“… Si pudiéramos
librarnos de los símbolos, las imágenes, las ideas y las creencias que hemos
elaborado en el curso de los siglos y que hemos considerado sagradas, entonces
quizá podríamos preguntarnos si existe de hecho algo verdadero, algo
verdaderamente santo y sagrado.
… Señor, cuando la vida
es muy difícil, cuando los problemas están en aumento, nos evadimos ya sea a
través del intelecto o mediante el misticismo. La evasión por el intelecto la
conocemos: “racionalización”, expedientes cada vez más astutos, más y más
técnica, más y más respuestas económicas a la vida, todo ello muy sutil e
intelectual. Y está la evasión por el misticismo, los libros sagrados, el culto
de una idea establecida, siendo la idea una imagen, un símbolo, una entidad
superior, o lo que os plazca, pensando que eso no es de la mente. Pero tanto el
intelectual como el místico son productos de la mente. Al uno le llamamos
intelectual, erudito, y al otro lo despreciamos, porque hoy está de moda
despreciar al místico, echarlo a puntapiés, pero ambos funcionan por medio de
la mente. El intelectual podrá ser más capaz de hablar, de expresarse más
claramente, pero él también halla retiro en sus propias ideas y ahí vive
tranquilamente, desdeñando la sociedad y persiguiendo sus ilusiones, nacidas de
la mente; no creo, pues, que haya diferencia alguna entre ambos.
… Cada
uno se ha estado interesando en sus propios problemas particulares, problemas
de dinero, de falta de trabajo, de buscar la propia realización, de perseguir
eternamente el placer. Sintiéndonos atemorizados, aislados, solitarios,
deprimidos, apenados, hemos creado un salvador externo que nos transformará,
que traerá la salvación para cada uno de nosotros. Esta ha sido, por dos mil
años, la tradición en el mundo occidental; y en el mundo asiático se ha
mantenido la misma cosa en símbolos y palabras diferentes, con diferentes
conclusiones; pero es la misma búsqueda de la propia salvación individual, de
la propia felicidad particular, de la solución para nuestros múltiples y
complejos problemas personales. Y están los especialistas de diversas
categorías, los especialistas psicológicos a los que acudimos para que nos
resuelvan nuestros problemas. Y tampoco ellos han tenido éxito.
… Pensamos que el conocimiento es
psicológicamente de gran importancia, pero no lo es. Uno no puede elevarse
internamente mediante el conocimiento; el conocimiento tiene que cesar para que
lo nuevo sea. ‘Nuevo’ es una palabra para designar algo que nunca ha sido
antes. Y eso no puede ser comprendido o captado por las palabras o los
símbolos; está ahí, más allá de todos los recuerdos.
Aquello que es inmensurable no pueden medirlo las palabras.
Siempre tratamos de encerrar lo inmensurable en una estructura de palabras,
pero el símbolo no es lo real. Y nosotros le rendimos culto al símbolo; por lo
tanto, vivimos siempre en un estado de limitación.
… Si sólo permanecemos
en el nivel verbal y discutimos qué es la mente, estamos perdidos, porque
entonces jamás percibiremos la calidad asombrosa de esto que llamamos la mente.
Entonces, ¿puede mi mente estar libre de cierta cultura en la que me he
educado? Ésta es realmente una pregunta muy importante. Ya que, si la mente no
se libera de la cultura en que se ha educado y nutrido, es indudable que el
individuo nunca podrá estar en paz, nunca podrá ser libre. Sus dioses y sus
mitos, sus símbolos y todos sus intentos son limitados, porque siguen estando
dentro del campo de la mente condicionada. Cualesquiera que sean los esfuerzos
que haga o deje de hacer dentro de ese campo limitado, son realmente inútiles
en el más profundo sentido de esa palabra. Pueden constituir una decoración
mejor de la prisión en que se encuentra: más luz, más ventanas, mejor comida,
pero sigue siendo la prisión de una determinada cultura.”
J. Krishnamurti