J. Krishnamurti
J. Krishnamurti
“… Desearía discutir o considerar la cuestión
del autoengaño, las ilusiones a que la mente se entrega y se impone a sí misma
y a los demás. Este es un asunto muy serio, sobre todo en una crisis del género
de la que el mundo hoy enfrenta. Mas para comprender todo este problema del
autoengaño, debemos seguirlo no sólo en el nivel verbal, sino intrínsecamente,
fundamental y hondamente. Se nos satisface demasiado fácilmente con palabras y
contrapalabras; somos sabihondos, y siéndolo, todo lo que podemos hacer es esperar
que algo ocurra. Vemos que la explicación de la guerra no detiene la guerra;
hay innumerables historiadores, teólogos y gente religiosa que explican la
guerra y cómo ella se origina; pero las guerras han de continuar, tal vez más
destructivas que nunca.
… ¿Cuál es la razón, la
base del autoengaño? ¿Cuántos de nosotros se dan realmente cuenta de que nos
engañamos a nosotros mismos? Antes de contestar la pregunta “¿qué es el
autoengaño y cómo surge?”, debemos darnos cuenta de que nos engañamos a nosotros
mismos. ¿No es así? ¿Sabemos que nos engañamos a nosotros mismos? ¿Qué
entendemos por este engaño? Creo que ello es muy importante; porque, cuanto más
nos engañamos a nosotros mismos, mayor es la fuerza del engaño que nos brinda
cierta vitalidad, cierta energía, cierta capacidad, lo cual hace que impongamos
nuestro engaño a los demás. Gradualmente, pues, no sólo imponemos el engaño a
nosotros mismos sino a otras personas. Es un proceso recíproco de autoengaño.
¿Nos damos cuenta de este proceso porque nos creemos muy capaces de pensar
claramente, con un propósito directamente? ¿Nos damos cuenta de que en este
proceso de pensar hay autoengaño?
… El autoengaño es una forma de escapar de
la oquedad del «yo». Las cosas a las que estamos apegados, la propiedad, la
gente, las ideas, se vuelven sumamente importantes, porque sin las muchas cosas
con que llena su vacuidad, el «yo» no existe. El miedo a no ser contribuye a la
posesión; y el miedo engendra ilusión, esclavitud a las conclusiones. Las
conclusiones, materiales o ideales, impiden que fructifique la inteligencia, la
libertad; y sólo en libertad puede tener existencia lo real. Sin esta libertad,
la astucia es tomada por inteligencia. Las formas que adopta la astucia son
siempre complejas y destructivas.
… ¿No es el pensamiento en sí un proceso de busca, una búsqueda de justificación, de seguridad, de autoprotección, un deseo de que se piense bien de uno, un deseo de tener posición, prestigio y poder? ¿No es este deseo de ser, en lo político o en lo religioso y social, la causa misma del autoengaño? En el momento en que deseo otra cosa que las necesidades puramente materiales, ¿no produzco, no provoco un estado en el que fácilmente se acepta? Tomemos como ejemplo esto, quiero saber qué ocurre después de la muerte, cosa en la que muchos de nosotros estamos interesados, y cuanto más viejos somos, más interesados estamos. Queremos saber la verdad al respecto. ¿Cómo la encontraremos? Por cierto, que no mediante la lectura ni las diferentes explicaciones.
… ¿Cómo, entonces, descubriréis? Primero debéis purgar vuestra mente, en forma completa, de todo factor que se interponga, de toda esperanza, de todo deseo de continuar, de todo deseo de descubrir qué hay del otro lado. Como la mente busca en todo instante seguridad, tiene el deseo de continuar y espera que haya un medio de realización, una existencia futura. Una mente así, aunque busque la verdad sobre la vida después de la muerte, sobre la reencarnación o lo que sea, es incapaz de descubrir esa verdad. ¿No es cierto? Lo importante no es que la reencarnación sea o no verdad, sino cómo la mente busca justificación mediante el autoengaño, de un hecho que puede o no ser. Lo importante, pues, es el enfoque del problema, saber con qué móviles, con qué impulso, con qué deseo lo abordáis.
… El buscador se impone
siempre a sí mismo este engaño. Nadie se lo puede imponer; él mismo lo hace.
