“… Solo hay una cosa que quiero transmitir
esta mañana, si se me permite; no ideas, no sentimientos, no alguna cosa
‘espiritual’ extraordinaria, sino cuán importante es ver totalmente. Y ver
totalmente implica ver sin juzgar, sin condenar, sin evaluar. Implica también
que el cerebro no reacciona ante lo que ve, sino que tan sólo observa en ese estado
en que no hay pensador separado de la cosa observada. Esto es enormemente
difícil, de modo que no creáis que lo conseguiréis simplemente jugando con las
palabras; implica comprender toda la cuestión de la contradicción, porque nos
encontramos en un estado de contradicción.
… Y si solo os interesa condenar o juzgar
partiendo de vuestro conocimiento acumulado, de vuestro condicionamiento,
entonces no estáis siguiendo, avanzando con la cosa, observando. Así es que el
aprender acerca de vosotros mismos tiene un significado mucho más grande que el
adquirir conocimiento sobre vosotros mismos. No podéis tener conocimiento
estático sobre una cosa viva.
… Por consiguiente, ¿somos capaces de mirar
sin valorar nuestro vacío psicológico, nuestra soledad, los cuales generan
infinitos problemas? Creo que esta es nuestra dificultad, la incapacidad de
mirarnos a nosotros mismos sin valorar, sin condenar, sin comparar; porque nos
han acostumbrado a comparar, a juzgar, a valorar, a opinar. Sólo cuando la
mente ve que todo eso es inútil, absurdo, es capaz de mirarse a sí misma.
Entonces, eso que tememos como la soledad o el vacío deja de ser un vacío y
desaparece toda dependencia psicológica; llegado a este punto, el amor no es
apego, es algo completamente diferente, y la relación adquiere otro
significado.
… Si observamos qué es lo que nos desgasta
en una relación descubriremos que es el pensar, pensar, pensar, calcular,
juzgar, sopesar y ajustarnos a nosotros mismos. Y lo único que nos libera de
todo eso es el amor, el cual no implica proceso de pensamiento alguno. No es
posible pensar en el amor. Podemos pensar en la persona que amamos, pero no se
puede pensar en el amor.
… El amor es un estado en el que no hay
«yo»; es un estado en el que no existe condenación alguna, ni un juzgar que el
sexo es bueno o malo, que esto es superior y aquello otro es inferior. El amor
no es ninguna de estas cosas contradictorias.
… La dependencia pone en marcha el
movimiento de desapego y apego, un constante conflicto que no comprendemos y
del cual no podemos liberarnos. Usted debe tornarse consciente del proceso de
apego y dependencia, percibirlo sin condenarlo, sin juzgarlo, y entonces
percibirá el significado del conflicto de los opuestos.
… Ahora bien, puede la mente darse cuenta de sí misma mientras actúa, mientras está en movimiento, ¿sin que intervenga un centro? Yo creo que puede, pero sólo es posible hacerlo cuando nos damos cuenta que pensamos y no hay un pensador que esté pensando. Miren, es una auténtica experiencia descubrir que solo existe el pensamiento, pero resulta muy difícil experimentarlo porque normalmente el pensador está presente, está evaluando, juzgando, condenando, comparando, identificándose. Si el pensador deja de identificarse, de evaluar, de juzgar, entonces sólo hay pensamiento, no hay centro. Y bien, ¿qué es ese centro? Ese centro es el 'yo', el 'yo' que quiere ser una gran persona, que está lleno de conclusiones, de motivos, de miedos. Desde ese centro pensamos, pero ese centro ha sido creado por las reacciones del pensamiento; por tanto, ¿puede la mente darse cuenta del pensamiento sin que intervenga un centro, sólo observar?
… ¿Saben?, cuando uno se enfrenta a todos
estos problemas se siente profundamente conmovido, no por las palabras, no por
la descripción, porque la palabra no es la cosa, la descripción no es lo
descrito. Cuando uno se observa a sí mismo como realmente es; o bien se ve uno
arrastrado a la desesperación porque se considera irremediablemente feo, desdichado,
o uno se mira sin juicio alguno. Y es de suma importancia que nos miremos sin
juzgarnos en absoluto, porque es el único modo en que podemos comprendernos y conocernos.
Y al observarse uno objetivamente, lo cual no es un proceso de egocentrismo ni
de autoaislamiento ni de apartamiento con respecto al resto de la humanidad o a
otro ser humano; al observarse uno de este modo, se da cuenta de lo
terriblemente condicionado que está; condicionado por las presiones económicas,
por la cultura en que uno ha vivido, por el clima, por la comida que uno
ingiere, por la propaganda de las llamadas organizaciones religiosas, o por los
comunistas. Este condicionamiento no es superficial, está profundamente hundido
dentro de nosotros; uno se pregunta pues, si es posible alguna vez librarse de
él, porque si no estamos libres, somos esclavos de ese condicionamiento y
vivimos en un conflicto y una batalla incesantes, lo cual se ha vuelto el modo
aceptado de vida.
… Así pues, cada uno de nosotros debe producir una revolución interna religiosa. Únicamente esta revolución interna y religiosa puede transformar por completo nuestra manera de pensar. Para generar tal revolución, es necesario observar sin juzgar, sin condenar y sin comparar. Hoy en día, y tomando el verdadero sentido de la palabra, la mente no es creativa, ¿verdad?, es tan solo un producto fabricado por la memoria acumulada. Donde hay envidia, ambición y egoísmo, no puede haber creatividad. Por tanto, lo único posible es comprender uno mismo en silencio las respuestas de la mente y descubrir cómo funciona nuestra mente. Dicho proceso de comprensión es un trabajo arduo. No es posible hacerlo de forma casual, en el futuro, mañana, sino todo lo contrario, debe hacerse cada día, cada instante, todo el tiempo. Comprenderse uno mismo es darse cuenta de manera natural y espontánea de las actividades de nuestro pensar, de forma que veamos todos los móviles y todas las intenciones ocultas detrás de nuestros pensamientos, para así poder liberar a la mente de su propia atadura y limitación. Entonces la mente permanece quieta y, en esa quietud, algo que no pertenece a la mente puede manifestarse por sí mismo.”
J. Krishnamurti