o felicidad en el mundo a menos que nosotros, como individuos, cultivemos la sabiduría que da por resultado la serenidad. Muchos piensan que, sin considerar su propia naturaleza interna, su propia claridad de propósito, su propia comprensión creadora, alterando en cierta medida las condiciones externas, pueden producir paz en el mundo. Esto es, esperan tener fraternidad en el mundo aun cuando en su interior estén atormentados por el odio, por la envidia, por la ambición, etc. Que esta paz no puede existir a menos que el individuo, que es el mundo, efectúe un cambio radical dentro de sí mismo, es obvio para quienes piensen profundamente.

  … La paz es un estado de la mente, implica estar libre de todo deseo de seguridad porque una mente-corazón que busca seguridad siempre está bajo la sombra del miedo. Nuestro deseo de seguridad no afecta únicamente a la búsqueda de seguridad material, sino también de seguridad interna, seguridad psicológica, y ese deseo de seguridad interna que se expresa a través de la virtud, la creencia, la nación, es lo que ha creado tanta limitación y, por tanto, conflicto entre grupos e ideas. 

   … Cada una de las principales religiones tiene un historial de violencia manchado de sangre; inquisiciones, cruzadas, luchas entre sectas, persecuciones, terrorismo, lo cual sigue vigente hoy en día. A la vez que proclamamos que el objetivo es la paz en el mundo, bendecimos banderas militares, las colgamos en las iglesias y luchamos en guerras por “Dios y el país”. También están aquéllos, que de hecho no son pocos, que anhelan una guerra que ponga fin a todas las guerras, el Apocalipsis, porque significaría el fin de la vida en la Tierra y serían entonces catapultados al éxtasis, a un paraíso fruto de su imaginación en el que solo ellos estarían a salvo, nadie más. 

   … Si queremos terminar con las guerras externas, empezar por poner fin a su guerra interna, la guerra en uno mismo. Algunos asienten con la cabeza y dicen: «Estoy de acuerdo», pero saldrán de aquí y seguirán haciendo exactamente lo mismo que han venido haciendo durante los últimos diez o veinte años. Ese asentimiento es sólo verbal y no tiene ninguna validez, porque el sufrimiento y las guerras del mundo no terminarán asintiendo esporádicamente. Sólo es posible poner fin a las guerras cuando uno se dé cuenta del peligro, cuando uno se haga responsable y no deje esa responsabilidad en manos de otros. Si uno se da cuenta del sufrimiento, si uno se da cuenta de la urgencia de una acción inmediata y no la pospone, entonces uno se transforma realmente. La paz sólo puede llegar cuando uno está en paz consigo mismo, cuando está en paz con sus semejantes.

   … La paz es nuestra responsabilidad, es responsabilidad de cada uno de nosotros, no del político, del soldado, del abogado, del hombre de negocios, del comunista, del socialista, de nadie. Es responsabilidad de cada uno de nosotros, de cómo vivimos nuestra vida cotidiana. Si uno quiere paz en el mundo, tiene que vivir pacíficamente, lo cual significa vivir sin odio, sin envidia, sin ansia de poder, sin perseguir la rivalidad, porque el amor nace con esa libertad, nace de estar libre de todo eso. Y solo una mente capaz de amar conocerá lo que es vivir en paz.

   … Hay muchas organizaciones para la paz, pero hay muy pocos individuos libres, inteligentes en el verdadero sentido de la palabra. Ustedes deben comenzar, como individuos, a comprender la realidad; entonces la llama de la comprensión se expandirá sobre la faz de la Tierra.”

   J. Krishnamurti

UNA MENTE QUE REPITE, QUE FUNCIONA COMO UNA MENTE CONDICIONADA, NO PUEDE VER NADA NUEVO.

 

    “… La mayoría de nosotros tenemos innumerables hábitos. Tenemos hábitos e idiosincrasias en lo físico, lo mismo que hábitos mentales. Creemos en esto y no creemos en aquello; somos patriotas, nacionalistas; pertenecemos a cierto grupo o partido y nos aferramos a su particular norma de pensamiento. Todas estas cosas llegan a ser hábitos; y a la mente le gusta vivir en los hábitos, porque nos dan certeza, un sentimiento de seguridad, de no tener miedo. Cuando se establece en una serie de hábitos, la mente parece funcionar un poco más fácilmente, pero en realidad es irreflexiva, no se da cuenta. Os ruego que no os limitéis a escuchar mis palabras, sólo que observéis como en un espejo vuestra propia mente y veáis cómo está atrapada en los hábitos. Los hábitos, que dan una sensación de seguridad, sólo embotan la mente; por sutiles que sean, y tanto si uno es consciente de ellos como si no lo es, invariablemente oscurecen la mente. Esto es un hecho psicológico; os guste o no, es así.

   … La rutina y el hábito constituyen nuestra vida de todos los días. Algunos son conscientes de sus hábitos, otros no. Si uno llega a darse cuenta de los hábitos, el movimiento repetitivo de la mano o de la mente, puede ponerles fin con relativa facilidad. Pero lo importante en todo esto es comprender, no intelectualmente, el mecanismo de la formación de hábitos que gradualmente destruye o embota todo sentimiento. Este mecanismo es el enorme letargo que forma parte de nuestra herencia, tal como ocurre con la tradición. No queremos que se nos perturbe y es este letargo el que genera la rutina. Una vez que hemos aprendido algo, funcionamos conforme a lo que ya conocemos, añadiendo más a lo ya conocido o modificándolo.

   El miedo al cambio fortalece el hábito, no sólo físicamente sino también en las mismas células cerebrales. Así, una vez que nos hemos establecido en una rutina continuamos en ella, como una vagoneta a lo largo de sus rieles. Damos las cosas por sentadas en todas las relaciones y éste es uno de los mayores factores de insensibilidad. De ese modo, el hábito se convierte en algo natural. Entonces decimos: ¿Por qué debe uno prestar atención a estas cosas que hacemos todos los días? Y así, la inatención cultiva el hábito y entonces estamos atrapados. Después comienza el problema de cómo librarnos del hábito. Y entonces hay conflicto. Y de esta manera el conflicto se vuelve el estilo de vida que aceptamos naturalmente.

   … ¿No es muy extraño cómo se engaña la mente a sí misma? A la mente no le gusta ser perturbada, no le gusta que la saquen de sus viejas normas, sus cómodos hábitos de pensamiento y acción; como se siente perturbada, busca modos y medios de establecer nuevos campos y pastos en los cuales pueda vivir con seguridad. Es esta zona de seguridad la que buscamos la mayoría de nosotros, y es el deseo de estar a salvo, de estar seguros, lo que nos adormece. Las circunstancias, una palabra, un gesto, una experiencia, pueden despertarnos, perturbarnos, pero nosotros queremos ser adormecidos de nuevo. Esto nos está ocurriendo a la mayor parte todo el tiempo, y no es un estado despierto. Lo que tenemos que comprender son las formas en que la mente se adormece a sí misma. Esto es así, ¿verdad?

   … Han creado esta máquina inmensa que llaman religión, esta máquina intelectual carente de validez, y también han creado la máquina llamada sociedad, porque tanto en su vida social como en su vida religiosa, desean consuelo, amparo. En su vida social están sujetos por las tradiciones, los hábitos, los valores incuestionados; la opinión pública actúa para ustedes como la autoridad. Y la opinión no cuestionada, el hábito y la tradición conducen finalmente al nacionalismo y a la guerra.

   … De modo que estamos atrapados en el hábito, el hábito de ir a la oficina cada mañana, el hábito de fumar, el hábito sexual, el hábito de las ideas, el hábito de los conceptos, el hábito de ser inglés, etc, vivimos en hábitos. Estar plenamente atentos al hábito tiene su propio peligro y tenemos miedo al peligro, tenemos miedo a no saber, a no estar seguros. Sin embargo, existe gran belleza y gran vitalidad en sentirse inseguro, no es ninguna locura sentirse completamente inseguro, no significa que uno se vuelva psicótico. Sin embargo, nadie está dispuesto a sentirse inseguro, preferimos dejar un hábito y buscar otro más placentero. 

   … Pero ¿cómo puede uno romper un hábito agradable? Es relativamente fácil romper con uno desagradable, pero mi problema es cómo romper con los agradables. Como dije, no estamos considerando los hábitos placenteros o los desagradables, ni la manera de romper con unos u otros, sino que estamos tratando de comprender el hábito mismo. Vemos que el hábito se forma cuando hay placer y la exigencia de que el placer continúe. El hábito se basa en el placer y en su recuerdo. Una experiencia inicial desagradable puede volverse gradualmente hábito agradable y “necesario”.

   … Dios no quiere personas embotadas, personas insensibles. Uno sólo puede llegar a Dios con completa vitalidad, con cada parte del ser viva, vibrante; pero ya lo ven, la dificultad está en vivir sin caer en la rutina, en hábitos de pensamiento, de ideas, de acción. Si usted dedica a ello su mente, descubrirá que puede vivir en este feo mundo, uso la palabra fea en el sentido del diccionario sin que tenga detrás ningún contenido emocional, y trabajar, actuar y, al mismo tiempo, mantener el cerebro alerta, como un río que todo el tiempo se purifica a sí mismo.”

   J. Krishnamurti

¿EXAMINAMOS TANTO LA PRÁCTICA, COMO LA NO PRÁCTICA, DE LAS CEREMONIAS?

 

   “… No sé si ustedes han sentido profundamente qué implica esa palabra, “religiosa”. Ciertamente, no es la religión de la creencia y la propaganda organizadas, de las iglesias, los sacerdotes, las ceremonias y los rituales. Eso no es religión. En mi sentir, la religión es algo del todo diferente. No tiene nada que ver con lo que el hombre ha inventado a causa del miedo. Esto que el hombre llama “religión”, es algo que él ha buscado y aprisionado en la trampa de las religiones organizadas. Nosotros estamos hablando de la mente religiosa, que es muy difícil de explicar debido a las muchas cosas que abarca. Una mente religiosa implica, sin duda, un estado mental que no contiene ningún temor y, por ende, ningún sentido de seguridad en momento alguno; en una mente así no hay ninguna clase de creencia, sólo existe lo que es, lo que realmente es. Y en esa mente impera un estado de silencio no producido por el pensamiento, sino que ese silencio es el resultado natural de una percepción alerta y una atención muy intensas.

   … Nosotros vamos a averiguar qué es la verdadera religión; empecemos, pues, por descubrir lo que ella no es. Los ritos, las ceremonias, ¿son acaso religión? Repetís una y otra vez ciertos ritos, ciertos “mantrams”, fórmulas de encantamiento, frente a un ídolo. Ello podrá brindaros una sensación de placer, de satisfacción. ¿Es eso religión? ¿Es religión el ponerse el hilo sagrado? Es obvio que no puede serlo. Debemos, pues, averiguar si el llamaros budistas, hindúes, cristianos, y aceptar cierta tradición, cierto dogma, cierto ritual, es religión. Eso no lo es, evidentemente. La religión, pues, ha de ser algo que sólo se puede encontrar cuando la mente ha comprendido y desechado todo eso. Las divisiones entre los hombres no son religión, ¿verdad? Tú eres musulmán, yo soy cristiano; yo creo en algo, tú no crees en ello. Tu creencia nada tiene que ver con la religión como tal. El que tú creas en Dios o yo no crea en Dios, nada tiene que ver con ella, porque tu creencia está condicionada por la sociedad en que vives, ¿no es así? La sociedad que te rodea deja su marca en tus creencias, en tus temores, e induce a tu mente a creer en ciertas cosas. La creencia nada tiene que ver con la religión. Tú crees de un modo y yo de otro, porque da la casualidad que he nacido en Inglaterra, en Rusia o en América. La creencia es tan sólo el resultado del condicionamiento; nada, por lo tanto, tiene ella que ver con la religión.

   … Las religiones organizadas no han hecho que confiemos en nosotros mismos, porque nos han enseñado a buscar nuestra salvación por medio de otros salvadores, Maestros, personalidades endiosadas, ceremonias, sacerdotes y demás. Las tendencias modernas también nos alientan a no confiar en nosotros mismos, insistiendo en la gran importancia de la acción colectiva. La regeneración psicológica no puede originarse en la autoridad de la tradición, del grupo o de otra persona, por grande que ésta sea; no puede haber confianza en uno mismo, que es lo único capaz de ayudarnos a comprender la realidad, en el caso de que contengamos en nosotros la psicología de las masas. Pero hay un grave peligro de que esta autoconfianza se convierta en una acción individualista, cada uno para sí mismo.

   Debido a que la presente estructura social ha sido el resultado de esta acción individualista, agresiva, tenemos su reacción en el colectivismo, el culto del Estado. La verdadera acción colectiva y cooperativa podrá surgir sólo cuando el individuo confíe psicológicamente en sí mismo. En tanto sea codicioso, posesivo en su relación y dependa, para su enriquecimiento psicológico, de creencias, dogmas y demás, la acción cooperativa impulsada por la necesidad económica, sólo lo vuelve más astuto, más sutil en sus apetitos individualistas de logro y poder.

    … Una mente que se halla en conflicto es una mente destructiva, una mente malgastada, y los que se hallan en conflicto jamás pueden comprender. Pero el conflicto no puede ser acallado por ningún tipo de sanciones, creencias o disciplinas, porque es el conflicto mismo el que debe ser comprendido. Nuestro problema está en la relación, que es la vida misma; la religión es la comprensión de esa vida, la cual produce un estado en el que la mente se aquieta. Una mente así es capaz de recibir lo real. Después de todo, eso es la religión, no los oficios religiosos de ustedes, sus rituales, su repetición de palabras y frases, sus ceremonias. Por cierto, todo eso no es religión. Son divisiones, pero una mente que comprende la relación no contiene división alguna. La creencia de que la vida es una unidad es meramente una idea y, por lo tanto, carece de valor, pero para un hombre que comprende la relación, no existen ni el que está lejos, el extraño, ni el que está cerca. La relación es el proceso de comprendernos a nosotros mismos, y comprendernos a nosotros mismos de instante en instante en la vida cotidiana, es conocimiento propio. El conocimiento propio no es una religión, un objetivo final. No hay tal cosa como un objetivo final.

   … Si son críticos, si cuestionan, ¿por qué se aferran a las ceremonias? No comparen una ceremonia con otra a fin de decidir cuál es la mejor; antes bien, descubran si las ceremonias son útiles en absoluto. Si ustedes dicen: “Las ceremonias que practico son muy satisfactorias para mí”, entonces no tengo nada más que decir. Su afirmación demuestra meramente que no conocen la duda. Sólo se interesan en estar satisfechos. Las ceremonias separan a la gente, y cada uno de los que creen en ellas dice: “Las mías son las mejores; tienen más poder espiritual que las otras”. Esto es lo que sostienen los miembros de todas las religiones, de todas las sectas o sociedades religiosas, y sobre estas distinciones artificiales ha habido disputas durante generaciones. Estas ceremonias y otras barreras irreflexivas semejantes han separado al hombre del hombre.”

   J. Krishnamurti


¿ESTAMOS ATRAPADOS?

  

   “… Desde la antigüedad, el hombre siempre ha pensado que debe haber algo más allá de la vida ordinaria, de la usual desdicha que padecemos, de la confusión y el conflicto de la existencia cotidiana. En su búsqueda ha inventado toda clase de filosofías, ha creado toda clase de imágenes, desde aquellas de los antiguos egipcios e hindúes, hasta las de los tiempos modernos, quedando al parecer siempre atrapado en algún tipo de ilusión. Se engaña a sí mismo, y de esos engaños ilusorios crea todo género de actividades. Si uno pudiera desechar todo eso, no hipnotizándose a sí mismo, estando libre de cualquier tipo de ilusión, podría entonces empezar a examinar, a investigar muy profundamente si existe algo más allá de toda la contaminación del pensamiento, de toda la corrupción del tiempo, si hay algo más allá de nuestra existencia habitual en el espacio y el tiempo, y si existe algún sendero, o ningún sendero, que conduzca a ello, y de qué modo la mente puede llegar a alcanzarlo. Si uno se pregunta eso, entonces, ¿por dónde habrá de empezar? ¿Se necesita alguna clase de preparación, disciplina, sacrificio, control, un cierto período de preparación para luego avanzar?

