“… Para que haya plenitud de realización tiene que existir el más alto nivel de inteligencia. Esta inteligencia es diferente del conocimiento. Ustedes pueden leer muchos libros, pero eso no les dará inteligencia. La inteligencia puede despertarse solo mediante la acción, comprendiendo la acción como un todo integrado.
Discutir y descubrir
intelectualmente qué es la inteligencia sería, en mi sentir, un desperdicio de
tiempo y energía, porque eso no eliminaría la carga de ignorancia e ilusión. En
vez de indagar qué es la inteligencia, descubramos por nosotros mismos cuáles
son los obstáculos impuestos a la mente que impiden el pleno despertar de la
inteligencia. Si yo les diera una explicación de lo que es la inteligencia y
ustedes aceptaran mi explicación, sus mentes harían de ella un sistema bien
definido y, a causa del temor, se deformarían para poder encajar en ese
sistema. Pero si cada uno descubre por sí mismo los múltiples impedimentos
fijados en la mente, entonces, por medio de la percepción alerta, no del
autoanálisis, la mente comenzará a liberarse, despertando de este modo la
verdadera inteligencia, que es la vida misma.
… Toda criatura
viviente es una fuerza, una energía única para sí misma. Esta fuerza o energía
crea sus propios materiales, que pueden ser llamados cuerpo, sensación,
pensamiento o conciencia. Esta fuerza o energía, actuando por sí misma, en su
desarrollo se convierte en conciencia. De esta surge el proceso del ‘yo’, el
movimiento del ‘yo’. Entonces comienza el ciclo de crear su propia ignorancia.
El proceso del ‘yo’ empieza y continúa en la identificación con sus propias
limitaciones autocreadas. El ‘yo’ no es una entidad separada como cree la
mayoría de nosotros; es tanto la forma de la energía como la energía misma.
Pero esa fuerza en su desarrollo crea su propio material y la conciencia es una
parte de ese material; y gracias a los sentidos la conciencia se reconoce como
individuo. Este proceso del ‘yo’ no es del momento, no tiene comienzo. Pero
mediante la constante percepción alerta y la comprensión es posible ponerle
fin.
… Por favor, lo que digo acerca del proceso
del ‘yo’ no lo traduzcan a su particular fraseología o creencia. Eso no los
ayudaría en absoluto, al contrario, los confundiría; tengan la bondad de
escuchar con una mente y un corazón libre de prejuicios.
El proceso del ‘yo’ es el resultado de la
ignorancia; como la llama alimentada por el aceite, se sostiene mediante sus
propias actividades. Es decir, el proceso del ‘yo’, la energía del ‘yo’, la
conciencia del ‘yo’ es el resultado de la ignorancia, y la ignorancia se
mantiene mediante las actividades que ella misma crea; es estimulada y
sustentada por sus propias acciones, que se basan en el anhelo y el deseo. Esta
ignorancia no tiene comienzo y la energía que la creó es única para cada
individuo. Esta unicidad se vuelve individualidad para la conciencia. El
proceso del ‘yo’ es el resultado de esa fuerza única para cada individuo, la
cual crea, en su autodesarrollo, sus propios materiales como el cuerpo, el
discernimiento, la conciencia, y esta llega a identificarse como el ‘yo’. Esto
es realmente muy simple, pero parece complicado cuando se pone en palabras.
Si, por ejemplo, uno es educado en la
tradición del nacionalismo, esa actitud debe inevitablemente crear barreras en
la acción. Una mente-corazón reducida y limitada en su actividad por los
prejuicios tiene que crear limitaciones crecientes. Esto es obvio. Si uno tiene
creencias, traduce y moldea conforme a ellas sus experiencias, y así está
forzando y limitando continuamente al pensamiento-emoción, y estas limitaciones
se convierten en el proceso del ‘yo’.
La acción en vez de liberar, de desembarazar
a la mente-corazón de sus autoimpuestas servidumbres, crea ulteriores y más
profundas limitaciones, y estas limitaciones acumuladas pueden ser llamadas
ignorancia. Esta ignorancia es alentada, nutrida por sus propias actividades
nacidas de los deseos que ella misma crea. A menos que uno comprenda que la
ignorancia es el resultado de sus propias actividades, actividades que ella
misma crea y sustenta, la mente-corazón deberá morar siempre en este círculo
vicioso. Cuando uno comprenda a fondo esto percibirá que la vida ya no es más
una serie de conflictos y conquistas, luchas y logros, todo ello conducente a
la frustración. Cuando uno tiene verdaderamente un discernimiento directo en
este proceso de la ignorancia, el vivir ya no es más una acumulación de dolor,
sino que se convierte en el éxtasis de una profunda bienaventuranza y armonía.
… Explicaré este proceso del ‘yo’, de la
individualidad. Hay una energía que es única para cada individuo, la cual no
tiene comienzo. Esta energía, por favor, no la atribuyan a ninguna divinidad ni
le otorguen ninguna cualidad especial; en su proceso de desarrollo espontáneo
crea su propia sustancia o material, el cual está constituido por la sensación,
el discernimiento y la conciencia. Este es el carácter abstracto de la
conciencia. El concreto es la acción. Por supuesto, no existe tal división
absoluta. La acción procede de la ignorancia, la cual existe donde hay
prejuicios, tendencias, anhelos que inevitablemente se derivan en dolor. Por
eso la existencia llega a ser un conflicto y una fricción constantes. Es decir,
la conciencia es tanto discernimiento como acción. La fricción, el proceso del ‘yo’,
surge a causa de la constante acción recíproca entre tales anhelos, prejuicios,
tendencias y limitaciones.
… Cuando comprendemos
que somos el resto de la humanidad, ello trae consigo una energía inmensa; uno
se ha abierto paso por el angosto surco de la individualidad, el círculo
estrecho del yo y el tú, el nosotros y el ellos. Estamos examinando juntos esta
muy compleja conciencia del hombre, no del hombre europeo ni del hombre
asiático ni del hombre del Medio Oriente, sino que examinamos juntos este
extraordinario movimiento en el tiempo, movimiento que ha estado
desarrollándose en la conciencia por millones de años.
… Aquello que es inmortal está más allá del tiempo. No hay, por lo tanto, relación alguna entre el ‘yo’ y lo atemporal. Nos agrada creer que la hay, pero ese es otro engaño de la mente.”
J. Krishnamurti