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SIEMPRE ANDÁIS EN BUSCA DE RESPUESTAS EXTERNAS, PERO SOLO CUANDO ESA CONFUSIÓN SE DISIPE CONOCERÉIS LA SIGNIFICACIÓN DE LA EXISTENCIA

   

   “… ¿Cuál es el objeto de la vida? Descubrid la verdad al respecto y no os detengáis hasta descubrirla, porque, al parecer, “lo que es el objeto de la vida” os interesa. ¿Cómo lo descubrirás y quién te lo mostrará? ¿Puedes descubrirlo leyendo? Si tú lees un autor podrá darte un método y otro autor podrá ofrecerte un método diferente. Si acudes a un hombre que sufre él te dirá que el objeto de la vida es ser feliz, porque él mismo está sufriendo; el objeto de la vida para él es ser feliz. Si te diriges a un hombre, a una persona que padece hambre, que durante años no ha tenido una comida completa su objeto en la vida es llenarse el estómago. Si hablas con uno de los políticos su meta es llegar a ser uno de los dirigentes, de los gobernantes del mundo. Si le preguntas a una mujer ella te dirá: mi objeto es tener un bebé. Si acudes a un “sanyasi” (santo), su meta es encontrar a Dios. El deseo general, el objeto que la gente persigue, es hallar algo que sea un gran consuelo, es hallar alguna seguridad, algo que los ponga en salvo para no tener temor, ni ansiedad, ni dudas, ni preguntas que hacer. La gente quiere algo permanente a que pueda aferrarse. ¿No es así? De suerte que, en general, el objeto de la vida es para el hombre alguna clase de esperanza, de seguridad, de permanencia. Tú no puedes decir: ¿y eso es todo? Eso es lo que ocurre, debes en primer término enterarte de eso.

   Acerca de todo eso debes inquirir, lo cual significa que debes interrogarte a ti mismo. El objeto general de la vida es consubstancial contigo mismo, porque tú formas parte de la vida total, tú deseas seguridad, permanencia, felicidad, quieres algo a qué aferrarte. Ahora bien, para hallar algo que esté más allá, alguna verdad que no pertenezca a la mente ni a las ilusiones de la mente, todo esto debe terminar; es decir, debes comprender todo esto y dejarlo de lado. Sólo entonces descubrirás lo que es real y si hay una meta. Pero el estipular que tiene que haber una meta, el creer que la hay, es simplemente otra ilusión. Si, en cambio, tú puedes inquirir acerca de todos los conflictos, las luchas, las penas, las vanidades, las ambiciones, los temores y las esperanzas, y pasar a través de ellos, ir más allá y por encima de ellos, entonces descubrirás.

   … ¿Estás realmente interesado en ello? ¿Qué entiendes tú por “creación”? ¿Qué objeto tiene el vivir? ¿Qué entendemos por “vivir”? ¿Qué objeto tiene tu existencia, con qué fin lees, estudias, pasas exámenes? ¿Qué objeto tiene la relación de padres, esposa, hijos? ¿Qué es la vida? ¿Es eso lo que quieres significar? ¿Qué objeto tiene la creación? ¿Cuándo hacéis esa pregunta? Cuando no veis claramente, cuando estáis confusos, cuando estáis en la oscuridad, cuando estáis ciegos, cuando no sabéis ni sentís esto por vosotros mismos; entonces queréis saber cuál es el objeto de la existencia. Cuando en vosotros no hay claridad interna, cuando hay desdicha, entonces preguntáis: ¿qué objeto tiene la vida?

   Hay mucha gente que te dirá qué objeto tiene la vida; te dirán lo que dicen los libros sagrados. Gente lista continuará inventándole objeto a la vida. Para la agrupación política tendrá ella un objeto, para el grupo religioso tendrá otro, y así sucesivamente. ¿Cuál es pues, el objeto de la vida cuando tú mismo estás confuso? Cuando estoy confuso pregunto “¿qué objeto tiene la vida?”, porque a través de esa confusión espero hallar una respuesta. ¿Cómo puedo hallar una verdadera respuesta estando yo confuso? ¿Comprendes? Si estoy confuso sólo puedo recibir una respuesta también confusa. Si mi mente está confusa, si mi mente está perturbada, si mi mente no es bella ni está serena, cualquier respuesta que yo reciba lo será a través de ese tamiz de confusión, ansiedad y temor; por lo tanto, la respuesta estará pervertida. Lo importante pues, no es preguntar: ¿qué objeto tiene la vida, la existencia?, sino disipar la confusión que hay dentro de ti. Es como un hombre ciego que pregunta: ¿qué es la luz? Si yo le digo qué es la luz él escuchará de acuerdo a su ceguera, a su propia oscuridad. Pero supongamos que él pueda ver; nunca, entonces, hará la pregunta ¿qué es la luz? Ella está ahí.

