“… Hemos cultivado una mente que puede
resolver casi cualquier problema tecnológico. Pero, al parecer, los problemas
humanos nunca han sido resueltos. Los seres humanos están ahogados por sus
problemas, los problemas de la comunicación, del conocimiento, de las
relaciones, los problemas del cielo y del infierno; todo el problema de la
existencia humana se ha vuelto un inmenso y complejo problema. Y,
aparentemente, ha sido igual a lo largo de toda la historia, a pesar de su
conocimiento, a pesar de sus siglos de evolución, el hombre jamás ha estado
libre de problemas.
… ¿Por qué cree usted
en cualquier cosa que lee? No importa que esté en la Biblia, o en el Gita, o en
los libros sagrados de otras religiones. Obsérvelo realmente, ¿por qué cree
usted? ¿Cree en el amanecer de mañana? En un sentido cree, cree que amanecerá.
Pero usted cree en el cielo, cree en un Padre, cree en algo. ¿Por qué? Usted
cree en algo que considera permanente porque tiene miedo, es infeliz, se siente
solo, porque teme a la muerte. ¿Cómo puede ver con claridad una mente que lleva
el peso de las creencias? ¿Cómo puede estar libre para observar? ¿Cómo puede
amar una mente así? Usted tiene su creencia, y otro tiene la suya. Al
comprender el problema del temor en su totalidad, no sustentamos creencia
alguna, sea la que sea. Entonces la mente es feliz y funciona sin distorsión y,
por lo tanto, hay gran júbilo, nace el éxtasis.
… Los sacerdotes de todo el mundo, tanto cristianos como
budistas, tibetanos o hindúes, han difundido siempre la promesa de algo
superior: «Si hace esto, irá al cielo; y si no, al infierno», de lo cual
existen diferentes versiones; el hinduismo ha hecho su propia interpretación, y
las demás religiones la suya; pero eso es irrelevante. De manera que nuestras
mentes están poderosamente condicionadas por algo distinto de «lo que es», y
ese algo distinto puede ser la tierra prometida, la tierra de nunca-jamás, el
cielo, la iluminación, el nirvana, moksha de los hindúes ...; como no sé qué
hacer con esto, con «lo que es», todo mi anhelo está puesto en aquello.
… Digo que la
recompensa me da una energía extraordinaria para trabajar, trabajar, trabajar.
Y viene usted y me dice que esto de la recompensa y el castigo es un
condicionamiento y que en eso no hay libertad. Que el cielo no es una
recompensa; que la iluminación no es una recompensa. Pero a mí me han educado
desde la infancia para buscar recompensas. Hay, pues, una batalla y yo
desperdicio mi energía en esa batalla. Deseo la felicidad, deseo la paz. Y lo
hago todo para apresurar la obtención de eso.
… Ustedes saben, el hombre, o sea cada uno
de nosotros dondequiera que viva, desea encontrar un estado de la mente, un
estado de existencia que no sea un tormento, una permanente batalla. Estoy
seguro de que todos nosotros, por poco o muy intelectuales que seamos, queremos
encontrar un estilo de vida ordenado, pleno de gran amor y belleza. Ésa ha sido
la búsqueda del hombre durante miles de años. Y en lugar de encontrar eso, le
ha atribuido una existencia externa, lo ha puesto ahí fuera, creando dioses,
salvadores, sacerdotes con sus ideas, y así ha confundido toda la cosa. Uno
debe negar todo eso, negar totalmente la aceptación de que hay un cielo por
intermedio de otro o siguiendo a algún otro. Nadie en el mundo o en el cielo
puede darles esa vida. Uno tiene que trabajar por ella, perpetuamente.
… Estamos tratando con
algo mucho más serio que el ser convencidos, algo más serio que el ofrecer
opiniones y juicios. Estamos tratando con realidades, con hechos; y los hechos
que ustedes observan no necesitan opinión alguna. Nadie tiene que decirles lo
que el hecho es; está ahí si son ustedes capaces de observarlo. Uno ve, por lo
tanto, que el pensamiento sustenta y nutre tanto al temor como al placer. Lo
que queremos es el placer continuo, más y más placer. El último y máximo placer
para el hombre es descubrir si existe en el cielo un estado permanente al que
llamamos Dios; así, Dios es para el hombre la más elevada forma de placer. Y,
si lo observamos bien, toda la moralidad social, que es realmente inmoral, se
basa en el placer y el temor, en la recompensa y el castigo.
… Es esencial que piensen las cosas por sí
mismos y no sigan a nadie, porque el seguimiento indica temor, ¿no es así? En
el momento en que alguien les ofrece algo que ustedes desean, el paraíso, el
cielo o un empleo mejor, hay temor de no obtenerlo; por consiguiente, empiezan
a obedecer, a seguir. En tanto estén deseando algo se hallan atados al temor; y
el temor mutila la mente de tal modo, que no pueden ser libres. ¿Saben lo que
es una mente libre? ¿Alguna vez han observado la propia mente? No es libre,
¿verdad? Siempre están a la expectativa
de lo que sus amigos dicen de ustedes. Esa mente es como una casa cercada por una
valla o por un alambre de púas. En este estado nada nuevo puede acontecer; lo
nuevo sólo es posible cuando no hay temor.
… Estoy diciendo esto
en la forma menos dogmática; no oigan a nadie, incluyendo al que les habla,
especialmente a éste que les habla, porque ustedes son muy susceptibles de ser
influenciados, ya que todos desean algo, anhelan algo, desean vehementemente la
iluminación, el júbilo, el éxtasis, el cielo; y por ese motivo pueden ser
fácilmente atrapados. De manera que eso tienen que averiguarlo completamente
solos ustedes mismos. Así, no hay necesidad de ir a la India, ni a ningún
monasterio Budista Zen, para meditar o para buscar algún maestro; porque si
ustedes saben observar, todo está dentro de ustedes.”
J. Krishnamurti