“… Me gustaría que
hicieran ustedes un descubrimiento vital, no un descubrimiento inducido por la
descripción de otros. Si alguien les hubiera hablado, por ejemplo, del paisaje
de aquí, vendrían con sus mentes ya dispuestas a causa de esa descripción, y
entonces tal vez se sentirían decepcionados por la realidad. Nadie puede
describir la realidad. Ustedes deben experimentarla, verla, percibir toda su
atmósfera. Cuando ven su belleza y exquisitez, experimentan una jubilosa
renovación, una reavivación interna.
… ¿No es importante que
haya una constante renovación, un renacimiento? Si el presente está cargado con
la experiencia del ayer, no puede haber renovación. La renovación no es el acto
de nacer y morir, está más allá de los opuestos; sólo la libertad de los
recuerdos acumulados en la memoria trae la renovación, y la comprensión sólo es
posible en el presente.
… Siendo, pues, que estamos buscando la verdad
por medio del conocimiento propio, y no somos meros propagandistas, es
importante que comprendamos esto. Mediante la repetición, en efecto, uno se
hipnotiza con palabras, con sensaciones, queda atrapado en ilusiones. Y para
libertarse de eso, es imperativo experimentar directamente y, para experimentar
directamente, uno debe captarse a sí mismo en el proceso de la repetición, de
los hábitos, de las palabras, de las sensaciones. Esa captación nos brinda
extraordinaria libertad, y así puede haber renovación, una constante vivencia,
un estado de cosa nueva.
… A medida que surge cada experiencia, pase
por ella tan plena y hondamente como sea posible; examínela a fondo, sondéela
de manera amplia y profunda; dese cuenta del dolor y del placer, de sus propios
juicios e identificaciones. Sólo cuando la experiencia es completada hay
renovación. Debemos ser capaces de vivir las cuatro estaciones en un día; estar
agudamente atentos a la experiencia, y así comprender las acumulaciones de cada
día y liberarnos de ellas.
… ¿Y cómo es posible olvidar lo que somos? No
lo podemos. Lo que sí podemos es examinar lo que somos, podemos darnos cuenta,
sin justificación ni identificación, de lo que somos. Daos cuenta de ello, y
veréis que se opera una transformación. Pero la dificultad consiste en estar
pasivamente alerta, sin condenación; sólo entonces hay terminación.
… La realidad es lo
desconocido. La muerte es también lo desconocido. Pero decir que la muerte es
bella, maravillosa, porque continuaremos en el más allá y toda esa insensatez,
carece de realidad. Lo real es ver la muerte tal como es, un final; un final en
el que hay renovación, renacimiento, no una continuidad. Porque aquello que
continúa se deteriora, y lo que tiene el poder de renovarse a sí mismo es
eterno.
… Su meditación carece de valor en sí misma,
tal como su acción carece de valor en sí misma, porque usted está buscando
constantemente una culminación, una recompensa. Sólo cuando la mente y el
corazón están libres de esta idea del logro, idea nacida del esfuerzo, la opción
y la ganancia, sólo cuando uno está libre de esa idea, digo, existe una vida eterna,
la cual no es una finalidad, sino un devenir perpetuo, una perpetua renovación.
… En el intervalo entre la terminación de un
problema y el comienzo de otro, hay renovación. Estamos viviendo siempre en el
mañana o en el ayer. Si alguien te dijera que vas a morir al terminar el día,
¿qué harías? ¿No vivirías ricamente durante ese día? Nosotros no vivimos la
rica plenitud de un día. No rendimos culto al día; estamos pensando siempre en
lo que haremos mañana, en el juego de cricket que vamos a completar mañana, en
el examen que vamos a rendir dentro de seis meses, en cómo vamos a disfrutar
nuestra comida, en qué clase de ropas vamos a comprar, etc., siempre mañana o
ayer. Y así jamás estamos viviendo; siempre estamos muriendo en el mal sentido.
… Supongamos, por ejemplo, que me veo acosado por un problema que trato de resolver, y que sigo preocupándome. ¿Qué ocurre? ¿No hay renovación alguna, ¿verdad? El problema continúa día tras día, semana tras semana, año tras año. Cuando esa zozobra termina, empero, hay renovación; y entonces el problema tiene diferente significación. Sólo en el terminar hay renovación, sólo en la muerte hay un renacimiento; lo cual significa morir para el día, para el momento. Pero cuando hay mero deseo de continuar, y por lo tanto identificación con una creencia o con un recuerdo, eso es el “yo”, en esa continuación no hay renovación, lo cual es un hecho obvio.
… Lo importante es que haya una renovación
en la que pueda haber creación, ese impulso creador, ese sentido de constante
renacimiento; y eso puede producirse tan sólo cuando hay muerte a cada minuto.
Una mente así puede recibir aquello que es la verdad. La verdad no es algo
absoluto, final, lejano.
… Y la verdad no es
continua, la verdad es un estado de ser que es atemporal. Ese estado puede
experimentarse tan sólo cuando cada deseo, que da nacimiento a la continuidad,
es comprendido y, con ello, llevado a su término. Lo conocido no puede conocer
lo desconocido. La mente, que es el resultado de lo conocido, del pasado, que
se basa en el pasado, no puede conocer lo inconmensurable, lo atemporal. La
mente, el proceso del pensamiento, debe finalizar; entonces manifiéstase
aquello que es lo desconocido, lo inconmensurable, lo eterno.”
J. Krishnamurti