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VER LAS COSAS COMO SON LIBERA LA MENTE

   “… Me pregunto si habéis pensado alguna vez sobre la cuestión de lo que significa mirar, ver. ¿Es meramente cuestión de percepción visual, o es que el ver, el mirar, es algo mucho más profundo que la mera acción de ver? Para la mayoría de nosotros, el ver implica lo inmediato, lo que pasa hoy y lo que va a pasar mañana; y lo que va a pasar mañana está coloreado por el ayer. Nuestro mirar es pues, muy estrecho, muy miope, confinado, y nuestra capacidad de mirar es muy limitada. Creo que, si quiere uno mirar, ver más allá de las colinas, de las montañas, de los ríos y de los verdes campos, más allá del horizonte, debe haber cierta clase de libertad. Requiere una mente muy firme, y una mente no es firme cuando no es libre. Y me parece muy importante que tengamos esta capacidad de ver, no meramente lo que queremos ver, no lo que es agradable según nuestras estrechas y limitadas experiencias, sino el ver las cosas como son; ver las cosas como son libera la mente. Es por cierto una cosa extraordinaria el percibir de manera directa, sencilla, total.… 

   ... Como somos seres sociales, tenemos que mirar primero la sociedad, ver cuál es su estructura y su naturaleza. No es posible vivir solo; incluso si uno se retira al Himalaya, se vuelve ermitaño o sannyasi no puede vivir solo. Estamos relacionados unos con otros y esa relación crea esa estructura que llamamos sociedad, y esa estructura es la que controla la relación. Es decir, usted y yo estamos relacionados, estamos en comunión el uno con el otro, y desde esa comunión, esa relación, creamos y edificamos esa estructura llamada «sociedad».

   Esa sociedad controla nuestras mentes, moldea nuestros corazones y nuestras acciones; no importa si vive en una sociedad comunista, en una sociedad hindú o cristiana. La sociedad, con su estructura, moldea la mente de todos los seres humanos, ya sea de forma consciente o inconsciente; la cultura en la cual vivimos, con sus tradiciones, religiones, su política, su educación, etc., tanto en el pasado como en el presente, modela nuestro pensamiento. Así pues, para producir una verdadera revolución debe haber una revolución y una crisis en la conciencia, y es necesario cuestionar la estructura de la sociedad.

   … La revolución religiosa no tiene nada que ver con una reacción; su único propósito es afrontar un hecho y terminar con él. Se trata de darse cuenta de que nuestras relaciones y nuestra estructura social están basadas en una insólita apreciación de valores como la ambición, la codicia, la envidia, y erradicarlo en nosotros completamente, terminar con ello total y absolutamente. Ese es el principio de la revolución religiosa, y no la persecución de esa idea que uno llama «Dios». Sin estos cimientos, ¿cómo puede uno llegar lejos?, ¿cómo puede descubrir si existe algo más allá de las palabras y de las divisiones, más allá del condicionamiento del hombre? Sin duda, señores, están alimentando eso que llamamos «la moralidad social», la cual permite que uno sea ambicioso, envidioso, codicioso, prepotente, etc. Pero desde esa moralidad, esa virtud, ¿cómo puede encontrar algo más allá de toda virtud, más allá del tiempo?

… En todo el mundo hay una inmensa pobreza. Tomemos el ejemplo de Asia, donde también hay una tremenda riqueza; al igual que en este país, hay crueldad, sufrimiento, injusticia, una forma de vida carente de amor. Al ver todo esto, ¿qué puede hacer uno? ¿Cuál es la forma correcta de afrontar estos innumerables problemas? En todo el mundo las religiones han puesto énfasis en el crecimiento personal, la práctica de la virtud, la aceptación de la autoridad, la necesidad de seguir determinados dogmas y creencias, y de hacer grandes esfuerzos para adaptarse. No solo en el ámbito religioso, sino también en el ámbito social y político, siempre está esa constante necesidad de mejorar en lo personal: «Debo ser más noble, más amable, más considerado, menos violento».

   La sociedad, con la ayuda de la religión, ha desarrollado una cultura de crecimiento personal en el sentido más amplio de la palabra. Eso es lo que cada uno de nosotros trata de hacer todo el tiempo, intentamos mejorar personalmente, lo cual implica esfuerzo, disciplina, conformidad, aceptación de la autoridad, afán competitivo, búsqueda de sensación de seguridad, intentos por justificar la ambición. Es evidente que mejorar personalmente produce algunos resultados visibles, hace que uno esté más predispuesto socialmente, que sea importante en la sociedad; pero eso es todo. El crecimiento personal no revela la verdad suprema. Creo que es muy importante comprender esto.

  … La inteligencia no es discernimiento, ni juicio o evaluación crítica. La inteligencia es el ver `lo que es´. Lo que es cambia constantemente, y cuando el acto de ver está anclado en el pasado, cesa la inteligencia del ver. Entonces el peso muerto de la memoria, y no la inteligencia de la percepción, es lo que dicta la acción. El acto de ver todo esto de una ojeada es meditación. Y para ver tiene que haber silencio, y de este silencio emana la acción que es enteramente distinta de las actividades del pensamiento.

   … Uno puede ver cómo las creencias religiosas, políticas, nacionales y de diversos otros tipos, separan a los hombres, cómo crean conflicto, confusión y antagonismo, lo cual es un hecho evidente; y sin embargo, no estamos dispuestos a renunciar a ellas. Os gusta creer que hay un Dios que atiende con solicitud a vuestras pequeñeces. Es obvio que este pensamiento es infantil y sin madurez. Creéis que el Gran Padre está observando a cada uno de nosotros. Eso es simple proyección de vuestro gusto personal. La verdad debe ser algo enteramente diferente.

   … La educación no es la simple adquisición de conocimientos, ni coleccionar y correlacionar datos, sino ver la significación de la vida como un todo. Pero el todo no se puede entender desde un solo punto de vista, que es lo que intentan hacer los gobiernos, las religiones organizadas y los partidos autoritarios.

   … Existe un solo problema político, y este consiste en llevar a cabo la unión entre los seres humanos.  

    J. Krishnamurti

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