“… Usted sabe qué es el espacio. Hay espacio
en esta habitación. La distancia que hay desde aquí al lugar donde se hospeda,
entre el puente y su casa, entre esta orilla del río y la otra, todo eso es
espacio. Ahora bien, ¿hay también espacio en su mente? ¿O ésta se halla tan
atestada que no contiene espacio alguno? Si su mente dispone de espacio,
entonces en ese espacio hay silencio y de ese silencio proviene todo lo demás,
porque entonces usted puede escuchar, puede prestar atención sin resistencia
alguna. Por eso es muy importante contar con espacio en la mente. Si la mente
no se halla atestada, incesantemente ocupada, puede escuchar a ese perro que
ladra, escuchar el sonido de aquel tren que cruza el puente distante, y también
estar plenamente atento a lo que dice una persona que habla aquí. Entonces la
mente es algo vivo, no una cosa apagada, muerta.
… Vivimos en un pequeño departamento o en
una pequeña habitación, y nuestras mentes aceptan poco a poco ese espacio
estrecho. Pero estamos hablando del espacio que no tiene paredes. Ustedes
saben, cuando miramos el mar, cuando el smog se ha desvanecido y vemos el
horizonte lejano, el enorme disco de la luna, y contemplamos en lo alto la
extraordinaria brillantez de las estrellas, el espacio inmenso, percibimos lo
estrecho, lo insignificante que es el espacio que tenemos en la mente. Ese
espacio que hay en nuestra mente y en nuestro corazón, es controlado, moldeado,
producido por nosotros mismos. Apenas si disponemos de algún espacio interno.
Para comprender aquello que es sagrado, tiene que haber un vasto espacio dentro
de uno mismo, no allá afuera en el mar. El espacio no es separación. El espacio
no es división. Cuando dividimos, hay un espacio entre uno y su esposa, entre
ustedes como la India y algún otro país, pero ese no es el espacio interno.
Internamente, el espacio sólo puede existir cuando no hay en absoluto ningún
conflicto. Entonces, cuando en la mente existe ese vasto espacio ilimitado, es
únicamente en ese espacio que hay energía, no la energía y fricción del
pensamiento. Esa inmensa energía nace de la libertad. Cuando existe ese espacio
con su silencio y esa energía inmensurable, está aquello que es totalmente
innominado, infinito, intemporal; está lo sagrado. Pero para descubrir eso tiene que haber en uno un gran amor, una gran compasión, que deben comenzar en
el hogar. Uno tiene que amar a su esposa, a su marido, a los hijos. El amor no
puede coexistir con el apego. Si hay apego, entonces tenemos todos los
problemas de la vida.
… La belleza, el amor, la verdad, son la
forma más alta de inteligencia, y cuando esa inteligencia se manifiesta hay
acción, claridad, una sensación inmensa de dignidad, es algo que no puede
imaginarse, y como no puede imaginarse, al ser ilimitado, no puede plasmarse en
palabras. Pueden intentar describirlo, algunos filósofos lo han hecho, pero
esos filósofos que lo han descrito no conocen eso que han descrito. Para que se
manifieste esa enorme sensación no puede estar presente el "yo", el
ego, la actividad egocéntrica, el llegar a ser; debe haber un gran silencio en
uno. Silencio significa completo vacío, donde hay un enorme espacio, y en ese
enorme espacio hay una inmensa energía, no la energía del interés propio, sino
una energía ilimitada.
… ¿Cómo producirán orden? El orden constante
es espacio, vean la belleza de esto. Si la mente tiene espacio, eso significa
que la mente no está ocupada con ningún problema, pero nuestra mente está tan
llena, tan atestada de creencias que persiguen cualquier tipo de cosas, está
tan confundida, con tantas ilusiones, que no tiene espacio, y donde no hay
espacio no puede haber constancia ni orden. Si en nuestra vida cotidiana no hay
orden, la meditación se convierte en una simple evasión de la propia vida, y el
escaparse por medio de la meditación sólo conduce a la ilusión. De manera que
uno debe poner los cimientos para descubrir aquello que está más allá del
pensamiento, que es inconmensurable, que no puede expresarse en palabras; sin
embargo, aquello no se manifestará sin esa sensación de enorme orden, en el
cual hay libertad total.
… En las grandes catedrales y bellas
mezquitas, los cánticos y las recitaciones de sus libros sagrados, es el sonido
el que abre el corazón a las lágrimas y a la belleza. Sin espacio no hay
belleza; sin espacio sólo tenemos muros y medidas; sin espacio no hay
profundidad; sin espacio solamente hay pobreza interna y externa. Tenemos tan
poco espacio en nuestra mente... Esta se encuentra atestada, repleta de palabras,
recuerdos, conocimientos, experiencias y problemas. Todo ello difícilmente deja
espacio alguno, tan sólo el interminable parloteo del pensamiento. Y así es
como nuestros museos están llenos y todos los estantes se hallan abarrotados de
libros. Entonces llenamos los lugares de entretenimiento, religioso o de
cualquier otra clase. O erigimos un muro alrededor de nosotros mismos, un
estrecho espacio de daño y dolor. Sin espacio, interno o externo, nos volvemos
desagradables y violentos.
Todo necesita espacio para vivir, para jugar
y cantar. Lo sagrado no puede amar sin espacio. No tenemos espacio cuando nos
aferramos a las cosas, cuando hay pesadumbre, cuando nos convertimos en el
centro del universo. El espacio que ocupamos es el espacio que el pensamiento
ha edificado alrededor de nosotros, y eso es desdicha y confusión. El espacio
que el pensamiento mide es la división entre el ‘yo’ y el ‘tú’, entre
‘nosotros’ y ‘ellos’. Esta división es dolor que no tiene fin.
… El ‘espacio silente’, el silencio disuelve
todas las barreras, posibilita la creatividad, lo nuevo no contaminado por lo
viejo, por el pensamiento. Sólo en el estado de silencio y quietud puede ser
trascendido todo conflicto.”
J. Krishnamurti