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A FIN DE OBSERVARSE, LA MENTE DEBE AMINORAR SU RITMO

   “… Todas las cosas surgen a la existencia gracias al proceso de la energía, la cual es única para cada individuo. Ustedes y yo somos los resultados de esa energía que, en el curso de su desarrollo, crea esos prejuicios, tendencias y anhelos que hacen algo único de cada individuo. Ahora bien, este proceso que no tiene comienzo, en su movimiento, en su acción, se convierte en conciencia mediante la sensación, la percepción y el discernimiento. Esta conciencia es perceptible a los sentidos como individualidad. Su acción nace de la ignorancia, que es fricción. Esta energía, única para cada individuo, no es algo que deba ser glorificado.

   Tenemos que darnos cuenta de este proceso por el que la ignorancia se perpetúa como conciencia perceptible a los sentidos en la forma de individualidad, de modo tal que ello se vuelva un hecho para nosotros y deje de ser una teoría. Sólo entonces habrá un cambio fundamental de valores; este cambio es lo único que producirá una relación verdadera del individuo con su medio, con la sociedad. Si somos capaces de discernir este proceso de la ignorancia, el cual no tiene comienzo, y de comprender también que puede ponérsele fin mediante la cesación de su propia actividad volitiva, percibiremos que somos enteramente los dueños de nuestro destino, confiados por completo en nosotros mismos y sin depender de las circunstancias o de la fe para nuestra conducta y nuestra relación.

    Para dar origen a este cambio profundo de valores y establecer la relación correcta del individuo con la sociedad, el individuo, que es uno mismo, debe liberarse conscientemente del enfoque mecanicista de la vida, con sus numerosas implicaciones y sus estructuras de ajuste superficial. Uno también debe liberarse de los impedimentos que genera la fe, con sus temores, creencias y doctrinas.

   … El descubrimiento que radica en el conocimiento propio es una tarea ardua, porque el comienzo y el final se encuentran en nosotros. Buscar la felicidad, el amor, la esperanza, fuera de nosotros mismos, nos conduce a la ilusión, al dolor; para encontrar la felicidad, la paz, la alegría interna, es esencial que uno se conozca a sí mismo. Somos esclavos de las presiones y exigencias inmediatas del mundo, todo eso nos arrastra y en eso disipamos nuestras energías y, por consiguiente, tenemos poco tiempo para estudiarnos a nosotros mismos. El conocer profundamente nuestros motivos, nuestros deseos de lograr cosas, de llegar a ser, exige un estado constante de percepción interna. Sin comprendernos a nosotros mismos, los planes superficiales de reformas sociales y económicas, por necesarios y beneficiosos que sean no producirán unidad en el mundo, sino sólo mayor confusión y desdicha.

   … El estudio de uno mismo es extremadamente difícil, porque uno es muy complejo. Usted debe tener una paciencia inmensa, no una apática aceptación de las cosas, sino una capacidad alerta y pasiva para la observación y el estudio. Es muy difícil objetivar y estudiar lo que uno es subjetivamente, internamente. Casi todos nos encontramos en medio de un torbellino de actividades, confundidos y errantes en lo interno, desgarrados por múltiples deseos, negando y afirmando.

   ¿Cómo puede ser estudiada y comprendida esta máquina enormemente compleja? Una máquina que se está moviendo muy rápidamente, girando a una enorme velocidad, no puede ser estudiada en detalle. Sólo cuando es posible disminuir su velocidad puede uno empezar a estudiarla. Si uno puede disminuir la velocidad de su pensamiento-sentimiento, sólo entonces es capaz de observarlo, así como en una película puede estudiar el movimiento de un caballo mientras corre o salta una valla. Si detenemos la máquina no podemos comprenderla, porque entonces tan sólo se convierte en una cosa muerta; y si anda demasiado rápido no podemos seguir su movimiento. Para examinarla en detalle, para comprenderla a fondo debe moverse lentamente, girar con suavidad. Exactamente así debe trabajar la mente para que pueda seguir cada movimiento del pensar y del sentir. A fin de observarse sin fricción alguna la mente debe aminorar su ritmo.

   Limitarse a controlar el pensamiento-sentimiento, aplicarle un freno, es desperdiciar la energía indispensable que se requiere para comprenderlo; en tal caso, la mente se interesa más en controlar, dominar, que en considerar a fondo, en percibir y comprender cada pensamiento-sentimiento.

   ¿Ha intentado usted alguna vez examinar de ese modo cada pensamiento-sentimiento? Cuán extremadamente difícil resulta. Porque la mente divaga de un lado a otro, ningún pensamiento, ningún sentimiento, se completan jamás. Revolotean de un tema a otro, como esclavos arreados de acá para allá. Si la mente misma no puede aminorar su ritmo es imposible descubrir la implicación, el significado interno de sus pensamientos y sentimientos. Controlar sus divagaciones es tornarla estrecha y mezquina; entonces, el pensamiento-sentimiento se derrocha en refrenar y restringir, antes que en estudiar, examinar y comprender. La mente tiene que aminorar pues, su propio ritmo. ¿Cómo ha de hacerlo? Si se fuerza para tornarse lenta da origen a la oposición, la cual crea más conflicto y ulteriores complicaciones. Cualquier clase de compulsión anulará su esfuerzo. Es extremadamente difícil estar alerta a cada pensamiento-sentimiento; reconocer lo que es trivial y desasirse de ello, darse cuenta de lo que es significativo y seguirlo de manera penetrante y profunda requiere tenacidad y una concentración amplia y extensa.

   … No sé si usted ha visto una máquina o una dínamo, algo que se mueve a una gran velocidad, lleno de energía. De la misma forma, la mente que está por completo tranquila se encuentra totalmente llena de energía. Y puesto que esa energía carece de nombre no tiene nacionalidad, no hay conflicto. Esa energía es anónima, no es suya ni mía. Y en consecuencia, cuando a tal energía se le permite moverse libremente llega muy lejos, puede ir más allá del tiempo.

   … ¿Por qué, mientras está usted escuchando, no tiene energía para observar? A fin de tener la energía necesaria para observar ha de estar atento, ha de poner su mente y corazón en la observación. ¿Por qué no lo hace?”

    J. Krishnamurti 

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