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¿QUÉ SIGNIFICA LA VIDA? ¿PARA QUÉ VIVIMOS Y LUCHAMOS?

            

   “… En la búsqueda de bienestar y comodidad, generalmente nos refugiamos en un rincón de la vida donde encontramos un mínimo de conflictos, y entonces tenemos miedo de salir de ese refugio. Este temor a la vida, este temor a la lucha y a las nuevas experiencias, mata en nosotros el espíritu de aventura. Toda la educación que hemos recibido nos hace temer el ser diferentes a los demás, o el pensar de distinta manera a la norma establecida por la sociedad, que aparentemente respeta la autoridad y la tradición. 

   … Ahora bien, ¿qué significa la vida? ¿Para que vivimos y luchamos? Si nos educamos simplemente para lograr honores, o alcanzar una buena posición, o ser más eficientes, poder dominar a los demás, entonces nuestras vidas estarán vacías y carecerán de profundidad. Si sólo nos educamos para ser científicos, eruditos aferrados a los libros o especialistas apasionados por el conocimiento, entonces estaremos contribuyendo a la destrucción y a la miseria del mundo.

   … Todos nosotros hemos sido adiestrados por la educación y el ambiente para buscar el medro personal y la seguridad, y para luchar en beneficio propio. Aunque lo disimulemos con eufemismos, hemos sido educados para las varias profesiones dentro de un sistema basado en la explotación y el miedo adquisitivo. Tal adiestramiento tiene inevitablemente que traer confusión y miseria para nosotros y para el mundo, porque crea en cada individuo barreras psicológicas que lo separan y lo mantiene aislado de los demás. 

   … Los ideales no tienen lugar en la educación porque impiden la comprensión del presente. No hay duda de que podemos prestar atención a lo que es sólo cuando dejamos de huir hacia el futuro. Mirar al futuro, luchar por un ideal, indica pereza mental y deseo de evitar el presente.

   … Entonces ya no deseamos transformar al individuo en otra cosa, sino ayudarlo a comprenderse a sí mismo; y en esto no hay provecho ni motivo personal. Si nos mantenemos totalmente atentos a lo que es, lo comprenderemos y nos veremos libres de ello, pero para estar atentos a lo que somos tenemos que dejar de luchar por algo que no somos. 

   … La meditación es comprender la naturaleza de la vida, con su actividad dual, su conflicto; es ver su verdadero significado, su verdad; de modo que la mente se vuelva clara sin distorsión alguna, aunque haya estado condicionada durante millares de años, viviendo en conflicto, en lucha, en combate. La mente ve que la distorsión tiene que producirse cuando sigue una ideología, la idea de lo que debería ser en oposición a lo que es. De ahí viene una dualidad, un conflicto, una contradicción y, por tanto, una mente atormentada, deformada, pervertida.

   Sólo hay una cosa, aquello que es, lo que es, nada más. Al interesarse uno por completo en lo que es, desecha toda forma de dualidad, y por eso no hay conflicto, no hay tortura mental. La meditación es entonces el estado de la mente que ve en realidad «lo que es», sin interpretarlo, sin traducirlo, sin desear que no existiera, sin aceptarlo. La mente puede ver esto únicamente cuando cesa el «observador».

   … ¿No es posible, entonces, darse cuenta de toda cosa tal como ella es? Partiendo de ahí, ciertamente, puede haber comprensión. Reconocer, darse cuenta, descubrir lo que es, pone fin a la lucha. Si yo sé que soy mentiroso, ese es un hecho que reconozco, la lucha ha terminado. Reconocer, darse cuenta de lo que uno es, representa ya el comienzo de la sabiduría, el comienzo de la comprensión que os libra del tiempo. Introducir el factor tiempo, no el tiempo en un sentido cronológico sino como medio, como proceso psicológico, proceso de la mente, es destructivo y crea confusión.

   … Y bien, queremos placer. Tal vez esta expresión sea muy cruda, pero eso es realmente lo que queremos, conocimientos que nos den placer, experiencia que nos dé placer, una satisfacción que no se marchite el día de mañana. Y habiendo experimentado diversas satisfacciones, todas ellas se han desvanecido; y ahora esperamos encontrar una satisfacción permanente en la realidad, en Dios. Eso, por cierto, es lo que todos buscamos, los inteligentes y los necios, el teórico y el hombre práctico que lucha por algo. ¿Pero existe satisfacción permanente? ¿Existe algo que haya de perdurar?

   … Vemos, pues, que el esfuerzo es una porfía o una lucha por transformar aquello que es, en aquello que deseáis que sea. Estoy hablando únicamente de la lucha psicológica, no de la lucha con un problema físico como los de la ingeniería, o de algún descubrimiento o transformación puramente técnica. Yo hablo tan sólo de esa lucha que es psicológica, y que siempre se sobrepone a lo técnico. Puede que construyáis con gran esmero una sociedad maravillosa, empleando los infinitos conocimientos que la ciencia nos ha brindado. Pero mientras no hayamos comprendido el esfuerzo, la lucha y la batalla psicológica, y no hayamos vencido las corrientes e impulsos subconscientes, la estructura de la sociedad, por maravillosa que sea su construcción, tendrá por fuerza que derrumbarse como ha ocurrido una y otra vez.

   … El esfuerzo nos aparta de lo que es. No bien yo acepto lo que es, ya no hay lucha. Toda forma de lucha o esfuerzo es un indicio de distracción; y esa desviación, que es un esfuerzo, tendrá que existir mientras, en lo psicológico, yo desee transformar lo que es en algo que no es.”

   J. Krishnamurti