“… Hay múltiples fuerzas o energías únicas y
separadas que operan en el mundo y que no pueden ser comprendidas en su
totalidad. Solo podemos comprender, de modo fundamental e integral, la energía
que tiene su foco en cada uno de nosotros y que es el ‘yo’. Es el único proceso
que podemos comprender. Para comprender el proceso de esta energía única, el
‘yo’, se necesita un discernimiento profundo, no el estudio de deducciones y
análisis intelectuales. Debemos tener una mente capaz de gran flexibilidad. Una
mente cargada de deseo y temor, una mente que crea opuestos desde los cuales
surge la opción, es incapaz de discernir el proceso sutil del ‘yo’, el centro
de toda acción. Como lo he explicado, esta energía es única en cada caso,
condiciona y es condicionada al mismo tiempo. Crea su propia limitación
mediante sus actividades nacidas de la ignorancia. Esta energía única que opera
en cada uno de nosotros y que no tiene comienzo, en su desarrollo autónomo
llega a constituirse en la conciencia, el proceso del ‘yo’.
… Ahora bien, la totalidad de la vida es
energía, es un movimiento infinito. Y esa energía, en su movimiento, crea un
patrón que se basa en la autoprotección y la seguridad; es decir, en la
supervivencia. La energía, el movimiento, al quedar atrapada en un patrón de
supervivencia y la consiguiente repetición de ese patrón, constituye el inicio
del pensamiento. El pensamiento es mente. La energía es movimiento; ese
movimiento atrapado en un patrón de supervivencia y la repetición de la
supervivencia en el sentido de placer, de temor, etc., es el origen del
pensamiento.
… De nuevo, por favor, mire «lo que es», no
«lo que debería ser». Porque ahora, si lo ha investigado, ya no sigue
comparando, sino que realmente está mirando «lo que es». Por lo tanto, usted
tiene la energía para mirar y esa energía no se disipa en comparar. Uno de los
problemas del hombre es cómo poseer energía. De nuevo, los religiosos, con sus
mentes estrechas y mezquinas, han dicho: «para tener energía, hay que ser
célibe; para tener energía hay que pasar hambre, ayunar, comer una vez al día,
vestir un taparrabos, levantarse a las dos de la mañana y rezar.» Todo lo cual
es estúpido, porque de ese modo se está destruyendo a sí mismo, está
destruyendo la energía. La energía surge cuando usted realmente observa «lo que
es», lo que implica el cese de toda disipación de energía en la comparación.
… Tiene que comprender su mente no según
Patanjali o algún psicólogo ducho en dar explicaciones, sino observándose a sí
mismo, observando la manera de funcionar de su mente, no solo la mente
consciente, sino también las capas profundas del inconsciente. Si observa su
mente, juega con ella, la mira cuando es espontánea y libre, entonces le
revelará tesoros incalculables, entonces usted está más allá de todos los
libros. Pero eso, una vez más, requiere mucha atención, energía e intensidad en
el seguimiento, no el diletantismo de las explicaciones indolentes. De modo que
la mente tiene que estar libre del conocimiento, porque una mente ocupada con
el conocimiento no puede descubrir nunca «lo que es».
… La percepción y la comprensión no
pertenecen al tiempo. La percepción es cuestión de intensidad en el ver, un ver
que es total. ¿Cuál es la naturaleza de ese ver algo totalmente? ¿Qué es lo que
a uno le da la capacidad, la energía, la vitalidad, el impulso de encarar algo
de inmediato, con toda su energía no dividida? En el momento que uno ha
dividido la energía surge el conflicto y, por lo tanto, no existe el ver, no
existe la percepción de algo en su totalidad. Ahora bien, ¿qué es lo que le da
la energía para hacerlo saltar cuando ve una cobra? ¿Cuáles son los mecanismos
que hacen que todo el ser, orgánico y psicológico, salte sin vacilación alguna,
de manera que la reacción sea inmediata? ¿Qué es lo que ha intervenido en esta
inmediatez? Han intervenido varias cosas en esa acción inmediata: miedo,
protección natural, los cuales deben estar presentes, el conocimiento de que la
cobra es mortífera.
… Ahora bien, ¿por qué no tenemos la misma acción enérgica con respecto
a la disolución de la vanidad? Estoy tomando la vanidad como un ejemplo.
Existen diversas causas que han contribuido a mi falta de energía. Me gusta la
vanidad, el mundo se basa en ella, es el fundamento del modelo de
comportamiento social, me proporciona cierta sensación de vitalidad, cierta
cualidad de dignidad, de superioridad, la impresión de que soy un poco mejor
que otros. Todo esto obstruye esa energía que se necesita para disolver la
vanidad. Entonces, o bien analizo todas las causas que han obstaculizado mi
acción, impidiéndome disponer de la energía para encarar la vanidad, o veo el
hecho de inmediato.
El análisis es un proceso de tiempo, un
proceso de postergación. Mientras estoy analizando, la vanidad continúa y el
tiempo no va a terminar con ella. De esta manera, tengo que ver la vanidad en
su totalidad, pero carezco de la energía necesaria para ver. Ahora bien, reunir
la energía disipada requiere que lo haga no sólo cuando me estoy enfrentando a
un problema como la vanidad, sino que debo estar acumulando energía todo el
tiempo, incluso cuando no hay ningún problema. Nosotros no tenemos problemas
permanentemente. Hay momentos en que no tenemos ninguno. Si en esos momentos
acumulamos energía, acumular en el sentido de estar despiertos, entonces,
cuando surge el problema podemos hacerle frente sin pasar por el proceso del
análisis.
… Para meditar se necesita una tremenda
energía, y la fricción es un derroche de energía. Cuando en nuestra vida
cotidiana hay mucha fricción, conflicto entre la gente, disgusto por el trabajo
que hacemos, etc., existe un derroche de energía. Y para investigar esto
realmente de una manera muy profunda, no superficial, no verbal, tenemos que
penetrar bien a fondo en nosotros mismos, en la propia mente, y ver por qué
vivimos como lo hacemos, siempre derrochando energías, porque la meditación es
la liberación de la energía creadora.
…
Para despertar esta energía la mente no debe oponer ninguna resistencia, no
debe tener ningún motivo ni perseguir ningún fin, no debe estar atrapada en el
tiempo.”
J. Krishnamurti