“… Cuando realmente lo consideren, percibirán que la mente está buscando todo el tiempo certidumbres, seguridades; busca la certidumbre de una meta, de una conclusión, de un propósito en la vida. Ustedes preguntan: “¿Existe un plan divino, hay una predeterminación, no hay libre albedrío? ¿No podemos nosotros realizar ese plan, tratar de comprenderlo, guiarnos por él?” En otras palabras, quieren seguridad, certidumbre, de modo que la mente y el corazón puedan moldearse conforme a eso, ajustarse a ello. Y cuando preguntan por el sendero hacia la verdad, lo que en realidad buscan es una garantía, certidumbre, seguridad.
Cuando hablan de un sendero hacia la verdad,
ello implica que la verdad, esta realidad viva, no se encuentra en el presente,
sino en alguna parte distante, en alguna parte del futuro. Ahora bien, para mí
la verdad es realización plena, y para esa realización no puede haber senderos.
Parece pues, al menos me lo parece a mí, que la primera ilusión en la que están
atrapados es este deseo de asegurarse, este deseo de certidumbre, este
preguntar por un sendero, por un camino, por un modo de vivir mediante el cual
puedan alcanzar la meta deseada, o sea, la verdad. Esa convicción de que la
verdad existe solamente en el futuro distante, implica imitación. Cuando
preguntan qué es la verdad, en realidad piden que se les indique el sendero que
conduce hacia la verdad. Después quieren saber qué sistema deben seguir, qué
método, qué disciplina, para que los ayude en el camino hacia la verdad.
Para mí, no hay sendero que conduzca hacia
la verdad; la verdad no es para ser comprendida a través de ningún sistema, de
ningún sendero. Un sendero implica una meta, un objetivo estático y, por lo
tanto, un condicionamiento de la mente y del corazón para ese objetivo, lo cual
exige, necesariamente, disciplina, control, espíritu adquisitivo. Esta
disciplina, este control, se vuelven una carga; nos despojan de nuestra
libertad y condicionan nuestra acción en la vida diaria. Preguntar sobre la
verdad implica estar buscando una meta, un objetivo estático. Y el hecho de que
estamos buscando una meta muestra que vamos a la búsqueda de seguridad, de
certidumbre. Para alcanzar esta certidumbre, la mente desea un sendero, un
sistema, un método que pueda seguir, y pensamos que esta seguridad la
encontraremos condicionando el corazón y la mente mediante la autodisciplina,
el autocontrol, la represión.
Pero la verdad es una realidad que no puede
ser comprendida siguiendo ningún sendero. La verdad no es un condicionamiento,
un moldeado de la mente y del corazón, sino una plenitud constante, una
plenitud en la acción. El hecho de que pregunten acerca de la verdad, implica
que creen en un sendero hacia la verdad, y esta es la primera ilusión en la que
están atrapados. En eso hay espíritu imitativo, distorsión. Ahora, por favor,
no digan: “sin un objetivo, sin un propósito, la vida se vuelve caótica”.
Quiero explicarles la falsedad de este concepto. Digo que cada uno debe
descubrir por sí mismo qué es la verdad, pero esto no significa que cada uno
debe establecer para sí mismo un sendero, que cada uno debe recorrer un sendero
particular. No significa eso en absoluto; significa que cada uno debe
comprender por sí mismo la verdad. Espero que vean la diferencia entre ambas
cosas. Cuando uno tiene que comprender, descubrir, experimentar con la vida, un
sendero se convierte en un obstáculo. Pero si uno tiene que abrirse un sendero
para sí mismo, entonces hay un punto de vista particular, un punto de vista
estrecho, limitado. La verdad es el movimiento del devenir eterno; por lo
tanto, no es un objetivo, no es estática. En consecuencia, la búsqueda de un
sendero se origina en la ignorancia, en la ilusión. Pero cuando la mente es
flexible, cuando se ha liberado de creencias y recuerdos, del condicionamiento
de la sociedad, entonces, en esa acción, en esa flexibilidad, está el
movimiento infinito de la vida.
… No podemos encontrar a Dios, no hay camino
que nos conduzca a él. El hombre ha inventado muchos senderos, muchas
religiones, muchas creencias, salvadores y maestros, los cuales, según cree le
ayudarán a encontrar la dicha que no es pasajera. La desgracia de la búsqueda
está en que ella despierta alguna fantasía de la mente, alguna visión que la
mente ha proyectado y medido a base de cosas conocidas. El amor que el hombre
busca es destruido por su comportamiento en la vida. No podemos llevar un arma
en una mano y a Dios en la otra. Dios es solo un símbolo, una palabra que
realmente ha perdido su sentido porque las iglesias y los lugares dedicados a
adorarle lo han destruido. Por supuesto, si uno no cree en Dios, es igual que
el creyente; ambos sufren y pasan por el infortunio de una vida corta y vana; y
la amargura de cada día convierte la vida en una cosa sin sentido. La realidad
no se halla al final de la corriente del pensamiento, y el corazón vacío se
llena con las palabras del pensamiento. Llegamos a ser muy listos inventando
nuevas filosofías, y entonces nace la amargura con el fracaso de ellas.
Inventamos teorías con el objeto de alcanzar lo ulterior. Y el devoto va al
templo y se pierde en las fantasías de su propia mente. El monje y el santo no
descubren la realidad porque ambos son parte de una tradición, de una cultura
que los reconoce como tales, santos y monjes.
… Esto requiere, realmente, ser considerado
con detenimiento; y espero que aquellos de vosotros que se fastidian con este
tipo de aclaraciones escucharán pacientemente. En primer término, no es
cuestión de creencia. No tenéis que creer lo que yo digo, lejos de ello. Si
creéis lo que digo, tanto peor para vosotros, no para mí. Me utilizaréis
entonces como una nueva autoridad que os brinde resguardo y solaz. Yo no digo
más que esto: que sin conocimiento propio, sin conoceros a vosotros mismos, no
puede haber comprensión de la vida. Eso no exige creencia. Exige vigilancia de
parte vuestra, no creencia en lo que yo digo. Establezcamos bien claramente ese
punto, pues yo pienso que el creer es un impedimento para la comprensión de la
verdad, lo que no significa que debáis volveros ateos; el ateísmo es otra forma
de creencia. Entender, en cambio, el proceso total del hecho de creer, del
porqué de vuestras creencias, es el comienzo de la sabiduría.”
J. Krishnamurti