“… El conocimiento propio es el
principio de la sabiduría; se cultiva mediante la investigación que uno hace
respecto de sí mismo. No estoy poniendo al individuo en oposición a la masa. No
son antitéticos. El uno, el individuo, es la masa, el resultado de la masa. En
nosotros, como lo descubrirán si lo investigan a fondo, está tanto lo colectivo
como lo particular, el uno y los más. Es como una corriente que fluye sin cesar
dejando pequeños remolinos, y a estos remolinos los llamamos
"individualidad", pero son el resultado de este constante fluir de
las aguas. Nuestros pensamientos-sentimientos, esas actividades mentales y
emocionales, ¿no son, acaso, la consecuencia del pasado, de lo que llamamos
"lo colectivo"? Mis pensamientos-sentimientos, ¿no son similares a
los de mi prójimo?
… De modo que el conocimiento propio es el principio de la sabiduría, y
sin él no podemos ir muy lejos. Buscar el absoluto, buscar a Dios, la verdad o lo
que gusten, es meramente la búsqueda de una gratificación que nosotros mismos
proyectamos. Por lo tanto, tienen que empezar cerca y examinar cada palabra que
pronuncian, cada uno de sus gestos, el modo como hablan, como
actúan, como comen; tienen que estar alerta a todo, sin condenarlo.
… Recuerde no estancarse en sus descubrimientos, la vida y uno mismo
cambian a cada momento. Solo observe lo que siente, no tiene que exteriorizarlo
o reprimirlo para actuar más adelante. No es fácil no actuar desde el enojo o
la codicia, pero, aunque sea difícil, no significa que algo ande mal en uno, se
trata simplemente de la acción del condicionamiento de millones de años de
espíritu tribal agresivo y depredador. Pero si uno puede aprender de un momento
de enojo, entonces tiene sentido, y si lo hacemos, habrá una gota menos de
veneno en el aire que respiramos. Esta
forma de conocimiento propio y atención sobre la conducta genera libertad en
nuestra vida y en nuestras relaciones; nunca más los caballos salvajes internos
nos arrastrarán a lugares donde no queremos ir. El conocimiento propio es
también la clave de la supervivencia; los cerebros humanos tienen más de
parecido que de diferente y, comprenderse a sí mismo es comprender a todos los
demás.
… De suerte que nuestro problema consiste en actuar con comprensión; y
esa comprensión sólo puede resultar del conocimiento propio. Después de todo,
el mundo es la proyección de mí mismo. Lo que yo soy, eso es el mundo; el mundo
no es diferente de mí mismo, el mundo no me es opuesto. El mundo y yo no somos
dos entidades separadas. La sociedad soy yo mismo, no hay dos procesos
diferentes. El mundo es mi propia extensión y, para comprender el mundo, debo
comprenderme a mí mismo.
… Es decir, si somos codiciosos, envidiosos, competitivos, nuestra
sociedad será competitiva, envidiosa, codiciosa, lo cual genera desdicha y
guerra. El Estado es lo que somos nosotros. Para originar orden y paz, debemos
comenzar con nosotros mismos y no con la sociedad, no con el Estado, porque el
mundo somos nosotros mismos.
… Casi todos nos satisfacemos con un autoconocimiento superficial, el
corriente ABC de la psicología. De nada sirve leer unos cuantos libros de
psicología, arañar un poco en ellos y decir que uno sabe. Eso es tan sólo
aplicar a la mente lo que uno ha aprendido. En consecuencia, ustedes deben
empezar a preguntarse qué es el aprender. ¿Ven la relación entre el
conocimiento propio y el aprender? Una mente que se conoce a sí misma está
aprendiendo, mientras que una mente que tan solo añade a sí misma el
conocimiento adquirido, está meramente acumulando.
… Para mí, ignorancia es el no darse cuenta del funcionamiento de la
propia mente. La falta de conocimiento propio es la esencia de la ignorancia.
No digo que debáis rechazar todo conocimiento libresco. No podemos. Lo que
señalo es que una mente despierta no necesita del estímulo del reto y la
respuesta. Como está despierta, no busca ninguna experiencia. Es luz en sí
misma.
… El aprender exige una mente deseosa de aprender, pero no con el fin de
añadir más a sí misma, porque tan pronto estamos empeñados en añadir a nosotros
mismos, hemos cesado de aprender. De modo que el conocimiento propio no es un
proceso de sumar. Lo que estamos aprendiendo es acerca del «yo», acerca de las
modalidades de la mente. Aprendemos acerca de su astucia, sus sutilezas, sus motivos,
sus capacidades extraordinarias, su profundidad, su vastedad. Y para aprender
sobre algo, uno debe llegar a ello con una enorme humildad.
… Es como emprender un viaje; a medida que avanzáis, empezáis a
comprender la comarca, el paisaje. O como cavar un pozo y beber su agua. De un
modo análogo, el conocimiento propio no es acumulativo; es un movimiento
constante, un conocimiento de instante en instante que es siempre un
descubrimiento, siempre viviente, siempre creador. Sólo cuando hay acumulación,
cuando hay restos residuales que se convierten en recuerdo, ese conocimiento es
un obstáculo para el vivir creador, para el ser creador.
… Así, gracias a la constante percepción alerta, existe un conocimiento más
amplio y profundo de nosotros mismos. Ésta es una obra de muchos volúmenes; en
su comienzo está su final. No podemos pasar por alto ni un solo párrafo, ni una
sola página, en nuestro codicioso afán de llegar rápidamente al final. Porque
la sabiduría no se compra con la moneda de la codicia o de la impaciencia.
Llega a medida que leemos diligentemente el libro del conocimiento propio, o
sea, lo que somos de instante en instante, no en un momento determinado,
particular. Esto significa, por cierto, un trabajo incesante, un estado de
alerta que no sólo es pasivo, sino de permanente investigación sin la codicia de
un objetivo final, Esta pasividad es, en sí misma, activa. Con la quietud de la
mente advienen la suprema sabiduría y la bienaventuranza.
… Para descubrir el verdadero significado de la felicidad
debemos explorar el río del conocimiento propio. El conocimiento propio no es
un fin en sí mismo. ¿Tiene un origen el río? Cada gota de agua, desde el
principio al fin, hace al río. Imaginar que encontraremos la felicidad en el
origen es un error. Ha de ser hallada allí donde nos encontramos en el río del
conocimiento propio.”
J. Krishnamurti