Creamos el engaño y luego nos convertimos en sus esclavos. De suerte que el
factor fundamental del autoengaño es este constante deseo de ser algo en este
mundo y en el otro. Conocemos el resultado de querer ser algo en este mundo,
total confusión, en la que cada cual compite con el otro, en el que cada cual
destruye al otro en nombre de la paz. Ya conocéis todo el juego de unos con otros,
que es una forma extraordinaria de autoengaño. Similarmente, deseamos en el
otro mundo seguridad, una posición. El temor engendra toda forma de ilusión y
autoengaño, y me parece que, si nuestra mente no está por completo libre de
toda clase de temor, cada pensamiento, cada acción, son coloreados por aquél.”
J. Krishnamurti
“… Si lo observan, como
quien les habla ha hecho durante los últimos 60 años, hablando por todo el
mundo, los seres humanos se están volviendo más incontrolablemente
destructivos, más violentos, cada uno reafirmando su propia independencia,
haciendo lo que quiere, impulsado por su propio placer, «yendo a su aire», como
se dice en este país. Así es como cada uno se aísla y se olvida del resto de la
humanidad. De nuevo, si lo observan con detenimiento, es lo que sucede, tanto
en ustedes como en el mundo, cada uno persigue sus propios deseos, sus propias
necesidades, sus propias idiosincrasias particulares, el «si desea algo,
hágalo». ¿Entienden?
… Nuestra conciencia se
halla programada por miles y miles de años para que pensemos en nosotros mismos
como individuos, como entidades separadas que luchan, en permanente conflicto,
desde que nacen hasta que mueren. Estamos programados para eso, lo hemos
aceptado. Jamás lo hemos puesto en tela de juicio; no nos hemos preguntado
nunca si es posible vivir una vida absolutamente desprovista de conflictos. Si
nunca nos lo preguntamos, nunca aprenderemos al respecto. No hacemos sino
repetir. Forma parte innata de nuestra existencia el hallarnos en conflicto.
“La naturaleza está en conflicto”, ése es nuestro argumento, y consideramos que
únicamente a través del conflicto hay progreso. Las organizaciones religiosas
han sostenido, a lo largo de la historia, la idea de la salvación individual.
Nosotros estamos cuestionando muy seriamente si existe una conciencia
individual, si cada uno de nosotros, como ser humano, tiene una conciencia
separada del resto de la humanidad. Y ustedes tienen que responder a esto, no
meramente jugar con ello.
… El pensamiento es el factor común a toda
la humanidad. No hay pensamiento oriental o pensamiento occidental; sólo existe
la común capacidad de pensar, tanto si uno es enteramente pobre, como si es
altamente refinado y vive en medio de una sociedad opulenta. Sea uno un
cirujano, un carpintero, un labriego o un gran poeta, el pensamiento es el
factor común a todos nosotros. Parece que no nos damos cuenta de que el
pensamiento es el factor común que nos liga a todos. Cada uno de ustedes piensa
de acuerdo con su capacidad, con su energía, su experiencia y sus
conocimientos; otros piensan de manera diferente, conforme a su propia
experiencia y condicionamiento. Todos estamos presos en esta red del
pensamiento. Este es un hecho, irrefutable y verdadero.
… Nuestra conciencia
incluye, en sus capas más profundas, nuestros miedos. El hombre ha vivido con
miedo generación tras generación. Ha vivido con el placer, con la envidia, con
todos los tormentos de la soledad, la depresión y el desorden. Ha vivido con
gran dolor, con lo que él llama amor y con el perpetuo miedo a la muerte. Todo
esto es nuestra conciencia, que es común a toda la humanidad. Dense cuenta de
lo que eso significa, significa que ya no somos individuos separados. Esto es
muy difícil de aceptar, porque se nos ha programado, como a una computadora, para
pensar que somos individuos. Se nos ha programado religiosamente para creer que
uno tiene un alma separada de todos los demás. Al estar programado, nuestro
cerebro trabaja dentro del mismo patrón siglo tras siglo.
… Quien les habla dice, una y otra y otra vez, que él actúa como un espejo en el que cada uno de ustedes puede ver la actividad de su propio yo. Y para mirar muy detenidamente, tienen que prestar atención. Si están interesados, tienen que escuchar y descubrir así el arte de escuchar, el arte de ver, el arte de aprender. Está todo ahí como un libro que es usted mismo. Usted es el libro de la humanidad. Por favor, señor, vea la verdad de todo esto. Usted siente renuencia a leer ese libro. Quiere que alguien le hable del libro o lo ayude a analizarlo, a entenderlo. Por eso inventa a un sacerdote, un gurú, un yogui, el sannyasi que le dirá todo sobre el libro, y así escapa de sí mismo. ¿Puede leer el libro que es tan antiguo, que contiene toda la historia de la humanidad que es usted? ¿Puede leer ese libro cuidadosamente, palabra por palabra, sin distorsionar lo que lee, sin prestar atención a un capítulo descuidando los otros, no tomando una sola frase, y meditando sobre ella, sino leyendo la totalidad del libro?
… Hemos perdido el sentimiento de la humanidad,
sólo nos sentimos responsables de la clase o el grupo al que pertenecemos, de
un nombre o de una etiqueta; hemos perdido la compasión, el amor por el todo, y
sin esta llama ardiente de la vida esperamos que los políticos, los sacerdotes
y los planes económicos nos traigan paz y felicidad. Sin lugar a dudas, esa
esperanza no tiene ninguna posibilidad, únicamente en cada uno de nosotros está
esa comprensión creativa, esa compasión que es imprescindible para el bienestar
del hombre. Los medios correctos crean fines correctos, los medios erróneos
sólo generan vacío y muerte, nunca la paz y la dicha.
… El hombre ha
construido interiormente imágenes como una valla de seguridad ... religiosa,
política, personal. Estas se manifiestan como símbolos, ideas, creencias. La
carga de estas imágenes domina el pensamiento del hombre, sus relaciones y su
vida diaria. Estas imágenes son la causa de nuestros problemas, porque ellas
separan al hombre del hombre. Su percepción de la vida está moldeada por los
conceptos ya establecidos en su mente. El contenido de su conciencia constituye
toda su existencia. Este contenido es común a toda la humanidad. La
individualidad es el nombre, la forma y la cultura superficial que adquiere de
la tradición y del entorno. La singularidad del hombre no radica en lo
superficial sino en la total liberación del contenido de su conciencia, que es
común a toda la humanidad; por eso él no es un individuo.
… Miren lo que está
sucediendo en el mundo, estamos condicionados por la sociedad, por la cultura
en la cual vivimos, y la cultura es un producto de la humanidad, no hay nada
sagrado, divino, eterno en la cultura. La cultura, la sociedad, los libros, la
radio, todo eso que vemos y escuchamos, las múltiples influencias que
recibimos, tanto conscientes como inconscientes, nos estimulan a vivir en un
pequeño fragmento de este enorme campo de la mente.”
J. Krishnamurti
“… Las generaciones pasadas, con sus
ambiciones, tradiciones e ideales, han traído al mundo miseria y destrucción.
Tal vez las generaciones venideras, con la verdadera clase de educación, puedan
poner fin a este caos y establecer un orden social más feliz. Si los jóvenes
tienen el espíritu de investigación y buscan constantemente la verdad de todas
las cosas, ya sean políticas o religiosas, personales o ambientales, entonces
la juventud tendrá una gran significación y hay esperanza de un mundo mejor.
… ¿Es posible realmente
vivir en paz? En el mundo no hay paz, lo que hay es caos, desorden, enorme
peligro, terrorismo y amenazas de guerra, todo lo cual es un hecho. Cada día de
nuestra vida la vivimos con toda esta confusión, con todo el esfuerzo que la
gente tiene que hacer, con todos los problemas que debemos afrontar. Los
políticos hablan de paz, la jerarquía de la iglesia católica habla de paz,
igual que lo hacen los hindúes, los budistas y los musulmanes, pero el hecho es
que no hay paz. Necesitamos paz para poder crecer, florecer, comprender, tener
tiempo para mirar alrededor, para explorar en nosotros mismos y ver lo que
podemos encontrar ahí dentro. La paz no es la “libertad de algo”, ni la
libertad entre dos guerras, entre dos peleas, entre dos problemas, ni tampoco
es paz esa sensación física de relajación. La paz es algo mucho más
fundamental, mucho más profundo que la libertad física que uno puede tener o
puede pensar que tiene.
… Queremos orden
interiormente, queremos estar sin contradicción, sin lucha, sin confusión, de
modo que no haya sensación de desarmonía y lucha; y por eso acudimos a líderes
espirituales, para que nos den el orden, o nos unimos a grupos, o seguimos
cierta serie de ideas, ciertas disciplinas. Así erigimos autoridades; queremos
que se nos diga lo que tenemos que hacer. Tratamos de producir orden mediante
la conformidad, la imitación. De la misma manera queremos también tener orden
externo, en la política, en el mundo de los negocios. Por eso hay dictadores,
tiranos, gobiernos totalitarios que prometen orden total, en el que no se os
permite pensar para nada. Se os dice lo que hay que pensar, del mismo modo que
se os dice lo que tenéis que pensar cuando pertenecéis a una iglesia o a un grupo
que cree en cierta serie de ideas. La tiranía de la iglesia es tan brutal como
la de los gobiernos. Pero nos gusta porque queremos orden a cualquier
precio.
… Debemos buscar la simplicidad de la vida, pero en esa búsqueda
misma hemos de precavernos de las numerosas ilusiones y los engaños. Estando
conscientes de todo esto, ¿qué debemos hacer como individuos? Debemos
comprender profundamente, no de manera casual o superficial, que ninguna
persona o sistema en particular va a resolver totalmente para nosotros nuestros
angustiosos problemas ni va a esclarecer nuestras complejas y sutiles
reacciones. Si podemos comprender que no hay nadie, excepto nosotros mismos,
que vaya a poner orden en el caos y la confusión que existen tanto dentro como
fuera de nosotros, no anhelaremos identificarnos con esto a aquello.
Empezaremos, entonces, a liberar nuestro poder creativo interno. Esto significa
que comenzamos a estar conscientes de nuestra singularidad individual. Cada
individuo es único, diferente, no similar a otro; pero con esto no me refiero a
la expresión de los deseos egoístas.
… El orden nunca es permanente; tiene que ser mantenido de día en día, como una habitación que uno debe limpiar cotidianamente. El orden ha de mantenerse de instante en instante, todos los días. Este orden no es personal, no es el ajuste individual al patrón de las respuestas condicionadas de agrado y desagrado, placer y dolor. Este orden no es un medio para escapar del dolor; la comprensión y el cese del dolor significan virtud, y ésta produce orden. El orden no es un fin en sí mismo; el orden como un fin en sí mismo desemboca en el callejón sin salida de la respetabilidad que implica deterioro y decadencia.
… La sociedad y el ser
humano no son dos entidades diferentes; cuando haya orden en el ser humano,
habrá orden externo. Debido a que dentro de todos nosotros hay desorden,
también lo hay en el exterior. Y el simple arreglo del orden externo, del orden
social (y debe existir un orden social), no resolverá ese desorden interno.
… En tanto estemos en desorden, en tanto no mantengamos nuestra casa interna en una condición apropiada, en un estado correcto, crearemos el profeta externo, y éste siempre nos llevará por un camino engañoso. Nuestra casa está en desorden, y nadie en esta tierra o en el cielo puede producir orden en nuestra casa. A menos que uno comprenda por sí mismo la naturaleza del desorden, la naturaleza del conflicto, la naturaleza de la división, la casa de uno, que es uno mismo, siempre permanecerá en desorden, estará en guerra.
… Nosotros creamos el mundo en que vivimos.
Para que tenga lugar un cambio radical y pacífico, debe haber voluntaria e
inteligente transformación interna; este cambio psicológico seguramente no ha
de producirse a través de la coacción y si lo fuera, habría entonces tal
conflicto interno y confusión, que de nuevo precipitaría a la sociedad al
desastre. La regeneración interna debe ser voluntaria, inteligente, no
obligada. Debemos buscar primero la Realidad y entonces solamente podrá haber
paz y orden en torno nuestro.”
J. Krishnamurti
“… Hemos cultivado una mente que puede
resolver casi cualquier problema tecnológico. Pero, al parecer, los problemas
humanos nunca han sido resueltos. Los seres humanos están ahogados por sus
problemas, los problemas de la comunicación, del conocimiento, de las
relaciones, los problemas del cielo y del infierno; todo el problema de la
existencia humana se ha vuelto un inmenso y complejo problema. Y,
aparentemente, ha sido igual a lo largo de toda la historia, a pesar de su
conocimiento, a pesar de sus siglos de evolución, el hombre jamás ha estado
libre de problemas.
… ¿Por qué cree usted
en cualquier cosa que lee? No importa que esté en la Biblia, o en el Gita, o en
los libros sagrados de otras religiones. Obsérvelo realmente, ¿por qué cree
usted? ¿Cree en el amanecer de mañana? En un sentido cree, cree que amanecerá.
Pero usted cree en el cielo, cree en un Padre, cree en algo. ¿Por qué? Usted
cree en algo que considera permanente porque tiene miedo, es infeliz, se siente
solo, porque teme a la muerte. ¿Cómo puede ver con claridad una mente que lleva
el peso de las creencias? ¿Cómo puede estar libre para observar? ¿Cómo puede
amar una mente así? Usted tiene su creencia, y otro tiene la suya. Al
comprender el problema del temor en su totalidad, no sustentamos creencia
alguna, sea la que sea. Entonces la mente es feliz y funciona sin distorsión y,
por lo tanto, hay gran júbilo, nace el éxtasis.
… Los sacerdotes de todo el mundo, tanto cristianos como
budistas, tibetanos o hindúes, han difundido siempre la promesa de algo
superior: «Si hace esto, irá al cielo; y si no, al infierno», de lo cual
existen diferentes versiones; el hinduismo ha hecho su propia interpretación, y
las demás religiones la suya; pero eso es irrelevante. De manera que nuestras
mentes están poderosamente condicionadas por algo distinto de «lo que es», y
ese algo distinto puede ser la tierra prometida, la tierra de nunca-jamás, el
cielo, la iluminación, el nirvana, moksha de los hindúes ...; como no sé qué
hacer con esto, con «lo que es», todo mi anhelo está puesto en aquello.
… Digo que la
recompensa me da una energía extraordinaria para trabajar, trabajar, trabajar.
Y viene usted y me dice que esto de la recompensa y el castigo es un
condicionamiento y que en eso no hay libertad. Que el cielo no es una
recompensa; que la iluminación no es una recompensa. Pero a mí me han educado
desde la infancia para buscar recompensas. Hay, pues, una batalla y yo
desperdicio mi energía en esa batalla. Deseo la felicidad, deseo la paz. Y lo
hago todo para apresurar la obtención de eso.
… Ustedes saben, el hombre, o sea cada uno
de nosotros dondequiera que viva, desea encontrar un estado de la mente, un
estado de existencia que no sea un tormento, una permanente batalla. Estoy
seguro de que todos nosotros, por poco o muy intelectuales que seamos, queremos
encontrar un estilo de vida ordenado, pleno de gran amor y belleza. Ésa ha sido
la búsqueda del hombre durante miles de años. Y en lugar de encontrar eso, le
ha atribuido una existencia externa, lo ha puesto ahí fuera, creando dioses,
salvadores, sacerdotes con sus ideas, y así ha confundido toda la cosa. Uno
debe negar todo eso, negar totalmente la aceptación de que hay un cielo por
intermedio de otro o siguiendo a algún otro. Nadie en el mundo o en el cielo
puede darles esa vida. Uno tiene que trabajar por ella, perpetuamente.
… Estamos tratando con
algo mucho más serio que el ser convencidos, algo más serio que el ofrecer
opiniones y juicios. Estamos tratando con realidades, con hechos; y los hechos
que ustedes observan no necesitan opinión alguna. Nadie tiene que decirles lo
que el hecho es; está ahí si son ustedes capaces de observarlo. Uno ve, por lo
tanto, que el pensamiento sustenta y nutre tanto al temor como al placer. Lo
que queremos es el placer continuo, más y más placer. El último y máximo placer
para el hombre es descubrir si existe en el cielo un estado permanente al que
llamamos Dios; así, Dios es para el hombre la más elevada forma de placer. Y,
si lo observamos bien, toda la moralidad social, que es realmente inmoral, se
basa en el placer y el temor, en la recompensa y el castigo.
… Es esencial que piensen las cosas por sí
mismos y no sigan a nadie, porque el seguimiento indica temor, ¿no es así? En
el momento en que alguien les ofrece algo que ustedes desean, el paraíso, el
cielo o un empleo mejor, hay temor de no obtenerlo; por consiguiente, empiezan
a obedecer, a seguir. En tanto estén deseando algo se hallan atados al temor; y
el temor mutila la mente de tal modo, que no pueden ser libres. ¿Saben lo que
es una mente libre? ¿Alguna vez han observado la propia mente? No es libre,
¿verdad? Siempre están a la expectativa
de lo que sus amigos dicen de ustedes. Esa mente es como una casa cercada por una
valla o por un alambre de púas. En este estado nada nuevo puede acontecer; lo
nuevo sólo es posible cuando no hay temor.
… Estoy diciendo esto
en la forma menos dogmática; no oigan a nadie, incluyendo al que les habla,
especialmente a éste que les habla, porque ustedes son muy susceptibles de ser
influenciados, ya que todos desean algo, anhelan algo, desean vehementemente la
iluminación, el júbilo, el éxtasis, el cielo; y por ese motivo pueden ser
fácilmente atrapados. De manera que eso tienen que averiguarlo completamente
solos ustedes mismos. Así, no hay necesidad de ir a la India, ni a ningún
monasterio Budista Zen, para meditar o para buscar algún maestro; porque si
ustedes saben observar, todo está dentro de ustedes.”
J. Krishnamurti