“¿Qué es lo que busca la mayoría de nosotros? ¿Qué es lo que cada uno de nosotros quiere? Sobre todo, en este mundo de desasosiego, en el que todos procuran hallar cierto género de felicidad, alguna clase de paz, un refugio, resulta sin duda importante averiguar ‑ ¿no es así? - qué es lo que intentamos buscar, qué es lo que tratamos de descubrir.
… Buscamos algo a lo cual podamos adherirnos, algo que nos dé confianza,
una esperanza, un entusiasmo duradero, una constante certeza, porque en
nosotros mismos nos sentimos inseguros. No nos conocemos a nosotros mismos.
Muchos sabemos en cuanto a hechos: lo que han dicho los libros; pero no lo
sabemos por nosotros mismos, no tenemos una vivencia directa.
… Si tengo la mente atada a la estaca de la creencia, de la experiencia
o del conocimiento, no puedo ir muy lejos; y la investigación implica estar
libre de esa estaca, ¿no es así? Si estoy realmente buscando, entonces esta
situación de estar atado a una estaca tiene que terminar, ha de haber una
ruptura, tengo que cortar la cuerda. Nunca es cuestión entonces de saber cómo
cortar la cuerda. Cuando se percibe el hecho de que la indagación es posible
únicamente cuando se está libre de la obstinación, o del apego a una creencia,
entonces esa misma percepción libera a la mente.
… Ahora bien: si buscáis satisfacción permanente y le
llamáis Dios, o la verdad, o lo que os plazca ‑el nombre no interesa- debéis
por cierto comprender aquello que buscáis ¿no es así? Cuando decís "busco
felicidad permanente" (Dios, la verdad o lo que sea), ¿no es preciso
también que comprendáis al que busca, al buscador, al investigador? Porque es
posible que no haya tal seguridad permanente, tal dicha perpetua. La verdad
puede ser algo enteramente distinto; y yo pienso que es totalmente diferente de
aquello que podéis ver, concebir, formular. Antes de buscar algo permanente,
entonces, ¿no es evidente que se necesita comprender al que busca? ¿El buscador
es diferente de la cosa buscada? Cuando decís "busco la felicidad",
¿es el buscador diferente del objeto de su búsqueda? ¿El pensador es diferente
del pensamiento? ¿No son un fenómeno conjunto, más bien que procesos separados?
Es indispensable, por consiguiente ‑ ¿verdad’’-, comprender al buscador antes
de intentar descubrir qué es lo que él busca.
… Y bien, queremos placer. Tal vez esta expresión sea muy cruda, pero
eso es realmente lo que queremos: conocimientos que nos den placer, experiencia
que nos dé placer, una satisfacción que no se marchite el día de mañana. Y,
habiendo experimentado diversas satisfacciones, todas ellas se han desvanecido;
y ahora esperamos encontrar una satisfacción permanente en la realidad, en
Dios. Eso, por cierto, es lo que todos buscamos: los inteligentes y los necios,
el teórico y el hombre práctico que lucha por algo. ¿Pero existe satisfacción permanente?
¿Existe algo que haya de perdurar?
… Queréis saber que habéis llegado. Eso
indica, ¿no es así?, que estáis escuchando para alcanzar un estado determinado,
un lugar donde nunca se os molestará, donde encontraréis perpetua felicidad, permanente ventura. Mas, como dije antes, no hay llegada, solo hay el
movimiento de aprender, y esa es la belleza de la vida. Si habéis llegado, no
hay nada más. Y todos vosotros habéis llegado, o queréis llegar, no solo en
vuestros negocios, sino en todo lo que hacéis; estáis, pues, insatisfechos,
frustrados, desdichados. Señores, no hay ningún lugar al cual haya que llegar;
hay simplemente este movimiento del aprender, que sólo se vuelve doloroso
cuando hay acumulación. Una mente que escuche con completa atención nunca
buscará un resultado, porque está constantemente abriéndose; como un río,
siempre está en movimiento. Una mente así es enteramente inconsciente de su
propia actividad, en el sentido de que no hay perpetuación de un ego, de un
‘yo’ que esté tratando de lograr un fin.
… La búsqueda
cuyo motivo es el descontento sólo puede conducir a alguna forma de ilusión,
ilusión colectiva o privada, una prisión con muchos atractivos. Pero existe un
buscar que no tiene tras de sí absolutamente ningún motivo; ¿es eso, entonces,
un buscar? El buscar implica un objetivo, un fin ya conocido o sentido o
formulado. Si es formulado, es el cálculo del pensamiento reuniendo todas las
cosas que ha experimentado o conocido; para encontrar lo que se trata de
obtener se han inventado los métodos y los sistemas. Esto no es buscar en
absoluto; es meramente un deseo de conquistar un fin que nos satisfaga o
simplemente escapar hacia alguna fantasía o promesa ofrecida por una teoría o
una creencia. Esto no es buscar. Cuando el temor, la satisfacción, el escape han perdido su
significación, ¿hay entonces, en absoluto, un buscar? Si el motivo de toda
búsqueda se ha secado, si el descontento y el impulso de lograr están muertos,
¿existe el buscar? Si no existe el buscar, ¿habrá de decaer la conciencia,
habrá de estancarse? Por el contrario, es este buscar, este pasar de un
compromiso a otro, de una iglesia a otra, el que debilita esa energía esencial para
comprender lo que es. «Lo que es» es siempre nuevo; nunca ha sido y nunca será.
La liberación de esta energía sólo es posible cuando cesa toda forma de
búsqueda.
… Tanto nos
hemos comprometido de distintas maneras, que casi no tenemos tiempo para
reflexionar sobre nosotros mismos, para observar, para estudiar. De tal modo,
la responsabilidad de la reacción depende en realidad de uno mismo, no de los
demás. Y el seguir ‑como se hace en el mundo entero- a los "guías
espirituales" y sus sistemas, el leer los últimos libros sobre esto o
aquello, etcétera, paréceme de una total vacuidad, absolutamente vano. Podréis,
en efecto, recorrer la tierra entera, pero tendréis que volver a vosotros
mismos.
… Cuanto más
os conocéis a vosotros mismos, más claridad existe. El conocimiento propio no
tiene fin: no alcanzáis una realización, no llegáis a una conclusión. Es un río
sin fin. Y, a medida que se lo estudia, que en él se ahonda de más en más,
encuéntrase la paz.”
J. Krishnamurti