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NO PUEDE HABER PAZ EN EL MUNDO SI CADA UNO DE USTEDES ESTÁ SUBJETIVAMENTE EN GUERRA

 

   “… Durante siglos y siglos hemos tenido esta creencia en Dios, pero, no obstante, hemos creado un mundo terrible. El salvaje y el sacerdote altamente civilizado creen en Dios. El hombre primitivo mata con arcos y flechas y danza alocadamente, el sacerdote civilizado bendice los buques de guerra y los bombarderos y ofrece buenas razones para hacerlo. No digo esto con espíritu cínico ni despectivo, así que tengan la bondad de no sonreír, es un asunto muy serio. Ambos creen y también está el otro, el no creyente, pero también él recurre a la liquidación de aquéllos que se interponen en su camino. El hecho de adherirse a una creencia o a una ideología no pone fin a las matanzas, a la opresión y la explotación. Por el contrario, ha habido y continúa habiendo terribles, despiadadas guerras y destrucciones y persecuciones en el nombre de la paz, en el nombre de Dios. Si pudiéramos dejar de lado estas creencias e ideologías en pugna y dar origen a un cambio profundo en nuestra vida cotidiana, habría oportunidad para un mundo mejor. Es nuestra vida de todos los días la que ha generado, ahora y antes, estas catástrofes y estos horrores, nuestra irracionalidad, nuestros privilegios nacionales y económicos exclusivos con sus barreras, nuestra falta de buena voluntad y compasión han dado origen a estas guerras y a otros desastres.

   … ¿Cómo pueden cesar las guerras mientras existan las divisiones de nacionalidades y de gobiernos soberanos? ¿Cómo puede prevenirse la guerra cuando hay divisiones de clase, explotación, cuando cada uno está buscando su propia seguridad individual y creando temor? No puede haber paz en el mundo si cada uno de ustedes está subjetivamente en guerra. Para producir verdadera paz en el mundo, de modo que el hombre no sea matado despiadadamente por un ideal llamado prestigio, honor nacional, que no es sino interés creado, usted, el individuo, tiene que liberarse de la codicia. Mientras ésta exista, habrá por fuerza conflicto y desdicha. Así que, para resolver el dolor humano, no recurran meramente a un sistema, sino vuélvanse inteligentes. Desechen todas las estupideces que ahora abruman la mente y piensen de una manera nueva, simple y directa con respecto a la guerra, a la explotación y a la codicia. Entonces no necesitarán esperar que los gobiernos, que actualmente no son sino expresiones del interés establecido, cambien las absurdas y crueles condiciones que imperan en el mundo.

    … Ciertamente, la paz y la buena voluntad son muy difíciles de crear. Podéis construir un puente o trabajar juntos en una oficina, porque tenéis un jefe por encima de vosotros, alguien que os dice lo que hay que hacer, pero la verdadera cooperación no puede ser impuesta, ni surge siguiendo la pauta trazada por un arquitecto. La paz y la buena voluntad sólo pueden crearse cuando sentimos que este mundo es nuestro, no de los comunistas, de los socialistas o de los capitalistas, sino vuestro y mío. Es nuestro mundo que debemos enriquecer, compartir y no dividir en naciones, en razas, ni según las creencias, los credos y dogmas de las diversas religiones organizadas.

  …Si un hombre es internamente pacífico y afectuoso, si está libre de codicia no necesita, por cierto, leyes que le impongan la paz, policía que regule su conducta ni instituciones que aseguren su moralidad. Hoy en día hemos concedido un gran significado a lo externo, a mantener la paz por medio de instituciones, leyes, policías, ejércitos, iglesias y demás, buscamos sostener una paz que no existe. Por la imposición y la dominación, oponiendo violencia a la violencia, esperamos crear un estado humano pacífico.

    Si de verdad comprenden esto a fondo y sinceramente, verán la importancia de no abordar los múltiples problemas de la vida desde el punto de vista de lo externo y lo interno, sino desde lo comprensivo e integral.

   … ¿Cómo vamos a producir este cambio que todos deseamos? O bien por medio de la fuerza, o despertando cada individuo a la necesidad de un cambio fundamental; o bien por la coacción, por la revolución social y la dominación, o por el despertar del individuo a la realidad. La verdadera libertad surge por obra del conocimiento propio que da origen al recto pensar; gracias al conocimiento propio existe el descubrimiento de lo verdadero, lo único que pone fin a nuestra ignorancia y a nuestro dolor.

   … Los valores externos y temporales adquieren prioridad sobre el valor eterno. La felicidad y la paz se buscan en las posesiones, ya sea de origen manual o mental, en la afición a las cosas o al mero conocimiento. Recorran cualquiera de las calles principales y verán tienda tras tienda que venden las mismas cosas en colores y formas diferentes, innumerables revistas y miles de libros. Queremos que se nos distraiga, que se nos entretenga, que se nos aparte de nosotros mismos, dado que internamente somos tan desdichados y pobres, tan vacíos y tristes. Así pues, donde hay demanda hay producción y se impone la tiranía de la máquina. Y ustedes creen que la mera industrialización va a resolver el problema económico y social. ¿Lo hará? Podrán lograrlo temporalmente, pero con ella llegan las guerras, las revoluciones, la opresión, la explotación; trayendo la así llamada civilización, la industrialización con todas sus implicaciones, a los pueblos "no civilizados".

   … Yo puedo exponeros mi ideal de la Verdad, de paz perfecta y amorosa ternura, pero debéis esforzaros en alcanzarla por vosotros mismos. Puedo exponeros los principios de la verdad, pero vosotros, por medio de vuestra propia Voz, y obedientes a esa Voz, debéis desarrollar vuestra Intuición, vuestras propias ideas, y así alcanzaréis la meta donde todos nos hemos de encontrar. 

   Esto es para mí lo más importante en la vida. No quiero obedecer a nadie, sea quien sea, mientras no esté yo convencido de que tiene razón. No quiero tener creencias a las que no pueda responder ni darles mi alma, mi corazón y todo mi ser. Debéis escuchar vuestra Voz, cultivar la Intuición, y descubriréis nuevas sendas de vida en lugar de ir a la aventura por senderos ajenos...”

    J. Krishnamurti

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