“… Quisiera formular una pregunta que puede
conducirnos a algo. ¿Qué podrá hacer que el hombre cambie profundamente,
fundamentalmente, radicalmente? Él ha experimentado una crisis tras otra, ha
sufrido innumerables golpes, ha pasado por toda clase de calamidades, toda
clase de guerras, dolor personal, etc. Un poco de afecto, un poco de alegría...
Pero todo esto no parece cambiarlo. ¿Qué hará que un ser humano abandone el
camino que está recorriendo y avance en una dirección por completo diferente?
Yo pienso que ese es uno de nuestros grandes problemas, ¿usted no? ¿Por qué? Si
uno se interesa, como debe interesarse, en la humanidad, en todas las cosas que
ocurren, ¿cuál será la acción correcta para sacar al hombre de una dirección y
encaminarlo en la otra? ¿Es esta una pregunta válida? ¿Tiene alguna
significación?
… Nunca queréis pensar algo cabalmente por
vosotros mismos. Nunca deseáis salir a caminar solos. Todos deseáis ser activos
como hormigas, hablar, charlar, hacer algo. Cuando se os deja solos para
reflexionar sobre algún problema, para hacer frente a alguna de las cosas que
la vida reclama, vosotros, que habéis sido educados al amparo de ideas de
vuestros padres, de los sacerdotes, de los guías espirituales, os sentís
totalmente perplejos y os asustáis. Y estando asustados hacéis las cosas más
caóticas y absurdas; aceptáis como lo hace un hombre con una escudilla de
mendigo, que acepta cualquier cosa irreflexivamente.
Viendo pues, todo esto, las personas
realmente reflexivas empiezan a libertarse de toda especie de seguridad,
interna o exterior. Esto es en extremo difícil, porque significa que estáis
solos, que no sois dependientes. En el momento en que dependéis surge el miedo,
y donde hay miedo no hay amor. Donde hay amor no estáis solos. La sensación de
soledad sólo existe cuando estáis asustados, cuando no sabéis qué hacer. Cuando
os veis dominados por ideas, aislados por creencias, existe el miedo, y cuando
hay miedo estáis completamente ciegos.
… La lástima de sí mismo es uno de los ingredientes
del sufrimiento. Otro ingrediente es el apegarse a alguien y estimular o
alentar su apego a uno. El sufrimiento no existe solo cuando el apego nos
falla, sino que su semilla está en el mismo comienzo de ese apego. La
dificultad en todo esto es la falta de conocimiento de sí. Conocerse a uno
mismo pone fin al sufrimiento. Tenemos miedo de conocernos porque nos hemos
dividido en lo bueno y lo malo, lo perverso y lo noble, lo puro y lo impuro. Lo
bueno está siempre juzgando lo malo, y esos fragmentos están en guerra entre
sí. Esa guerra es sufrimiento. Para que cese el sufrimiento hay que ver el
hecho y no inventar su opuesto, porque los opuestos se contienen mutuamente. El
caminar en este corredor de los opuestos es sufrimiento. Esta fragmentación de
la vida entre lo alto y lo bajo, lo noble y lo innoble, Dios y el diablo,
ocasiona conflicto y dolor. Cuando existe el sufrimiento no hay amor. El amor
y el sufrimiento no pueden vivir juntos.
… El deseo de libertad, el deseo de
prescindir o más bien de transcender todas las cosas es necesario para lograr
la perfección. Solo podréis ser libres si vuestra mente y corazón han
determinado el propósito de la vida, y de continuo se esfuerzan en realizarlo,
sin ceder jamás a lo que amenace interponer obstáculos entre vosotros y vuestra
meta. Para alcanzar la perfección y encaminaros hacia la Verdad, que a todos ha
de hacer dichosos, es necesario que en cualquier etapa de evolución en que os
halléis, prescindáis de las mezquinas y esclavizadoras tradiciones nacidas de
la creencia ciega, sin enlace alguno con la conducta.
… Uno ve algo hermoso, se produce un
contacto sensorial, visual o físico, luego una sensación, e inmediatamente, el
sentimiento de que eso nos falta, y a partir de ahí surge el deseo. Esto es
bastante claro. ¿Por qué la mente, todo el sistema sensorial tiene esa
carencia? ¿Por qué existe este sentimiento de falta de algo, de querer algo?
Espero que presten suficiente atención a lo que se está diciendo, porque esta
es su vida; no están meramente escuchando palabras, ideas o fórmulas, sino que
de hecho están compartiendo el desarrollo de esta investigación, de tal modo
que podamos caminar juntos en la misma dirección, a la misma velocidad, con la
misma intensidad y al mismo nivel. De lo contrario no podemos encontrarnos el
uno al otro. Eso también forma parte del amor. El amor es esa comunicación de
uno con otro, al mismo nivel, al mismo tiempo, con la misma intensidad.
La meditación es una de las artes más
admirables de la vida, quizás la más grande, y no es posible aprenderla de nadie,
en eso consiste su belleza. No tiene técnica y, por lo tanto, tampoco
autoridad. Cuando usted aprende a conocerse se observa, observa su forma de
caminar, de comer, de hablar, la murmuración, el odio, los celos; si se da cuenta
de todo esto que ocurre dentro de usted mismo, sin elección alguna, está
llevando a cabo parte de la meditación. Así pues, la meditación puede
realizarse mientras viaja en autobús, o cuando camina por los bosques llenos de
luces y sombras, o escucha el canto de los pájaros, o mira el rostro de su
esposa o hijo.
… ¿Qué objeto tiene la meditación? ¿Y qué
entendemos por meditación? Como no sé si vosotros habéis meditado, hagamos la
prueba de descubrir juntos qué es la verdadera meditación. No os limitéis a
escuchar lo que yo expreso al respecto; juntos averiguaremos y experimentaremos
lo que es la verdadera meditación. Porque la meditación es importante, ¿verdad?
No sabiendo qué es la recta meditación, no hay conocimiento propio; y sin
conoceros a vosotros mismos, la meditación no tiene sentido. Sentarse en un
rincón, o ponerse a caminar por el jardín o por la calle tratando de meditar,
carece de sentido, conduce tan solo a una concentración de tipo especial, la
cual es exclusión. Estoy seguro que algunos de vosotros habéis ensayado esos
métodos. En otros términos, procuráis concentraros en un objeto determinado,
tratáis de forzar la mente que se halla errabunda, a concentrarse; y cuando eso
fracasa os ponéis a rezar.
… Cuando la mente, la cual es un producto
del deseo, no interviene, no hace ningún esfuerzo; en esa quietud que no es una
meta, la realidad se manifiesta.”
J. Krishnamurti