     … Vosotros estáis atrapados entre estas dos cosas, alguien dice “disciplina”, otro dice “no disciplina”. Ocurre en general que elegís lo más cómodo, lo más satisfactorio; os gusta la persona, su aspecto, su personal idiosincrasia, favoritismo y todo lo demás. Descartando, pues, todo eso, examinemos esta cuestión directamente y descubramos la verdad, a su respecto, por nosotros mismos. Porque esta cuestión implica muchas cosas, y tenemos que enfocarla con mucha cautela y a modo de ensayo. 

   ... Casi todos deseamos que alguien con autoridad nos diga lo que debemos hacer. Buscamos directivas para nuestra conducta porque nuestro instinto es estar a salvo, no sufrir más. Se dice que alguien ha realizado la felicidad, la suprema dicha, o lo que sea, y esperamos que él nos diga qué hay que hacer para llegar a ese estado. Eso es lo que queremos, deseamos esa misma felicidad, esa misma quietud interior, ese júbilo; y en este enloquecido mundo de confusión, queremos que alguien nos diga lo que debemos hacer. Ese es, en realidad, el instinto fundamental de casi todos nosotros y, conforme a ese instinto, establecemos nuestra norma de acción. ¿Se alcanza a Dios, ese algo supremo, innominable y que no puede medirse con palabras, se alcanza eso por medio de la disciplina, siguiendo determinada norma de acción? Deseamos llegar a una meta determinada, a un fin establecido, y creemos que, con la práctica, mediante la disciplina, reprimiendo o dando rienda suelta, sublimando o substituyendo, seremos capaces de encontrar lo que buscamos. 

    … ¿Acaso no miramos este vasto movimiento de la vida desde una pequeña y estrecha ventana, siendo esa ventana nuestro propio insignificante ‘yo’, nuestras propias preocupaciones, nuestras ansiedades, nuestros requerimientos sexuales? ¿Miran ustedes este vasto movimiento, no desde un punto de vista particular, no desde una ventana, no desde un compromiso? ¿O están atrapados en un sistema, en una tradición, en el conocimiento como profesores, o filósofos, o escritores, o soldados, o especialistas? ¿O miran ese movimiento como seres humanos, seres humanos con múltiples dificultades, sufrimientos, penas, ansiedades? ¿Cómo miran ustedes todo esto?

    … Las explicaciones nos atrapan, ¡como si alguna explicación fuera a resolver algo! Es esencial darse cuenta de que uno no debe estar atrapado en las explicaciones, no importa quién las dé. Cuando ustedes ven "lo que es", no necesitan ninguna explicación; el hombre que no ve "lo que es", se pierde en explicaciones. Por favor véanlo, compréndalo, como algo fundamental, de forma que no sean prisioneros de las palabras. En la India existe la costumbre de explicarlo todo según su libro sagrado, el Gita. Miles de personas escuchan las explicaciones acerca de cómo hay que vivir, qué debe hacerse, si Dios es esto o aquello. Escuchan fascinados y, sin embargo, siguen llevando la misma vida de siempre. Las explicaciones nos ciegan, nos impiden ver realmente lo que es. 

    … Os ruego pues, señores, que no escuchéis tan sólo las palabras, pues las palabras; tienen muy escaso sentido. La mayoría de nosotros, empero, vivimos de palabras sin substancia alguna, no podemos pensar sin palabras; y el pensar sin palabras es pensamiento negativo, que es la más elevada forma del pensar. Eso no resulta posible cuando las palabras son importantes, cuando la palabra es el fin. Tomemos la palabra Dios. Cuando se emplea la palabra Dios os excitáis mucho, experimentáis una conmoción psicológica; lo cual significa que la palabra es lo importante, no aquello que la palabra representa. Os veis, pues, atrapados en la red de las palabras. El hombre que busca lo real no confunde la palabra, el lenguaje, con lo que ella representa. 

    … Usted quiere saber qué es Dios, qué es la verdad, qué es la vida eterna; por eso me pregunta: “¿Es usted ateo o creyente? Si cree en Dios, entonces dígame qué es Dios”. Yo digo que para el hombre que describe qué es la verdad o qué es Dios, la verdad no existe. Cuando la verdad es puesta en la jaula de las palabras, la verdad ya no es más una realidad viviente. Pero si usted comprende los falsos valores en que está atrapado, si se libera de ellos, entonces hay una realidad viva y eterna.”

   J. Krishnamurti

JUZGAR IMPIDE LA COMPRENSIÓN

 

   “… ¿Cómo hemos de tornarnos conscientes? Observando, con mirada alerta y desinteresada, el funcionamiento de la mente, sin censurarla de inmediato, sin controlarla, negarla ni juzgarla. La actual avidez por juzgar, censurar, no proviene de la comprensión; surge del anhelo, del temor. Hay una profunda y fundamental transformación del ser cuando se comprende el proceso del anhelo. La comprensión trasciende la mera razón o las emociones. La mente-intelecto es en la actualidad el instrumento del anhelo, con su racionalización y sus deseos expansivos en flujo permanente; confiar exclusivamente en ella para la comprensión y el amor, es continuar en la ignorancia y el sufrimiento.

   … Así, pues, para comprenderse a sí mismo, usted debe verse primero tal como es, no influido por el pensamiento egoísta o no egoísta. A fin de comprenderse, debe crear un espejo que refleje fielmente lo que usted es. No nos gusta crear en nosotros una facultad así que nos refleje puramente, sin prejuicio alguno, porque lo que nos interesa es juzgar y cambiar las cosas. El cambio depende del medio en el cual se nos ha educado. Si somos personas religiosas, habremos de cambiarnos conforme a nuestros dogmas y conceptos religiosos. Si pensamos en términos sociales, el cambio responderá a la moralidad social. Pero para comprendernos clara y plenamente, debemos percibirnos tal como somos, sin prejuicio, sin condenación alguna. El percibir con esa claridad, sin prejuicios, exige un constante estado de alerta, una peculiar pasividad vigilante que necesita paciencia y cuidado.

   … Para comprender, no debemos juzgar o comparar, aceptar o negar, porque toda identificación impide esa pasiva conciencia alerta, único estado en el que tiene lugar el descubrimiento de lo verdadero, descubrimiento creativo y liberador. Si la mente se halla pasiva y negativamente alerta, está abierta a la percepción y es capaz, entonces, de descubrir las cosas que la esclavizan, las influencias o ideas que la limitan y, de ese modo, puede liberarse de ellas.

   … Tenemos que comprender el deseo; y es muy difícil comprender algo que es tan vital, tan exigente, tan apremiante, porque en la satisfacción misma del deseo se engendra la pasión, con el placer y dolor que la acompañan. Y si uno ha de comprender el deseo, es evidente que no debe haber opciones. Uno no puede juzgar el deseo como bueno o malo, noble o innoble, ni decir: «Conservaré este deseo y rechazaré aquel otro». Todo eso debe ser descartado si hemos de descubrir la verdad del deseo, su belleza, su fealdad o cualquier cosa que el deseo pueda ser.

   … Es obvio que hay ciertas necesidades físicas, alimento, vestido, albergue, y todo lo demás. Pero ellas nunca se convierten para él en apetitos psicológicos, en cosas sobre las cuales la mente se erige como centro de deseo. Más allá de las necesidades físicas, cualquier forma de deseo, de grandeza, de verdad, de virtud, llega a ser un proceso psicológico por el cual la mente elabora la idea del “yo” y se fortalece en el centro. Cuando veáis este proceso, cuando os deis realmente cuenta de él sin oposición, sin un sentido de tentación, sin resistencia, sin justificarlo ni juzgarlo, entonces descubriréis que la mente es capaz de recibir lo nuevo, y que lo nuevo nunca es una sensación; por lo tanto, no puede jamás ser reconocido, experimentado nuevamente. Es un estado de ser en que la creatividad adviene espontáneamente, sin que intervenga la memoria; y eso es la realidad. 

