“… Esto no es una
instrucción, una autoridad que les dice lo que deben hacer o pensar. Tenemos
que mirar a la humanidad como un todo; tenemos que cuestionar cualquier
autoridad física y psicológica, la autoridad de la guerra, la autoridad de los
gobiernos, ya sean totalitarios o los llamados democráticos. Cuando
investigamos, cuestionamos, exploramos, debemos tener un cerebro escéptico, que
cuestione y no que haga preguntas desde un punto de vista particular o desde la
pertenencia a una tribu, comunidad religiosa u otra. Juntos vamos a observar el
mundo, lo que es, cómo es, y no lo que nos gustaría que fuera. Vamos a asumir
la responsabilidad de observar los asuntos reales del mundo, el mundo tal cual
es.
… Estamos investigando juntos, y vemos que la conciencia humana es similar y la comparten todos los seres humanos. En consecuencia, no hay tal individuo. Otro puede ser más educado que uno, puede ser más alto o más bajo; exteriormente puede ser distinto, pero internamente compartimos el suelo de toda la humanidad. Este es un hecho. Pero si uno está atemorizado, si está preso en ese condicionamiento de ser un individuo, jamás comprenderá la inmensidad, el hecho extraordinario de que uno es toda la humanidad. De la comprensión de ese hecho, surgen el amor, la compasión, la inteligencia; pero si uno está meramente condicionado a la idea de que es un individuo, entonces sufre infinitas complicaciones, porque esa idea se basa en una ilusión, no en un hecho. La ilusión puede tener miles de años, pero sigue siendo una ilusión.
… Para
expresarlo de manera diferente. Somos como el resto de la humanidad, y en todo
el mundo la humanidad sufre, experimenta una gran desdicha, incertidumbre,
dolor. En consecuencia, psicológicamente uno es como el resto de la humanidad,
uno es la humanidad. Entonces surge el problema. ¿Puede eliminarse el contenido
de la propia conciencia, todo el conocimiento adquirido acerca de uno mismo,
que es la conciencia de la humanidad? Estamos tan condicionados por la idea de
que uno mismo es un individuo psicológicamente diferente de otro, lo cual no es
real, no es un hecho, que cuando decimos: “Debo conocerme a mí mismo”, estamos
diciendo: “Debo conocer mi pequeña celda”. Y cuando uno investiga esa pequeña
celda, ve que es nada. Pero la verdad, lo real es que uno es la humanidad, uno
es el resto de la humanidad. Investigar la enorme complejidad de la mente
humana es leer la historia de uno mismo. Uno es historia y, si sabe cómo leer
el libro, comienza a descubrir la naturaleza de esta conciencia, que es la
conciencia de todos los seres humanos.
… Aunque las religiones, excepto quizá
partes del hinduismo y del budismo, hayan abrigado, alentado el sentido del
desarrollo individual, de la salvación de las almas individuales y todo eso, en
realidad la conciencia de uno no es ‘su’ conciencia. Es la del resto de la
humanidad, porque todos pasamos por la misma molienda, por el mismo conflicto
inacabable. Cuando ustedes comprenden esto, no emocionalmente, no como un
concepto intelectual sino como algo efectivo, real, verdadero, entonces no
matarán a otro ser humano; jamás matarán a otro, ya sea verbalmente,
intelectualmente, ideológicamente o físicamente, porque entonces se están
matando a sí mismos. Pero la individualidad ha sido fomentada en todo el mundo.
Cada cual está luchando para sí mismo, para su éxito, para su logro; está
persiguiendo sus deseos y creando estragos en el mundo. Tengan la bondad de
comprender muy cuidadosamente esto. No estamos diciendo que cada individuo es
importante, al contrario. Si ustedes se interesan en la paz global, no sólo en
la propia pequeña paz dentro del corral, las naciones se han convertido en el
corral, si se interesan realmente, como la mayoría de las personas serias debe
interesarse, en que son el resto de la humanidad, esa es una responsabilidad
muy grande.
… Es porque somos nacionalistas y estamos listos para defender nuestros Estados soberanos, nuestras creencias y nuestras posesiones, que tenemos que estar perpetuamente armados. La propiedad y las ideas han llegado a ser para nosotros más importantes que la vida humana; así pues, hay constante antagonismo y violencia entre nosotros y el resto de la humanidad. Al mantener la soberanía de nuestro país, destruimos a nuestros hijos; al rendir culto al Estado, que es sólo una proyección de nosotros mismos, sacrificamos a nuestros hijos por nuestra propia satisfacción. El nacionalismo y los gobiernos soberanos son las causas y los instrumentos de la guerra.
… Si uno ve el peligro, actúa. Pero, por desgracia, no vemos los peligros psicológicos, el peligro del comparar, del apego, de las demandas individuales aisladas. Porque no somos individuos; si lo observan, no lo somos; la palabra «individuo», significa indivisible, no dividido, no fragmentado. Debido a que nuestras mentes, cerebros, si lo observan con detenimiento, han evolucionado durante milenios y milenios, millones y millones de años, nuestro cerebro no es nuestro; es el cerebro de la raza humana, de la humanidad. Psicológicamente sufrimos, estamos ansiosos, inciertos, confundidos, buscamos seguridad. Eso es exactamente lo que sucede en la India, en todo el mundo. Así que psicológicamente somos uno, un movimiento unitario. Y a través de la educación, de todos nuestros deseos personales, etc., reducimos toda esa vastedad e inmensidad de la mente a nuestras mezquinas peleas de celos y ansiedades.
… El cerebro y la psique son una misma cosa.
Observemos las consecuencias. ¿Ve usted realmente, no teóricamente, que el
cerebro con toda la actividad del pensamiento nacido del conocimiento, forma
parte del mismo movimiento que la psique, y que el pensamiento ha creado el
«yo», el «mí», separado del resto de la humanidad, y que ha hecho al «yo» más
importante que nadie?”
J. Krishnamurti