“… En la búsqueda de
bienestar y comodidad, generalmente nos refugiamos en un rincón de la vida
donde encontramos un mínimo de conflictos, y entonces tenemos miedo de salir de
ese refugio. Este temor a la vida, este temor a la lucha y a las nuevas
experiencias, mata en nosotros el espíritu de aventura. Toda la educación que
hemos recibido nos hace temer el ser diferentes a los demás, o el pensar de
distinta manera a la norma establecida por la sociedad, que aparentemente
respeta la autoridad y la tradición.
… Ahora bien, ¿qué
significa la vida? ¿Para que vivimos y luchamos? Si nos educamos simplemente
para lograr honores, o alcanzar una buena posición, o ser más eficientes, poder
dominar a los demás, entonces nuestras vidas estarán vacías y carecerán de
profundidad. Si sólo nos educamos para ser científicos, eruditos aferrados a
los libros o especialistas apasionados por el conocimiento, entonces estaremos
contribuyendo a la destrucción y a la miseria del mundo.
… Todos nosotros hemos sido adiestrados por
la educación y el ambiente para buscar el medro personal y la seguridad, y para
luchar en beneficio propio. Aunque lo disimulemos con eufemismos, hemos sido
educados para las varias profesiones dentro de un sistema basado en la
explotación y el miedo adquisitivo. Tal adiestramiento tiene inevitablemente
que traer confusión y miseria para nosotros y para el mundo, porque crea en
cada individuo barreras psicológicas que lo separan y lo mantiene aislado de
los demás.
… Los ideales no
tienen lugar en la educación porque impiden la comprensión del presente. No hay
duda de que podemos prestar atención a lo que es sólo cuando dejamos de huir
hacia el futuro. Mirar al futuro, luchar por un ideal, indica pereza mental y
deseo de evitar el presente.
… Entonces ya no
deseamos transformar al individuo en otra cosa, sino ayudarlo a comprenderse a
sí mismo; y en esto no hay provecho ni motivo personal. Si nos mantenemos
totalmente atentos a lo que es, lo comprenderemos y nos veremos libres de ello,
pero para estar atentos a lo que somos tenemos que dejar de luchar por algo
que no somos.
… La meditación es
comprender la naturaleza de la vida, con su actividad dual, su conflicto; es
ver su verdadero significado, su verdad; de modo que la mente se vuelva clara
sin distorsión alguna, aunque haya estado condicionada durante millares de
años, viviendo en conflicto, en lucha, en combate. La mente ve que la
distorsión tiene que producirse cuando sigue una ideología, la idea de lo que
debería ser en oposición a lo que es. De ahí viene una dualidad, un conflicto,
una contradicción y, por tanto, una mente atormentada, deformada, pervertida.
Sólo hay una cosa,
aquello que es, lo que es, nada más. Al interesarse uno por completo en lo que
es, desecha toda forma de dualidad, y por eso no hay conflicto, no hay tortura
mental. La meditación es entonces el estado de la mente que ve en realidad «lo
que es», sin interpretarlo, sin traducirlo, sin desear que no existiera, sin
aceptarlo. La mente puede ver esto únicamente cuando cesa el «observador».
… ¿No es posible, entonces, darse cuenta de
toda cosa tal como ella es? Partiendo de ahí, ciertamente, puede haber
comprensión. Reconocer, darse cuenta, descubrir lo que es, pone fin a la lucha.
Si yo sé que soy mentiroso, ese es un hecho que reconozco, la lucha ha
terminado. Reconocer, darse cuenta de lo que uno es, representa ya el comienzo
de la sabiduría, el comienzo de la comprensión que os libra del tiempo.
Introducir el factor tiempo, no el tiempo en un sentido cronológico sino como
medio, como proceso psicológico, proceso de la mente, es destructivo y crea confusión.
… Y bien, queremos placer. Tal vez esta
expresión sea muy cruda, pero eso es realmente lo que queremos, conocimientos
que nos den placer, experiencia que nos dé placer, una satisfacción que no se
marchite el día de mañana. Y habiendo experimentado diversas satisfacciones,
todas ellas se han desvanecido; y ahora esperamos encontrar una satisfacción
permanente en la realidad, en Dios. Eso, por cierto, es lo que todos buscamos,
los inteligentes y los necios, el teórico y el hombre práctico que lucha por
algo. ¿Pero existe satisfacción permanente? ¿Existe algo que haya de perdurar?
… Vemos, pues, que el
esfuerzo es una porfía o una lucha por transformar aquello que es, en aquello
que deseáis que sea. Estoy hablando únicamente de la lucha psicológica, no de
la lucha con un problema físico como los de la ingeniería, o de algún
descubrimiento o transformación puramente técnica. Yo hablo tan sólo de esa
lucha que es psicológica, y que siempre se sobrepone a lo técnico. Puede que
construyáis con gran esmero una sociedad maravillosa, empleando los infinitos
conocimientos que la ciencia nos ha brindado. Pero mientras no hayamos
comprendido el esfuerzo, la lucha y la batalla psicológica, y no hayamos
vencido las corrientes e impulsos subconscientes, la estructura de la sociedad,
por maravillosa que sea su construcción, tendrá por fuerza que derrumbarse como
ha ocurrido una y otra vez.
… El esfuerzo nos aparta de lo que es. No bien yo acepto lo que es, ya no hay lucha. Toda forma de lucha o esfuerzo es un indicio de distracción; y esa desviación, que es un esfuerzo, tendrá que existir mientras, en lo psicológico, yo desee transformar lo que es en algo que no es.”
J. Krishnamurti