“… Dialogar no consiste en compartir experiencias mutuas; de hecho, no hay compartir, solo existe la belleza de la verdad, la cual ni ustedes ni yo podemos poseer; simplemente existe. Para dialogar con inteligencia no solo debe haber afecto, sino también duda. Como saben, a menos que uno dude, no puede haber investigación, porque investigar significa cuestionar, descubrir por uno mismo paso a paso. Si lo hacen, no necesitarán seguir a nadie ni pedir a nadie que reafirme o constate su descubrimiento; pero todo eso exige una inteligencia y sensibilidad extrema.
… Para inquirir, para investigar todas las cuestiones que afectan a nuestras vidas, como la muerte, el nacimiento, el matrimonio, el sexo, la relación, la virtud, si existe o no algo más allá de la acción de la mente, se requiere libertad; libertad para desprenderse, porque solo cuando uno puede derribar por completo todo aquello que había considerado sagrado, sólido o virtuoso, puede descubrir la verdad. A fin de averiguar lo que es la verdad, vamos a investigarlo todo, a cuestionarlo todo; vamos a desmantelar esa casa que el hombre ha construido a lo largo de los siglos. Para hacerlo se necesita libertad, se requiere una mente capaz de inquirir, una mente seria. Con «seriedad» me refiero a esa cualidad que permite seguir un pensamiento hasta el final, me refiero a cuestionar sin temor a las consecuencias; de lo contrario, no se trata de inquirir, de investigación, sino que uno se queda simplemente en la superficie y juega con las palabras y con ideas.
… Cuando ustedes dicen: “estoy buscando”,
implican que están buscando lo desconocido. Desean lo desconocido, y ese es el
objeto de su búsqueda. A causa de que lo conocido es para ustedes terrible,
insatisfactorio, vano y conduce al dolor, anhelan descubrir lo desconocido y,
de aquí, las preguntas: “¿qué es la verdad? ¿Qué es Dios?” De esto surge la
pregunta: ¿quién me ayudará a lograr la verdad? En ese intento mismo de hallar
la verdad, de encontrar a Dios, ustedes crean a los gurús, a los maestros,
quienes se convierten en sus explotadores.
Por favor, no se ofendan por mis palabras,
no prejuzguen contra lo que estoy diciendo y no piensen que me dejo llevar por
mi pasatiempo favorito. Solo les muestro la causa de que sean explotados; esa
causa es su búsqueda de una meta, de un objetivo. Cuando comprendan la falsedad
de la causa, esa comprensión los liberará. No les pido que sigan mis enseñanzas,
porque si lo que desean es comprender la verdad, no pueden seguir a nadie; si
desean comprender la verdad, tienen que permanecer completamente solos.
… No hay sendero hacia la verdad, ella debe
llegar a uno. La verdad puede llegar a nosotros solo cuando la mente y el
corazón son sencillos, claros, y en nuestro corazón hay amor; no si nuestro
corazón está lleno con las cosas de la mente. Cuando en el corazón hay amor, no
hablamos acerca de organizar la fraternidad; no hablamos de creencias, de división
o de poderes que crean división, no necesitamos reconciliarnos. Entonces somos,
cada uno de nosotros, simplemente un ser humano, sin rótulo alguno, sin una
nacionalidad. Esto significa que usted debe despojarse de todas esas cosas y
permitirle a la verdad que se manifieste; y la verdad puede manifestarse solo
cuando la mente está vacía, cuando cesa en sus creaciones. Entonces la verdad
vendrá sin que la inviten. Llegará tan rápida y sorpresivamente como el viento.
Llega en secreto, no cuando la aguardamos, cuando la deseamos. Está ahí, tan
súbita como la luz del sol, tan pura como la noche. Pero para recibirla, el
corazón debe estar lleno y la mente vacía. Ahora tiene usted la mente llena y
su corazón está vacío.
… Caballeros, estoy seguro de que, en los
viejos tiempos, antes de que se publicaran libros, antes de que hubiera
seguidores, maestros y gurús, hubo descubridores originales que nunca habían
leído un libro. Debido a que no existía ningún Bhagavad Gita, ninguna Biblia,
ningún libro de ningún tipo, tenían que descubrir las cosas por si mismos,
¿verdad? ¿Cómo lo hicieron? Es obvio que no tenían reglas, ni tampoco citaban
estúpidamente la autoridad de algunos individuos. Buscaban la verdad por sí
mismos, y la encontraban en los sitios sagrados de sus propias mentes y de sus
corazones. Sin duda alguna, también nosotros podemos descubrir la verdad por
nosotros mismos en los lugares sagrados de nuestras mentes y nuestros
corazones.
… Ahora bien, dándoos cuenta de ese hecho,
¿cómo os vais a poner a descubrir lo real por vosotros mismos? ¿Comprendéis,
señores? Dios, la verdad, o lo que sea, tiene que ser totalmente nuevo, algo
que está fuera del tiempo, fuera de la memoria, ¿no es así? No puede ser algo
que se recuerde del pasado, algo que os han dicho o que la mente ha
conjeturado, creado. ¿Y cómo lo encontraréis? Sólo puede hallarse, seguramente,
cuando la mente está libre del pasado, cuando la mente cesa de formular
cualquier imagen, cualquier símbolo. ¿No es un factor de real deterioro el hecho
de que la mente formule imágenes, símbolos? Y esto puede ser lo que está
ocurriendo en la India, así como en el resto del mundo. ¿Estoy explicando bien
el problema? ¿O no es problema para vosotros?
… La verdad no ha de buscarse en los libros,
a través de la devoción o de la inmolación, sino que surge cuando la mente es
libre y está serena; y esa libertad, esa serenidad de la mente llega sólo
cuando se comprenden los hechos de sus relaciones. Si no comprendemos sus
relaciones, hagamos lo que hagamos, la mente solo creará problemas posteriores;
sin embargo, cuando la mente está libre de todas sus proyecciones, hay un
estado de serenidad en el cual los problemas cesan. Y solo entonces lo
intemporal, lo eterno se puede hacer presente. Así pues, la verdad no es
cuestión de conocimiento, no es algo que se recuerde, que se repita, que se
imprima y se difunda en todas direcciones. La verdad es lo que es, no tiene
nombre, por ello la mente no puede aproximarse a ella.
… La verdad no es suya ni mía. Lo que es suyo puede ser organizado, explotado o guardado como una reliquia. Eso es lo que está sucediendo en el mundo; pero la verdad no puede organizarse. Como la belleza y el amor, la verdad no está en el reino de las posesiones.”
J. Krishnamurti
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