traductor para el blog blogger web

CUANDO AMÁIS ALGO CON TODO VUESTRO SER LA PERCEPCIÓN ES INMEDIATA

                        

    “… Dándoos cuenta pues, de que vuestra mente es superficial, no intentéis volveros profundos. Una mente superficial jamás podrá conocer grandes honduras. Puede tener abundancia de conocimientos, de información, puede repetir palabras; ya conocéis todas las galas de una mente superficial que es activa. Mas si sabéis que sois superficiales, poco profundos, si os dais cuenta de la superficialidad y observáis todas sus actividades sin juzgar, sin condenar, pronto veréis que esa cosa superficial desaparece por completo sin que actuéis sobre ella. Pero eso requiere paciencia, vigilancia, no el ansioso deseo de un resultado, de un logro. Solo una mente superficial desea un logro, un resultado. Cuanto más percibáis todo este proceso, tanto más descubriréis las actividades de la mente; pero debéis observarlas sin tratar de darles término, porque no bien perseguís un fin os veis de nuevo atrapados en la dualidad del “yo” y del “no yo”, con lo cual continúa el problema.

   … Por ejemplo, la última moda es ahora interesarse en el Zen, esa es la manía. Y si durante estas pláticas tratáis de comparar lo que se está diciendo con lo que habéis leído, en ese proceso no estáis escuchando en absoluto, ¿verdad? Sólo estáis comparando, y esta comparación es una forma de pereza. Mientras que, si escucháis sin el intermedio de lo que habéis aprendido, oído o leído, entonces estáis escuchando y respondiendo directamente sin ningún prejuicio. Estáis viendo la verdad o la falsedad de lo que se está diciendo, y eso es mucho más importante que limitarse a comparar, valorar, juzgar.

   … Pues bien, si observáis vuestra propia mente mientras estáis sentados aquí, notaréis que estáis escuchando a través de diversas pantallas, la pantalla de lo que conocéis o de lo que habéis oído o leído, la pantalla de vuestras propias experiencias, y estas pantallas, de hecho, impiden escuchar. Realmente nunca escucháis, siempre estáis interpretando lo que oís, según vuestro trasfondo, vuestros prejuicios, según las conclusiones a que habéis llegado; por lo tanto, no escucháis. Y solamente hay transformación inmediata cuando uno escucha plenamente, esto es, no permite que se interpongan las cosas que uno ha aprendido. Escuchar completamente es no juzgar, no evaluar, de modo que todo vuestro ser está atento, y cuando estáis escuchando de esa manera hallaréis que hay esclarecimiento inmediato. Ese esclarecimiento es libertad atemporal, liberación.

   … El nombrar, la clasificación, la opinión, el juicio, la elección, todas esas cosas os impiden ver realmente. Del mismo modo, para ponerse en contacto emocional con un hecho, es preciso no nombrar, no ponerlo en una categoría, no juzgarlo; tiene que cesar todo pensamiento, toda reacción. Sólo entonces podéis mirar. Tratad alguna vez de mirar una flor, un niño, una estrella, un árbol o lo que queráis, sin todo el proceso del pensar, y entonces veréis mucho más. Entonces no habrá ninguna pantalla de palabras entre vosotros y el hecho y, por consiguiente, habrá un contacto inmediato con él. Valorar, condenar, aprobar, poner en una categoría ha sido nuestro ejercicio durante siglos; y darse cuenta de todo esto es comenzar a ver un hecho.

   … Nuestros ojos y cerebro registran las cosas externas, los árboles, las montañas, las rápidas corrientes; acumulan conocimiento, técnica, etc. Con esos mismos ojos y cerebro entrenados para observar, escoger, condenar y justificar, nos volvemos hacia adentro, miramos dentro de nosotros, reconocemos objetos, construimos ideas que se organizan en razonamientos. Esta mirada interna no llega muy lejos, porque está aún dentro de la limitación de su propio observar y razonar. Este fijar la mirada en lo interno sigue siendo la mirada externa y, por lo tanto, no hay mucha diferencia entre ambas. Lo que pueda aparecer como diferente, puede ser similar. Pero existe una observación interna que no es la observación externa vuelta hacia adentro. El cerebro y el ojo que observan solo parcialmente no contienen la visión total. Ellos deben estar completamente activos pero quietos, deben cesar de escoger y juzgar, pero tienen que hallarse pasivamente atentos. Entonces existe la visión total sin la frontera del tiempo-espacio. En este relámpago nace una nueva percepción.

   … La mayoría de nosotros estamos interesados en la solución, en la respuesta, de modo que prestamos al problema una atención dividida; por consiguiente, el problema nunca se comprende y así no hay respuesta. Para indagar sobre el problema se requiere una mente que no esté buscando una respuesta, sino que sea capaz de investigar sin juzgar ni condenar. ¿Podemos mirar algo sin comparar, juzgar, o condenar? Si queréis experimentar con ello veréis cuán extraordinariamente difícil es, porque todo el proceso de nuestro pensar se basa en la comparación, en el juicio, en la condenación. Mas si podemos indagar el problema sin esperar una respuesta, entonces el problema mismo se resuelve sin buscar respuesta.

   … El aprender no es un proceso de sentar las bases del conocimiento. El aprender es de instante en instante, es un movimiento en el cual uno se observa infinitamente a sí mismo, sin condenar, juzgar ni evaluar jamás, simplemente observa. Tan pronto condena, interpreta o evalúa, tiene un patrón de conocimiento, de experiencia, y ese patrón le impide aprender.

   … ¿Y existe progreso interiormente? Para mí, no. Solo existe el ver inmediatamente, y para ver de inmediato la mente no debe ser perezosa. No, por favor, no estéis de acuerdo conmigo, porque es muy difícil. Sólo seguidlo. Para ver claramente, lo cual ocurre siempre de inmediato, la mente ya no ha de tener la capacidad de elegir. Para ver las cosas como son, inmediatamente, la mente debe dejar de condenar, de evaluar, de juzgar. Eso no requiere progreso, no exige tiempo. Señor, cuando hay algo peligroso veis las cosas inmediatamente, vuestra respuesta es inmediata. En eso no hay progreso. Cuando amáis algo con todo vuestro ser la percepción es inmediata.” 

    J. Krishnamurti

                
            Audiotexto: