“… Tenemos que aprender
a leer este libro. Por esto debemos descubrir el modo de observar, no sólo
visualmente; sino observar todo el movimiento de nuestra conciencia, de
nosotros mismos, con todas sus complejidades, sus ansiedades, sus temores,
placeres y alegrías, así como las supersticiones acumuladas, las supersticiones
de los científicos, de los psicólogos, de las personas religiosas. Debemos
descubrir el modo de leer todo esto, de leerlo con mucha, mucha precisión y claridad,
y sin error alguno. Esto es lo que vamos a hacer esta mañana si podemos, vamos
a aprender. No es que yo sea el instructor de ustedes. Estamos aprendiendo
juntos a mirar en este libro extraordinario que es el «yo», el ego, la
personalidad, las tendencias, las características, los impulsos, las
inhibiciones, todo esto que es nuestra conciencia; estamos aprendiendo cómo
leer esto. Para leerlo, uno debe tener ojos y oídos que no estén embotados ni
bloqueados, que no se encuentren atrapados en alguna clase de ilusiones
fantásticas, como ocurre con la mayoría de la gente.
… Muy a menudo nos
figuramos que todo cuanto hacemos está bien hecho, que nuestro particular
sendero es el único, y que sólo pueden ser verdaderos nuestros particulares
templos, nuestro particular altar, nuestra particular ceremonia, nuestra forma
de adoración y nuestro particular modelo de forma exterior; y que por este
único canal puede expresarse lo Divino en manifestada vida. En efecto decimos:
“Tú estás en error, pero si me sigues y haces lo que yo hago y piensas como yo
pienso, estarás en lo justo”. Esto es lo que todos vosotros pensáis. Esta es la
verdadera piedra de escándalo para cuantos intentan entrar en el Reino. Porque
aquí no hay semejante estrecha uniformidad; aquí todo el que se esfuerza y vive
noblemente y por naturaleza es en realidad bello en pensamientos y emociones,
puede ser y es uno con todos.
El sentimiento de
unidad es lo más importante en la vida; es el único pan que podéis dar al
hambriento, la única solución de todos los problemas de la vida. La intolerable
idea de que precisamente habéis de estar equivocados si obráis
independientemente, y de que acertaréis si me seguís, si seguís a mi especial
intuición, a mi especial Maestro, a mi especial Deidad, es contraria al
progreso espiritual. Mientras haya entusiasmo, la chispa del divino
descontento, el anhelo de felicidad, el ansia de escapar del Maya de la vida,
no importa que pertenezcáis a determinada religión o a ninguna, a alguna secta,
clase, color o creencia, porque entonces estaréis en el verdadero camino que
conduce al Reino. Esta es la sola idea que siempre habéis de mantener en la
mente.
… El concepto de que el hombre es libre es
una de tantas fantasías. Por supuesto, el hombre es libre de elegir; pero
cuando elige es porque está confundido. Si uno ve algo con mucha claridad, no
necesita elegir. Por favor, observen este hecho en sí mismos. Cuando ven algo
claramente, ¿qué necesidad tienen de elegir? No hay elección; sólo una mente
confusa elige, sólo una mente así dice: «Esto es correcto, aquello es un error;
debo hacer esto porque es lo correcto», etc. Eso no lo hace una mente clara,
precisa, que tiene una percepción directa; esa mente no necesita elegir. Miren,
decimos que si podemos elegir somos libres, ésa es una de las cosas más
absurdas que hemos inventado, porque, en realidad, en lo fundamental no somos
libres, estamos condicionados, y para estar libre es necesario comprender
ampliamente el condicionamiento.
… Cualquier especialista, el cirujano, el
arzobispo, el cocinero o el plomero, sólo usa una parte de su cerebro,
limitando así su actividad total. El político y el gurú emplean sólo una
pequeña parte de la extraordinaria capacidad y energía del cerebro. Esta
actividad limitada, parcial, está causando estragos en el mundo. Esa pequeña
parte del cerebro es la que funciona en todas las religiones cuando repiten sus
rituales, sus palabras sin sentido, sus ceremonias de dos mil o cinco mil años
de tradición, como han sido programadas. Algunas lo hacen con gracia usando
finas vestiduras, y otras con rudeza. Lo mismo sucede en los círculos del
gobierno, la corrupción del poder. La pequeña parte puede acumular un gran
conocimiento, pero ese mismo conocimiento sólo fortalece una parte del cerebro.
El hombre no puede elevarse jamás mediante el conocimiento, porque éste nunca
es completo, siempre está dentro de la sombra de la ignorancia.
… La máquina
superinteligente, la veloz computadora que está programada por expertos,
alcanzará y dejará atrás al pensamiento humano con sus lentas capacidades;
aprenderá más rápido, corrigiendo sus propios errores, resolviendo sus propios
problemas. El ser humano no ha resuelto ninguno de sus problemas psicológicos,
las cuestiones que se han vuelto tan complejas. Parece que ha estado
cargándolos consigo desde la más remota antigüedad. Y todavía seguimos cargando
estos problemas, problemas de gobierno, religión, relación, violencia, guerras
y la contaminación del planeta. Y continuarán siendo insolubles mientras esté
funcionando sólo una parte del cerebro, mientras uno esté programado como
americano, inglés, francés, etc., mientras uno sea católico, hindú, musulmán...
Al parecer, somos por completo inconscientes de lo condicionada y programada
que está esa pequeña parte del cerebro. Y ello da a esta programación una
sensación ilusoria de seguridad, una estructura verbal contra la barbarie. Pero
el único bárbaro es el hombre; él mismo es la causa de toda la corrupción y el
horror que tienen lugar en el mundo. Él es total y completamente responsable
por todo lo que ocurre a su alrededor.”
J. Krishnamurti