“… Uno se pregunta por qué viajan ustedes al
Asia en absoluto, excepto por cuestiones de negocios. Tal vez las personas que
van allá con propósitos religiosos, en realidad están comerciando: “Usted me da
algo y yo le daré algo a cambio”. ¿Está la verdad allá y no aquí? La verdad,
¿ha de encontrarse por medio de otras personas, por medio de un gurú, de un
sendero, de un sistema, de un profeta, de un salvador? ¿O la verdad no tiene
senderos?
Hay un maravilloso relato indio acerca de
un muchacho que deja su hogar para ir en busca de la verdad. Acude a numerosos
maestros recorriendo sin cesar diversas regiones del país, y cada maestro
afirma una cosa u otra. Al cabo de muchos años, ya anciano, después de buscar y
buscar, de interrogar, de meditar, de adoptar ciertas posturas, de respirar
apropiadamente, de ayunar, de privarse del sexo y todo eso, regresa a su
antigua casa. Apenas abre la puerta, allí está, la verdad está justamente ahí.
¿Comprende? Usted podrá decir: “la verdad no habría estado ahí si él no hubiera
viajado por todas partes”. Ese es un comentario ingenioso, pero usted pierde la
belleza del relato si no ve que la verdad no puede ser buscada. La verdad no es
algo que pueda obtenerse, experimentarse, retenerse. Está ahí para quienes
puedan verla. Pero casi todos nosotros estamos buscándola perpetuamente,
pasando de una moda a otra, de una excitación a otra excitación,
sacrificándonos, ya conoce todos esos desatinos que ocurren, pensando que el
tiempo nos ayudará a dar con la verdad. El tiempo no lo hará.
… Ustedes saben, la vida es un tremendo misterio, y casi todos nosotros creamos un misterio falso, una ilusión, y tratamos de penetrar esa ilusión esperando que sea real.
Preferimos el misterio de una ilusión al misterio
de la realidad, y la vida es un misterio que no puede ser comprendido si el
corazón y la mente se hallan atrapados en una ilusión. Por lo tanto, toda
ilusión tiene que llegar a su fin antes de que uno pueda penetrar ese santuario
profundísimo al que llamamos vida. Trato de mostrar la manera como puede ser
penetrado, no el método, porque no creo que exista tal cosa como un método. No
hay sendero hacia la verdad. La verdad es una tierra desconocida. Es una tierra
inexplorada y tenemos que acercarnos a ella completamente desnudos,
desprevenidos, no podemos haberla cartografiado, trazado previamente; tenemos
que llegar a ella totales, libres, puros. Entonces la comprenderemos.
Ahora bien, para mí existe un éxtasis
viviente que puede ser llamado Dios, realidad, que es un devenir intemporal. No
es un objetivo que ha de ser alcanzado o conquistado. Es algo continuamente
móvil, cambiante, vivo, no puede ser descrito. Para descubrirlo, para
comprenderlo, para poder penetrar en ello, la mente ha de hallarse libre de la
idea del logro. Uno no puede pensar en la verdad desde el punto de vista del
éxito o de la conquista. Por favor, esto no es retórico, no me escuchen con una
mente retórica. Como casi todas las mentes están mutiladas por esta idea de
conquistar, lograr, atrapar; todo nuestro sistema de pensamiento se basa en
eso. Para comprender esa realidad viviente, la mente debe estar libre por
completo de esta idea del logro, porque el logro involucra al tiempo; aquello
que uno va a obtener implica un futuro, un presente y un pasado.
… Una mente y un corazón preso en el tiempo
no puede comprender ese devenir eterno. De modo que el logro, la ganancia, el
triunfo, el éxito, la verdad como recompensa por una acción virtuosa, implican
un esfuerzo, indican que uno debe realizar un tremendo acto de volición,
desarrollar la voluntad, el carácter, con el fin de obtener algo, de ser
premiado por su esfuerzo. Y donde hay un esfuerzo hay dualidad, la cosa que uno
conquista y el conquistador. Donde hay dualidad existe un opuesto, una
antítesis, como el bien y el mal, el dolor y el placer, la recompensa y el
castigo. En tanto haya dualidad en la mente, hay esfuerzo por escapar de lo uno
a lo otro. Este esfuerzo da origen a la conciencia del “yo”, la conciencia de
sí mismo, y de aquí surgen el sufrimiento, la pena, y la idea del tiempo
dividido en pasado, presente y futuro.
… No hay sendero hacia la verdad, ella debe
llegar a uno. La verdad puede llegar a nosotros solo cuando la mente y el
corazón son sencillos, claros, y en nuestro corazón hay amor, no si nuestro
corazón está lleno con las cosas de la mente. Cuando en el corazón hay amor, no
hablamos acerca de organizar la fraternidad; no hablamos de creencias, de
división o de poderes que crean división; no necesitamos reconciliarnos.
Entonces somos, cada uno de nosotros, simplemente un ser humano, sin rótulo
alguno, sin una nacionalidad. Esto significa que usted debe despojarse de todas
esas cosas y permitirle a la verdad que se manifieste; y la verdad puede
manifestarse sólo cuando la mente está vacía, cuando cesa en sus creaciones.
Entonces la verdad vendrá sin que la inviten. Llegará tan rápida y
sorpresivamente como el viento. Llega en secreto, no cuando la aguardamos,
cuando la deseamos. Está ahí, tan súbita como la luz del sol, tan pura como la
noche. Pero para recibirla, el corazón debe estar lleno y la mente vacía. Ahora
tiene usted la mente llena y su corazón está vacío.
… La meditación es realmente muy simple,
nosotros la complicamos. Tejemos una red de ideas en torno a ella, de lo que es
y lo que no es, pero no es ninguna de estas cosas. Debido a que es tan
sumamente simple nos elude, debido a que nuestras mentes son tan complicadas se
fundamentan en el tiempo y el tiempo las desgasta, y esta mente dicta la
actividad del corazón y entonces empiezan las dificultades. Pero la meditación
emerge de manera natural, con extraordinaria facilidad, cuando se camina sobre
la arena, se mira por la ventana, o se ven esas maravillosas colinas quemadas
por el Sol del último verano. ¿Por qué somos unos seres humanos tan
atormentados, con lágrimas en los ojos y risa falsa en los labios? Si
pudiéramos caminar solos entre aquellas colinas, en los bosques, o a lo largo
de los extensos arenales blancos y descoloridos; en esa soledad sabríamos lo
que es la meditación.
El éxtasis de la soledad viene cuando no nos
asusta estar solos, cuando no pertenecemos a este mundo, o no estamos apegados
a nada. Entonces, como el amanecer de esta mañana, viene silenciosamente y
traza un sendero dorado en la quietud misma, la cual era en el principio, es
ahora y ahí estará siempre.”
J- Krishnamurti
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