“… De suerte que lo que
estamos procurando discutir y averiguar es si la vida tiene un objeto, y si ese
objeto puede ser medido. Sólo puede ser medido en términos de lo conocido, en
términos del pasado; y cuando yo mido el objeto de la vida en términos de lo
conocido, lo mediré según mis simpatías y antipatías. El objeto de la vida, por
consiguiente, estará condicionado por mis deseos, y por tal causa dejará de ser
dicho objeto. Eso, ciertamente es claro, ¿verdad? Sólo puedo comprender cuál es el objeto de la
vida a través del tamiz de mis prejuicios, necesidades y deseos; de otro modo
no puedo juzgar, ¿no es así? Así pues, la medida, la cinta, el metro, es un
condicionamiento de mi mente, y conforme a los dictados de mi
“condicionamiento” decidiré cuál es el objeto.
¿Pero es ese el objeto
de la vida? Él ha sido creado por mi necesidad y, por lo tanto, no es
ciertamente el objeto de la vida. Para descubrir el propósito de la vida, la
mente tiene que estar libre de medición; sólo entonces puede descubrir, pues de
otro modo no hacéis sino proyectar vuestra propia exigencia. Esto no es mera
intelección, y si lo ahondáis profundamente veréis su significado. Al fin y al
cabo, es de acuerdo a mi prejuicio, a mi necesidad, a mi deseo, a mi
predilección, que decido cuál ha de ser el objeto de la vida. Mi deseo, pues,
crea ese objeto. Eso, por cierto, no es el objeto de la vida. ¿Qué es más
importante, descubrir el objeto de la vida o libertar la mente de su propio
“condicionamiento”, y entonces inquirir? Y quizá cuando la mente esté libre de
su propio condicionamiento, esa misma libertad será el objeto. Porque, después
de todo, es tan sólo en la libertad que puede descubrirse cualquier verdad.
… ¿Por qué deseamos
ideales? No digo que no sean verdades, pero ¿por qué los deseamos? Decimos que
los necesitamos porque no podemos, sin un patrón, sin una medida, un ideal,
guiar nuestras vidas en medio de estas constantes batallas y luchas de la
existencia. ¿No es así? Por lo tanto, deseamos un patrón, una continua medida
para poder juzgar nuestras acciones en la vida cotidiana. ¿Qué indica eso? Que
estamos más interesados en el ideal, en la medida, en los conflictos, las
luchas y los sufrimientos con que nos enfrentamos. Por consiguiente, como estas
luchas son tan grandes, tan conflictivas, tan inmensas, establecemos los
ideales como un medio de escapar de ellas. Yo considero que, para comprender el
conflicto, las dificultades, los sufrimientos, para comprenderlos tal como son,
no por medio de un patrón, de una medida, la mente debe estar libre.
… ¿Puede mirarse a sí mismo, que es el
pasado, sin ningún movimiento del pensamiento, que es el pasado? Si puede mirar
sin pensar, sin evaluar, sin comparar, sin desaprobar o juzgar, entonces hay un
mirar con ojos que no están mancillados por el pasado; es mirar en silencio sin
el ruido del pensamiento, y en ese silencio no existe el observador ni la cosa
que observa como pasado.
Para comprenderse a
uno mismo debe haber observación, y esta solo puede tener lugar ahora. Y no es
el movimiento del pasado observando el ahora. Cuando observo el ahora desde mis
conclusiones, prejuicios, esperanzas y temores anteriores, esa es una
observación del presente desde el pasado. Creo estar observando el presente,
pero la observación del ahora solo puede tener lugar cuando no hay observador
que sea el pasado. La observación del ahora es extraordinariamente importante.
El movimiento del pasado debe terminar al encontrarse con el presente; eso es
el ahora. Pero si usted deja que continúe, entonces el ahora se convierte en el
futuro o en el pasado, pero nunca en el ahora actual. La observación solo puede
tener lugar en el acto mismo de realizarla, cuando está enojado, cuando es
codicioso, observarlo tal cual es. Lo que significa no condenar ni juzgar, sino
observarlo y dejar que florezca y desaparezca. ¿Comprende la belleza de
esto?
… Pero Dios, la verdad,
no es una recompensa, una finalidad. Tiene ciertamente que venir a nosotros;
nosotros no podemos ir hacia ella. Si hacemos un esfuerzo para ir hacia ella,
buscamos un resultado, una realización. Mas, para que surja la verdad, el
hombre debe ser pasivamente perceptivo. La percepción pasiva es un estado en el
que no hay esfuerzo. Consiste en ser perceptivo sin juzgar, sin optar, no en
algún sentido fundamental, sino de todas las maneras; en daros cuenta de
vuestros actos, de vuestros pensamientos, de vuestras respuestas relativas, sin
opción, sin condenación, sin identificaros ni negar, para que la mente empiece
a comprender todo pensamiento y toda acción, sin juzgar. Esto induce a
averiguar si puede haber entendimiento sin pensamiento.
… Señor, la
indiferencia es una forma de juicio. Una mente torpe, indiferente, no está
alerta. La percepción alerta consiste en ver sin juzgar, en conocer exactamente
lo que sucede. Es inútil, pues, buscar a Dios o la verdad sin estar alerta
ahora, en el presente inmediato. Resulta mucho más fácil acudir a un templo,
pero ése es un escape hacia el reino de la especulación. Para comprender la
realidad debemos conocerla directamente, y resulta obvio que la realidad no es
del tiempo y el espacio; se encuentra en el presente, y el presente es nuestro
propio pensamiento, nuestra propia acción.”
J. Krishnamurti