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EL AMOR ES LA VERDAD Y LA MEDITACIÓN ES EL DESCUBRIMIENTO DE LA BELLEZA DE ESTA VERDAD

    “… ¿Qué relación tiene la belleza con una mente religiosa? Podrían preguntarse por qué todas las tradiciones y los rituales religiosos nunca se han referido a la belleza, pero la comprensión de la belleza forma parte de la meditación, no la belleza de una mujer, de un hombre o la belleza de un rostro, que poseen su propia belleza, sino la belleza en sí, la verdadera esencia de la belleza. La mayoría de los monjes, los sanyasis, y las así llamadas personas con inclinaciones religiosas son por completo indiferentes a la belleza, y se vuelven insensibles hacia todo cuanto les rodea.

   Sucedió en cierta ocasión cuando estábamos en el Himalaya con unos amigos. Frente a nosotros había un grupo de sanyasis que descendían por un sendero mientras cantaban; en ningún momento miraron a los árboles, jamás una mirada a la belleza de la Tierra, a la belleza del cielo azul, a los pájaros, a las flores, al fluir de las aguas, solo estaban interesados en su propia salvación, en su propio entretenimiento; y esa costumbre, esa tradición, ha seguido así desde hace miles de años. Un hombre que se supone religioso debe rehuir, dejar de lado toda belleza, pero entonces su vida se vuelve insulsa, sin ningún sentido estético. Sin embargo, la belleza es uno de los deleites de la verdad.

   Cuando vemos una montaña maravillosa con la cumbre cubierta de nieve perfilándose en el cielo azul, y los valles profundos sombreados, esa grandiosidad y esa majestuosidad nos absorben por completo, por un momento estamos absolutamente en silencio porque su majestuosidad nos sobrecoge, nos olvidamos de nosotros mismos.

   … Como dijimos, la vida religiosa implica el no devenir, el no llegar a ser algo internamente, pero tenemos que ir mucho más a fondo que eso. La meditación es el cese de toda medida. Investigaré eso, qué es la meditación, no cómo meditar. Cuando ustedes plantean el ‘cómo’, cuando usan esa palabra ‘cómo’, ello quiere decir: “deme un sistema, por favor, dígame lo que debo hacer, muéstreme el sendero”. Si uno puede erradicar por completo de su mente esa palabra ‘cómo’ y después mirar, ¿qué es, entonces, la meditación? Los sistemas, métodos, las prácticas, ciertas formas de disciplina, el respirar correctamente, profundamente, etc., todo eso no es meditación. Es un trueque, una plaza de mercado donde el gurú les vende algo y ustedes lo practican.

   … Todo el sentido de la meditación es no seguir el sendero que el pensamiento ha trazado hacia lo que considera que es la verdad, la iluminación o la realidad. No hay sendero hacia la verdad. El seguir cualquier sendero conduce hacia lo que el pensamiento ya ha formulado y que, por placentero o satisfactorio que sea, no es la verdad. Es una idea falsa pensar que un sistema de meditación, la práctica constante de ese sistema en determinados momentos de nuestra vida cotidiana o su repetición durante el día, traerá consigo claridad o comprensión. La meditación está mucho más allá de todo esto y, como el amor, no puede ser cultivada por el pensamiento. En tanto exista el pensador para meditar, la meditación es meramente una parte de ese aislamiento propio que es el movimiento corriente de nuestra vida cotidiana.

   El amor es meditación. El amor no es un recuerdo, una imagen sustentada como placer por el pensamiento, ni es la imagen romántica que fabrica la sensualidad; es algo que está más allá de todos los sentidos y más allá de las presiones económicas y sociales de nuestra vida. La realización inmediata de este amor que no tiene raíces en el ayer, es meditación; porque el amor es la verdad y la meditación es el descubrimiento de la belleza de esta verdad. El pensamiento no puede descubrir esto. Nunca puede decir: “he descubierto” o “he capturado ese amor que es del cielo”.

   … No existe sendero para el descubrimiento de la verdad. Cuando usted quiere descubrir algo nuevo, cuando está experimentando con cualquier cosa, su mente ha de hallarse muy quieta, ¿no es así? Si su mente está llena, atestada de hechos, de conocimientos, estos actúan como un obstáculo para lo nuevo; la dificultad para la mayoría de nosotros es que la mente se ha vuelto tan importante, tan predominantemente significativa, que interfiere todo el tiempo con cualquier cosa que pueda ser nueva, que pueda existir simultáneamente con lo conocido. Este conocimiento y el aprendizaje son obstáculos para quienes quieren buscar, para quienes desean tratar de comprender aquello que es intemporal.

… La mente, por lo tanto, se vuelve sumamente serena, está tranquila. No es aquietada, no se ve compelida a estarse quieta por temor o por recompensa. Reina entonces un silencio en el que la realidad se manifiesta. Pero ese silencio no es silencio cristiano, hindú o budista. Ese silencio es silencio, sin calificativo. Por lo tanto, si siguen el sendero del silencio cristiano, hindú o budista, jamás estarán en silencio. En consecuencia, alguien que quiera encontrar la realidad debe abandonar completamente su condicionamiento, ya sea cristiano, hindú, budista o de cualquier otro grupo. Limitarse a fortalecer el condicionamiento mediante la meditación y el conformismo produce estancamiento y torpeza mentales; y no estoy del todo seguro de que no sea eso lo que queremos la mayoría de nosotros, porque es mucho más fácil crear un modelo y seguirlo. En cambio, librarse del condicionamiento exige constante vigilancia en la relación.

   Una vez que ese silencio existe, entonces hay un estado creativo extraordinario, lo que no significa que uno tenga que escribir poemas o pintar cuadros, eso podrá o no hacerse. Pero ese silencio no ha de ser buscado, copiado o imitado; en tal caso deja de ser silencio. No se puede llegar a él por sendero alguno. Sólo se produce cuando se comprenden las modalidades del yo, y este, con todas sus actividades y fechorías, deja de existir.

   Es decir, hay creación cuando la mente deja de crear. La mente, por lo tanto, debe volverse sencilla, debe aquietarse. Debe estar en silencio, si bien el término «debe» es erróneo, pues decir que la mente debe estar en silencio implica coacción. Y la mente solo está callada cuando todo el movimiento del yo se ha detenido. Cuando todas las modalidades del yo han sido entendidas, y por consiguiente han cesado las actividades del yo, sólo entonces hay silencio. Ese silencio es verdadera meditación y, en ese silencio, lo eterno se manifiesta.”

    Krishnamurti