   … Debemos aprender a observar nuestras acciones, nuestras creencias, nuestros pensamientos e ideales, observarlos silenciosamente y sin juzgarlos, sin interpretarlos, como para ser capaces de discernir su verdadero significado. Primero debemos tomar conciencia de nuestros propios ideales y deseos, de nuestras búsquedas, sin aceptar ni condenar nada como correcto o equivocado. En la actualidad, no podemos discernir qué es verdadero y qué es falso, qué es perdurable y qué es transitorio, porque la mente se halla tan mutilada por los deseos que ella misma ha creado, por sus propios ideales y escapes, que es incapaz de tener percepciones genuinas. Por lo tanto, en primer lugar, debemos aprender a ser observadores silenciosos y equilibrados de nuestras propias limitaciones y fricciones que son causa de dolor.

   … ¿Puede la mente darse cuenta sin juzgar? ¿Puede limitarse a prestar atención desapasionadamente y observar de ese modo los propios pensamientos y sentimientos en el espejo de la relación con las cosas, las personas y las ideas? Esta observación silenciosa no genera un distanciamiento, un frío intelectualismo, sino todo lo contrario. Si quiero comprender algo, evidentemente no debe haber ninguna condena, no debe haber ningún juicio comparativo. Eso, sin duda, es simple. Pero creemos que la comprensión resulta de la comparación, por lo que multiplicamos las comparaciones. Nuestra educación es comparativa, y toda nuestra estructura moral y religiosa consiste en comparar y condenar.

   … Ustedes tienen que examinar voluntariamente la vida que viven, sin decir esto está bien o esto está mal; simplemente, mirar. Cuando miren de ese modo, descubrirán que miran con ojos llenos de afecto, sin condenar ni juzgar, sino con atención. Se miran a sí mismos con atención y, por lo tanto, con un afecto inmenso; sólo cuando hay gran afecto y amor puede uno ver la vida en su totalidad.”


   J. Krishnamurti


 

¿QUÉ ES EL TIEMPO?


    “… En el momento en que la mente pide ‘más’, necesariamente crea el tiempo.

   … Hagan la prueba cuando quieran; espero que lo estén haciendo ahora mismo, a medida que escuchan lo que se está diciendo. El hombre que dice «lo intentaré» está perdido porque el tiempo no existe, únicamente existe el ahora.

   … ¿Qué es el tiempo para usted? ¿Es el movimiento del pasado a través del presente hacia el futuro, no sólo en el espacio y el tiempo, sino también internamente desde el ayer al hoy y al mañana? ¿O es el tiempo eso que está envuelto en el cubrir la distancia física o psicológica; el tiempo para lograr, para realizar, ¿para llegar? ¿O el tiempo es un cese, como la muerte? ¿O es el tiempo el recuerdo de un suceso agradable o desagradable? ¿Tiempo para aprender una técnica, tiempo para olvidar? Todas estas cosas abarcan el tiempo. El tiempo no es un concepto.

   … Si ayer tuve una experiencia que me produjo placer, esa experiencia deja un recuerdo y, en consecuencia, quiero volver a sentir ese placer. Por tanto, el ‘más’ es tiempo; en el sentido psicológico, necesito más tiempo para realizarme, para alcanzar, para conseguir, para llegar a ser; necesito tiempo para cubrir la distancia entre yo, que no soy perfecto, y aquello que es perfecto, que está allá a lo lejos, pero ese ‘allá a lo lejos’ es algo de mi mente.

   … Toda vida está en el presente, no en la sombra del ayer ni en el deslumbramiento de la esperanza del mañana. Para vivir en el presente, tiene uno que librarse del pasado y del mañana. Nada se encuentra en el mañana, pues mañana es el presente, y el ayer es sólo un recuerdo. De modo que la distancia entre aquello que ha de encontrarse y lo que es, se hace aún más vasta por medio de la búsqueda, por agradable y confortante que la búsqueda sea. El estar buscando constantemente el propósito de la vida es uno de los extraños escapes del hombre. Si encuentra lo que busca, ello no tendrá el valor de un guijarro en el camino. Para vivir en el presente, la mente no debe ser dividida por el recuerdo del ayer o la deslumbrante esperanza del mañana, no debe tener ni mañana ni ayer. Esta no es una afirmación poética, sino un hecho real. Ni la poesía ni la imaginación tienen lugar en el presente activo. No es que neguemos la belleza, pero el amor es esa belleza del presente que no ha de encontrarse si se busca.

   … Uno debe comprender por sí mismo lo que es el tiempo, y también por qué ha inventado el pensamiento otro tiempo además del cronológico. ¿Existe realmente un cambio psicológico progresivo, un devenir interior? Si uno admite que existe un proceso transformador secuencial, tendrá que aceptar el tiempo como medio para lograr cualquier cambio, ¿no es así? Y, ¿qué es el cambio, el cambio psicológico, entonces? No estamos hablando de la evolución biológica. Como decíamos, está en marcha un tremendo proceso evolutivo, que entraña una cantidad ingente de conocimientos y que nos ha permitido llegar de la carreta de bueyes al avión de reacción; y para acumular esos conocimientos se ha necesitado tiempo. Pero, en el ámbito psicológico, ¿existe un proceso, una progresión, una continuidad de cambio, o lo único posible es una revolución psicológica en la que el tiempo no forme parte en absoluto? En el momento en que se admite el proceso gradual, se requiere tiempo, y en eso se basan todas nuestras tradiciones, la práctica, el método, el llegar y el no llegar a ser; toda esa estructura implica tiempo, con la promesa de que, al final, uno alcanzará la iluminación y comprenderá. ¿Es posible comprender algo a través del tiempo, o la comprensión es percepción instantánea, y de ella nace un cambio inmediato?

   … Dense cuenta de una cosa, señores; necesitan tener una mente sana, capaz de razonar con lógica, con sensatez, no una mente estúpida. Una mente embotada puede sentarse durante siglos, inhalando, exhalando, concentrándose en los diversos chakras, jugando con la kundalini, pero nunca descubrirá eso que está más allá del tiempo, que es auténtica belleza, verdad y amor. Por tanto, abandonen la luz de esa vela que todos los gurús y los libros les ofrecen, y no repitan una sola palabra que por sí mismos no hayan descubierto que es verdad, que por sí mismos no hayan verificado. Ni siquiera se trata de verificar los dichos de otros, sino de poner a prueba el propio pensamiento de uno, de cuestionarlo, averiguar la verdad en cuanto a él. Entonces no serán personas de segunda mano. 

   … Cuando hay un verdadero peligro, el tiempo desaparece, ¿no es así? Hay acción inmediata. Sin embargo, no vemos el peligro de muchos de nuestros problemas y por eso inventamos el tiempo como medio de superarlos. El Tiempo es un impostor que en nada nos ayuda a producir un cambio en nosotros mismos. El tiempo es un movimiento que el hombre ha dividido en pasado, presente y futuro, y mientras lo siga dividiendo, estará siempre en conflicto. ¿Es aprender cuestión de tiempo? No hemos aprendido en estos miles de años, que hay una vida mejor que no sea odiarnos y matarnos unos a otros. Es muy importante que comprendamos el problema del tiempo, si queremos cambiar esta vida que se ha hecho tan monstruosa y tan vacía por culpa nuestra.

   … No viváis en el futuro ni en las muertas cosas de ayer, sino más bien vivid en el inmediato ahora, con la comprensión de que sois producto del pasado y que por vuestras acciones de hoy podréis gobernar el mañana y ser dueños del tiempo, dueños de la evolución y, por tanto, de la perfección.”

   J. Krishnamurti


COMPRENDER «LO QUE ES»


   “… Al fin y al cabo, cuando luchamos, el conflicto es entre lo que somos y lo que deberíamos ser o lo que queremos ser.

