“… Somos un resultado
del pasado. Nuestro pensamiento se basa en el ayer, y en muchos miles de
“ayeres”. Somos un producto del tiempo, y nuestras reacciones, nuestras
actitudes presentes son efecto acumulado de muchos miles de instantes,
incidentes y experiencias. De modo que el pasado, para la mayor parte de
nosotros, es el presente. Ese es un hecho innegable. Vosotros, vuestros pensamientos,
vuestros actos, vuestras respuestas, son resultado del pasado.
Ahora bien, el
interlocutor quiere saber si ese pasado puede borrarse de inmediato; es decir,
no con el andar del tiempo, sino instantáneamente; o si, por el contrario, ese
pasado acumulado requiere tiempo para que la mente se libre de él en el
presente. Es importante comprender la pregunta. Siendo que cada uno de nosotros
es resultado del pasado, con un fondo de innumerables influencias que varían y
cambian constantemente, ¿es posible borrar todo ello, sin pasar por el proceso
del tiempo?
… ¿Se necesita el
tiempo para transformar lo que es? En primer lugar, ¿por qué queremos cambiar
lo que es, o producir una transformación? ¿Por qué? Porque lo que somos nos
desagrada, engendra conflicto, perturbación. Y no gustándonos ese estado,
deseamos algo mejor, algo más noble, más idealista. Deseamos pues, la
transformación, porque hay dolor, malestar, conflicto. ¿Pero al conflicto se le
vence con el tiempo? Si decís que él será superado por el tiempo aún estáis en
conflicto. Podréis decir que os tomará veinte días o veinte años el libraros
del conflicto, el cambiar lo que sois; pero durante ese tiempo estáis todavía
en conflicto y, por lo tanto, el tiempo no trae transformación. Cuando
utilizamos el tiempo como medio de adquirir una cualidad, una virtud o un
estado del ser, no hacemos más que aplazar o esquivar lo que se es, y creo que
es importante comprender este punto.
… Esta constante lucha para ser “algo” es la
base de nuestra vida, la lucha por el devenir. ¿Podemos, como seres humanos que
viven en este mundo, transformarnos a nosotros mismos? Ese es realmente el
problema, transformarnos psicológicamente de manera radical, no a la larga, no
admitiendo para ello el tiempo. Para un hombre serio, para un hombre
verdaderamente religioso, no existe el mañana. Es una declaración bastante
difícil de aceptar esta de que el mañana no existe; para un hombre religioso
sólo existe el fecundo culto del hoy. ¿Podemos vivir esta vida totalmente y, de
hecho, transformar nuestra relación cotidiana de unos con otros? Esa es la
verdadera cuestión, no qué es el mundo, porque el mundo somos nosotros.
… Lo importante es comprender el proceso
total de la mente. Después lo discutiremos, pero habremos de ver que la verdad
no es algo para ser recordado. Aquello que es recordado pertenece al tiempo, es
una cosa del pasado, y la verdad nunca puede ser del pasado ni del futuro; la
verdad sólo puede estar en el presente, en ese estado en el cual el tiempo no
existe. El tiempo es el proceso de la mente, la mente es pensamiento, y el
pensamiento es la respuesta de la memoria. La memoria es la experiencia del
reto y la respuesta, y es porque la respuesta no es adecuada, que engendra el
problema en la vida de relación. De suerte que la comprensión del proceso total
del “yo” consiste en comprender la interrelación en la vida diaria, y esa
comprensión libera a la mente del tiempo. Así, la mente es capaz de “vivenciar”
la realidad de instante en instante, lo cual no es un proceso de recordación y
ya no puede definirse como “experiencia”; es un estado del todo diferente. Ese
estado del ser es bienaventuranza, no es algo que aprendáis en los libros y
repitáis como discos de fonógrafo. Un hombre así es feliz, él no repite, y para
él la vida no tiene problemas. Es sólo la mente que crea los problemas.
… Es importante que
esto quede claro; el cerebro, cualquiera de sus partes, está condicionado por
el tiempo y por el pensamiento, inextricablemente unidos, y mientras ese condicionamiento
esté presente no puede haber auténtica percepción directa. Quizá uno tenga una
fugaz percepción directa de algo aislado, pero la percepción pura es
comprensión directa, total; diré “total", y no “integral", que es una
palabra muy manida; es una percepción de la totalidad de las cosas, de un todo
completo, ¿entiende?, que no está influida por el pensamiento-tiempo y forma
parte, así pues, de ese cerebro que se encuentra en una dimensión
diferente.
… ¿Existe algo no
manifestado? ¿Existe algo que, como no se manifiesta, no tiene principio ni
fin? Lo que se manifiesta tiene un principio y un fin. Nosotros mismos somos
manifestaciones, ¿verdad? No somos divinos ni esto o aquello, somos el
resultado de miles de años de eso que llamamos evolución, crecimiento,
desarrollo; y también tendremos un final. Las manifestaciones pueden
destruirse, pero lo no manifestado no tiene tiempo. De manera que preguntamos
si existe algo más allá del tiempo. Eso es lo que han investigado filósofos,
científicos y religiosos, tratando de descubrir algo más allá de la medida del
hombre y del tiempo. Porque si uno lo encuentra, si uno da con ello, lo
descubre o lo ve, eso es la inmortalidad, está más allá de la muerte. Los seres
humanos lo han buscado de diferentes maneras, en diferentes partes del mundo, a
través de diferentes creencias, porque si uno lo descubre o lo capta, la vida,
entonces, no tiene principio ni fin. Por tanto, está más allá de cualquier
concepto y de toda esperanza, es algo inmenso.
… La mente es cosa realmente extraordinaria.
Tal como la conocemos es el resultado del tiempo; y el tiempo es la autoridad,
la autoridad de lo bueno y de lo malo, de lo que se debe y de lo que no se debe
hacer, de la tradición, de las influencias, del condicionamiento. ¿Puede pues
la mente, vuestra mente, no hablo en forma personal, descubrir por completo su
condicionamiento, tanto el consciente como el inconsciente, y salir de él?
‘Salir’ es sólo una expresión verbal. Mas cuando la mente ve su
condicionamiento y comprende toda su operación, todo su mecanismo, entonces, de
golpe, la mente está en la otra orilla.
J. Krishnamurti
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