“… Para que no se
engañen a sí mismos tienen que comprender toda la naturaleza del deseo. Porque
es el deseo el que crea la ilusión; a causa del deseo quiere uno realizarse,
espera siempre algo más. A menos que comprendan la total naturaleza y
estructura del deseo, es inevitable que la mente engendre ilusiones. ¿Puede
nuestra mente, habiendo comprendido la actividad del deseo, conocer su valor
relativo y, por lo tanto, hallarse libre para observar? Ello implica observar
sin ninguna clase de ilusión. ¿Tienen ustedes conciencia de las ilusiones?
Cuando la mente está libre de ilusiones carece en absoluto de hipocresía, es
clara y honesta; entonces pueden dar comienzo a la investigación, pueden
investigar si hay una existencia intemporal, una verdad intemporal. Aquí es
donde nace la meditación.
… Una de las ilusiones
que tiene la mayoría de la gente, es creer que existe tal cosa como el consuelo
interior, que alguien puede darle ese consuelo, o que uno puede encontrar, lo
siento decirle, que tal cosa no existe. Si lo que busca es consuelo, vivirá
presa en la ilusión y, cuando esa ilusión desaparezca, se sentirá triste porque
dejará de tener el consuelo. Por tanto, para comprender el dolor o para
superarlo, tiene que ver realmente lo que está sucediendo en su interior, no
ocultarlo. Señalar todo esto no es crueldad, ¿no le parece? No es algo
deshonroso de lo cual deba avergonzarse. Cuando lo vea todo con auténtica
claridad, entonces lo soltará inmediatamente, sin un rasguño, sin mancha,
renovado, intacto de cualquier acontecimiento de la vida.
… Leemos libros sobre filosofía, psicología
o sobre las así llamadas religiones. En los libros religiosos siempre se
recalca que existe algo más allá, algo más grande y profundo. Habiendo leído
esas cosas uno podría decir: “Quizás exista, voy a ir tras ello”. Entonces uno
es atrapado por los sacerdotes, por los gurús, por la última moda, etc. Y puede
que uno crea haber descubierto algo satisfactorio y diga: “Soy perfectamente
feliz, no tengo que buscar nada más”. Pero ésa quizá sea una ilusión, y a la
mayoría de las personas le gusta vivir de ilusiones. Y todas nuestras búsquedas
y nuestras exigencias y nuestros anhelos no han producido una buena sociedad,
una sociedad basada en la paz, una sociedad en la que no haya violencia.
… Ante todo, comprendamos esto. Ahora basa
usted sus ideas en el amoldamiento. Piensa que hay un patrón, un camino
mediante el cual puede encontrar la verdad; pero si examina esto, descubrirá
que no hay sendero que conduzca a la verdad. Para poder ser conducido a la
verdad, usted debe saber qué es la verdad, y el líder que lo conduce también
debe saberlo. ¿No es así? Yo digo que un hombre que enseña la verdad puede ser
que la tenga, pero si ofrece conducirlo hacia la verdad y usted es conducido,
entonces ambos están en una ilusión. ¿Cómo puede uno conocer la verdad si
todavía está preso en la ilusión? Si la verdad está ahí, se expresa a sí misma.
Un gran poeta tiene el
deseo, la llama del escribir creativo y escribe. Si usted tiene ese deseo, aprende
la técnica. Yo siento que nadie puede conducir a otro hacia la verdad, porque
la verdad es infinita; es una tierra sin senderos, y nadie puede decirle a
usted cómo encontrarla. Nadie puede enseñarle a ser un artista; otro sólo puede
darle los pinceles y la tela y mostrarle los colores que hay que usar. Nadie me
enseñó, se lo aseguro, ni he aprendido de los libros lo que digo. Pero he
observado, me he abierto paso y he tratado de descubrir. Sólo cuando usted está
absolutamente desnudo, libre de todas las técnicas, libre de todos los
maestros, puede descubrir.
… Asimismo, la
intención debe ser recta. Esto es, debe cesar la superstición de que,
interiormente, todos deseamos lo desconocido. Es una ilusión pensar que
buscamos a Dios; no hay tal. Nosotros no tenemos que buscar la luz. Habrá luz
cuando no haya obscuridad; y a través de la obscuridad no podemos encontrar la
luz. Todo lo que podemos hacer es remover esas barreras que crean obscuridad; y
el removerlas depende de la intención. Si las removéis con el propósito de ver
la luz, entonces nada removéis; sólo substituís la obscuridad por la palabra
luz. Y hasta el hecho de mirar más allá de la obscuridad es huir de la
obscuridad. No tenemos, pues, que considerar qué es lo que nos impulsa sino por
qué hay en nosotros tal confusión, tanta agitación, lucha y antagonismo, todas
las cosas estúpidas de nuestra existencia. Cuando éstas no existen, entonces
hay luz y no tenemos que buscarla. Cuando la estupidez desaparece, surge la
inteligencia.
… Porque el encontrar a Dios es una de las cosas más difíciles,
más arduas. ¿No será Dios algo que la mente crea? Tú sabes qué es la mente. La
mente es el resultado del tiempo. La mente puede crear cualquier cosa,
cualquiera ilusión; ella tiene el poder de crear ideas, de proyectarse a sí
misma en fantasías, en la imaginación; de acumular, de descartar, de escoger.
Teniendo prejuicios, siendo estrecha, limitada, la mente puede crearse un Dios,
puede representarse a Dios, puede imaginar qué es Dios. Como algunos instructores,
algunos sacerdotes, algunos llamados “salvadores” han dicho que hay Dios y han
descrito a Dios, la mente puede imaginarlo. Pero eso no es Dios. Dios es algo
que la mente no puede encontrar.
… Utilizo la palabra «ilusión» en el sentido
de una percepción sensorial de los objetos externos que está teñida, destruida
por creencias, prejuicios, opiniones y conclusiones. A eso lo llamaría ilusión.”
J. Krishnamurti