“… ¿Cómo voy a comprender lo que es el miedo? Cómo, sin disciplinarlo,
sin resistirlo, sin evitarlo, sin crear otras ilusiones, otros problemas, otros
sistemas de gurús, de filósofos; ¿cómo he de hacerle frente, de comprenderlo,
de librarme de él y trascenderlo? Sólo puedo comprender el miedo cuando no
estoy huyendo de él, cuando no le ofrezco resistencia. De modo que tenemos que
averiguar cuál es esta entidad que se resiste. ¿Quién es el yo que le ofrece
resistencia al miedo? ¿Comprenden, señores? Es decir, yo estoy asustado, tengo
miedo de lo que la gente pueda decir de mí, porque quiero ser una persona muy
respetable; quiero triunfar en el mundo; quiero tener renombre, posición y
autoridad. Así que una parte de mí está persiguiendo eso y por dentro sé que
cualquier cosa que haga conducirá a la frustración, que lo que quiero hacer me
obstaculizará. De modo que hay estos dos movimientos funcionando en mi
interior; el primero, la entidad que quiere alcanzar su objetivo, convertirse
en hombre de bien, tener éxito; y el otro, la entidad que siempre está temiendo
que acaso no vaya a conseguirlo.
… La fuerza motora que opera tras la voluntad es el miedo, y cuando
comenzamos a darnos cuenta de esto, interviene el mecanismo del hábito
ofreciendo nuevos escapes, nuevas esperanzas, nuevos dioses. Ahora bien, en
este preciso instante, cuando la mente empieza a interferir con la comprensión
respecto del miedo, es cuando debe haber una gran percepción alerta a fin de
que no seamos apartados, distraídos por los ofrecimientos del intelecto, dado
que la mente es sutil y astuta. Cuando sólo hay miedo, sin esperanza alguna de
escape, en los momentos más sombríos, en la absoluta soledad del miedo, desde
lo profundo del miedo mismo, por decirlo así, surge la luz que habrá de
disiparlo.
Cualesquiera sean los intentos que hagamos superficialmente,
intelectualmente, para destruir el miedo mediante distintas formas de
disciplina, de patrones de conducta, sólo crearemos otras formas de
resistencia; y este es el hábito en el que estamos atrapados. Cuando ustedes
preguntan cómo librarse del miedo, cómo acabar con los hábitos, en realidad
están abordando el problema desde afuera, intelectualmente, y así la pregunta
de ustedes nada significa. No pueden disolver el miedo apelando a la voluntad,
porque la voluntad es hija del miedo; tampoco pueden destruirlo por medio del
"amor", porque si el amor es utilizado con propósitos de destrucción,
ya no es más amor sino otro nombre para la voluntad.
… Existen pues, muchos motivos
para que uno quiera disciplinarse; está el deseo de protegernos de varias
maneras, mediante el logro, tratando de volvernos más sabios, más nobles,
encontrando al Maestro, volviéndonos más virtuosos, siguiendo principios,
ideales, anhelando la verdad, el amor, etc. Todo esto indica la acción del
miedo, y los motivos nobles no hacen sino encubrir este miedo innato.
… Inhibiendo, prohibiendo el
miedo, no erradicamos su causa, sino que tan sólo producimos futuros factores
de desorden y sufrimiento. Mediante la tolerante observación del miedo, estando
alerta a cada una de sus manifestaciones, le permitimos que se revele a sí
mismo; al seguirlo, sin identificarnos, con "benevolente
objetividad", adviene en nosotros la comprensión creadora, lo único capaz
de disolver la causa del miedo sin desarrollar su opuesto, el cual es otra
forma del miedo.
… Yo hablo del miedo psicológico, no de un miedo físico que uno trata de
alejar, lo cual es natural. Considere usted el miedo a la muerte. ¿En qué
consiste ese miedo? Dividimos la totalidad del fenómeno vital en vida y muerte.
La vida es conocida, y de la muerte nada se sabe. ¿Se tiene miedo de lo que no
se conoce, o más bien se tiene miedo de perder lo que uno conoce? Es evidente
que vida y muerte son dos aspectos del mismo fenómeno. Si dejamos de
considerarlos como dos fenómenos diferentes ya no hay más conflicto.
… Y bien, ¿cuál es la causa del
miedo? Escuchen, porque intentaré sugerirlo de una manera respetuosa. Háganse
esa pregunta y no traten de responderla, porque si tratan de encontrar una
respuesta, de averiguar la causa para luego eliminarla, significará que
«ustedes» son diferentes del miedo. Pero, ¿son diferentes, o son el miedo? Si
son codiciosos, ¿es la codicia diferente de ustedes? Si están enojados, ¿es el
enfado diferente de ustedes? Ustedes son el enojo, son la codicia, son el
miedo. Claro que lo son. ¿Pueden ver el hecho de que ustedes son el enojo, la
codicia y el miedo? Al separarse del miedo dicen: «Debo hacer algo con el
miedo». Pero ya llevan haciendo algo con el miedo cincuenta mil años, ya han
inventado dioses, pujas, etc.
… Encararlo, darse cuenta del
miedo. Para aprender respecto del miedo no debe haber ninguna condena o
justificación. Ese es un hecho. Por lo tanto, ¿puede la mente observar el
miedo? ¿Qué es el miedo? Hay toda clase de miedos, miedo a la oscuridad, a la
propia esposa, al propio marido, miedo a la guerra, miedo a una tormenta; tantos
miedos psicológicos. Y uno no dispone en absoluto de tiempo para analizarlos
todos. Eso llevaría toda una vida y aun así no los habría comprendido.
…Para una mente que se ha condicionado en la cultura del miedo con todas
las complicadas consecuencias neuróticas de sus acciones, el formular siquiera
la pregunta de si es posible estar completamente libre del miedo, es en sí
mismo un problema. Un problema sólo existe cuando es insoluble, cuando no puede
examinarse por completo y reaparece una y otra vez. Uno cree haber resuelto el
problema del temor, pero sigue repitiéndose en diferentes formas. Si uno dice:
"Es imposible", se ha bloqueado ya a sí mismo. Uno tiene que ser muy
cuidadoso para no bloquearse a sí mismo, para no impedir la investigación de este
problema del temor, hasta resolverlo completamente.”
J. Krishnamurti