“… A fin de tener energía física, es evidente que deben tomar los alimentos apropiados, descansar lo suficiente, etc. Eso es algo con lo que ustedes mismos pueden experimentar, no es necesario que hablemos de ello. También tenemos la energía psicológica, que se disipa de varias maneras. Para tener esa energía psicológica, la mente busca estímulos, el ir a la iglesia, presenciar un partido de fútbol, leer literatura, escuchar música, asistir a reuniones como ésta, todas estas cosas les estimulan; y si lo que quieren es que les estimulen, eso significa que psicológicamente son dependientes.
… Cuando una persona cuenta con muchos ratos de ocio, posee más energía, mucha más energía, y la sociedad le reclama que utilice esa energía, no de forma antisocial; para dominar el sentimiento antisocial, se sumergirá en la religión organizada o en todo tipo de diversiones, o bien se zambullirá en la literatura, en el arte o en la música, lo cual es otra forma de diversión. Como resultado de ello, el ser humano se volverá cada vez más superficial. Puede leer todos los libros del mundo y tratar de comprender las complejidades de la teología, de la filosofía y de la ciencia; puede familiarizarse con ciertos hechos y verdades de la literatura, pero seguirá siendo algo externo, lo mismo que lo son las diferentes formas de religión y de diversión. Las religiones organizadas afirman que buscan las cosas internas de la vida, pero reclaman creencia, dogma, rito y conformismo, como todos sabemos.
… El hombre está fragmentado en el nivel
psicológico mecánico de su existencia y en sus ocupaciones. Esta división,
tanto externamente, geográficamente, como en lo religioso, en lo nacional y en
la relación que existe entre uno mismo y otro ser humano, es un derroche de
energía. Es un conflicto que disipa nuestra energía en las disputas.
… El
«sí mismo» es una entidad extraordinaria; es una cosa compleja, vital,
tremendamente activa, cambia constantemente, pasa por toda clase de
experiencias. Es un vórtice de enorme energía, y no hay nadie que pueda
enseñarnos acerca de eso, ¡nadie! Es lo primero que debemos comprender. Una vez
que lo comprendemos, que vemos la verdad de ello, ya nos hemos liberado de una
pesada carga; hemos dejado de recurrir a algún otro para que nos diga lo que
debemos hacer. Hemos comenzado a aspirar este extraordinario perfume de la
libertad.
… Libertad significa energía, vitalidad, intensidad. Cuando uno es capaz de ver íntegramente la estructura del pensamiento e ir más allá, eso le da a uno extraordinaria energía. Pero eso no lo aceptan, porque aceptan la autoridad; no sólo la autoridad de los profesores, sino de sus líderes espirituales, que no son espirituales si están dispuestos a ser sus líderes. De manera que intelectualmente no son libres y emocionalmente son sentimentales, ciegos devotos de un dios o una persona, lo cual no puede darles ninguna energía, puesto que tienen miedo. La energía sobreviene sólo cuando uno se entrega por entero, cuando existe una total ausencia del "yo".
… La
energía es acción y movimiento. Toda acción es movimiento, y toda acción es
energía. Toda la vida es energía. Si a esa energía se le permite fluir sin
contradicción, sin fricción, sin ningún conflicto, entonces será inmensa,
inagotable. Sin fricción no hay fronteras para la energía. Es la fricción la
que la limita. ¿Por qué entonces, viendo esto, el ser humano produce fricción
dentro de esta energía? ¿Por qué crea fricción en este movimiento al que
llamamos vida? ¿Es la energía pura, la energía sin limitaciones, simplemente
una idea para él? ¿No tiene realidad?
… Necesitamos energía
no sólo para producir una revolución total en nosotros mismos, sino también
para investigar, para observar, para actuar. Y mientras haya fricción de algún
tipo en cualquiera de nuestras relaciones, ya sea entre esposa y esposo, entre
hombre y hombre, entre una comunidad y otra, uno y otro país, o una y otra
ideología, si hay fricción interna, o conflicto externo en alguna forma, por
sutil que pueda ser, habrá desperdicio de energía.
... Por consiguiente,
en todas partes estamos desperdiciando energía. Y ese desperdicio de energía
es, en esencia, conflicto, el conflicto entre los «debería» y «no debería», los
«debo» y «no debo». Una vez creada la dualidad, el conflicto es inevitable. Uno
ha de comprender, pues, todo este proceso de la dualidad; no es que no haya
hombre y mujer, verde y rojo, luz y oscuridad, alto y bajo; todos esos son
hechos. El desperdicio de energía tiene lugar en el esfuerzo que dedicamos a
esta división entre el hecho y la idea.
… Esa energía no puede lograrse por medio de ninguna droga, ni por la interacción en las relaciones ni mediante el control o la negación. No hay dioses que puedan proveérsela a uno, ni rituales, ni creencias ni plegarias. Por el contrario, en el acto mismo de descartar estas cosas, de estar lúcidamente alerta a su significación, esa energía adviene penetrando en la conciencia y más allá.
… No sé si usted ha visto una máquina o una dínamo, algo que se mueve a una gran velocidad, lleno de energía. De la misma forma, la mente que está por completo tranquila se encuentra totalmente llena de energía. Y puesto que esa energía carece de nombre, no tiene nacionalidad, no hay conflicto. Esa energía es anónima; no es suya ni mía. Y, en consecuencia, cuando a tal energía se le permite moverse libremente, llega muy lejos; puede ir más allá del tiempo.
… Esa energía, esa
intensidad, esa vitalidad no se genera mediante una acumulación, sino a través
de un profundo ejercicio de investigación sobre dónde se encuentra tal energía,
a través del profundo ejercicio de preguntarse de dónde viene esa energía.
… Sé que eso lo complica, ¿no es así? ¿Por
qué no ser muy sencillo? La energía del cuerpo, la energía del sexo, la energía
del pensamiento... todo es energía. Es una sola cosa; únicamente nosotros la
dividimos. ¿Por qué?
… Si uno escucha, en el sentido de ver algo
sin evaluarlo, sin juzgarlo ni reaccionar a ello, entonces el hecho crea esa
energía que destruye, elimina, arrasa la ambición, que es el origen del
conflicto.
… Para comprender el orden del universo, en
el cual no existe causa alguna, ¿es posible vivir una vida cotidiana en la que
tampoco exista ninguna causa? Ése es el orden supremo. De ese orden proviene
nuestra energía creadora. La meditación consiste en liberar esa energía
creadora.”
J. Krishnamurti