“… Vemos cómo la
estructura actual de la sociedad en India, en Europa, en América, en cualquier
parte del mundo, se está desintegrando rápidamente. También lo vemos en
nosotros mismos. Podemos observarlo paseando por la calle. No necesitamos
grandes historiadores que nos revelen el hecho de que nuestra sociedad se
desintegra; necesitamos nuevos arquitectos y constructores para crear una nueva
sociedad. Es preciso levantar una nueva estructura sobre nuevos cimientos,
sobre hechos y valores nuevos. Estos arquitectos y constructores aún no
existen; no hay nadie que, al observar, al darse cuenta del hecho de que la
estructura se desploma, se transforme a sí mismo y se convierta en arquitecto.
Ésa es nuestra responsabilidad, ver que la sociedad se derrumba y nosotros,
usted y yo, tenemos que ser los arquitectos; tenemos que redescubrir los
valores y edificar sobre cimientos más profundos y más sólidos, porque si
recurrimos a los arquitectos profesionales, a los constructores políticos y
religiosos, seguiremos exactamente igual que siempre.
… No podemos ser
inteligentes sustituyendo simplemente un gobierno por otro, un partido o grupo
por otro, un explotador por otro. Las revoluciones sangrientas no pueden
resolver jamás nuestros problemas. Sólo una profunda revolución interna que
altere todos nuestros valores puede crear un ambiente diferente, una estructura
social inteligente; y tal revolución sólo la podemos hacer usted y yo. Ningún
nuevo orden surgirá hasta que individualmente destruyamos nuestras barreras
psicológicas y nos liberemos.
… Lo que es el individuo, eso es la
sociedad. Lo que uno es tiene una importancia infinita, y no se trata de un
simple eslogan. Si profundizamos de verdad, descubriremos la importancia de
nuestras acciones, veremos cómo lo que somos influye en el mundo en el que
vivimos, ese mundo de relaciones, por muy pequeño o limitado que sea. Si somos
capaces de producir un cambio fundamental, una revolución radical en nosotros,
en nuestro interior, entonces podremos crear un mundo diferente, un conjunto de
valores distintos.
… Para descubrir la mente nueva, no sólo es necesario que comprendamos las respuestas del viejo cerebro, sino que también es indispensable que el viejo cerebro esté quieto. Debe estar activo, pero quieto. ¿Entiende lo que estoy diciendo? Mire, señor, si usted quiere descubrir por sí mismo, de primera mano, no según lo que dice algún otro, si hay una realidad, si existe una cosa como Dios, la palabra Dios no es el hecho, su viejo cerebro, nutrido en una tradición, ya sea esta anti-Dios o pro-Dios, en una cultura, en una influencia ambiental y propagandística, en siglos de afirmación social; ese viejo cerebro debe estar quieto. De lo contrario, sólo proyectará sus propias imágenes, sus propios conceptos y valores. Pero esos valores, esos conceptos, esas creencias son el resultado de lo que a usted le han dicho, o son el resultado de sus propias reacciones a lo que le han dicho; de modo que, inconscientemente, usted dice: «Ésta es mi experiencia».
Tiene que cuestionar, pues, la verdadera validez de la experiencia, de su experiencia o de la experiencia ajena, no importa de quién sea. Así, mediante el cuestionar, investigar, interrogar, requerir, mirar, escuchar atentamente, el viejo cerebro se aquieta. Pero el cerebro no está dormido; se halla muy activo, aunque quieto. Ha llegado a esa quietud a través de la observación, de la investigación. Y para investigar, para observar, usted debe tener luz; la luz es su constante estado de alerta.
… Para entendernos
nosotros mismos debemos estar alertas a nuestras relaciones, no sólo con la
gente, sino con la propiedad, con las ideas y con la naturaleza. Si hemos de
hacer una verdadera revolución con respecto a las relaciones humanas, que son
la base de toda la sociedad, debe haber un cambio fundamental en nuestros
propios valores y en nuestra visión de la vida; pero evitamos la necesaria y
fundamental transformación de nosotros mismos, y tratamos de provocar
revoluciones políticas en el mundo, lo que sólo trae desastres y derramamiento
de sangre.
… La existencia es
relación; y tanto si pertenecemos a una organización religiosa o no, o si somos
mundanos o idealistas, nuestros sufrimientos sólo podrán resolverse
entendiéndonos a nosotros mismos en nuestras relaciones. Sólo el
autoconocimiento puede traer tranquilidad y felicidad al hombre, porque el
autoconocimiento es el principio de la inteligencia y de la integración. La
inteligencia no es un simple ajuste superficial; no es el cultivo de la mente,
ni la adquisición de conocimientos. La inteligencia es la capacidad para
entender los procesos de la vida; es percepción de los verdaderos valores.
Es la investigación constante, la verdadera insatisfacción, lo
que despierta la inteligencia creadora; pero mantener despierto el espíritu de
investigación y descontento es extremadamente difícil; y la mayor parte de la
gente no quiere que sus hijos tengan esa clase de inteligencia, porque es muy
embarazoso vivir con alguien que constantemente está cuestionando los valores
aceptados.
J. Krishnamurti