 Ahora bien, sin dar explicaciones, ¿puede uno comprender todo este proceso de lucha, de modo que llegue a su fin?

   … No es cuestión de comprenderme. ¿Por qué debería usted comprenderme? La verdad no es mía, para que usted deba comprenderme. Ustedes encuentran mis palabras difíciles de comprender porque sus mentes están sofocadas por las ideas. Lo que yo digo es muy simple. No es para unos pocos elegidos, es para todos los que traten de entender. Yo digo que, si se liberaran de las ideas, de las creencias, de todas las seguridades que los hombres han construido en el curso de los siglos, entonces comprenderían. Sólo pueden liberarse cuestionando, y pueden cuestionar sólo cuando se hallan en estado de rebelión, no cuando están estancados en ideas satisfactorias. Cuando sus mentes están sofocadas por creencias, cuando están cargadas con el conocimiento adquirido de los libros, es imposible que comprendan la vida. Así que no es una cuestión de comprenderme.

   … ¿Por qué está uno encolerizado? Porque se siente herido, porque alguien ha dicho algo ofensivo. Y cuando alguien dice una cosa aduladora, os sentís complacidos. ¿Por qué os ofendéis? Amor propio, ¿no es así? ¿Y por qué existe el amor propio? Es porque tenemos una idea, un símbolo, una imagen de nosotros mismos, de lo que deberíamos ser, de lo que somos o de lo que no deberíamos ser. ¿Por qué creamos una imagen de nosotros mismos? Porque jamás hemos estudiado lo que de hecho somos. Creemos que deberíamos ser esto o aquello, el ideal, el héroe, el ejemplo. Lo que suscita cólera es que se ataque nuestro ideal, que tenemos de nosotros mismos. Y nuestra idea de nosotros mismos es nuestra evasión del hecho de lo que somos. Pero cuando observáis el hecho real de lo que sois, nadie puede heriros. Entonces, si uno es un mentiroso y le dicen que lo es, ello no significa que le ofenden a uno; es un hecho. Pero cuando pretendéis no ser mentiroso, y se os dice que lo sois, entonces os irritáis, os violentáis. Estamos, pues, viviendo siempre en un mundo de ideas, un mundo de mitos, y jamás en un mundo de realidad. Para observar lo que es, para verlo, para estar familiarizado efectivamente con ello, es necesario que no haya juicio, ni valoración, ni opinión, ni temor.

   … Tenemos que empezar con lo que existe, y no con lo que debiera existir. Debemos partir del hecho real, y no de opiniones, conclusiones. Las conclusiones, opiniones, fórmulas, extravían y destruyen por completo. Una maravillosa utopía concebida o formulada por unas pocas mentes listas, astutas, puede falsear y destruir las vidas de millones y millones de personas, porque están dispuestas a matar o morir por esa sola idea. Y nosotros hacemos igual, interiormente, con nosotros mismos. 

Mirar las realidades de nuestra propia vida de esta manera reclama gran energía, y esa energía sólo la tenéis cuando no estáis escapando de aquellas realidades por medio de la creencia, las explicaciones, la busca de la causa o de cualquier otro modo. Si percibís por completo lo que es, lo cual es conocer todo lo intrincado, todas sus sutilezas, si estáis familiarizados del todo con lo conocido, entonces tal vez haya una posibilidad de librarse de ello.

   … Comprender quiénes son realmente es mucho más importante que perseguir aquello que ‘deberían ser’. ¿Por qué? Porque si comprenden lo que son empieza un proceso de transformación espontáneo, mientras que si tratan de convertirse en aquello que creen que deberían ser no se produce ningún cambio, sino tan sólo una continuación de lo viejo con una apariencia diferente. Si la mente, cuando ve que en sí misma es limitada, intenta cambiar su limitación por inteligencia, que consiste en “lo que debería ser"; ese intento es absurdo, no tiene ningún sentido, ninguna posibilidad; sólo busca autoprotección y pospone la comprensión de ‘lo que es’. Siempre que la mente intente cambiar su limitación por otra cosa, seguirá siendo limitada. Sin embargo, si la mente dice: «Me doy cuenta de que soy limitada y quiero comprender esa limitación; por tanto, voy a investigar, voy a observar cómo surge», entonces, ese mismo proceso de investigación genera una transformación fundamental.

   … El problema es lo que pienso, la forma de cómo actúo, y si condeno mi forma de actuar, mi forma de ser, es obvio que bloqueo toda investigación posterior. Si digo: «No debería ser así, debería ser aquello», en ese momento no puedo comprender las expresiones del ‘yo’, cuya misma naturaleza es la envidia, el afán de poseer. La cuestión es como sigue: ¿Es posible darse realmente cuenta sin ningún sentimiento de condena o de comparación? Porque sólo entonces es posible examinar un pensamiento en su totalidad.

   … Cuando la Realidad se pierde y no se la busca, hay desunión y el hombre estará en contra del hombre. La confusión y la miseria no pueden desterrarse por el proceso de olvido a través del tiempo, por la idea consoladora de evolución, que sólo engendra pereza, aceptación cómoda y el deslizamiento continuo hacia la catástrofe; no deberíais permitir que el curso de vuestras vidas sea dirigido por otros, para otros o en aras del futuro. Nosotros somos responsables de nuestra vida, no otro; somos responsables de nuestra conducta, no otro; ningún otro puede transformarnos. Cada uno debe descubrir y tener la experiencia de la Realidad, que es lo único en lo cual hay alegría, serenidad y la sabiduría suprema.”

     J. Krishnamurti 

  

       

LA SOCIEDAD, DONDE HAY INJUSTICIA, SOLO PUEDE CAMBIAR SI CAMBIAN LOS SERES HUMANOS QUE LA HAN CREADO.

 

   “… Tenemos que abandonar todas nuestras conclusiones y teorías y ver de verdad, con nuestro propio sentido de la vista, lo que está sucediendo en el mundo. Hay enemistad, conflicto, injusticia, interminables guerras nacionales y lingüísticas, divisiones religiosas; hay violencia por doquier, y un sufrimiento inmenso. Por otro lado, es un hecho evidente que las religiones han dividido a la humanidad en hindúes con sus creencias, cristianos con sus doctrinas, musulmanes con su fe, budistas, etc. Las religiones, que no son sino creencias organizadas y propaganda, con sus rituales, sus libros sagrados, sus maestros y salvadores, han separado a la gente y sembrado la fragmentación en la mente humana. Luego está la división de nacionalidades, los indios enfrentados a los paquistaníes; los rusos, los alemanes, los americanos, los vietnamitas ... Y existen, además, la rebelión de los jóvenes contra el orden establecido, una aterradora injusticia social, pobreza, brutalidad y horrores inexpresables.

    … evidentemente es necesario un cambio, una transformación, una revolución interna. Para realizar esa transformación tenemos que examinar de cerca lo que es nuestra vida, sin escapar de ella, sin distraernos con creencias y aseveraciones teóricas, pero sí observar de cerca lo que nuestra vida es en realidad, y ver si es posible transformarla completamente. Con esa transformación puede que afectemos la naturaleza y la cultura de la sociedad. Tiene que ocurrir un cambio en la sociedad, porque existen tantos males e injusticias sociales, y hay una parodia aterradora de la adoración, etc. Pero el cambio en la sociedad es de importancia secundaria; eso ocurrirá en forma natural e inevitable cuando, como seres humanos, uno en relación con otro, realicemos ese cambio en nosotros mismos.

    … Tomemos, por ejemplo, la cuestión de la guerra. Ustedes saben, son muchísimos los que discuten la justicia y la injusticia de la guerra. Por cierto, no puede haber dos maneras de considerar esa cuestión. La guerra, defensiva u ofensiva, es fundamentalmente injusta. Ahora bien, para reflexionar con respecto a eso, la mente debe estar, desde el principio, enteramente libre de la enfermedad del nacionalismo. No podemos pensar de manera fundamental, directa y simple, a causa de los prejuicios que han sido explotados durante tanto tiempo, so pretexto del patriotismo con todos sus absurdos. Así, a través de los siglos, hemos creado numerosos hábitos, tradiciones, prejuicios que impiden al individuo pensar de modo esencial y completo acerca de vitales problemas humanos.

