“… Todos los países, especialmente los países industriales, están proveyendo de armamentos al resto del mundo. Nadie pregunta: “¿Por qué hemos de tener guerras, por qué tenemos que matarnos, que asesinarnos unos a otros?” Se habla de detener las guerras nucleares, pero no de poner fin a todas las guerras. ¿Por qué los seres humanos se han reducido a sí mismos a esta condición? Es una pregunta muy importante. ¿Por qué tenemos que matar a otras personas? ¿Es por nuestra nación, por nuestro grupo particular? Hemos aceptado la idea de la guerra como un proceso histórico, y ella se ha vuelto una realidad. Pero el origen de todo esto es que vivimos en una ilusión, la ilusión de que nuestro país debe ser protegido. ¿Qué es el país de uno? ¿Qué es lo que está protegiendo cada uno de ustedes? ¿Su casa, su hogar, sus ideas, su cuenta bancaria? Todo el mundo se está deteriorando, se está derrumbando, y nosotros no investigamos las causas fundamentales.
… La rebeldía es de dos
clases, la violenta, que es una mera reacción, sin entendimiento, contra el
orden establecido; y la rebeldía profundamente psicológica de la inteligencia.
Hay muchos que se rebelan contra la ortodoxia establecida sólo para caer en
otras ortodoxias, en otras ilusiones y en ocultas indulgencias para sí mismos.
Lo que generalmente sucede es que nos separamos de un grupo o de un círculo de
ideales, y nos identificamos con otros grupos u otros ideales, creando así una
nueva norma de pensamiento contra la cual tendremos que rebelarnos más
adelante. La reacción sólo produce oposición y la reforma necesita reformas
ulteriores. Pero hay una rebeldía inteligente que no es reacción y que viene
del conocimiento propio, como consecuencia de la comprensión de nuestros
pensamientos y sentimientos. Es sólo cuando nos enfrentamos con la experiencia
tal como se presenta sin evitar perturbaciones, que mantenemos alerta nuestra
inteligencia; y la inteligencia sumamente alerta es intuición, que es la única
verdadera guía de la vida.
… Vivir en el presente no es una proeza
intelectual. Requiere comprender la acción y liberar a la mente de sus
ilusiones. La mente tiene el poder de crear ilusión, y con eso estamos ocupados
la mayor parte del tiempo, creando ilusiones, escapes, tapando otras cosas que
no queremos comprender. La mente crea las ilusiones como medios de escape, y
estas ilusiones, con su poder, impiden la plenitud de la acción y la
comprensión total del presente. Así, las viejas ilusiones están creando nuevos
y mayores obstáculos, futuras limitaciones. Por eso comenzamos a pensar en
términos de tiempo, considerándolo un instrumento de comprensión, de
crecimiento interno. La comprensión está siempre en el presente, no en el
futuro. Y la mente rehúsa discernir en lo inmediato porque esto implica
rebelarse contra todo lo que ha construido, en la búsqueda de su propia
seguridad.
… Para la mayoría de nosotros, la experiencia es la guía del conocimiento. Decimos: ‘sé por experiencia’, o, ‘la experiencia me dice que tengo que hacer esto’; y la experiencia se convierte en la propia autoridad interna. Y quizá ésta es mucho más destructiva, mucho peor que la externa. Es la autoridad del propio condicionamiento, y conduce a toda clase de ilusiones. El cristiano ve visiones de Cristo y el hindú ve visiones de sus propios dioses, cada cual según su propio condicionamiento. Y el hecho mismo de ver esas visiones y de experimentar esas ilusiones, hace que él sea altamente respetado y se convierta en un santo.
Ahora bien, ¿puede la mente eliminar por completo el condicionamiento de siglos? Después de todo, el condicionamiento es del pasado. Las reacciones, el conocimiento, las creencias, las tradiciones de muchos miles de ayeres, han contribuido a moldear la mente.
… Pero el pensamiento
en sí mismo es efímero, es cambiante y, por tanto, cualquier cosa que invente
como algo permanente, será igual que él, efímera. Puede aferrarse a un recuerdo
durante toda la vida y considerarlo permanente, y luego querer saber si después
de la muerte tendrá continuidad; pero es el pensamiento el que, al aferrarse a
ese recuerdo, crea todo eso, le da continuidad y permanencia al alimentarlo día
tras día. La permanencia es la mayor de las ilusiones, porque el pensamiento
vive en el tiempo, y sigue recordando hoy y mañana aquello que experimentó
ayer; así es como nace el tiempo, la permanencia del tiempo, y la permanencia
que el pensamiento le ha dado a la idea de alcanzar algún día la verdad. El
miedo, el tiempo, el logro, el eterno devenir son todo producto del
pensamiento.
… Es algo maravilloso. Todas las personas religiosas han
visto al tiempo como un medio para cambiar, y ahora nosotros descubrimos que la
mutación sólo puede darse fuera del tiempo, no por medio del tiempo.”
J. Krishnamurti