   Similarmente, si puedes aclarar la confusión dentro de ti mismo encontrarás qué objeto tiene la vida, no necesitarás preguntar por ese objeto ni buscarlo; todo lo que tendrás que hacer es verte libre de las causas que traen confusión. Las causas de confusión son muy claras, ellas están en el “mí”, en el “yo”, que constantemente quiere expandirse mediante la envidia, los celos, el odio, la imitación; y los síntomas son los celos, la envidia, la codicia, el miedo, el querer imitar, etc. Mientras internamente sea así habrá confusión. Siempre andáis en busca de respuestas externas, pero solo cuando esa confusión se disipe conoceréis la significación de la existencia.

   … Para la realización de la propia felicidad y también de lo sublime, es necesario no ser impulsado por el deseo, no estar preso en su agitación y confusión. Para tener el deseo bajo control, es esencial alguna forma de sujeción. En vez de ir a la procura de las cosas triviales de la vida, ese mismo deseo puede ir en busca de lo sublime.

   Usted puede cambiar el objeto del deseo, de una casa al conocimiento, de lo bajo a lo más alto, pero sigue siendo la actividad del deseo, ¿verdad? Puede que uno no quiera reconocimiento mundano, pero el anhelo de alcanzar el cielo sigue siendo la búsqueda de la ganancia. El deseo está siempre buscando realización, logro, y es este movimiento del deseo lo que ha de ser comprendido y no rechazado o sometido. Sin comprender las modalidades del deseo, el mero control del pensamiento tiene poca importancia. Pero debo volver al punto de partida. Incluso para comprender el deseo se necesita concentración, y ahí está toda mi dificultad. Me resulta imposible controlar mis pensamientos. Se extravían por todas partes, atropellándose unos a otros. No hay un solo pensamiento que sea dominante y continuo entre todos los pensamientos irrelevantes.

   … Para alcanzar la liberación, nada es necesario. No es posible alcanzarla negociando, a través del sacrificio o de la eliminación, ni es algo que se pueda comprar. Si hacemos alguna de estas cosas obtendremos un objeto de mercado, y por lo tanto no verdadero.” 

    J. Krishnamurti

            Audiotexto:

           


LA VERDAD SOLO PUEDE ESTAR EN EL PRESENTE, EN ESE ESTADO EN EL CUAL EL TIEMPO NO EXISTE


   “… Somos un resultado del pasado. Nuestro pensamiento se basa en el ayer, y en muchos miles de “ayeres”. Somos un producto del tiempo, y nuestras reacciones, nuestras actitudes presentes son efecto acumulado de muchos miles de instantes, incidentes y experiencias. De modo que el pasado, para la mayor parte de nosotros, es el presente. Ese es un hecho innegable. Vosotros, vuestros pensamientos, vuestros actos, vuestras respuestas, son resultado del pasado.

   Ahora bien, el interlocutor quiere saber si ese pasado puede borrarse de inmediato; es decir, no con el andar del tiempo, sino instantáneamente; o si, por el contrario, ese pasado acumulado requiere tiempo para que la mente se libre de él en el presente. Es importante comprender la pregunta. Siendo que cada uno de nosotros es resultado del pasado, con un fondo de innumerables influencias que varían y cambian constantemente, ¿es posible borrar todo ello, sin pasar por el proceso del tiempo?

   … ¿Se necesita el tiempo para transformar lo que es? En primer lugar, ¿por qué queremos cambiar lo que es, o producir una transformación? ¿Por qué? Porque lo que somos nos desagrada, engendra conflicto, perturbación. Y no gustándonos ese estado, deseamos algo mejor, algo más noble, más idealista. Deseamos pues, la transformación, porque hay dolor, malestar, conflicto. ¿Pero al conflicto se le vence con el tiempo? Si decís que él será superado por el tiempo aún estáis en conflicto. Podréis decir que os tomará veinte días o veinte años el libraros del conflicto, el cambiar lo que sois; pero durante ese tiempo estáis todavía en conflicto y, por lo tanto, el tiempo no trae transformación. Cuando utilizamos el tiempo como medio de adquirir una cualidad, una virtud o un estado del ser, no hacemos más que aplazar o esquivar lo que se es, y creo que es importante comprender este punto.

