“… La terminación del dolor es el principio de la sabiduría. La sabiduría adviene naturalmente, fácilmente, cuando hay conocimiento propio, cuando uno sabe que llora meramente por sí mismo, que llora a causa de la autocompasión porque se siente aislado del resto, abandonado. ¡Siempre uno llorando! Si entendemos eso, si lo comprendemos, lo cual implica que entramos en contacto directo con ello, como si tocáramos un árbol o esa columna o una mano, entonces veremos que el dolor está centrado en nosotros mismos, que es egocéntrico; veremos que el dolor es creado por el pensamiento y es el resultado del tiempo. Perdí a mi hijo hace años, está muerto; ahora estoy solo, no hay nadie en quien pueda encontrar consuelo, compañía; eso trae lágrimas a mis ojos, lágrimas que son mi autocompasión; yo no estoy para nada interesado realmente en mi hijo. Si lo hubiera estado, habría procurado que viviera apropiadamente, que tuviera una buena alimentación, que hiciera los ejercicios correctos, que recibiera una educación apropiada, que fuera capaz de pararse sobre sus propios pies, que fuera un hombre libre. Pero eso no me importa. No lloro por otro, lloro por mi propio yo insignificante, pequeño y vulgar, que se ha vuelto tan extraordinariamente listo en su vulgaridad.
Pueden ver cómo todo esto ocurre dentro de ustedes mismos, y pueden verlo si lo observan, pueden verlo plenamente, completamente, de un solo vistazo. Pueden captar toda la estructura con una sola mirada, sin tomarse tiempo para ello, sin analizarlo; pueden ver la naturaleza de esta cosa pequeña y vulgar llamada el “yo”, el “mí”; “mis” lágrimas, “mi” familia, “mi” nación, “mi” creencia, “mi” religión, “mi” país... toda esa fealdad está dentro de cada uno de ustedes. Pueden ver, por lo tanto, que son responsables de todas las guerras, de toda la brutalidad que se desarrolla en este país y en otros países. Cuando ven todo eso con el corazón, no con la mente, cuando realmente lo ven desde el fondo mismo del corazón, entonces tienen la llave que terminará con el dolor. Una llave así abre la puerta a una mente no contaminada en absoluto por la experiencia y que, por lo tanto, es inocente. No es una mente hecha inocente por el pensamiento, el pensamiento nada puede hacer, el pensamiento es viejo. La belleza de la inocencia consiste en que siempre es nueva y, por consiguiente, siempre es joven. Es sólo esa total inocencia la que puede ver la inmensidad, ese estado inconmensurable de la mente que el hombre ha estado buscando por siglos y siglos.
Ningún maestro puede
darnos los valores genuinos. Usted puede leer todos los libros del mundo, pero
no puede recoger sabiduría de ellos. Puede seguir todos los sistemas religiosos
del mundo y, no obstante, seguir siendo un esclavo de ellos. Únicamente cuando
permanece solo puede usted encontrar la sabiduría y ser totalmente libre, ser
un hombre liberado. Por soledad no entiendo el vivir apartado de la humanidad.
Me refiero a la soledad que surge de la comprensión, no de la separación
respecto del mundo. En otras palabras, esa soledad existe cuando uno es
enteramente un individuo, no un individualista. Usted sabe, creemos que
practicando continuamente el piano bajo la dirección de un maestro llegaremos a
ser grandes pianistas, músicos creativos; del mismo modo, acudimos a la guía de
los maestros religiosos. Nos decimos: “Si practico diariamente lo que ellos han
prescrito tendré la llave de la comprensión creadora”. Yo digo que podemos
practicar eso indefinidamente y seguiremos sin tener esa llama creativa.
Conozco a muchos que practican diariamente
ciertos ideales, pero sólo se marchitan más y más en su comprensión, porque
están imitando, viven meramente conforme a una norma. Se han liberado de un
maestro y han ido a otro; no han hecho sino trasladarse de una jaula a otra.
Pero si usted no busca consuelo, si cuestiona continuamente, y puede hacerlo
sólo cuando se encuentra en rebelión, entonces se libera de todos los maestros
y de todas las religiones; entonces es supremamente humano, no pertenece a
ningún partido, a ninguna religión, a ninguna jaula.
… La meditación es un
movimiento incesante. Uno nunca puede decir que está meditando o que ha fijado
un período para la meditación. Esta no se subordina a nuestro mandato. Su
bendición no llega porque sigamos una vida sistematizada o una rutina o
moralidad particular. Llega sólo cuando el corazón está realmente abierto. No
abierto por la llave del pensamiento, ni resguardado por el intelecto, sino
cuando está abierto como los cielos sin nubes; entonces llega sin saberlo, sin
invitarlo. Pero uno nunca puede vigilar, conservar, adorar esa bendición. Si
trata, jamás vendrá de nuevo; no importa lo que usted haga, lo evadirá. Uno no
es importante en la meditación, no tiene sitio en ella. La belleza de la
meditación no es usted, está en ella misma. Y a esto no se puede añadir nada.
No mire fuera de la ventana esperando apresarla de improviso, o no se siente en
un salón oscuro para esperarla; sólo llega cuando usted no está ahí de manera
alguna, y su dicha no tiene continuidad.
… Señor, no estoy evadiendo su pregunta,
pero, ¿puede usted, como individuo, ser pacífico? ¿Es usted un individuo? Ser
un individuo implica ser indivisible en sí mismo, no fragmentado. Pero estamos
fragmentados, divididos y, por lo tanto, no somos individuos. Lo que es la
sociedad, eso somos nosotros. Nosotros hemos creado esa sociedad. De manera
que, ¿cómo puede un ser humano dividido hacer algo que no sea alcanzar ese
estado en que sea un todo completo? Entonces tendrá lugar una acción totalmente
diferente. Pero mientras actuemos en fragmentos, tendremos que crear más caos
en el mundo. Estoy seguro de que esta contestación no satisface a nadie; ustedes
quieren la llave para la acción correcta, y la llave está en ustedes mismos.
Ustedes tienen que forjar esa llave.
… Conserváis la idea de que sólo ciertas
personas tienen la llave del Reino de la Felicidad. Pero nadie la tiene. Nadie
posee autoridad para guardar esa llave. Esa llave es vuestro propio yo, y en el
desarrollo y la purificación y la incorruptibilidad de ese yo es donde
únicamente está el Reino de la Eternidad. Así veis cuán absurdo es todo ese
Edificio que habéis construido buscando la ayuda externa, haciendo depender de
otros ese bienestar, esa felicidad y esa fuerza que no podéis encontrar sino en
vosotros mismos.”
J. Krishnamurti