    … Todos estamos familiarizados con la ira. ¿Cómo puede uno comprenderla y disolverla? Si usted considera que sus creencias, sus ideas y opiniones son de la mayor importancia, entonces está forzado a reaccionar violentamente cuando se las cuestiona. Si en vez de aferrarse a las creencias y opiniones, empieza a cuestionarlas y se pregunta si son esenciales para su comprensión de la vida, entonces, gracias a la comprensión de las causas de la ira, ésta llega a su fin. De ese modo, uno comienza a disolver sus propias resistencias, que originan conflicto y dolor. Esto requiere, a su vez, gran seriedad. Estamos acostumbrados a controlarnos por razones sociológicas o religiosas, o por conveniencia, pero para erradicar la ira se necesita una profunda percepción alerta. 

    … La vida es seria; uno tiene que dedicarle completamente su mente y su corazón; hay tanta confusión en el mundo; hay corrupción en la sociedad y las diversas divisiones y contradicciones religiosas y políticas. Hay gran injusticia, tristeza y pobreza, no sólo la pobreza exterior sino también interna. Cualquier hombre serio, bastante inteligente y no sólo sentimentalmente emocional, al ver todo esto, ve la necesidad de cambiar. El cambio, o bien es una revolución psicológica completa en la naturaleza del ser humano total, o es una simple tentativa de reformar la estructura social. La verdadera crisis en la vida del hombre, de usted y yo, es si esa revolución psicológica completa puede realizarse independientemente de la nacionalidad y de toda división religiosa.

    … Lo importante es descubrir por qué buscan ustedes a Dios, ya que cuando son felices o cuando aman, no buscan el amor, la felicidad. Entonces no creen en el amor, son el amor. Sólo cuando no hay alegría ni felicidad, tratan de buscarlas. Ustedes buscan a Dios porque se dicen: "No puedo comprender esta vida con su desdicha, su injusticia, sus explotaciones y crueldades, con su amor cambiante y sus constantes incertidumbres. Si pudiera comprender la realidad que es Dios, entonces todas estas cosas llegarían a su fin".

     J. Krishnamurti


AUTOENGAÑO

  

   “… Desearía discutir o considerar la cuestión del autoengaño, las ilusiones a que la mente se entrega y se impone a sí misma y a los demás. Este es un asunto muy serio, sobre todo en una crisis del género de la que el mundo hoy enfrenta. Mas para comprender todo este problema del autoengaño, debemos seguirlo no sólo en el nivel verbal, sino intrínsecamente, fundamental y hondamente. Se nos satisface demasiado fácilmente con palabras y contrapalabras; somos sabihondos, y siéndolo, todo lo que podemos hacer es esperar que algo ocurra. Vemos que la explicación de la guerra no detiene la guerra; hay innumerables historiadores, teólogos y gente religiosa que explican la guerra y cómo ella se origina; pero las guerras han de continuar, tal vez más destructivas que nunca.

   … ¿Cuál es la razón, la base del autoengaño? ¿Cuántos de nosotros se dan realmente cuenta de que nos engañamos a nosotros mismos? Antes de contestar la pregunta “¿qué es el autoengaño y cómo surge?”, debemos darnos cuenta de que nos engañamos a nosotros mismos. ¿No es así? ¿Sabemos que nos engañamos a nosotros mismos? ¿Qué entendemos por este engaño? Creo que ello es muy importante; porque, cuanto más nos engañamos a nosotros mismos, mayor es la fuerza del engaño que nos brinda cierta vitalidad, cierta energía, cierta capacidad, lo cual hace que impongamos nuestro engaño a los demás. Gradualmente, pues, no sólo imponemos el engaño a nosotros mismos sino a otras personas. Es un proceso recíproco de autoengaño. ¿Nos damos cuenta de este proceso porque nos creemos muy capaces de pensar claramente, con un propósito directamente? ¿Nos damos cuenta de que en este proceso de pensar hay autoengaño?

   … El autoengaño es una forma de escapar de la oquedad del «yo». Las cosas a las que estamos apegados, la propiedad, la gente, las ideas, se vuelven sumamente importantes, porque sin las muchas cosas con que llena su vacuidad, el «yo» no existe. El miedo a no ser contribuye a la posesión; y el miedo engendra ilusión, esclavitud a las conclusiones. Las conclusiones, materiales o ideales, impiden que fructifique la inteligencia, la libertad; y sólo en libertad puede tener existencia lo real. Sin esta libertad, la astucia es tomada por inteligencia. Las formas que adopta la astucia son siempre complejas y destructivas.

   … ¿No es el pensamiento en sí un proceso de busca, una búsqueda de justificación, de seguridad, de autoprotección, un deseo de que se piense bien de uno, un deseo de tener posición, prestigio y poder? ¿No es este deseo de ser, en lo político o en lo religioso y social, la causa misma del autoengaño? En el momento en que deseo otra cosa que las necesidades puramente materiales, ¿no produzco, no provoco un estado en el que fácilmente se acepta? Tomemos como ejemplo esto, quiero saber qué ocurre después de la muerte, cosa en la que muchos de nosotros estamos interesados, y cuanto más viejos somos, más interesados estamos. Queremos saber la verdad al respecto. ¿Cómo la encontraremos? Por cierto, que no mediante la lectura ni las diferentes explicaciones.

   … ¿Cómo, entonces, descubriréis? Primero debéis purgar vuestra mente, en forma completa, de todo factor que se interponga, de toda esperanza, de todo deseo de continuar, de todo deseo de descubrir qué hay del otro lado. Como la mente busca en todo instante seguridad, tiene el deseo de continuar y espera que haya un medio de realización, una existencia futura. Una mente así, aunque busque la verdad sobre la vida después de la muerte, sobre la reencarnación o lo que sea, es incapaz de descubrir esa verdad. ¿No es cierto? Lo importante no es que la reencarnación sea o no verdad, sino cómo la mente busca justificación mediante el autoengaño, de un hecho que puede o no ser. Lo importante, pues, es el enfoque del problema, saber con qué móviles, con qué impulso, con qué deseo lo abordáis.

   … El buscador se impone siempre a sí mismo este engaño. Nadie se lo puede imponer; él mismo lo hace. Creamos el engaño y luego nos convertimos en sus esclavos. De suerte que el factor fundamental del autoengaño es este constante deseo de ser algo en este mundo y en el otro. Conocemos el resultado de querer ser algo en este mundo, total confusión, en la que cada cual compite con el otro, en el que cada cual destruye al otro en nombre de la paz. Ya conocéis todo el juego de unos con otros, que es una forma extraordinaria de autoengaño. Similarmente, deseamos en el otro mundo seguridad, una posición. El temor engendra toda forma de ilusión y autoengaño, y me parece que, si nuestra mente no está por completo libre de toda clase de temor, cada pensamiento, cada acción, son coloreados por aquél.”

   J. Krishnamurti


¿POR QUÉ EXISTE ESTA DIVISIÓN?


   “… Si lo observan, como quien les habla ha hecho durante los últimos 60 años, hablando por todo el mundo, los seres humanos se están volviendo más incontrolablemente destructivos, más violentos, cada uno reafirmando su propia independencia, haciendo lo que quiere, impulsado por su propio placer, «yendo a su aire», como se dice en este país. Así es como cada uno se aísla y se olvida del resto de la humanidad. De nuevo, si lo observan con detenimiento, es lo que sucede, tanto en ustedes como en el mundo, cada uno persigue sus propios deseos, sus propias necesidades, sus propias idiosincrasias particulares, el «si desea algo, hágalo». ¿Entienden?

   … Nuestra conciencia se halla programada por miles y miles de años para que pensemos en nosotros mismos como individuos, como entidades separadas que luchan, en permanente conflicto, desde que nacen hasta que mueren. Estamos programados para eso, lo hemos aceptado. Jamás lo hemos puesto en tela de juicio; no nos hemos preguntado nunca si es posible vivir una vida absolutamente desprovista de conflictos. Si nunca nos lo preguntamos, nunca aprenderemos al respecto. No hacemos sino repetir. Forma parte innata de nuestra existencia el hallarnos en conflicto. “La naturaleza está en conflicto”, ése es nuestro argumento, y consideramos que únicamente a través del conflicto hay progreso. Las organizaciones religiosas han sostenido, a lo largo de la historia, la idea de la salvación individual. Nosotros estamos cuestionando muy seriamente si existe una conciencia individual, si cada uno de nosotros, como ser humano, tiene una conciencia separada del resto de la humanidad. Y ustedes tienen que responder a esto, no meramente jugar con ello.

   … El pensamiento es el factor común a toda la humanidad. No hay pensamiento oriental o pensamiento occidental; sólo existe la común capacidad de pensar, tanto si uno es enteramente pobre, como si es altamente refinado y vive en medio de una sociedad opulenta. Sea uno un cirujano, un carpintero, un labriego o un gran poeta, el pensamiento es el factor común a todos nosotros. Parece que no nos damos cuenta de que el pensamiento es el factor común que nos liga a todos. Cada uno de ustedes piensa de acuerdo con su capacidad, con su energía, su experiencia y sus conocimientos; otros piensan de manera diferente, conforme a su propia experiencia y condicionamiento. Todos estamos presos en esta red del pensamiento. Este es un hecho, irrefutable y verdadero.

   … Nuestra conciencia incluye, en sus capas más profundas, nuestros miedos. El hombre ha vivido con miedo generación tras generación. Ha vivido con el placer, con la envidia, con todos los tormentos de la soledad, la depresión y el desorden. Ha vivido con gran dolor, con lo que él llama amor y con el perpetuo miedo a la muerte. Todo esto es nuestra conciencia, que es común a toda la humanidad. Dense cuenta de lo que eso significa, significa que ya no somos individuos separados. Esto es muy difícil de aceptar, porque se nos ha programado, como a una computadora, para pensar que somos individuos. Se nos ha programado religiosamente para creer que uno tiene un alma separada de todos los demás. Al estar programado, nuestro cerebro trabaja dentro del mismo patrón siglo tras siglo.

   … Quien les habla dice, una y otra y otra vez, que él actúa como un espejo en el que cada uno de ustedes puede ver la actividad de su propio yo. Y para mirar muy detenidamente, tienen que prestar atención. Si están interesados, tienen que escuchar y descubrir así el arte de escuchar, el arte de ver, el arte de aprender. Está todo ahí como un libro que es usted mismo. Usted es el libro de la humanidad. Por favor, señor, vea la verdad de todo esto. Usted siente renuencia a leer ese libro. Quiere que alguien le hable del libro o lo ayude a analizarlo, a entenderlo. Por eso inventa a un sacerdote, un gurú, un yogui, el sannyasi que le dirá todo sobre el libro, y así escapa de sí mismo. ¿Puede leer el libro que es tan antiguo, que contiene toda la historia de la humanidad que es usted? ¿Puede leer ese libro cuidadosamente, palabra por palabra, sin distorsionar lo que lee, sin prestar atención a un capítulo descuidando los otros, no tomando una sola frase, y meditando sobre ella, sino leyendo la totalidad del libro?

   … Hemos perdido el sentimiento de la humanidad, sólo nos sentimos responsables de la clase o el grupo al que pertenecemos, de un nombre o de una etiqueta; hemos perdido la compasión, el amor por el todo, y sin esta llama ardiente de la vida esperamos que los políticos, los sacerdotes y los planes económicos nos traigan paz y felicidad. Sin lugar a dudas, esa esperanza no tiene ninguna posibilidad, únicamente en cada uno de nosotros está esa comprensión creativa, esa compasión que es imprescindible para el bienestar del hombre. Los medios correctos crean fines correctos, los medios erróneos sólo generan vacío y muerte, nunca la paz y la dicha.

   … El hombre ha construido interiormente imágenes como una valla de seguridad ... religiosa, política, personal. Estas se manifiestan como símbolos, ideas, creencias. La carga de estas imágenes domina el pensamiento del hombre, sus relaciones y su vida diaria. Estas imágenes son la causa de nuestros problemas, porque ellas separan al hombre del hombre. Su percepción de la vida está moldeada por los conceptos ya establecidos en su mente. El contenido de su conciencia constituye toda su existencia. Este contenido es común a toda la humanidad. La individualidad es el nombre, la forma y la cultura superficial que adquiere de la tradición y del entorno. La singularidad del hombre no radica en lo superficial sino en la total liberación del contenido de su conciencia, que es común a toda la humanidad; por eso él no es un individuo.

   … Miren lo que está sucediendo en el mundo, estamos condicionados por la sociedad, por la cultura en la cual vivimos, y la cultura es un producto de la humanidad, no hay nada sagrado, divino, eterno en la cultura. La cultura, la sociedad, los libros, la radio, todo eso que vemos y escuchamos, las múltiples influencias que recibimos, tanto conscientes como inconscientes, nos estimulan a vivir en un pequeño fragmento de este enorme campo de la mente.”

     J. Krishnamurti 



¿QUÉ ES EL ORDEN?

 

   “… Las generaciones pasadas, con sus ambiciones, tradiciones e ideales, han traído al mundo miseria y destrucción. Tal vez las generaciones venideras, con la verdadera clase de educación, puedan poner fin a este caos y establecer un orden social más feliz. Si los jóvenes tienen el espíritu de investigación y buscan constantemente la verdad de todas las cosas, ya sean políticas o religiosas, personales o ambientales, entonces la juventud tendrá una gran significación y hay esperanza de un mundo mejor.

   … ¿Es posible realmente vivir en paz? En el mundo no hay paz, lo que hay es caos, desorden, enorme peligro, terrorismo y amenazas de guerra, todo lo cual es un hecho. Cada día de nuestra vida la vivimos con toda esta confusión, con todo el esfuerzo que la gente tiene que hacer, con todos los problemas que debemos afrontar. Los políticos hablan de paz, la jerarquía de la iglesia católica habla de paz, igual que lo hacen los hindúes, los budistas y los musulmanes, pero el hecho es que no hay paz. Necesitamos paz para poder crecer, florecer, comprender, tener tiempo para mirar alrededor, para explorar en nosotros mismos y ver lo que podemos encontrar ahí dentro. La paz no es la “libertad de algo”, ni la libertad entre dos guerras, entre dos peleas, entre dos problemas, ni tampoco es paz esa sensación física de relajación. La paz es algo mucho más fundamental, mucho más profundo que la libertad física que uno puede tener o puede pensar que tiene.

   … Queremos orden interiormente, queremos estar sin contradicción, sin lucha, sin confusión, de modo que no haya sensación de desarmonía y lucha; y por eso acudimos a líderes espirituales, para que nos den el orden, o nos unimos a grupos, o seguimos cierta serie de ideas, ciertas disciplinas. Así erigimos autoridades; queremos que se nos diga lo que tenemos que hacer. Tratamos de producir orden mediante la conformidad, la imitación. De la misma manera queremos también tener orden externo, en la política, en el mundo de los negocios. Por eso hay dictadores, tiranos, gobiernos totalitarios que prometen orden total, en el que no se os permite pensar para nada. Se os dice lo que hay que pensar, del mismo modo que se os dice lo que tenéis que pensar cuando pertenecéis a una iglesia o a un grupo que cree en cierta serie de ideas. La tiranía de la iglesia es tan brutal como la de los gobiernos. Pero nos gusta porque queremos orden a cualquier precio. 

   … Debemos buscar la simplicidad de la vida, pero en esa búsqueda misma hemos de precavernos de las numerosas ilusiones y los engaños. Estando conscientes de todo esto, ¿qué debemos hacer como individuos? Debemos comprender profundamente, no de manera casual o superficial, que ninguna persona o sistema en particular va a resolver totalmente para nosotros nuestros angustiosos problemas ni va a esclarecer nuestras complejas y sutiles reacciones. Si podemos comprender que no hay nadie, excepto nosotros mismos, que vaya a poner orden en el caos y la confusión que existen tanto dentro como fuera de nosotros, no anhelaremos identificarnos con esto a aquello. Empezaremos, entonces, a liberar nuestro poder creativo interno. Esto significa que comenzamos a estar conscientes de nuestra singularidad individual. Cada individuo es único, diferente, no similar a otro; pero con esto no me refiero a la expresión de los deseos egoístas.

 … El orden nunca es permanente; tiene que ser mantenido de día en día, como una habitación que uno debe limpiar cotidianamente. El orden ha de mantenerse de instante en instante, todos los días. Este orden no es personal, no es el ajuste individual al patrón de las respuestas condicionadas de agrado y desagrado, placer y dolor. Este orden no es un medio para escapar del dolor; la comprensión y el cese del dolor significan virtud, y ésta produce orden. El orden no es un fin en sí mismo; el orden como un fin en sí mismo desemboca en el callejón sin salida de la respetabilidad que implica deterioro y decadencia.

    … La sociedad y el ser humano no son dos entidades diferentes; cuando haya orden en el ser humano, habrá orden externo. Debido a que dentro de todos nosotros hay desorden, también lo hay en el exterior. Y el simple arreglo del orden externo, del orden social (y debe existir un orden social), no resolverá ese desorden interno.

   … En tanto estemos en desorden, en tanto no mantengamos nuestra casa interna en una condición apropiada, en un estado correcto, crearemos el profeta externo, y éste siempre nos llevará por un camino engañoso. Nuestra casa está en desorden, y nadie en esta tierra o en el cielo puede producir orden en nuestra casa. A menos que uno comprenda por sí mismo la naturaleza del desorden, la naturaleza del conflicto, la naturaleza de la división, la casa de uno, que es uno mismo, siempre permanecerá en desorden, estará en guerra.

   … Nosotros creamos el mundo en que vivimos. Para que tenga lugar un cambio radical y pacífico, debe haber voluntaria e inteligente transformación interna; este cambio psicológico seguramente no ha de producirse a través de la coacción y si lo fuera, habría entonces tal conflicto interno y confusión, que de nuevo precipitaría a la sociedad al desastre. La regeneración interna debe ser voluntaria, inteligente, no obligada. Debemos buscar primero la Realidad y entonces solamente podrá haber paz y orden en torno nuestro.”

   J. Krishnamurti



EL CIELO ...


  “… Hemos cultivado una mente que puede resolver casi cualquier problema tecnológico. Pero, al parecer, los problemas humanos nunca han sido resueltos. Los seres humanos están ahogados por sus problemas, los problemas de la comunicación, del conocimiento, de las relaciones, los problemas del cielo y del infierno; todo el problema de la existencia humana se ha vuelto un inmenso y complejo problema. Y, aparentemente, ha sido igual a lo largo de toda la historia, a pesar de su conocimiento, a pesar de sus siglos de evolución, el hombre jamás ha estado libre de problemas.

   … ¿Por qué cree usted en cualquier cosa que lee? No importa que esté en la Biblia, o en el Gita, o en los libros sagrados de otras religiones. Obsérvelo realmente, ¿por qué cree usted? ¿Cree en el amanecer de mañana? En un sentido cree, cree que amanecerá. Pero usted cree en el cielo, cree en un Padre, cree en algo. ¿Por qué? Usted cree en algo que considera permanente porque tiene miedo, es infeliz, se siente solo, porque teme a la muerte. ¿Cómo puede ver con claridad una mente que lleva el peso de las creencias? ¿Cómo puede estar libre para observar? ¿Cómo puede amar una mente así? Usted tiene su creencia, y otro tiene la suya. Al comprender el problema del temor en su totalidad, no sustentamos creencia alguna, sea la que sea. Entonces la mente es feliz y funciona sin distorsión y, por lo tanto, hay gran júbilo, nace el éxtasis.

   … Los sacerdotes de todo el mundo, tanto cristianos como budistas, tibetanos o hindúes, han difundido siempre la promesa de algo superior: «Si hace esto, irá al cielo; y si no, al infierno», de lo cual existen diferentes versiones; el hinduismo ha hecho su propia interpretación, y las demás religiones la suya; pero eso es irrelevante. De manera que nuestras mentes están poderosamente condicionadas por algo distinto de «lo que es», y ese algo distinto puede ser la tierra prometida, la tierra de nunca-jamás, el cielo, la iluminación, el nirvana, moksha de los hindúes ...; como no sé qué hacer con esto, con «lo que es», todo mi anhelo está puesto en aquello. 

   … Digo que la recompensa me da una energía extraordinaria para trabajar, trabajar, trabajar. Y viene usted y me dice que esto de la recompensa y el castigo es un condicionamiento y que en eso no hay libertad. Que el cielo no es una recompensa; que la iluminación no es una recompensa. Pero a mí me han educado desde la infancia para buscar recompensas. Hay, pues, una batalla y yo desperdicio mi energía en esa batalla. Deseo la felicidad, deseo la paz. Y lo hago todo para apresurar la obtención de eso.

   … Ustedes saben, el hombre, o sea cada uno de nosotros dondequiera que viva, desea encontrar un estado de la mente, un estado de existencia que no sea un tormento, una permanente batalla. Estoy seguro de que todos nosotros, por poco o muy intelectuales que seamos, queremos encontrar un estilo de vida ordenado, pleno de gran amor y belleza. Ésa ha sido la búsqueda del hombre durante miles de años. Y en lugar de encontrar eso, le ha atribuido una existencia externa, lo ha puesto ahí fuera, creando dioses, salvadores, sacerdotes con sus ideas, y así ha confundido toda la cosa. Uno debe negar todo eso, negar totalmente la aceptación de que hay un cielo por intermedio de otro o siguiendo a algún otro. Nadie en el mundo o en el cielo puede darles esa vida. Uno tiene que trabajar por ella, perpetuamente.

   … Estamos tratando con algo mucho más serio que el ser convencidos, algo más serio que el ofrecer opiniones y juicios. Estamos tratando con realidades, con hechos; y los hechos que ustedes observan no necesitan opinión alguna. Nadie tiene que decirles lo que el hecho es; está ahí si son ustedes capaces de observarlo. Uno ve, por lo tanto, que el pensamiento sustenta y nutre tanto al temor como al placer. Lo que queremos es el placer continuo, más y más placer. El último y máximo placer para el hombre es descubrir si existe en el cielo un estado permanente al que llamamos Dios; así, Dios es para el hombre la más elevada forma de placer. Y, si lo observamos bien, toda la moralidad social, que es realmente inmoral, se basa en el placer y el temor, en la recompensa y el castigo.

   … Es esencial que piensen las cosas por sí mismos y no sigan a nadie, porque el seguimiento indica temor, ¿no es así? En el momento en que alguien les ofrece algo que ustedes desean, el paraíso, el cielo o un empleo mejor, hay temor de no obtenerlo; por consiguiente, empiezan a obedecer, a seguir. En tanto estén deseando algo se hallan atados al temor; y el temor mutila la mente de tal modo, que no pueden ser libres. ¿Saben lo que es una mente libre? ¿Alguna vez han observado la propia mente? No es libre, ¿verdad?  Siempre están a la expectativa de lo que sus amigos dicen de ustedes. Esa mente es como una casa cercada por una valla o por un alambre de púas. En este estado nada nuevo puede acontecer; lo nuevo sólo es posible cuando no hay temor.  

   … Estoy diciendo esto en la forma menos dogmática; no oigan a nadie, incluyendo al que les habla, especialmente a éste que les habla, porque ustedes son muy susceptibles de ser influenciados, ya que todos desean algo, anhelan algo, desean vehementemente la iluminación, el júbilo, el éxtasis, el cielo; y por ese motivo pueden ser fácilmente atrapados. De manera que eso tienen que averiguarlo completamente solos ustedes mismos. Así, no hay necesidad de ir a la India, ni a ningún monasterio Budista Zen, para meditar o para buscar algún maestro; porque si ustedes saben observar, todo está dentro de ustedes.”

   J. Krishnamurti