“… La libertad no llega a quien trata de obtenerla. La verdad no es encontrada por aquel que va en busca de la verdad. Sólo cuando uno comprende, con la totalidad de la mente y del corazón, la naturaleza de la prisión en que vive, cuando comprende el significado de esa prisión, sólo entonces es libre, naturalmente y sin esfuerzo alguno.
Esta comprensión puede surgir sólo cuando nos hallamos en medio de una gran crisis, pero la mayoría de nosotros trata de eludir las crisis. O cuando nos enfrentamos con una crisis, de inmediato buscamos consuelo en la idea de la religión, en la idea de Dios, en la idea de la evolución; nos volvemos hacia los sacerdotes, hacia los guías espirituales en procura de consuelo, o buscamos diversión en los entretenimientos. Todas estas son solo formas de escapar del conflicto. Pero si afrontamos realmente la crisis que tenemos por delante, si nos damos cuenta de la futilidad, de la falsedad del escape como mero medio de posponer la acción, entonces, en ese darse cuenta, en esa percepción ha nacido la flor del discernimiento.
Por lo tanto, usted
debe darse cuenta en el momento de la acción, pues esta revelará las ocultas
actividades del anhelo. Pero esta percepción no resulta del análisis. El
análisis sólo limita la acción.
… Nuestra acción tiene
siempre un motivo. Nuestra acción nace de una reacción, de un recuerdo, de
buscar una recompensa, un logro, la verdad, o tiene su origen en el amor a otra
persona o en el amor a nuestro país, etc. Yo digo que una acción así, nacida del
amoldamiento, de la autoridad, no puede revelarnos la plenitud de su
significado, sólo en esa plenitud está la totalidad de lo eterno. Y como las
acciones de la mayoría de la gente se basan en esas cosas, no se vayan por eso
a lo opuesto y digan: “debo descubrir desde qué estoy reaccionando”. No digan:
“tengo que actuar sólo desde mí mismo, no desde una reacción”.
Yo les digo: ‘Tomen
conciencia, dense cuenta cuando actúan, de que están actuando en busca de una
recompensa’. Eso es muy simple, ¿verdad? Dense cuenta plenamente de su acción,
de que están actuando a causa de un deseo de recompensa, de logro, de éxito, o
a causa del temor, del escape. En el momento en que tomen plena conciencia de
eso, la causa desaparecerá porque la habrán comprendido. Solo pueden hacer eso
cuando la mente y el corazón están plenamente ocupados con ese acto y en
armonía total con él.
… La verdad no puede ser acumulada. Lo que
se acumula es siempre destruido, se marchita. La verdad no puede marchitarse
jamás, porque solo podemos dar con ella de instante en instante, en cada
pensamiento, en cada relación, en cada palabra, en cada gesto, en una sonrisa,
en las lágrimas. Y si usted y yo podemos encontrar esa verdad y vivirla, el
vivirla mismo es el encontrarla, entonces no nos volveremos propagandistas;
seremos seres humanos creativos, no seres humanos perfectos, sino seres humanos
creativos, lo cual es inmensamente distinto.
… ¿Puede uno pues, darse cuenta de la verdad
instantáneamente, sin preparación? Yo digo que sí, y no por alguna fantasía de
mi parte, por alguna ilusión; haced con ello un experimento psicológico y lo
veréis. Tomad cualquier reto, cualquier pequeño incidente, no esperéis alguna
gran crisis, y ved cómo reaccionáis ante él. Daos cuenta de ello, de vuestras
respuestas, de vuestras intenciones, de vuestras actitudes, y las
comprenderéis, comprenderéis el contenido de vuestra mente. Os aseguro que
podéis hacerlo instantáneamente si dedicáis a ello toda vuestra atención. Es
decir, si buscáis el pleno sentido de vuestro trasfondo, él rinde su
significación; y entonces descubrís de un solo golpe la verdad, la comprensión
del problema. La comprensión, por cierto, surge del “ahora”, del presente, que
siempre es atemporal. Aunque pueda ser mañana, sigue siendo el “ahora”; y el no
hacer más que diferir, que prepararos para recibir mañana lo que es, es
impediros a vosotros mismos de comprender lo que es, ahora. Podéis, por cierto,
comprender al instante lo que es ahora, ¿verdad? Mas para comprender lo que es,
tenéis que estar libres de perturbación, de distracción; tenéis que dedicar a
ello vuestra mente y corazón. Ello tiene que ser vuestro único interés en ese
momento, completamente. Entonces lo que es, os brinda su plena hondura, su
pleno significado, y así os libráis del problema.
Si queréis conocer la verdad acerca de la
propiedad, su significación psicológica, si en realidad deseáis comprenderla
directamente ahora, ¿cómo enfocáis el problema? Es preciso, por cierto, que
sintáis afinidad con el problema, que no le tengáis miedo, que no tengáis credo
alguno, ninguna respuesta entre vosotros y el problema. Sólo cuando estéis en
relación directa con el problema, hallaréis la respuesta. Pero si introducís
una respuesta, si juzgáis, si tenéis una aversión psicológica, la aplazaréis y
os prepararéis para comprender mañana lo que sólo puede comprenderse en el “ahora”.
Por lo tanto, jamás comprenderéis. El percibir la verdad no requiere
preparación alguna. La preparación implica tiempo y el tiempo no es el medio de
comprender la verdad. El tiempo es continuidad, y la verdad es atemporal, “no
continuar”. La comprensión es no continua, es de instante en instante, es sin
residuo.
… Seguramente una de
las funciones de la educación es crear individuos que no estén atados a ninguna
forma de creencia, a ningún patrón de moralidad o respetabilidad. Es el yo el
que simplemente busca ser moral, respetable. El individuo verdaderamente religioso
es aquel que descubre, que experimenta directamente qué es Dios, qué es la
verdad. Esa experiencia directa nunca es posible mediante alguna forma de
creencia, mediante algún ritual, mediante la adoración, o siguiendo a alguien.
La mente verdaderamente religiosa está libre de gurús. Ustedes, como
individuos, al crecer y vivir sus vidas, pueden descubrir la verdad de momento
a momento, y por consiguiente son capaces de ser libres.
… Lo que libera es la
verdad, no el esfuerzo por ser libre.”
J. Krishnamurti