“… Como la mayoría de la gente, ustedes han leído, han escuchado e
imitado; han tratado de averiguar lo que otros han dicho acerca de la verdad y
de Dios, acerca de la vida y la inmortalidad. De modo que tienen una representación
mental, y ahora desean comparar esa representación con lo que voy a decir. O
sea, que la mente de ustedes está buscando sólo descripciones; no tratan de
descubrir nada nuevo, sino que sólo tratan de comparar. Pero dado que yo no
intentaré describir la verdad -porque la verdad no puede ser descrita-, es
natural que la mente de ustedes llegue a confundirse.
… No obstante, uno puede
encontrar la verdad sólo cuando empieza a cuestionar, a poner en duda los
valores con los cuales la sociedad y la religión, antigua y moderna, nos han
acorralado. Así que no comparen lo que yo digo con lo que dicen las escrituras;
de ese modo jamás comprenderemos. La comparación no conduce a la comprensión.
Sólo cuando consideramos una idea por sí misma y la examinamos profundamente,
no de manera comparativa o relativa, sino con el propósito de descubrir su
valor intrínseco, sólo entonces comprendemos.
… Espero, pues, que no os
molestará que siga repitiendo que es muy difícil aprender el arte de escuchar;
es tan difícil como ver. Y tanto el ver como el escuchar son necesarios.
… ¿Es, por tanto, posible vivir
sin medir, sin comparar? Esta es una cuestión tremendamente complicada. Porque
la palabra ‘mejor’ implica medida. La palabra ‘más’ implica medida. El mejoramiento
de uno mismo implica medida. Averigüen si es posible vivir sin medir, lo que
equivale a vivir sin comparar. Forma parte de la meditación investigar el
significado del no devenir; el devenir, el llegar a ser, implica medida. ¿Es
posible que, en nuestra relación de unos con otros, por intima que sea, no
intervenga la medida?
… El tiempo implica el «más»:
«Mañana seré algo», «seré feliz en el futuro», «seré un hombre rico», «me realizaré»,
«seré amado», «amaré», etc. La mente comparativa, la mente que está pidiendo
más, es la mente del tiempo, del mañana, ¿verdad? De manera que, cuando esa
mente dice: «No debo ser envidiosa», eso es nuevamente otra forma de tiempo,
¿no es cierto? Otra forma de comparación es: «He sido esto, seré menos que
eso». Por lo tanto, ¿puede la mente que está buscando el más, cesar
completamente en su demanda del más, la cual es envidia? ¿Comprenden el
problema, señores?
… Cuando te comparo con alguien
no te comprendo, meramente te juzgo, digo que eres esto o aquello. Así, la
estupidez surge cuando hay comparación, porque comparar a alguien con alguna
otra persona implica falta de dignidad. Pero cuando te miro sin comparar,
entonces mi único interés es comprenderte, y en ese interés mismo, que no es
comparativo, hay inteligencia, hay dignidad humana. En tanto la mente está
comparando, no hay amor; y la mente está siempre comparando, sopesando,
juzgando, ¿no es así? Está siempre mirando para descubrir dónde está la
debilidad; por lo tanto, no hay amor.
… Este proceso de comparación y condena te
impide observar, estudiar. De manera que el verdadero estudiante es aquél que
lo observa todo en la vida, tanto externa como internamente, sin comparar,
aprobar ni condenar. No sólo es capaz de investigar en cuestiones científicas,
sino que también puede observar las operaciones de su propia mente, de sus
propios sentimientos, lo cual es mucho más difícil que observar un hecho
científico. Comprender todo el funcionamiento de la propia mente requiere una
gran dosis de discernimiento, muchísima investigación exenta de condena.
… Aunque podamos acudir a todos
los psicoanalistas, leer todos los libros, adquirir muchos conocimientos,
asistir a las iglesias, orar, meditar, practicar distintas disciplinas,
nuestras vidas son, a pesar de eso, muy superficiales, porque no sabemos cómo
profundizar en ellas. Pienso que la comprensión, la vía de profundización, la
manera de ahondar a fondo en la vida, radica en la percepción alerta, en darnos
cuenta de nuestros pensamientos y sentimientos, sin condenar, sin comparar;
simplemente, observando. Verán, si experimentan con ello, lo
extraordinariamente difícil que es, debido a que toda nuestra educación nos ha
enseñado a censurar, aprobar, a comparar.
… El miedo existe cuando hay
medida, cuando uno se evalúa a sí mismo comparándose con alguien más: «No soy
tan inteligente como algún otro y quiero ser como él», «tengo miedo de no
lograrlo», todo esto es el movimiento del tiempo, el cual es medida, es
comparación. De modo que la medida, el tiempo, la comparación, la imitación
generan miedo, y ese tiempo, esa medida, esa comparación son el movimiento del
pensamiento, así que el pensamiento es la raíz misma del miedo; por favor, vean
la lógica, el razonamiento de esto.
… El sentimiento del
"yo" es, por su misma naturaleza, un sentimiento de orgullo. Así, el
orgullo crece con el éxito; uno está orgulloso de ser muy importante, comparado
con otras personas. Esta comparación de uno mismo con otro existe también en
nuestro seguimiento del ejemplo, del ideal, y nos brinda esperanza, nos da
fuerza, propósito, impulso, lo cual sólo fortalece al "yo", al
agradable sentimiento de que uno es mucho más importante que cualquier otro; y
ese sentimiento, esa sensación de placer, es el principio del orgullo.
… Mirad, señores, no sé si alguna
vez habéis contemplado una gota de lluvia al caer del cielo. Esa gota única
tiene la naturaleza de todos los ríos, de todos los océanos, de todos los
arroyos, y del agua que bebéis. Pero esa gota única no está pensando que será
el río: sencillamente cae, completa, total. Del mismo modo, cuando la mente ha
pasado por todo este autoconocimiento es completo. En ese estado no hay
comparación. Lo que es creación no es comparativo; y como es destructivo, no
hay nada de lo viejo dentro de él.
… Somos
incapaces de vernos de una forma profunda, dejando al margen nuestra vivencia
condicionada desde la imagen para descubrir nuevas realidades, y entre ellas la
realidad auténtica de lo que somos. No vemos porque la mente no puede ver, porque
está obstaculizada por su propia confusión. No vemos porque nos miramos a
nosotros mismos siempre condenando, comparando, evaluando. Por lo tanto, nunca
nos vemos como somos. Vernos como somos es dar origen a un cambio radical en
nosotros mismos.”
J.
krishnamurti