“… Dijimos que esta tarde hablaríamos sobre
la religión y la meditación. Ambas constituyen un tema muy complejo que
requiere mucha paciencia, una investigación dirigida por la duda, sin
conclusiones, sin nunca asumir nada, sin nunca aceptar o creer nada. El hombre
ha buscado siempre algo más allá de la vida cotidiana con su dolor, placer y
sufrimiento; siempre ha deseado encontrar algo más permanente. Y en su búsqueda
de esa cosa innominable, ha edificado templos, iglesias, mezquitas. Se han
hecho cosas extraordinarias en nombre de la religión. Las religiones han sido
responsables de muchas guerras; la gente ha sido torturada, quemada, destruida,
porque la creencia ha llegado a ser más importante que la verdad, el dogma más
vital que la percepción directa. Cuando la creencia adquiere importancia
suprema, entonces estamos deseosos de sacrificarlo todo por ella, y no nos
importa que esa creencia sea real o que no sea válida, siempre que nos
proporcione comodidad, seguridad, un sentido de permanencia.
… La meditación surge solamente cuando hay
una completa terminación del conflicto. Por lo tanto, donde hay esfuerzo,
práctica, control, ninguna forma de meditación tiene sentido. Por favor, no
acepten lo que dice quien les habla. Estamos examinando juntos; por lo tanto,
es importante que no acepten lo que se dice, sino que lo examinen por sí
mismos.
… La mente debe explorar cada rincón de sí
misma, sin dejar ni un recoveco por descubrir, porque si queda un solo rincón
oscuro que uno tenga miedo de explorar, de ese rincón surgirá la ilusión.
Cuando el cristiano, en su meditación, en su contemplación, ve a Cristo cree
que ha logrado algo extraordinario; pero sus visiones son la simple proyección
de su propio condicionamiento. Sucede lo mismo con el hindú que se sienta a la
orilla del río y entra en un estado de éxtasis; también tiene visiones que nacen
de su propio condicionamiento y, por tanto, lo que ve no es en realidad una
experiencia religiosa. Sin embargo, a través del darse cuenta a través de la
observación sin elección, que sólo es posible cuando la mente tiene espacio
para observar, se disuelve cualquier forma de condicionamiento y, entonces, la
mente deja de ser hindú, budista o cristiana, porque todas las ideas, las
creencias, las esperanzas y los miedos han desaparecido por completo. De ahí
surge la atención; no la atención hacia algo concreto, sino un estado de
atención en el cual no hay un experimentador y, en consecuencia, no hay
experiencia. Comprender esto es muy importante para el hombre que está
realmente interesado en descubrir lo que es la verdad, lo que es la religión,
lo que es Dios, lo que está más allá de lo que la mente ha creado.
… Sin conocerse a sí mismo, haga uno lo que
hiciere, no es posible el estado de meditación. Entiendo por «conocerse a sí
mismo», conocer cada pensamiento, cada estado de ánimo, cada palabra, cada
sentimiento; conocer la actividad de la propia mente, no el yo supremo, el gran
yo; no existe tal cosa; el yo superior, el atma, sigue estando dentro del campo
del pensamiento. El pensamiento es el resultado de nuestro condicionamiento, es
la respuesta de nuestra memoria, tanto de la ancestral como de la inmediata. Si
no hemos establecido primero, de manera profunda, irrevocable, esa virtud que
adviene cuando nos conocemos a nosotros mismos, el mero intento de meditar es
totalmente engañoso y absolutamente inútil.
Por favor, es muy importante que aquellos
que son serios, comprendan esto. Ya que, si no lo hacen, su meditación y el
vivir factual estarán divorciados, separados, tan ampliamente separados que,
aun cuando uno pueda meditar, adoptar posturas indefinidamente por el resto de
su vida, no verá más allá de su nariz. Cualquier postura que adopte, cualquier
cosa que haga, no tendrá en absoluto sentido alguno.
… Con «darse cuenta» me refiero a un estado
de observación en el que no hay elección; uno simplemente observa «lo que es».
Pero uno no puede observar «lo que es» si tiene una idea o una opinión de lo
que ve, si opina que es bueno o malo, si de alguna manera valora. Uno debe
darse cuenta plenamente de los movimientos de su propio pensamiento, de sus
propios sentimientos; observar sus propias actividades, tanto conscientes como
inconscientes, sin valorarlas, lo cual exige una mente realmente atenta y dinámica.
Sin embargo, la mayoría tenemos mentes embotadas, medio dormidas, sólo
determinadas partes están activas; esas partes especializadas desde las que
actuamos de forma automática a través de asociaciones, a través de la memoria,
igual que un cerebro electrónico. Para estar atento, para ser dinámico y
sensible, la mente debe tener suficiente espacio para poder observar sin el
trasfondo de lo conocido. Esa es una de las funciones de la meditación, traer a
la mente ese extraordinario estado de alerta, de dinamismo y de sensibilidad.
¿Entienden todo esto?
… De modo que meditación significa vaciar la
mente de todas las cosas que ella misma ha acumulado. Si lo hacen, posiblemente
no lo harán; no importa, tan sólo escuchen, descubrirán que en la mente hay un
espacio extraordinario, ese espacio es libertad. Por tanto, deben tener
libertad desde el mismo comienzo, y no sólo esperar con la esperanza de
conseguirla al final. Deben buscar el significado de la libertad en sus
trabajos, en sus relaciones, en cada cosa que hagan. Si lo hacen descubrirán
que la meditación es creación.
… La vida no es estática, si bien nos
gustaría hacer que lo fuera. Ninguna relación es estática, porque toda vida es
movimiento. Eso es algo que debemos captar, es una verdad que debe ser vista,
percibida, no es algo para argumentar al respecto. Entonces verá usted, a
medida que comience a investigarlo, que ese es realmente un proceso de
meditación.
… Pero no se deje hipnotizar por esa
palabra. Esté alerta a cada pensamiento para saber de qué fuente brota y cuál
es su propósito; eso es la meditación. Y cuando se conoce todo el contenido de
un pensamiento, ello revela el proceso total de la mente.”
J. Krishnamurti