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A FIN DE OBSERVARSE, LA MENTE DEBE AMINORAR SU RITMO

   “… Todas las cosas surgen a la existencia gracias al proceso de la energía, la cual es única para cada individuo. Ustedes y yo somos los resultados de esa energía que, en el curso de su desarrollo, crea esos prejuicios, tendencias y anhelos que hacen algo único de cada individuo. Ahora bien, este proceso que no tiene comienzo, en su movimiento, en su acción, se convierte en conciencia mediante la sensación, la percepción y el discernimiento. Esta conciencia es perceptible a los sentidos como individualidad. Su acción nace de la ignorancia, que es fricción. Esta energía, única para cada individuo, no es algo que deba ser glorificado.

   Tenemos que darnos cuenta de este proceso por el que la ignorancia se perpetúa como conciencia perceptible a los sentidos en la forma de individualidad, de modo tal que ello se vuelva un hecho para nosotros y deje de ser una teoría. Sólo entonces habrá un cambio fundamental de valores; este cambio es lo único que producirá una relación verdadera del individuo con su medio, con la sociedad. Si somos capaces de discernir este proceso de la ignorancia, el cual no tiene comienzo, y de comprender también que puede ponérsele fin mediante la cesación de su propia actividad volitiva, percibiremos que somos enteramente los dueños de nuestro destino, confiados por completo en nosotros mismos y sin depender de las circunstancias o de la fe para nuestra conducta y nuestra relación.

    Para dar origen a este cambio profundo de valores y establecer la relación correcta del individuo con la sociedad, el individuo, que es uno mismo, debe liberarse conscientemente del enfoque mecanicista de la vida, con sus numerosas implicaciones y sus estructuras de ajuste superficial. Uno también debe liberarse de los impedimentos que genera la fe, con sus temores, creencias y doctrinas.

   … El descubrimiento que radica en el conocimiento propio es una tarea ardua, porque el comienzo y el final se encuentran en nosotros. Buscar la felicidad, el amor, la esperanza, fuera de nosotros mismos, nos conduce a la ilusión, al dolor; para encontrar la felicidad, la paz, la alegría interna, es esencial que uno se conozca a sí mismo. Somos esclavos de las presiones y exigencias inmediatas del mundo, todo eso nos arrastra y en eso disipamos nuestras energías y, por consiguiente, tenemos poco tiempo para estudiarnos a nosotros mismos. El conocer profundamente nuestros motivos, nuestros deseos de lograr cosas, de llegar a ser, exige un estado constante de percepción interna. Sin comprendernos a nosotros mismos, los planes superficiales de reformas sociales y económicas, por necesarios y beneficiosos que sean no producirán unidad en el mundo, sino sólo mayor confusión y desdicha.

   … El estudio de uno mismo es extremadamente difícil, porque uno es muy complejo. Usted debe tener una paciencia inmensa, no una apática aceptación de las cosas, sino una capacidad alerta y pasiva para la observación y el estudio. Es muy difícil objetivar y estudiar lo que uno es subjetivamente, internamente. Casi todos nos encontramos en medio de un torbellino de actividades, confundidos y errantes en lo interno, desgarrados por múltiples deseos, negando y afirmando.

   ¿Cómo puede ser estudiada y comprendida esta máquina enormemente compleja? Una máquina que se está moviendo muy rápidamente, girando a una enorme velocidad, no puede ser estudiada en detalle. Sólo cuando es posible disminuir su velocidad puede uno empezar a estudiarla. Si uno puede disminuir la velocidad de su pensamiento-sentimiento, sólo entonces es capaz de observarlo, así como en una película puede estudiar el movimiento de un caballo mientras corre o salta una valla. Si detenemos la máquina no podemos comprenderla, porque entonces tan sólo se convierte en una cosa muerta; y si anda demasiado rápido no podemos seguir su movimiento. Para examinarla en detalle, para comprenderla a fondo debe moverse lentamente, girar con suavidad. Exactamente así debe trabajar la mente para que pueda seguir cada movimiento del pensar y del sentir. A fin de observarse sin fricción alguna la mente debe aminorar su ritmo.

   Limitarse a controlar el pensamiento-sentimiento, aplicarle un freno, es desperdiciar la energía indispensable que se requiere para comprenderlo; en tal caso, la mente se interesa más en controlar, dominar, que en considerar a fondo, en percibir y comprender cada pensamiento-sentimiento.

   ¿Ha intentado usted alguna vez examinar de ese modo cada pensamiento-sentimiento? Cuán extremadamente difícil resulta. Porque la mente divaga de un lado a otro, ningún pensamiento, ningún sentimiento, se completan jamás. Revolotean de un tema a otro, como esclavos arreados de acá para allá. Si la mente misma no puede aminorar su ritmo es imposible descubrir la implicación, el significado interno de sus pensamientos y sentimientos. Controlar sus divagaciones es tornarla estrecha y mezquina; entonces, el pensamiento-sentimiento se derrocha en refrenar y restringir, antes que en estudiar, examinar y comprender. La mente tiene que aminorar pues, su propio ritmo. ¿Cómo ha de hacerlo? Si se fuerza para tornarse lenta da origen a la oposición, la cual crea más conflicto y ulteriores complicaciones. Cualquier clase de compulsión anulará su esfuerzo. Es extremadamente difícil estar alerta a cada pensamiento-sentimiento; reconocer lo que es trivial y desasirse de ello, darse cuenta de lo que es significativo y seguirlo de manera penetrante y profunda requiere tenacidad y una concentración amplia y extensa.

   … No sé si usted ha visto una máquina o una dínamo, algo que se mueve a una gran velocidad, lleno de energía. De la misma forma, la mente que está por completo tranquila se encuentra totalmente llena de energía. Y puesto que esa energía carece de nombre no tiene nacionalidad, no hay conflicto. Esa energía es anónima, no es suya ni mía. Y en consecuencia, cuando a tal energía se le permite moverse libremente llega muy lejos, puede ir más allá del tiempo.

   … ¿Por qué, mientras está usted escuchando, no tiene energía para observar? A fin de tener la energía necesaria para observar ha de estar atento, ha de poner su mente y corazón en la observación. ¿Por qué no lo hace?”

    J. Krishnamurti 

            Audiotexto:

           

¿PODÉIS ATRAPAR LO ETERNO EN LA RED DEL TIEMPO MEDIANTE LA MEMORIA QUE ES EL TIEMPO?

    “… La memoria, ciertamente, es tiempo, ¿verdad? Es decir, la memoria crea el ayer, el hoy y el mañana. El recuerdo del ayer condiciona el hoy y por lo tanto plasma el mañana. Esto es, el pasado a través del presente crea el futuro. Hay un proceso de tiempo que se desarrolla, y él es la voluntad de llegar a ser algo. La memoria es tiempo, y a través del tiempo esperamos lograr un resultado. Hoy soy un simple empleado y dándoseme tiempo y oportunidad llegaré a ser el gerente o el propietario. Es preciso pues, que disponga de tiempo, y con la misma mentalidad decimos: ‘lograré la realidad, me acercaré a Dios’. Por consiguiente, debo disponer de tiempo para realizar mi fin, lo cual significa que debo cultivar la memoria, fortalecer la memoria con la práctica y la disciplina para ser algo, para lograr, para ganar; y esto significa continuación en el tiempo.

   … Del mismo modo, decimos que el tiempo es necesario para llegar a la comprensión. ¿Lo es? Decimos que lo es, porque nunca prestamos atención a nada. Solo atendemos a algo cuando hay una enorme crisis, y el mundo se halla en un estado de crisis todo el tiempo, no solo cuando queréis que lo esté. Mientras estáis sentados en esta sala, existe una crisis, hay desdichas, hay hambre en el mundo, tal vez no en París, no en Francia; pero volad en un avión durante ocho horas, y lo sabréis todo sobre la inanición, la desgracia, la enfermedad, lo feo. Y sin embargo, os recostáis en vuestra cómoda butaca y decís que se tardará tiempo en comprender. La crisis está ahí, pero no queremos encararnos con ella; ¡por Dios! Ved que la comprensión no invierte tiempo. Como vimos el otro día cuando hablamos sobre ello..., el tiempo no hace sino crear más desorden. Esto es muy sencillo.

   … Así pues, vamos a investigar en primer lugar qué es el tiempo. Existe el tiempo que marca el reloj, pero ¿hay alguna otra clase de tiempo aparte de ese? Hablamos del tiempo como devenir gradual, como proceso que lo que es, necesita para convertirse en lo que debería ser. Tradicionalmente se ha entendido que el cambio requiere tiempo, ¿no es así?, que si soy de determinada manera, necesito tiempo para cambiar progresivamente y llegar a ser algo distinto. Pero, ¿existe tal cosa como el devenir psicológico, como la evolución psicológica? ¿Comprenden la pregunta? No es una pregunta que yo les planteo, sino una pregunta de ustedes que deben responderse a sí mismos; por eso vamos a explorar ahora esta cuestión tan crucial, y así poder abordar entonces el tema de la muerte, la cual forma parte del tiempo.

   … A través del tiempo pues, esperamos alcanzar lo atemporal; a través del tiempo esperamos conquistar lo eterno. ¿Podéis acaso hacer eso? ¿Podéis atrapar lo eterno en la red del tiempo mediante la memoria que es el tiempo? Lo atemporal solo puede ser cuando la memoria, que es el ‘yo’ y lo ‘mío’, cesa. Si veis la verdad de esto, que a través del tiempo lo atemporal no puede ser comprendido o captado, entonces podemos examinar el problema de la memoria. La memoria de cosas técnicas es esencial, pero la memoria psicológica que mantiene el ‘yo’ ‘y lo ‘mío’, que da identificación y autocontinuación, es totalmente perjudicial para la vida y la realidad. Cuando uno ve la verdad de ello, lo falso desaparece y, por lo tanto, no hay retención psicológica de la experiencia de ayer.

   … La memoria se extiende a lo largo del tiempo, coagulándose y solidificándose en la conciencia egocéntrica del ‘yo’. Cuando hablamos del ‘yo’, de eso se trata. Es la cristalización, la solidificación de la memoria de nuestras reacciones, las reacciones de la experiencia, los incidentes, las creencias, los ideales; después de convertirse en una masa solidificada, esa memoria se identifica y confunde con la mente. Si reflexiona sobre ello lo verá; la conciencia egocéntrica, esa conciencia de lo individual, el ‘yo’, es nada más que el manojo de la memoria, y el tiempo no es sino el campo donde esa memoria puede funcionar y actuar.

   … La memoria es el pasado, por tanto, somos el pasado. ¿Puede terminar todo este movimiento del pasado, que es tiempo y pensamiento? No nos referimos al pensamiento en la vida cotidiana, no hablamos del pensamiento necesario para conducir un auto, para escribir una carta o un poema; ahí, el pensamiento y el conocimiento son absolutamente imprescindibles. Estamos hablando de la totalidad del movimiento psicológico basado en la memoria. No obstante, planteamos una pregunta mucho más profunda: ¿puede el "yo’, el mí, el ego, toda esa actividad egocéntrica que es el movimiento de la memoria, puede ese ‘yo’ terminar? No a través de la disciplina, del control, de la represión o de la identificación con algo superior, lo cual sigue siendo un movimiento del ‘yo’. ¿Puede el ‘yo’ ‘terminar? Seguramente preguntará, si el ‘yo’ termina, ¿cuál es mi lugar en la sociedad? ¿Qué haré? Primero ponga fin al ‘yo’ y luego lo descubrirá, no al revés.

   … Usted me pregunta si el ‘yo’ evolucionará, si llegará a ser glorioso, divino. Espera que el tiempo destruya o aminore el dolor. Mientras la mente permanezca atada al tiempo, habrá conflicto y dolor. Mientras la conciencia se identifique, se renueve y se reconstituya como el ‘yo’ mediante sus propias actividades determinadas por el miedo y sujetas al tiempo, tiene que haber sufrimiento. No es el tiempo lo que los liberará del sufrimiento. El ansia de experiencias, de oportunidades, el comparar recuerdos, no puede traer consigo la plenitud de la vida, el éxtasis de la verdad. La ignorancia busca perpetuar el proceso del ‘yo’, y la sabiduría llega cuando cesa la renovación automática de la conciencia limitada. La mera complejidad de lo acumulado no es sabiduría, inteligencia. La acumulación, el crecimiento, el tiempo, no dan origen a la plenitud de la vida. Una vida sin temor es el comienzo de la comprensión, la cual se halla siempre en el presente.

   … La verdad no es perceptible a través del tiempo. La verdad no existe cuando el ‘yo’ está presente. La verdad no se manifiesta si el pensamiento se está moviendo en una u otra dirección. La verdad es algo que no puede ser medido. Y la verdad no puede existir sin amor, sin compasión, sin su inherente inteligencia.”

    J. Krishnamurti

            Audiotexto:

           


VER EL HECHO SIN TRATAR DE ALTERARLO, SÓLO VER LO QUE UNO DE VERDAD ES, RESULTA UNA ASOMBROSA REVELACIÓN

      “… ¿Cuál es el estado de tranquilidad natural? ¿Cómo da uno naturalmente con él? Si yo quiero escuchar lo que usted está diciendo, mi mente debe hallarse quieta; esa es una cosa natural. Si yo quiero ver claramente algo, la mente no debe estar parloteando.

   … Es evidente que el conocimiento propio no consiste simplemente en aprender una forma particular de pensar. Tampoco se basa en ideas, creencias o conclusiones; debe ser algo vivo, de lo contrario no es conocimiento propio; se convierte en mera información. Hay una gran diferencia entre información o conocimiento acumulado y sabiduría, que significa darse cuenta del proceso de nuestros pensamientos y sentimientos. La mayoría estamos atrapados en la información, en el conocimiento superficial, y por eso somos incapaces de profundizar en cualquier problema. Para descubrir todo ese proceso de conocimiento propio, uno debe observarse en la relación; la relación es el único espejo a nuestra disposición, un espejo que no distorsiona, un espejo en el que se puede ver con exactitud y precisión cómo el pensamiento se revela a sí mismo. El aislamiento que mucha gente busca es una fuerte resistencia oculta en contra de la relación, y como es obvio, el aislamiento impide comprender la relación, la relación con las personas, con las ideas y con las cosas. Mientras no conozcamos ‘lo que realmente es’, a saber, cuál es nuestra relación con la propiedad, con la gente, con las ideas, es evidente que habrá confusión y conflicto.

   … Conocerse uno mismo es el propósito de toda educación. Sin conocimiento propio, dedicarse meramente a almacenar datos o a tomar apuntes para pasar los exámenes es una forma estúpida de vivir. Puede que uno sea capaz de citar pasajes del Bhagavad Gita, los Upanishads, el Corán o la Biblia, pero a menos que se conozca a sí mismo estará repitiendo palabras igual que un loro. En cambio, en el momento en que empiece a conocerse a sí mismo, por poco que sea, habrá iniciado un extraordinario proceso de creatividad. Es todo un descubrimiento verse de pronto a uno mismo tal como realmente es: codicioso, peleón, irritable, envidioso, estúpido. Ver el hecho sin tratar de alterarlo, sólo ver lo que uno de verdad es, resulta una asombrosa revelación. A partir de ahí puede profundizar más y más, infinitamente, porque conocerse uno mismo no tiene fin.

   A través del conocimiento propio uno empieza a descubrir lo que es Dios, lo que es la verdad, lo que es ese estado sin tiempo. El profesor puede transmitirle el conocimiento que él mismo ha recibido de sus profesores, y puede que no apruebe los exámenes, obtenga una licenciatura, etc., pero sin conocerse a sí mismo como conoce su propia cara en el espejo, el resto del conocimiento tiene muy poca importancia. Las personas cultas que no se conocen a sí mismas en realidad son muy poco inteligentes; no saben lo que es pensar, lo que es la vida. Por eso es importante que el educador se eduque a sí mismo, educarse en el verdadero sentido de la palabra, lo cual significa que debe conocer cómo funcionan su mente y su corazón, verse a sí mismo exactamente cómo es en el espejo de la relación. El conocimiento propio es el principio de la sabiduría; en el conocimiento propio está todo el universo, abarca todas las luchas de la humanidad.

   … Creemos que somos muy intelectuales si podemos citar innumerables obras de innumerables autores, si hemos leído muchas variedades diferentes de libros y tenemos la capacidad de correlacionarlos y explicarlos. Pero ninguno de nosotros, o muy pocos, tenemos una concepción intelectual que sea original. Habiendo cultivado el así llamado intelecto, toda otra capacidad, todo otro sentimiento se han perdido, y tenemos el problema de cómo originar un equilibrio en nuestras vidas, a fin de tener no sólo la más alta capacidad intelectual y ser capaces de razonar objetivamente, de ver las cosas exactamente como son, de no estar ofreciendo interminablemente opiniones acerca de teorías y códigos, sino de pensar por nosotros mismos, de ver muy fielmente, por nosotros mismos, lo falso y lo verdadero. Y esta es, a mi entender, una de nuestras dificultades, la incapacidad de ver, no solo las cosas externas, sino también la clase de vida interna que uno tiene, si es que tiene siquiera alguna.

   … Cuanto más arriba estamos, más seguridad queremos, más estabilidad, más tranquilidad; queremos que nos dejen en paz, que las cosas se mantengan exactamente como están; pero no pueden mantenerse como están, porque no hay nada que mantener, todo se está desintegrando. No queremos afrontar estas cosas, no queremos afrontar el hecho de que usted y yo somos los responsables de las guerras, aunque ambos hablemos de paz, demos conferencias o nos sentemos alrededor de una mesa y conversemos; en nuestro interior, en lo psicológico, anhelamos poder, posición; nuestra motivación es la codicia. Somos manipuladores, nacionalistas; dependemos de creencias, de dogmas, y por ello estamos dispuestos a morir y a destruirnos unos a otros. ¿Creen que esa clase de personas, como usted y yo, puede tener paz en este mundo? Para que haya paz debemos ser pacíficos, y vivir en paz significa no crear antagonismos; la paz no es un ideal. Para mí un ideal es un simple escape, una evasión.

   Para tener paz tenemos que amar, tenemos que empezar no a vivir una vida ideal, sino a ver las cosas como son y actuar en consecuencia, a transformarlas. Mientras cada uno de nosotros siga buscando seguridad psicológica, destruiremos la seguridad física que necesitamos: comida, ropa y un techo. Buscamos una seguridad psicológica que no existe; aun así, si podemos, tratamos de conseguirla a través del poder, nombre, de la posición, de los títulos, todo lo cual destruye la seguridad física. Si lo observan, verán que es un hecho obvio.

   … Si son lo bastante afortunados y descubren cómo escuchar, cómo ver, entonces encontrarán por sí mismos que hay una bendición en el acto mismo de ver, en el acto mismo de escuchar; no la bendición de un dios, no existe la bendición de los dioses ni la bendición de las plegarias ni la de los templos. Es una bendición que adviene sólo cuando uno sabe cómo amar.” 

    J. Krishnamurti

                
            Audiotexto:

           


SIN CONOCIMIENTO PROPIO, SIN CONOCEROS A VOSOTROS MISMOS, NO PUEDE HABER COMPRENSIÓN DE LA VIDA

    “… Cuando realmente lo consideren, percibirán que la mente está buscando todo el tiempo certidumbres, seguridades; busca la certidumbre de una meta, de una conclusión, de un propósito en la vida. Ustedes preguntan: “¿Existe un plan divino, hay una predeterminación, no hay libre albedrío? ¿No podemos nosotros realizar ese plan, tratar de comprenderlo, guiarnos por él?” En otras palabras, quieren seguridad, certidumbre, de modo que la mente y el corazón puedan moldearse conforme a eso, ajustarse a ello. Y cuando preguntan por el sendero hacia la verdad, lo que en realidad buscan es una garantía, certidumbre, seguridad.

   Cuando hablan de un sendero hacia la verdad, ello implica que la verdad, esta realidad viva, no se encuentra en el presente, sino en alguna parte distante, en alguna parte del futuro. Ahora bien, para mí la verdad es realización plena, y para esa realización no puede haber senderos. Parece pues, al menos me lo parece a mí, que la primera ilusión en la que están atrapados es este deseo de asegurarse, este deseo de certidumbre, este preguntar por un sendero, por un camino, por un modo de vivir mediante el cual puedan alcanzar la meta deseada, o sea, la verdad. Esa convicción de que la verdad existe solamente en el futuro distante, implica imitación. Cuando preguntan qué es la verdad, en realidad piden que se les indique el sendero que conduce hacia la verdad. Después quieren saber qué sistema deben seguir, qué método, qué disciplina, para que los ayude en el camino hacia la verdad.

   Para mí, no hay sendero que conduzca hacia la verdad; la verdad no es para ser comprendida a través de ningún sistema, de ningún sendero. Un sendero implica una meta, un objetivo estático y, por lo tanto, un condicionamiento de la mente y del corazón para ese objetivo, lo cual exige, necesariamente, disciplina, control, espíritu adquisitivo. Esta disciplina, este control, se vuelven una carga; nos despojan de nuestra libertad y condicionan nuestra acción en la vida diaria. Preguntar sobre la verdad implica estar buscando una meta, un objetivo estático. Y el hecho de que estamos buscando una meta muestra que vamos a la búsqueda de seguridad, de certidumbre. Para alcanzar esta certidumbre, la mente desea un sendero, un sistema, un método que pueda seguir, y pensamos que esta seguridad la encontraremos condicionando el corazón y la mente mediante la autodisciplina, el autocontrol, la represión.

