“… Al darnos cuenta perfecta de nosotros
mismos en todas nuestras relaciones, empezamos por descubrir las confusiones y
limitaciones que existen dentro de nuestro ser, de las cuales estamos ahora
ignorantes; y al darnos cuenta de ellas las comprenderemos y las eliminaremos.
Sin esta comprensión y el autoconocimiento que produce, cualquier reforma en la
educación o en cualquier otro campo, sólo conducirá a más antagonismo y
miseria.
… Otro desastre más grande todavía se
aproxima peligrosamente, y la mayoría de nosotros no hace nada para evitarlo.
Seguimos nuestro curso día tras día, como lo hemos hecho anteriormente, no
queremos despojarnos de nuestros falsos valores y empezar de nuevo. Queremos
hacer una reforma de retazos, que solo nos conduce a problemas que requieren
más reformas. Pero el edificio se nos está desmoronando, las paredes están
cediendo y el fuego lo está destruyendo. Debemos abandonar el edificio y
comenzar a construir sobre un solar nuevo con diferentes cimientos y con
diferentes valores.
… Una revolución dentro de esa estructura,
dentro del marco de la sociedad, no es una revolución en absoluto; puede ser
progresista o retrógrada, pero al igual que la reforma tan solo es la
continuación, con alguna modificación, de lo que esa sociedad ha sido. Por muy
buena y necesaria que sea la reforma solo puede producir un cambio superficial,
que de nuevo necesitará de una reforma posterior. Ese proceso no tiene fin
porque la sociedad está constantemente desintegrándose dentro del modelo de su
propia existencia.
… He estado tratando de señalar que, solo
dando importancia a aquellas cosas que son primordiales, las cuestiones
secundarias pueden ser comprendidas y resueltas. Los males sociales y
económicos no pueden ser corregidos si no comprendemos sus causas. Para
comprenderlas y, de ese modo, producir un cambio fundamental, primero tenemos
que comprendernos a nosotros mismos, que somos la causa de estos males.
Individualmente y en conjunto hemos creado la lucha y la confusión social y
económica. Para actuar colectivamente, debemos empezar con lo individual; a fin
de actuar como grupo, cada uno debe comprender y cambiar de manera radical
dentro de sí mismo, aquellas causas que generan exteriormente conflicto y
desdicha. Mediante la legislación, ustedes podrán obtener ciertos resultados
beneficiosos, pero sin transformar las causas internas y fundamentales de
conflicto y antagonismo esos resultados se irán a pique y surgirá nuevamente.
La confusión, las reformas exteriores necesitarán siempre nuevas reformas, y
este camino conduce hacia la opresión y la violencia. Un orden externo y una
paz creadora pueden tener lugar solo si cada uno crea orden y paz dentro de sí
mismo.
… Así que ustedes, como individuos, tienen
que averiguar qué se proponen hacer, habrán de pertenecer a una sociedad, a un
sistema de pensamiento basado en este engrandecimiento propio con todos sus
matices y sus delicadas sutilezas, o si, viendo que mientras exista ese estado
de cosas tiene que haber guerras, crueldades, explotación, están dispuestos a
cambiar completamente y no a tratar sólo con los síntomas. Como individuos,
estamos enfrentados a este problema, a este interrogante: ¿trataremos con los
síntomas, haremos una labor de remiendos, o produciremos un cambio completo en
nuestro pensamiento, un cambio no basado en el espíritu posesivo y en la
importancia propia? Una actitud así generará, necesaria y gradualmente, una
nueva sociedad, un estado de cosas nuevo, una nueva conciencia en la cual no tendrán
cabida la explotación y esta incesante lucha por existir, por meramente
existir. Y podrá habérselas con este problema sólo si lo consideran de verdad,
si les interesa, si realmente están sufriendo, no si se limitan a sentarse para
discutir y observar de manera intelectual y teórica. Son ustedes pues, como
individuos, los que deben decidir mediante el raciocinio y, por lo tanto,
mediante la acción, si darán origen a una humanidad en la cual haya verdadera
comprensión, o si continuarán con esta lucha incesante.
… Sin relación, no hay existencia; ser es estar relacionado [...]. La mayoría de nosotros no parece darse cuenta de esto, que el mundo es mi relación con otros, ya sea con uno o con muchos. Mi problema es el problema de la relación. Lo que soy es lo que proyecto y, desde luego, si no me comprendo a mí mismo, toda mi relación es una confusión cuyos círculos se amplían cada vez más. Así pues, la relación adquiere una importancia extraordinaria, no mi relación con la así llamada masa, con la multitud, sino en el mundo de mi familia y mis amigos, por reducido que sea ese mundo; mi relación con mi esposa, mis hijos, mi vecino.
… El espíritu religioso no piensa en función
del tiempo, de resultados inmediatos, de una reforma inmediata dentro del
patrón de la sociedad [...]. Dijimos que la mente religiosa no es una mente
ritualista, no pertenece a ninguna iglesia, a ningún grupo, a ningún patrón de
pensamiento. La mente religiosa es la mente que ha penetrado en lo desconocido,
y uno no puede dar con lo desconocido excepto de un salto; no puede entrar en
lo desconocido mediante un cálculo cuidadoso. La mente religiosa es la
verdaderamente revolucionaria, y la mente revolucionaria no es una reacción a
lo que ha sido. La mente religiosa es, en realidad, explosiva, creadora, no
creadora en el sentido de lo que esa palabra implica para la poesía, la
decoración, la arquitectura, la música, etc.; es una mente que se halla en
estado de creación.
… Ahora cooperamos con cualquier persona que
ofrece una reforma, un cambio, y eso solo perpetúa el conflicto y la desdicha;
pero si sabemos qué es tener el espíritu de cooperación que adviene con la
comprensión del proceso total de la mente que implica libertad con respecto al
«yo», entonces hay posibilidad de crear una civilización nueva, un mundo por
completo diferente, exento de espíritu adquisitivo, de envidia, de comparación.
Esto no es una utopía teórica, sino el verdadero estado de la mente que, de
manera constante, investiga y va en pos de aquello que es verdadero y bienaventurado.”
J. Krishnamurti
Audiotexto: