“… A causa
de que ustedes se aferran a sus creencias particulares, dicen que su camino es
el único camino, que es mejor que todos los otros caminos. Pero yo digo que no
hay camino que conduzca hacia la verdad. Solo cuando estemos libres de esta
idea de los senderos, que no son sino ilusiones temperamentales, comenzaremos a
pensar de manera inteligente y creativa.
… Ahora
bien, yo no ataco a la sociedad de ustedes. Han sido bastante amables al
invitarme a hablar aquí, y no estoy abusando de esa amabilidad. La sociedad de
ustedes es como miles de otras sociedades en todo el mundo, cada una
sosteniendo sus propias creencias, cada una pensando: “el nuestro es el mejor
camino, nuestra creencia es verdadera y las otras creencias están equivocadas”.
En tiempos antiguos, a las personas cuyas creencias diferían de la ortodoxia
aceptada, se las quemaba o torturaba. Hoy nos hemos vuelto lo que llamamos
tolerantes, o sea, nos hemos intelectualizado. Eso es lo que viene a ser la
tolerancia.
… Las
reformas, aunque sean necesarias, no son de mucha importancia si no se
considera la totalidad del hombre. El cortar unas cuantas ramas muertas no hace
sanar el árbol si las raíces están enfermas. Las meras reformas siempre
necesitan más reformas. Lo necesario es una revolución total en nuestro pensar.
Pero la mayoría de nosotros no somos capaces de semejante revolución, y el
cambio fundamental tiene que producirse gradualmente, por los procesos
evolutivos. Nuestra aspiración es ayudar en este cambio gradual, y hemos
dedicado nuestras vidas al servicio del hombre. ¿No deberíais ser más tolerante
de las debilidades humanas?
La
tolerancia no es compasión, es una cosa creada por la astucia de la mente. La
tolerancia es la reacción de la intolerancia; pero ni el tolerante ni el
intolerante serán nunca compasivos. Sin amor, toda la llamada buena acción sólo
puede conducir a mayor daño y desdicha. Una mente ambiciosa, que busca poder,
no conoce el amor, y nunca será compasiva. El amor no es reforma, sino acción
total.
… No puede
haber acuerdo entre un objetivo falso y uno verdadero. Puede haberlo entre dos
objetivos falsos. Al tratar de producir un acuerdo entre lo falso y lo
verdadero, intentamos desarrollar lo que se denomina tolerancia, con sus
numerosas pretensiones falsas. Sólo puede haber verdadero acuerdo cuando los
objetivos son inteligentes y genuinos. Cuando dos individuos perciben la
ilusión fundamental de la seguridad, hay acuerdo, cooperación. Pero si uno de
ellos comprende la crueldad de la seguridad adquisitiva y el otro no, entonces
hay conflicto y, para superar esta fricción, desarrollamos la falsa virtud de
la tolerancia, pero esto no quiere decir que aquel que comprende es
intolerante.
… Además,
estamos tan atrincherados en el prejuicio, en la tradición, con sus creencias y
dogmas especiales, que repetimos dogmáticamente, sin dificultad alguna, que
existen muchos senderos hacia la verdad. Para inducir tolerancia entre las
múltiples divisiones que ocasiona el pensamiento antagónico y condicionado, los
dirigentes de los intereses organizados tratan de disimular, mediante frases
importantes, la brutalidad de la división. La afirmación misma de que existen
senderos hacia la verdad, es la negación de la verdad. ¿Cómo puede alguien
indicar un sendero hacia la verdad, si esta no tiene morada, no puede ser
medida y no puede buscarse? Lo que se halla fijo está muerto, y hacia eso puede
haber senderos. La ignorancia crea la ilusión de muchos caminos y métodos.
… Ahora
bien: ¿qué entendemos por prejuicio? ¿Cuándo está uno libre de prejuicios?
¿Cómo se origina el prejuicio? Una de sus fuentes, evidentemente, es eso que se
llama ‘educación’. Los libros de historia están llenos de prejuicios. Toda
literatura religiosa está llena de ellos, de creencias inculcadas; y esas
creencias, que se crean y se elaboran desde la infancia, conviértense en
prejuicios. “Vosotros sois esto y yo soy aquello; vosotros protestantes y yo
hindú”. De ahí que mi creencia y la vuestra entren en conflicto. Tratáis de
catequizarme, de convertirme, y luego yo intento lo mismo. O bien somos ‘tolerantes’,
vosotros mantenéis vuestra creencia y yo la mía, y procuramos ser amigos. En
otros términos, yo vivo en mi fortaleza de prejuicios y vosotros en la vuestra,
y mirando por encima de ellas tratamos de ser amigos, lo cual, aunque se
denomine ‘tolerancia’, es en realidad intolerancia. Es realmente el modo más
absurdo.
… Si una
declaración de fraternidad es más importante que el culto, es porque el culto
ha perdido parte de su importancia a los propios ojos de sus pontífices. Este
pretendido universalismo es a lo sumo una simple tolerancia. Ser tolerante, es
apenas tolerar al vecino bajo ciertas condiciones. Toda tolerancia, así como la
no violencia, es violencia. En verdad, en nuestra época, la religión, a medida
en que es comunión verdadera del hombre con Aquello que le excede, no desempeña
ningún papel en la marcha de los asuntos humanos. Las organizaciones
religiosas, por el contrario, son instrumentos políticos y económicos.
… Las
religiones organizadas, con su autoridad temporal y espiritual, son igualmente
incapaces de traer la paz al hombre, porque son también el resultado de nuestra
ignorancia y de nuestro temor, de nuestros artificios y egoísmos.
… Esto lo sabemos todos. Es posible que hayáis leído una o dos obras históricas y tengáis un conocimiento superficial de la historia. Estas son las causas obvias de la guerra: que una nación quiera ser superior a otra, que un grupo se sienta en inferioridad respecto de otro, que haya prejuicios de color, blancos, negros, trigueños, morados o lo que sea. ¿Cómo creéis que todo esto se produce? Lo que nosotros somos, evidentemente, eso proyectamos fuera de nosotros. El mundo es el resultado de nosotros, de nuestra propia proyección. Habrá guerra pues, mientras seáis nacionalistas, exclusivos en vuestras creencias, aunque seáis ‘tolerantes’. La tolerancia es cosa de la mente, inventada por gente sagaz; cuando amáis no “toleráis”. Sólo cuando vosotros y yo dejemos de estar ligados a castas o a clases; sólo cuando no estemos atados a ninguna forma de religión o creencia organizada, sea grande o pequeña; sólo cuando ya no seamos codiciosos de poder, de posición, de autoridad, de bienestar, sólo entonces habrá paz.”
J. Krishnamurti