   Pero la verdad es una realidad que no puede ser comprendida siguiendo ningún sendero. La verdad no es un condicionamiento, un moldeado de la mente y del corazón, sino una plenitud constante, una plenitud en la acción. El hecho de que pregunten acerca de la verdad, implica que creen en un sendero hacia la verdad, y esta es la primera ilusión en la que están atrapados. En eso hay espíritu imitativo, distorsión. Ahora, por favor, no digan: “sin un objetivo, sin un propósito, la vida se vuelve caótica”. Quiero explicarles la falsedad de este concepto. Digo que cada uno debe descubrir por sí mismo qué es la verdad, pero esto no significa que cada uno debe establecer para sí mismo un sendero, que cada uno debe recorrer un sendero particular. No significa eso en absoluto; significa que cada uno debe comprender por sí mismo la verdad. Espero que vean la diferencia entre ambas cosas. Cuando uno tiene que comprender, descubrir, experimentar con la vida, un sendero se convierte en un obstáculo. Pero si uno tiene que abrirse un sendero para sí mismo, entonces hay un punto de vista particular, un punto de vista estrecho, limitado. La verdad es el movimiento del devenir eterno; por lo tanto, no es un objetivo, no es estática. En consecuencia, la búsqueda de un sendero se origina en la ignorancia, en la ilusión. Pero cuando la mente es flexible, cuando se ha liberado de creencias y recuerdos, del condicionamiento de la sociedad, entonces, en esa acción, en esa flexibilidad, está el movimiento infinito de la vida.

   … No podemos encontrar a Dios, no hay camino que nos conduzca a él. El hombre ha inventado muchos senderos, muchas religiones, muchas creencias, salvadores y maestros, los cuales, según cree le ayudarán a encontrar la dicha que no es pasajera. La desgracia de la búsqueda está en que ella despierta alguna fantasía de la mente, alguna visión que la mente ha proyectado y medido a base de cosas conocidas. El amor que el hombre busca es destruido por su comportamiento en la vida. No podemos llevar un arma en una mano y a Dios en la otra. Dios es solo un símbolo, una palabra que realmente ha perdido su sentido porque las iglesias y los lugares dedicados a adorarle lo han destruido. Por supuesto, si uno no cree en Dios, es igual que el creyente; ambos sufren y pasan por el infortunio de una vida corta y vana; y la amargura de cada día convierte la vida en una cosa sin sentido. La realidad no se halla al final de la corriente del pensamiento, y el corazón vacío se llena con las palabras del pensamiento. Llegamos a ser muy listos inventando nuevas filosofías, y entonces nace la amargura con el fracaso de ellas. Inventamos teorías con el objeto de alcanzar lo ulterior. Y el devoto va al templo y se pierde en las fantasías de su propia mente. El monje y el santo no descubren la realidad porque ambos son parte de una tradición, de una cultura que los reconoce como tales, santos y monjes.

   … Esto requiere, realmente, ser considerado con detenimiento; y espero que aquellos de vosotros que se fastidian con este tipo de aclaraciones escucharán pacientemente. En primer término, no es cuestión de creencia. No tenéis que creer lo que yo digo, lejos de ello. Si creéis lo que digo, tanto peor para vosotros, no para mí. Me utilizaréis entonces como una nueva autoridad que os brinde resguardo y solaz. Yo no digo más que esto: que sin conocimiento propio, sin conoceros a vosotros mismos, no puede haber comprensión de la vida. Eso no exige creencia. Exige vigilancia de parte vuestra, no creencia en lo que yo digo. Establezcamos bien claramente ese punto, pues yo pienso que el creer es un impedimento para la comprensión de la verdad, lo que no significa que debáis volveros ateos; el ateísmo es otra forma de creencia. Entender, en cambio, el proceso total del hecho de creer, del porqué de vuestras creencias, es el comienzo de la sabiduría.”

    J. Krishnamurti

                
            Audiotexto: