“… Casi
todas las personas que creen estar buscando la verdad, ya han dispuesto sus
mentes para recibirla, estudiando las descripciones de aquello que están
buscando. Cuando uno examina las religiones y las filosofías, encuentra que
todas han tratado de describir la realidad; trataron de describir la verdad
para su propio gobierno. Ahora yo no voy a tratar de describir lo que para mí
es la verdad, porque eso sería un intento imposible. Uno no puede describir ni
comunicar a otro la plenitud de una experiencia. Cada cual debe vivirla por sí
mismo.
… Una mente
que desea comprender la verdad debe estar libre de estas tres ilusiones: de la
creencia organizada con su autoridad y sus dogmas, de las ceremonias con su
boato y su sensación, y de esas ilusiones que, creadas por la propia mente, van
acompañadas de satisfacciones y de una destructiva felicidad. Cuando la mente
se halla en verdad exenta de todo prejuicio, cuando no busca una recompensa ni
cultiva una deidad ni espera la inmortalidad, entonces, en esa claridad de
discernimiento, surge a la vida la realidad.
… Así pues,
no existen caminos hacia la verdad ni tampoco existen dos verdades. La verdad
no pertenece al pasado ni al presente, es intemporal. El hombre que cita la
verdad de Buda, de Shankara, de Cristo, o simplemente repite lo que digo, no
encontrará la verdad porque la repetición no es la verdad, la repetición es
mentira. La verdad es un estado de ser que surge cuando la mente, que trata de
dividir, de excluir, que solo es capaz de pensar en términos de resultados, de
logros, deja de intervenir, únicamente entonces la verdad existe. La mente que
se esfuerza, que se autodisciplina para alcanzar una meta, no puede conocer la
verdad porque esa meta es su propia proyección, y perseguir esa proyección, por
más noble que sea, es una forma de culto a sí misma. Una mente que se rinde
culto a sí misma no puede conocer la verdad.
… La verdad
sólo puede conocerse cuando uno comprende el proceso completo de la mente, es
decir, cuando no hay conflicto. La verdad es un hecho, y el hecho sólo puede
comprenderse cuando se han eliminado las diferentes interferencias entre el
hecho y la mente. El hecho es la relación de uno con la propiedad, su esposa,
los seres humanos, la naturaleza, las ideas, y mientras uno no comprenda el
hecho de la relación, la búsqueda de Dios solo incrementará la confusión porque
es una sustitución, una forma de evasión y, por consiguiente, no tiene ningún
valor.
… La virtud es un estado de libertad, de
orden, que el mal no puede alcanzar; comprender el mal es ser virtuoso. El
hombre que construye iglesias o templos en nombre de Dios con el dinero que ha
recaudado por medio de la explotación, del engaño, del repugnante y astuto
juego, no conocerá la verdad; puede que tenga dulces palabras, pero su lengua
tiene el sabor amargo de la explotación, el sabor del sufrimiento. Sólo
conocerá la verdad aquel que no busca, que no lucha, que no trata de alcanzar
un resultado. La mente en sí misma es un resultado y cualquier cosa que produzca
sigue siendo un resultado, pero sólo el hombre que se siente en paz con
"lo que es" conocerá la verdad. "Sentirse en paz" no
significa que esté satisfecho con el statu quo, con mantener las cosas tal
como están; estar en paz no es eso, es ver un hecho tal como es y estar libre
de él. Eso es virtud.
… La verdad
no tiene continuidad, no tiene morada, sólo puede verse de momento a momento,
siempre es nueva y, por tanto, intemporal. La verdad de ayer no es la verdad de
hoy, la verdad de hoy no será la verdad de mañana; la verdad no tiene
continuidad. La mente es la que quiere hacer que esa experiencia a la que llama
verdad tenga continuidad, pero una mente así no puede conocer la verdad. La
verdad siempre es nueva, la verdad es ver la misma sonrisa, la misma persona, y
verlas como si fuera la primera vez, ver estas palmeras meciéndose como por
primera vez. La verdad es contactar con la vida por primera vez.
… La verdad
no se puede conseguir por medio de libros, devoción o sacrificio, sólo se
conoce cuando la mente es libre, cuando está en silencio; y esa libertad, esa
quietud de la mente únicamente aflora cuando se comprenden los hechos en la
relación. Sin comprender nuestras relaciones, hagamos lo que hagamos, la mente
solo creará más problemas. Pero cuando la mente está libre de todas sus
proyecciones, existe un estado de quietud en el cual los problemas cesan, y solo
entonces se manifiesta lo intemporal, lo eterno. La verdad no es una cuestión
de conocimiento, no es algo para ser recordado, no es algo que pueda repetirse,
que pueda copiarse o divulgarse. La verdad es "aquello que es", no
tiene nombre y, por tanto, la mente no puede alcanzarla.
… Nosotros
no escuchamos. Hay demasiados ruidos alrededor nuestro; en nuestro interior hay
demasiado hablar, muchas interrogaciones, demandas, demasiados impulsos,
apremios. Tenemos tantas cosas y nunca escuchamos a ninguna de ellas
completamente, totalmente, hasta el final. Si tuvierais la amabilidad de
escuchar así, veríais que, a pesar de vos mismo, esa mutación, ese vacío, esa
transformación, la percepción de lo que es verdadero, viene a existir.
… Así que,
si podéis escuchar gozosamente, sin esfuerzo, entonces tal vez en el silencio
quieto, profundo, sabréis lo que es la verdad, y solamente esa verdad os libera
y ninguna otra cosa. Es por eso por lo que debéis erguiros completamente solos.
No podéis escuchar a través de otro, no podéis ver con los ojos de otro, no
podéis pensar con los pensamientos de los demás. Pero, sin embargo, escucháis a
través de otro, veis a través de las actividades, a través de los santos, el
dictado de otros. De modo que, si podéis apartar todas estas cosas secundarias,
las actividades de otros, y ser sencillo, quieto, y escuchar, entonces
encontraréis.
… Debes
conocer por ti mismo, directamente, la verdad acerca de ti; no puedes captarla
a través de otra persona por muy grande que esta sea. No existe autoridad
alguna que te lo pueda revelar.
… Conócete
a ti mismo, y una vez que te conozcas podrás tratar los problemas cotidianos.
El conocimiento de sí mismo trae consigo tranquilidad para la mente, y sólo en
ese estado puede hacerse presente la verdad.”
J. Krishnamurti