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EXISTE UN TIPO DIFERENTE DE ORACIÓN


   “… ¿Qué entendemos por orar? En su forma burda, la oración es súplica; y hay formas sutiles en distintos niveles de la oración. Todos conocemos la forma burda. Estoy en apuros, me siento desagraciado, física o psicológicamente, y necesito ayuda. Entonces imploro, suplico y, evidentemente, hay una respuesta. Si no hubiera respuesta alguna, la gente no rezaría. Millones de personas rezan. Sólo rezáis cuando estáis en apuros, no cuando sois felices, ni cuando hay en vosotros esa extraordinaria sensación de ser otro.

   Ahora bien, ¿qué ocurre cuando oráis? Tenéis una formula, ¿no es así? Con la repetición de una fórmula, la mente superficial se aquieta, ¿verdad? Intentadlo y lo veréis. Repitiendo ciertas frases o palabras, gradualmente veréis que vuestro ser se aquieta. Esto es, vuestra conciencia superficial se calma; y entonces, en ese estado, sois capaces de recibir las insinuaciones de algo diferente, ¿no es así?

   De tal modo, calmando la mente por medio de la palabra repetida, por medio de las llamadas oraciones, puede que recibáis indicaciones e insinuaciones no sólo del subconsciente, sino de cualquiera de las cosas que os rodean; pero eso, por cierto, no es meditación. Porque lo que recibís tiene que ser agradable, de lo contrario lo rechazaríais. Así, cuando oráis, aquietando de ese modo la mente, vuestro deseo es resolver un problema dado, o una confusión, o algo que os causa dolor. Por lo tanto, buscáis una respuesta que sea satisfactoria. Y cuando eso lo veis, decís: “No debo buscar satisfacción; me abriré a algo que sea doloroso”. A tal punto la mente es capaz de jugarse tretas a sí misma, que hay que darse cuenta del contenido total de este problema de la oración. Uno ha aprendido una treta, la de aquietar la mente de modo que pueda recibir ciertas respuestas, agradables o desagradables. Pero eso no es meditación, ¿verdad?

   … Como sois posesivos, como buscáis una finalidad, un resultado mediante la devoción y la plegaria, lo cual os torna sentimentales, emotivos, es natural que no haya amor; y es obvio que no hay amor cuando no hay respeto. Podréis decir que sí tenéis respeto, pero vuestro respeto es para el superior; ello es simplemente el respeto que proviene de desear algo, es el respeto del temor. Si realmente sintierais respeto, seríais respetuosos con los inferiores y no sólo con los llamados “superiores”; y como ese respeto no lo tenéis, en vosotros no hay amor. Cuán pocos entre nosotros somos generosos, magnánimos, compasivos. Sois generosos cuando os conviene, compasivos cuando esperáis algún provecho. Cuando esas cosas desaparezcan, cuando no ocupen vuestra mente, y cuando las cosas de la mente no llenen vuestro corazón, entonces habrá amor; y sólo el amor puede transformar la actual locura e insania del mundo, no los sistemas, ni las teorías de izquierda o de derecha. Sólo amáis realmente cuando no poseéis, cuando no sois envidiosos, codiciosos, cuando sois respetuosos, cuando tenéis misericordia y compasión, cuando tenéis consideración por vuestra esposa, vuestros hijos, vuestro vecino, vuestros infortunados servidores.

   … La repetición de palabras santificantes calma una mente agitada adormeciéndola. La plegaria es un calmante que permite vivir en el interior de una prisión psicológica sin experimentar la necesidad de destrozarla, de destruirla. El mecanismo de la plegaria, como todos los mecanismos, produce resultados mecánicos. No existe plegaria alguna que pueda traspasar la ignorancia de uno mismo. Toda plegaria dirigida a Aquello que es ilimitado presupone que un espíritu limitado sabe dónde y cómo alcanzar lo ilimitado. Eso quiere decir que él tiene ideas, conceptos, creencias a ese respecto y que se halla atrapado en todo un sistema de explicaciones, en una prisión mental. Lejos de libertar, la plegaria aprisiona.

   Ahora bien, la libertad es la esencia misma de la religión, en el verdadero sentido de esta palabra. Esta libertad esencial se ve denegada por todas las organizaciones religiosas, a despecho de lo que ellas digan. Lejos de ser un estado de plegaria, el conocimiento de uno mismo es el comienzo de la meditación. No es ni una acumulación de conocimientos sobre la psicología, ni un estado de sumisión llamada religiosa, en la cual uno espera la gracia. Es lo que derriba las disciplinas impuestas por la Sociedad o la Iglesia. Es un estado de atención y no una concentración sobre nada en particular. Estando el cerebro tranquilo y silencioso, observa el mundo exterior y ya no proyecta ninguna imaginación ni ninguna ilusión. Para observar el movimiento de la vida, él es tan rápido como ella misma, activo y sin dirección. Es entonces solamente cuando lo inconmensurable, lo atemporal, lo infinito, puede surgir. Es eso la verdadera religión.

   … De suerte que vuestra oración es un estorbo para la comprensión. Existe un tipo diferente de oración. Un estado mental en que no hay demanda, no hay súplica. En esa oración, si es que puede usarse el término, no hay movimiento para protegerse, no hay repulsión; ella no es cosa compuesta ni puede ser producida por ninguna clase de treta. Ese estado mental no busca un resultado, es silencioso; en él no se puede pensar ni meditar ni es posible practicarlo. Sólo ese estado de la mente puede descubrir la verdad, permitirle que se manifieste, y sólo él puede resolver nuestro problema. Ese estado mental de quietud llega cuando uno observa y comprende lo que es; y entonces la mente es capaz de recibir lo inagotable.” 

   J. Krishnamurti