   … Esta constante lucha para ser “algo” es la base de nuestra vida, la lucha por el devenir. ¿Podemos, como seres humanos que viven en este mundo, transformarnos a nosotros mismos? Ese es realmente el problema, transformarnos psicológicamente de manera radical, no a la larga, no admitiendo para ello el tiempo. Para un hombre serio, para un hombre verdaderamente religioso, no existe el mañana. Es una declaración bastante difícil de aceptar esta de que el mañana no existe; para un hombre religioso sólo existe el fecundo culto del hoy. ¿Podemos vivir esta vida totalmente y, de hecho, transformar nuestra relación cotidiana de unos con otros? Esa es la verdadera cuestión, no qué es el mundo, porque el mundo somos nosotros.

   … Lo importante es comprender el proceso total de la mente. Después lo discutiremos, pero habremos de ver que la verdad no es algo para ser recordado. Aquello que es recordado pertenece al tiempo, es una cosa del pasado, y la verdad nunca puede ser del pasado ni del futuro; la verdad sólo puede estar en el presente, en ese estado en el cual el tiempo no existe. El tiempo es el proceso de la mente, la mente es pensamiento, y el pensamiento es la respuesta de la memoria. La memoria es la experiencia del reto y la respuesta, y es porque la respuesta no es adecuada, que engendra el problema en la vida de relación. De suerte que la comprensión del proceso total del “yo” consiste en comprender la interrelación en la vida diaria, y esa comprensión libera a la mente del tiempo. Así, la mente es capaz de “vivenciar” la realidad de instante en instante, lo cual no es un proceso de recordación y ya no puede definirse como “experiencia”; es un estado del todo diferente. Ese estado del ser es bienaventuranza, no es algo que aprendáis en los libros y repitáis como discos de fonógrafo. Un hombre así es feliz, él no repite, y para él la vida no tiene problemas. Es sólo la mente que crea los problemas.

   … Es importante que esto quede claro; el cerebro, cualquiera de sus partes, está condicionado por el tiempo y por el pensamiento, inextricablemente unidos, y mientras ese condicionamiento esté presente  no puede haber auténtica percepción directa. Quizá uno tenga una fugaz percepción directa de algo aislado, pero la percepción pura es comprensión directa, total; diré “total", y no “integral", que es una palabra muy manida; es una percepción de la totalidad de las cosas, de un todo completo, ¿entiende?, que no está influida por el pensamiento-tiempo y forma parte, así pues, de ese cerebro que se encuentra en una dimensión diferente. 

   … ¿Existe algo no manifestado? ¿Existe algo que, como no se manifiesta, no tiene principio ni fin? Lo que se manifiesta tiene un principio y un fin. Nosotros mismos somos manifestaciones, ¿verdad? No somos divinos ni esto o aquello, somos el resultado de miles de años de eso que llamamos evolución, crecimiento, desarrollo; y también tendremos un final. Las manifestaciones pueden destruirse, pero lo no manifestado no tiene tiempo. De manera que preguntamos si existe algo más allá del tiempo. Eso es lo que han investigado filósofos, científicos y religiosos, tratando de descubrir algo más allá de la medida del hombre y del tiempo. Porque si uno lo encuentra, si uno da con ello, lo descubre o lo ve, eso es la inmortalidad, está más allá de la muerte. Los seres humanos lo han buscado de diferentes maneras, en diferentes partes del mundo, a través de diferentes creencias, porque si uno lo descubre o lo capta, la vida, entonces, no tiene principio ni fin. Por tanto, está más allá de cualquier concepto y de toda esperanza, es algo inmenso.

   … La mente es cosa realmente extraordinaria. Tal como la conocemos es el resultado del tiempo; y el tiempo es la autoridad, la autoridad de lo bueno y de lo malo, de lo que se debe y de lo que no se debe hacer, de la tradición, de las influencias, del condicionamiento. ¿Puede pues la mente, vuestra mente, no hablo en forma personal, descubrir por completo su condicionamiento, tanto el consciente como el inconsciente, y salir de él? ‘Salir’ es sólo una expresión verbal. Mas cuando la mente ve su condicionamiento y comprende toda su operación, todo su mecanismo, entonces, de golpe, la mente está en la otra orilla.

     J. Krishnamurti

            Audiotexto: