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TODO LO QUE HACEMOS, PENSAMOS Y SENTIMOS ES UNA EMANACIÓN DE ENERGÍA

 

   “… Qué poco sabemos acerca de nosotros mismos. Parece que sabemos mucho acerca de otras cosas, la distancia a la luna, la atmósfera de Venus, cómo construir los más extraordinarios y complicados cerebros electrónicos, desintegrar los átomos y las más íntimas partículas de la materia. Pero conocemos tan poco acerca de nosotros mismos. Ir a la luna es mucho más excitante que penetrar en uno mismo; quizá se deba a que uno es perezoso o está atemorizado, o porque penetrar en uno mismo no rinde beneficios en el sentido de dinero o éxito. Ese es un viaje mucho más largo que el de ir a la luna; no hay máquinas disponibles para hacer este viaje, y nadie puede ayudarnos para ello, ningún libro, ni teorías ni guía de ninguna especie. Es un viaje que uno tiene que hacer por sí mismo. Es preciso tener para ello muchísima más energía que al inventar y armar las partes de una inmensa máquina.

   … Para crear una buena sociedad los seres humanos tienen que cambiar. Usted y yo debemos encontrar la energía, la fuerza, la vitalidad para generar esta transformación radical de la mente, y eso no es posible si no disponemos de suficiente energía. Se necesita muchísima energía para producir un cambio en nosotros mismos, pero malgastamos nuestra energía en conflictos, en confrontaciones, en la conformidad, en la aceptación y en la obediencia o cuando tratamos de amoldarnos a un patrón. Para conservar la energía debemos observarnos a nosotros mismos y ver cómo se disipa la energía.

   Este es un problema muy antiguo, porque la mayoría de los seres humanos son indolentes, prefieren aceptar, obedecer y seguir. Si empezamos a darnos cuenta de esta indolencia, de esta pereza profundamente enraizada e intentamos estimular la mente y el corazón, esa intensidad se convertirá en un nuevo conflicto que también disipará energía. Uno de tantos problemas que tenemos consiste en conservar esa energía, esa energía tan necesaria para producir una explosión en la conciencia, una explosión que no sea premeditada, que no sea producto del pensamiento, sino una explosión que se produce de forma natural cuando la energía no se malgasta. El conflicto de cualquier clase, en cualquier nivel y a cualquier profundidad de nuestro ser, es un desperdicio de energía.

   … Ver a Dios, la verdad, no es un acto religioso. El único acto religioso es llegar a esta claridad interna por el autoconocimiento, es decir, por medio del darse cuenta de todos nuestros deseos íntimos, secretos, y dejarlos que se desplieguen sin someterlos nunca a corrección, a control, ni entregarse a ellos, sino siempre observándolos. De esa vigilancia constante viene extraordinaria claridad, sensibilidad, y una enorme conservación de energía; y uno debe tener inmensa energía porque toda acción es energía, y la vida misma lo es. Cuando nos sentimos desdichados, ansiosos, cuando disputamos o sentimos celos, cuando estamos asustados, cuando nos sentimos ofendidos o adulados, todo eso es una disipación de energía. También lo es el estar enfermo, físicamente o en lo interno. Todo lo que hacemos, pensamos y sentimos es una emanación de energía. Ahora bien, o comprendemos la disipación de ésta y, por lo tanto, partiendo de esa comprensión hay la natural afluencia de toda energía; o bien, pasamos la vida luchando para juntar diversas expresiones contradictorias de dicha energía, esperando que desde lo periférico llegaremos a la esencia.

   … Uno tiene que comprender la naturaleza de la disipación de energía, y esta comprensión no surge conforme a Shankara, el Buda o algún santo, sino en la observación real de nuestro conflicto en la vida cotidiana. Así pues, el desperdicio principal de energía es el conflicto, lo cual no quiere decir que uno haya de sentarse cómodo y dejar perezosamente que la vida transcurra. El conflicto existirá siempre en tanto la idea sea más importante que el hecho.

   … Uno depende del médico, del cirujano. Pero en lo interno, en lo psicológico, sí podemos ser una luz para nosotros mismos, no tenemos que depender de nadie para pensar claramente, para observar nuestras propias reacciones y respuestas. ¿Comprenden lo que esto significa, ser luz para uno mismo? No es la confianza en uno mismo, la cual forma parte de la condición egocéntrica, egotista. Pero el ser luz para sí mismo, requiere gran libertad, un cerebro muy claro, no un cerebro condicionado. Y tener un cerebro activo, capaz de afrontar retos, de cuestionar, de dudar, implica tener energía. Pero cuando uno depende de otros, pierde la energía.

   … Nos interesa descubrir si existe una clase diferente de energía que, si pudiéramos tocarla, resolvería todos nuestros problemas. Estamos, pues, investigando juntos la posibilidad de una clase diferente de energía que no sea contradictoria en sí misma, que no esté basada en la actividad divisiva del pensamiento, que no dependa del ambiente, de la educación, de la influencia cultural. Nos preguntamos si existe una actividad diferente, un movimiento diferente que no dependa de las actividades egocéntricas, las actividades y energías que crea el sí mismo, el “yo”, con todas sus contradicciones. ¿Existe una energía sin causa? Porque la causa implica tiempo.

   … Yo no sé si ustedes han advertido que cuanto más se aferran a alguna clase de conclusión, una conclusión razonable, una conclusión lógica o las conclusiones de ciertas autoridades, tanta menos energía tienen. Donde hay una conclusión tiene que haber falta de energía porque, cuando uno llega a alguna conclusión; o sea, que después de discutir, de argüir, llega a un punto que supone correcto, cierra la puerta a toda investigación ulterior. Y eso es lo que está ocurriendo en el mundo. Todos queremos conclusiones; si Dios existe, si va a haber alguna clase de paz, etc. Faltándonos seguridad interna y externa, faltándonos algo en que podamos confiar plenamente, algo con que podamos contar, que nos dé consuelo, un sentimiento de bienestar, nos aferramos a algunas conclusiones tradicionales y, de tal modo, perdemos esa energía creativa de la investigación. Investigar significa penetrar, indagar, explorar, abrir la puerta y descubrir qué hay más allá. Pero la mayoría de nosotros carece de esa energía, y así recurrimos a algo que llamamos tradición, o a uno que otro libro.”

   J. Krishnamurti