“… Buscan alguna nueva clase de experiencia
porque han tenido experiencias de diversos tipos y han dicho: Es suficiente, ya
he tenido todo eso, pero deseo alguna otra clase de experiencia, algo más
grande, alguna experiencia que les proporcionará un gran deleite, una gran
comprensión, una iluminación, una transformación. ¿Cómo lo descubrirán? Para
descubrirlo tienen que estar libres de todas las ilusiones. Y eso implica
completa honestidad a fin de que la mente no se engañe a sí misma. Para que no
se engañen a sí mismos tienen que comprender toda la naturaleza del deseo.
Porque es el deseo el que crea la ilusión; a causa del deseo quiere uno
realizarse, espera siempre algo más. A menos que comprendan la total naturaleza
y estructura del deseo, es inevitable que la mente engendre ilusiones. ¿Puede
nuestra mente, habiendo comprendido la actividad del deseo, conocer su valor
relativo y, por lo tanto, hallarse libre para observar? Ello implica observar
sin ninguna clase de ilusión. ¿Tienen ustedes conciencia de las ilusiones?
Cuando la mente está libre de ilusiones carece en absoluto de hipocresía, es
clara y honesta; entonces pueden dar comienzo a la investigación, pueden
investigar si hay una existencia intemporal, una verdad intemporal. Aquí es
donde nace la meditación.
… La meditación es como ir a un pozo cuyas
aguas son inagotables, llevando un cántaro que está siempre vacío. El cántaro
jamás puede llenarse. Lo que importa es beber las aguas y no cuán lleno está el
cántaro. El cántaro debe ser roto para beber el agua. El cántaro es el centro
que está siempre buscando, y así jamás puede encontrar. Buscar es negar la
verdad que está justo frente a nosotros. Nuestros ojos deben ver lo que está
más cerca, y el ver eso es un movimiento que no tiene fin. El que busca
proyecta aquello que busca, y así vive en una ilusión, esforzándose siempre
dentro de los límites de su propia sombra. No buscar es encontrar; y el
encontrar no está en el futuro, está ahí, donde no miramos. El mirar es siempre
el presente y en él tienen lugar toda vida y toda acción. La búsqueda es un
impulso personal que proviene del centro, lograr algo, pertenecer o aferrarse a
algo. En la investigación de esto hay libertad desde el comienzo mismo; mirar
es liberarse del peso del ayer.
… Por pequeña que sea la parte del cerebro
que está funcionando, para funcionar bien, eficientemente, tiene que sentirse
segura, a salvo. Que esa certidumbre, esa seguridad sea una ilusión o alguna
invención del pensamiento, como lo son la fe y la creencia, carece realmente de
importancia mientras esa parte limitada del cerebro se sienta asegurada, a
salvo. En esta ilusión vivimos. Con la imagen, como lo son el nacionalismo y
las imágenes que hay en todos los templos del mundo, vive el hombre y continúa
con el conflicto, el placer, el dolor. Sólo cuando percibimos que ellas
oscurecen e impiden nuestra verdadera y profunda relación con otro, o que están
entre nosotros mismos y esa nube, ese árbol y aquellos niños, sólo entonces
puede haber amor.
De modo que el problema es: Soy un hombre
lógico y, no obstante, siento que existe algo misterioso, pero no puedo
aprehenderlo. Puedo entenderlo, puedo verlo lógicamente, pero no puedo
contenerlo en mi corazón, en mi mente, en mis ojos, en mi sonrisa. El
interlocutor dice: “ayúdeme”. Si se me permite señalar algo, no pida ayuda a
nadie, porque todo el afán está en usted y en usted está todo el misterio, si
es que existe un misterio. Todo aquello por lo que el hombre ha luchado, todo
lo que ha buscado, encontrado, descartado como ilusión, todo eso forma parte de
su conciencia. Cuando usted pide ayuda, perdóneme si señalo esto, lo hago con
el mayor respeto, no cínicamente, cuando pide ayuda está solicitando algo de
afuera, solicita algo de otro. ¿Cómo sabe que el otro tiene esa condición de la
verdad? A menos que usted mismo la tenga, jamás sabrá si el otro la tiene o no.
Por lo tanto, y esto lo digo con gran afecto y solicitud, lo primero es que,
por favor, no pida ayuda. Si la pide, entonces los sacerdotes, los gurús, los
intérpretes, todos ellos lo ahogarán con su verborrea. Mientras que si mira el
problema ve que el problema es este: el hombre, durante siglos y siglos, ha
estado a la búsqueda de algo sagrado, de algo no corrompido por el tiempo, por
todos los afanes del pensamiento. Lo ha buscado, lo ha deseado con ansia, se ha
sacrificado, se ha torturado físicamente, ha ayunado por semanas, pero no lo ha
encontrado. Entonces viene alguien y dice: “yo te lo mostraré, yo te ayudaré”.
Con lo cual uno está perdido. Vea, cuando usted pregunta si hay algo
profundamente misterioso, sagrado, el misterio existe sólo como un concepto;
pero si lo descubre, ya no es más un misterio, es algo que está mucho más allá
de todo concepto de misterio.
… Los biólogos nos dicen que al cerebro le
ha tomado millones de años evolucionar hasta su etapa presente, y que le tomará
millones de años seguir evolucionando. Ahora bien, la mente religiosa no
depende del tiempo para su desarrollo. Lo que quiero comunicar es que, cuando
el cerebro, que debe funcionar respondiendo a la existencia exterior, se
aquieta internamente, ya no opera el mecanismo de acumular experiencias y
conocimientos. Por lo tanto, el cerebro está internamente quieto, pero
plenamente activo, y entonces puede obviar de un salto los millones de años.
Para la mente religiosa pues, no existe el
tiempo. Este sólo existe en ese estado de continuidad que avanza hacia una
continuidad y un logro más extensos. Cuando la mente religiosa ha destruido la
autoridad del pasado, las tradiciones, los valores que se le han impuesto,
entonces es capaz de existir sin el tiempo. Entonces está completamente
desarrollada. Porque, después de todo, cuando uno ha negado el tiempo, ha
negado todo desarrollo a través del tiempo y el espacio. Por favor, esto no es
una idea, no es una cosa para jugar con ella. Si han pasado por esto saben lo
que es, se hallan en ese estado, pero si no han pasado por ello, entonces no
pueden recoger meramente estas cosas como si fueran ideas y jugar con ellas.
… Cuando la mente está en completo silencio,
sin ninguna ilusión, sin ninguna clase de autohipnosis, surge algo que no es
producto de la mente.”
J. Krishnamurti