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COMPRENSIÓN_1

   “… ¿Qué entendemos por comprensión? ¿Cómo surge el estado de comprensión? Profundizaré en ello un poquito, y tal vez podamos encontrarnos. En el estado de comprensión, por cierto, no hay barrera entre el hecho y vosotros mismos. Cuando comprendéis algo, le prestáis toda vuestra atención. La atención no es fragmentaria, como lo es el proceso mental. Cuando examináis algo mentalmente, eso es un proceso fragmentario, separativo; pero cuando comprendéis, en esa comprensión están involucrados vuestra mente, emociones, cuerpo, todo vuestro ser. Estáis en quietud, y en esa calma, decís: “Comprendo”.
   … ¿Cuándo es que comprendéis? ¿Lo habéis investigado alguna vez? ¿Cuándo comprendéis? No cuando estáis batallando con algo, con algún objeto que queréis comprender. Ciertamente, no hay comprensión cuando estáis de continuo escudriñando, inquiriendo, desmenuzando, analizando; en eso no hay comprensión. Sólo cuando la mente está pasivamente perceptiva y alerta, es decir, en contacto directo con algo, viviéndolo, existe por cierto la posibilidad de comprender. Es claro que para algunos de vosotros lo que estoy diciendo puede ser nuevo o resultar chocante; pero experimentad con ello, no lo rechacéis de plano.
   … La comprensión no llega mañana; jamás llegará mañana; la comprensión es ahora o nunca. Sólo existe el ahora. El «ver» es instantáneo; cuando eventualmente se borra del cerebro el significado del «ver», del comprender, entonces el ver es instantáneo. El «ver» es explosivo, no razonado, no calculado. El temor es el que a menudo impide «ver», comprender. El temor con sus defensas y su coraje, es el origen del conflicto. Ver no es sólo ver con el cerebro, sino también más allá de él. Ver el hecho produce su propia acción, que es por completo diferente de la acción que se basa en la idea, en el pensamiento.
   … ¿Es cultivable la comprensión? ¿Es algo para practicarse como practicamos el tenis o el piano o el canto o la danza? Podemos leer un libro una y otra vez hasta que estemos completamente familiarizados con él. ¿Es la comprensión como eso, algo para ser aprendido mediante la constante repetición, lo cual es, en realidad, el cultivo de la memoria?
   … La comprensión no es un proceso intelectual. Adquirir conocimiento sobre usted mismo y aprender sobre usted mismo, son dos cosas diferentes, porque el conocimiento acumulado es siempre del pasado, y una mente que lleva la carga del pasado está llena de pesadumbre. Aprender sobre usted mismo no es como aprender un lenguaje, una técnica o una ciencia, es obvio que entonces usted tiene que acumular y recordar, sería absurdo empezar todo de nuevo, pero en el campo psicológico, el aprendizaje acerca de usted mismo está siempre en el presente, y el conocimiento está siempre en el pasado. Y como la mayoría de nosotros vivimos en el pasado, el conocimiento se vuelve extraordinariamente importante para nosotros.
   … La comprensión llega cuando uno está quieto, cuando la mente está en silencio. Y si usted ve la necesidad de que la mente esté en silencio, entonces la comprensión es inmediata.
   El problema individual es el problema del mundo. Si un individuo es infeliz y está descontento y disgustado, el mundo que le rodea estará sumido en tristeza, descontento e ignorancia. Si el individuo no encuentra su meta, el mundo no hallará la suya. No es posible separar al individuo del mundo. El mundo y el individuo son uno. Si el problema individual puede resolverse por comprensión, también por comprensión podrá resolverse el problema del mundo. Antes de que podáis dar comprensión a los demás, debéis tenerla vosotros. Cuando establezcáis la Verdad en vuestro corazón y vuestra mente, allí morará por toda eternidad.
   … La comprensión llega tan sólo cuando hay percepción de la verdad; no de alguna verdad abstracta, sino de la verdad de lo existente. Si confundo una cuerda con una serpiente, hay un estado de falsificación; pero cuando veo la cuerda como cuerda, hay verdad. Sólo hay verdad cuando veo las cosas como son, en su verdadera perspectiva; y todo este proceso de ver las cosas tal cuales son, claramente y sin deformación, es la meditación. Pero es en extremo difícil ver lo que es, no confundir la cuerda con la serpiente, porque la mayoría de nosotros somos incapaces de percibir sin deformación.
   … Por medio de la comparación, ¿hay comprensión de lo que es? ¿No es cualquier conclusión sobre lo que es, un obstáculo para comprender lo que es? Si queréis comprender algo, ¿no tenéis que observarlo, estudiarlo? ¿Podéis estudiarlo libremente si tenéis prejuicio a favor o en contra de ello? Si quisierais comprender a vuestro hijo, ¿no tendríais que estudiarlo, sin identificaros con él, ni condenarlo? Seguramente que, si estáis en conflicto con vuestro hijo, no hay comprensión de él. Y así, ¿es indispensable el conflicto para la comprensión?
   … Mi intento es que comprendáis vuestros deseos, que fortalezcáis vuestro adelanto hacia la perfección. Pero si tan sólo me obedecéis o me utilizáis como una autoridad, como un peldaño en vuestro camino a la perfección, fracasaréis, porque no os incitará vuestro anhelo. En cambio, si fortalecéis vuestra comprensión por vosotros mismos, por vuestro deseo, y aprovecháis vuestra experiencia para dicho fin, nadie podrá destruir ni robaros lo que hayáis ganado. Así como de una hoguera salta una chispa capaz de convertirse en llama que se levante al cielo, así en cada ser humano brota la chispa del deseo, y yo quisiera intensificar en vosotros este deseo, de modo que seáis capaces de encender el fuego necesario para el cumplimiento de la vida.
   ¿De qué valen vuestra comprensión, vuestros altos y nobles pensamientos, vuestra pura conducta si no ayudáis a quienes están en constante dolor, en sombra y confusión?” 
   J. Krishnamurti


LA NATURALEZA HUMANA

   “… Cuando se viaja alrededor del mundo, se observa hasta qué grado extraordinario la naturaleza humana es la misma, ya sea en India o en América, en Europa o Australia. Puede corroborarse este hecho especialmente en los colegios y universidades. Estamos produciendo, como por molde, un tipo de ser humano cuyo principal interés en la vida es encontrar seguridad, llegar a ser un personaje importante, o meramente divertirse con la mínima reflexión posible.
   Las ambiciones ocultas, las ilusiones a que la mente se aferra, las supersticiones de la religión y el conflicto aparentemente interminable que se desarrolla dentro de nosotros, forman también parte de nuestra estructura psicológica. Si somos ciegos a estos aspectos o los aceptamos como una parte inevitable de nuestra naturaleza humana, entonces permitiremos la existencia de una sociedad en la cual nosotros mismos nos convertiremos en sus prisioneros. De modo que esto es muy importante que se comprenda. Uno está seguro de que en todo el mundo cada estudiante ve el efecto del caos que nos rodea, y espera escapar hacia algún tipo de orden externo, aunque dentro de sí él pueda hallarse en completa confusión. Quiere cambiar lo de afuera sin cambiar él mismo, pero él es el origen y la continuación del desorden. Este es un hecho, no una conclusión personal.
   … ¿Piensa usted que este sistema ha surgido espontáneamente por sí mismo? Lo ha creado la naturaleza humana, como se la llama. Primero debe cambiar la naturaleza humana y no el sistema. Un sistema puede ayudar u obstaculizar, pero es el individuo el que debe fundamentalmente empezar a transformarse. Por cierto, si todos ustedes, por ejemplo, pensaran verdaderamente a fondo en toda la cuestión de la guerra, en este asesinato a gran escala, en este asesinato en uniformes, con sus condecoraciones, sus gritos de júbilo y orgullo, sus trompetas y estandartes, sus bendiciones de los sacerdotes; si reflexionaran y sintieran profundamente acerca de esto, percibiendo su crueldad y sus absurdos infantiles, su espantoso maltrato del hombre, forzándolo a convertirse en una máquina militar mediante los muchos recursos explotadores del nacionalismo y demás... si ustedes, como individuos, percibieran realmente este horror, seguramente rehusarían ser utilizados para fomentar la guerra y la explotación. No serían usados, explotados por la propaganda. Como individuos, perderían todo sentido de nacionalidad.
   … ¿Por qué estamos tan seguros de que ni ésta, ni la próxima generación, aún mediante la verdadera clase de educación, podrán lograr ninguna alteración fundamental en las relaciones humanas? Nunca lo hemos intentado, y como la mayor parte de nosotros aparentemente le tenemos miedo a la verdadera educación, no nos sentimos inclinados a hacer la prueba. Sin investigar realmente esta cuestión en su totalidad, afirmamos que la naturaleza humana no puede cambiarse, aceptamos las cosas como están y estimulamos al niño a que se ajuste a la sociedad actual; lo condicionamos a nuestros modos actuales de vida y esperamos que suceda lo mejor. ¿Pero puede considerarse educación esa conformidad con los valores del presente, que nos conducen a la guerra y al hambre?
   … Hasta que se vuelvan conscientes tanto de su medio actual como de su pasado y comprendan lo que ellos significan, no como elementos en contraste, lo cual sólo produciría reacciones falsas, sino como una totalidad coordinada, y hasta que sean capaces de responder profundamente a esta totalidad, no puede haber percepción del incesante movimiento de la vida.
   A la mayoría de nosotros nos falta equilibrio, tal como la mayoría es inconsciente de las numerosas capas de valores limitados que atan a la mente-corazón. Estos valores limitados mutilan al pensamiento y nos impiden comprender los valores infinitos, lo único que puede producir cordura e inteligencia. Aceptamos ciertas actitudes y acciones considerando que están de acuerdo con los valores humanos. Tomemos, por ejemplo, la competencia y la guerra. Si examinamos la competencia con sus muchas aplicaciones, vemos que proviene de la ignorante reacción de luchar contra otro; mientras que en la plenitud de la realización no puede existir este espíritu competitivo. Hemos aceptado el espíritu competitivo como formando parte de la naturaleza humana, y de él surgen no sólo la combatividad individual, sino también la lucha racial y nacional que, de este modo, contribuye a las numerosas causas de la guerra. A una mente presa en esta reacción primitiva, debe considerársela incapaz de un profundo ajuste a las realidades de la vida.
   … Usted dice que debería ponerse más el acento en el cambio de la organización social. Tal vez puedan hacerse reformas sociales de tipo superficial, pero el cambio radical o la paz duradera sólo podrán tener lugar cuando cambie el individuo mismo. Quizás usted diga que esto tomará un tiempo muy largo. ¿Por qué le preocupa el tiempo? En su avidez, usted desea resultados inmediatos, se interesa en los resultados y no en los medios y arbitrios; de ese modo, en su prisa, se convierta en el juguete de promesas vacías. ¿Piensa usted que la actual naturaleza humana, que ha sido el producto de siglos de maltrato, miedo e ignorancia, puede cambiar de la noche a la mañana? Unos pocos individuos pueden ser capaces de cambiar de la noche a la mañana, pero no una sociedad cristalizada. Esto no significa una postergación; el hombre que piensa de manera clara, directa, no se preocupa del tiempo.
   … Tenemos pues que considerar qué es lo que cambia, y lo que implica, en lo fundamental, esa palabra, «cambio». Como dije, cada uno de nosotros tiene una imagen de sí mismo, agradable o dolorosa, aduladora o condenatoria. Os ruego sigáis esto conmigo, os volváis conscientes de vuestra propia imagen y la observéis. No digáis: «Está en mi naturaleza el tener una imagen de mí mismo. Nací con ella, forma parte de mí, y yo no puedo cambiar», cosa que es puro disparate. La naturaleza humana puede cambiar de modo radical, fundamental, profundo. No existe eso de una imagen que sea «natural». Daos cuenta, pues, de la imagen que tenéis sobre vuestra persona.”
   J. Krishnamurti 


¿CONTINUIDAD?_1

   “… La mayoría de nosotros queremos continuidad física, el recuerdo de las cosas que hemos sido, las esperanzas, las satisfacciones, las realizaciones; la mayoría vivimos con los recuerdos, las asociaciones, los cuadros sobre la repisa, los retratos. Y todo eso puede interrumpirse cuando cesa el cuerpo físico; y eso es algo muy perturbador. He vivido tanto tiempo, cincuenta o sesenta años; me he esforzado en cultivar ciertas virtudes, en adquirir conocimiento; y ¿cuál es el valor de la vida, si voy a ser separado de todo ello, si voy a cesar en el instante? Por consiguiente, el tiempo-espacio interviene. ¿Me seguís? Digo tiempo, como espacio y distancia. Para nosotros, pues, la muerte es cuestión de tiempo. Pero aquello que tiene continuidad, que no conoce terminación, nunca puede renovarse, nunca puede ser joven, fresco, inocente. Sólo aquello que muere tiene la posibilidad de creación, de renovación, de frescura.
   … la muerte sigue siendo un misterio, porque en todo momento la abordamos a través de lo conocido, de lo continuo. Si podéis acabar con esta continuidad de día en día, de instante en instante, veréis que hay renovación; hay una muerte en la que se produce la renovación. La muerte, pues, no es algo que deba temerse; porque en el terminar hay renacimiento, y en la continuidad hay decadencia, desintegración. Pensadlo bien, señores, y veréis la verdad y la belleza de esto. No es una teoría sino un hecho. Aquello que tiene un final, tiene renacimiento; aquello que es continuo jamás puede conocer la renovación.
   … la mente, sabiendo que hay un final, comienza a tener miedo, ansía vivir tanto como sea posible, busca más y más paliativos. Y también cree en la continuidad después de la muerte. ¿Qué es la continuidad? ¿Acaso no implica tiempo, no el mero tiempo cronológico del reloj, sino el tiempo como proceso psicológico? Deseo vivir. A causa de que pienso que ese vivir es un proceso continuado sin ningún final, mi mente está siempre añadiendo, acopiando a sí misma con la esperanza de una continuidad. De ese modo, piensa en términos de tiempo, teme, y si puede tener una continuidad en el tiempo, no teme.
   … ¿Qué entendemos por tiempo? Está el tiempo cronológico, pero también hay otra clase de tiempo, ¿verdad? Es el proceso psicológico de la continuidad. Es decir, queremos continuar; y el deseo mismo de continuar crea el proceso del tiempo y el temor de no continuar. Es este miedo de no continuar lo que nos concierne; es el terminar lo que nos infunde temor. Tenemos miedo a la muerte porque creemos que, mediante la continuidad, lograremos algo, seremos dichosos. Después de todo, ¿qué es lo que continúa? Si podemos comprender realmente eso, si podemos experimentarlo de un modo efectivo mientras estamos aquí sentados, sin limitarnos a escuchar las palabras, entonces quizá sepamos lo que es morir de instante en instante; y conociendo la muerte, conoceremos la vida, porque no hay mucha diferencia entre ambas.
   … Estamos preguntando si el cerebro puede encontrarle un final a la continuidad del tiempo. Esa continuidad, basada en la continuación del conocimiento, se considera avance, progreso, evolución, y nosotros estamos poniendo eso en duda. Cuando el cerebro busca continuidad, se vuelve mecánico. Todo pensamiento es mecánico porque todo conocimiento se basa en la memoria, que es la respuesta del conocimiento. De modo que no hay pensamiento nuevo. El ego, el «yo» es una continuidad. El ego ha sido transmitido de generación en generación durante miles de años; es una continuidad, y lo que es continuo es mecánico, no hay nada nuevo en ello. Es maravilloso si usted ve esto.
   … ¿Por qué da por sentado que la muerte es aniquilación o que es continuidad? ¿Una u otra de las conclusiones son la consecuencia de un deseo condicionado, ¿no es así? Un hombre que se siente desdichado, infeliz, frustrado, dirá: «Gracias a Dios, pronto se terminará todo, no tendré que preocuparme nunca más». Él abriga la esperanza de la aniquilación total. Pero aquél que dice: «No he terminado con todo, deseo más», anhelará la continuidad.
   … Ahora bien, es seguro que existe otro modo de vivir que consiste en morir cada día para las cosas de ayer, y no trasladar a mañana las cosas de hoy. Si viviendo podemos morir para las cosas a las que la mente se aferra, en ese hecho de morir descubriremos que hay una vida que no es de la memoria, que no pertenece al tiempo. Morir en ese sentido es comprender todo el proceso de la acumulación, el cual da origen al temor de perder, que es la causa del deseo de inmortalizar el “yo”, por medio de la familia, de la propiedad o de la continuidad en el más allá.
   … Sin un cambio radical en el presente, mañana usted será lo mismo que es hoy. Así que el futuro es el ahora; no me refiero al futuro necesario para adquirir conocimientos, sino al futuro psicológico. Así, la psique, el yo», el ego, son el pasado, son memoria. Y esa memoria se modifica a sí misma en el ahora, y así sigue. Por tanto, el futuro y el pasado están en el presente. Todo tiempo, el pasado, el presente y el futuro, es una continuidad del ahora. Esto no es complicado, sino que es lógico. Si ahora no cambian, es decir, en este instante, el futuro será lo que son ahora, lo que han sido. Y bien, ¿es posible cambiar radical, ¿fundamentalmente ahora? No en el futuro.
   … Cuando uno ya no tiene miedo, porque hay un morir a cada instante y, por lo tanto, una renovación, entonces se halla abierto a lo desconocido. La realidad es lo desconocido. La muerte es también lo desconocido. Pero decir que la muerte es bella, maravillosa, porque continuaremos en el más allá y toda esa insensatez, carece de realidad. Lo real es ver la muerte tal como es, un final, un final en el que hay renovación, renacimiento, no una continuidad. Porque aquello que continúa se deteriora, y lo que tiene el poder de renovarse a sí mismo es eterno.
   … Por lo tanto, no hay en absoluto tal continuidad. Si uno presta atención, ve que hay un cambio constante. Puede ser un cambio superficial o una mutación total. Eso que ha existido, experimenta un cambio completo. Uno tiene que descubrir por sí mismo cuál es la verdad en esta cuestión; no puede ser convencido por argumentos, por las llamadas evidencias, etc. No puede ser convencido acerca de nada. Uno ha de indagar, buscar y descubrir qué es verdadero y qué es una ilusión.”
   J. Krishnamurti